Miguel Ángel Sánchez de Armas
El león y el unicornio
A don Juan Carlos,
por el premio “Cadera de Atila”.
Tomo prestado el título a Orwell pues creo que si viviera estaría al lado de quienes exigen al Imperio un mea culpa por la expoliación, abusos, genocidios, tráfico de seres humanos, saqueo, comercio de drogas y otras lindezas que por más de 300 años la Pérfida Albión asestó al mundo cobijada en el farisaico manto de una empresa civilizadora.
En mayo del 2002 un prestigiado académico londinense sugirió que la Reina debía embarcarse en una gira mundial “para ofrecer disculpas por los pecados imperiales” y así revitalizar a la comunidad inglesa de naciones. Tal extravagancia cayó en oídos sordos. Ya se sabe que la realeza no sabe mirar pa’bajo, como nos recuerda en un divertido texto en Crónica Rafael Cardona.
Nadie piense que soy un resentido social. Dios salve a las clases dominantes. Mi enfado es con quienes sin memoria histórica salivaron con el espectáculo del jubileo de doña Isabel II y derramaron una lágrima al escuchar su conmovedor mensaje a los vasallos. Vaya, ni la BBC cree en las bondades del Imperio. En el 2003 subió a su web infantil una lección de historia: “El Imperio se hizo grande asesinando a muchos pueblos pobremente armados y saqueando a sus países; después el método cambió: asesinar pueblos con ametralladoras fue la táctica favorita del ejército [misma que fracasó] gracias a personajes como Mahatma Gandhi, heroico revolucionario cercano a las necesidades de su pueblo”, según nos recuerda en su libro Nial Ferguson.
(El 13 de abril de 1919 en Amritsar, India, el general inglés Reginald Dyer ordenó disparar a una multitud desarmada. Murieron 379 personas y 1,200 quedaron heridas. Los soldados quemaron menos de 1,600 cartuchos.)
El escritor nigeriano Chinua Achebe respondió a la chocarrera sentencia de que “en el Imperio nunca se pone el sol”: “¡Eso es por que Dios no confía de ningún inglés en la oscuridad!” Y harto conocido es el lamento del racista Kipling sobre “la carga del hombre blanco”, pesado fardo que en 1938 agobiaba a Sir Owen St. Clair O’Malley, enviado del gobierno de su real majestad a México, hasta que Lázaro Cárdenas lo echara del país. Hoy da ternura leer en la Enciclopedia Británica que “fue el Reino Unido el que rompió relaciones con México” después de la Expropiación. ¿No fue Orwell en 1984 quien inventó el “Ministerio de la Verdad” en donde se rescribía la historia?
Podría extenderme casi al infinito, pero me limitaré a recordar que durante el infame comercio de esclavos, de los diez millones de seres humanos que cruzaron el Atlántico rumbo a los mercados de nuestros cristianísimos vecinos allende el Bravo, tres millones lo hicieron en naves británicas; que las corporaciones inglesas se apoderaron de la India y de parte de China, que saquearon y organizaron el comercio de estupefacientes y un largo etcétera.
En abril pasado, The Guardian publicó una nota titulada “Gran Bretaña destruyó huellas de sus crímenes coloniales” firmada por Ian Coban, Owen Bowcott y Richard Norton-Taylor. Ofrezco a mis lectores un extracto de la traducción de S. Seguí:
“Miles de documentos que registraban en detalle algunos de los actos y crímenes más vergonzosos cometidos durante los últimos años del Imperio Británico fueron destruidos sistemáticamente para evitar que cayeran en manos de los gobiernos surgidos de la independencia, según ha demostrado un estudio oficial.
“Los documentos que sobrevivieron a la purga fueron trasladados discretamente a Gran Bretaña donde fueron escondidos durante 50 años en un archivo secreto del Foreign Office, más allá del alcance de los historiadores y público en general, en violación de la obligación legal de ponerlos a disposición de la opinión pública.
“El archivo salió a la luz el año pasado cuando un grupo de keniatas detenidos y supuestamente torturados durante la rebelión Mau Mau obtuvo el derecho de demandar al gobierno británico. El Ministerio de Asuntos Exteriores se comprometió a liberar los 8.800 expedientes de 37 ex colonias escondidos en el centro de comunicaciones gubernamentales de alta seguridad de Hanslope Park, en Buckinghamshire.
“El historiador designado para supervisar la revisión y la transferencia, Tony Badger, master del Clare College de Cambridge afirma que el descubrimiento del archivo pone al Foreign Office en una posición ‘de vergüenza y escandalo.’ Estos documentos deberían haber estado en los archivos públicos desde la década de 1980, ha señalado. ‘Han retrasado este asunto por mucho tiempo.’ Los primeros documentos estarán a disposición del público el próximo miércoles 28 de abril en el Archivo Nacional de Kew, en Surrey.
“Los documentos de Hanslope Park incluyen informes mensuales de inteligencia sobre la ‘eliminación’ de los enemigos de la autoridad colonial en la década de 1950 en Malasia; registros que demuestran que ministros británicos estaban al corriente de las torturas y los asesinatos de insurgentes Mau Mau en Kenia, incluyendo el caso de un hombre que afirman que fue ‘quemado vivo’; y documentos que detallan hasta qué extremos llegó el Reino Unido para evacuar por la fuerza a los habitantes de la isla de Diego García en el Océano Índico.
“No obstante, entre los documentos hay un puñado que muestran que muchos de los documentos más sensibles de finales de la era colonial de Gran Bretaña no fueron escondidos sino simplemente destruidos. Estos documentos incluyen las instrucciones para la destrucción sistemática dadas en 1961, después de que Iain Macleod, secretario de Estado para las colonias, emitiera directivas según las cuales los gobiernos posteriores a la independencia no debían recibir ningún material que ‘pudiera poner en aprietos al gobierno de Su Majestad’ o que pudiera avergonzar a ‘miembros de la policía, fuerzas militares, funcionarios públicos u otras personas, por ejemplo informantes de la policía’, que pudieran poner en peligro las fuentes de inteligencia, o que pudieran ‘ser utilizados de manera poco ética por ministros de los gobiernos sucesores.’
“Entre los documentos que parecen haber sido destruidos había registros de los abusos sobre los insurgentes Mau Mau detenidos por las autoridades coloniales británicas, que fueron torturados y en ocasiones asesinados; informes que podrían aportar detalles de la presunta matanza de 24 campesinos desarmados en Malasia por los soldados de los Scots Guards en el año 1948; documentos extremadamente sensibles en poder de las autoridades coloniales de Adén, donde el Cuerpo de Inteligencia del ejército operó un centro de tortura secreto durante varios años en la década de 1960; y documentos altamente sensibles guardados por las autoridades en la Guayana Británica, colonia cuyas políticas estaban muy influenciados por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos y cuyo líder de la independencia fue derrocado en un golpe de Estado orquestado por la CIA […]
“Los documentos revelan que los funcionarios coloniales recibieron instrucciones de separar los documentos que dejaban en el lugar tras la independencia -generalmente conocidos como ‘archivos heredados’ (legacy files)- de los que iban a ser seleccionados para su destrucción o retirada al Reino Unido. En muchas colonias, éstas recibieron el nombre de ‘archivos de vigilancia’ y fueron sellados con una letra W en rojo. […]
“En Uganda, el nombre en clave de la operación fue Operation Legacy. En Kenia, funcionarios de los servicios secretos llevaron a cabo una operación de investigación que describen como “una purga a fondo.”
“Se emitieron instrucciones claras de que los africanos no debían participar en las operaciones, que estaban limitadas a ‘personas que fueran funcionarios del gobierno de Kenia y ciudadanos británicos de origen europeo.’
“Se adoptaron medidas meticulosas para evitar que los gobiernos de la independencia llegaran a saber de la existencia de los archivos de vigilancia. Una de las instrucciones rezaba así: ‘Los archivos heredados no deben dejar tras de sí ningún material susceptible de observación. De hecho, la existencia misma de dichos archivos, aunque pudiera suponerse, nunca debe ser revelada.’
“Cuando un archivo de vigilancia era retirado de un grupo de archivos heredados, se creaba y se colocaba en su lugar un ‘archivo gemelo’ fantasma. Cuando esto no era posible, los documentos debían ser retirados en masa. Existía la preocupación de que las directivas de Macleod fueran reveladas –‘hay, por supuesto, un riesgo de compromiso en caso de que se conozca esta circular’ - y los funcionarios que participaron en la purga recibieron instrucciones incluso de mantener sus sellos ‘W’ en lugar seguro. Muchos de los archivos de vigilancia terminaron en Hanslope Park. Provenían de 37 ex colonias diferentes y llenaban 200 metros de estanterías. Pero cada vez es más evidente que gran parte del material más comprometedor fue probablemente destruido. A los funcionarios de algunas colonias, como Kenia, se les dijo que deberían optar por la eliminación de los documentos en lugar de su traslado al Reino Unido –‘se hace hincapié en la destrucción’ - y que no quedara ningún rastro de cualquiera de los documentos o de su incineración. Una vez quemados los documentos ‘los residuos deben ser reducidos a cenizas y éstas disgregadas.’
“Una idea de la magnitud de la operación y la cantidad de documentos borrados de la historia nos la puede dar un puñado de documentos de instrucciones que sobrevivieron a la purga. En ciertas circunstancias, se les dijo a los funcionarios coloniales en Kenia que ‘se permite, como alternativa a la destrucción por el fuego, que los documentos sean empacados en cajas lastradas y se arrojen en aguas muy profundas y sin corrientes, a la distancia máxima posible de la costa.’ Los documentos que se conservan de Malasia sugieren un proceso de destrucción mucho más casual, que permitía a los funcionarios relativamente novatos decidir lo que debía ser quemado y lo que debía enviarse a Londres. […]
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.
6/5/12
@sanchezdearmas
www.sanchez-dearmas.blogspot.com
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Fuente: Análisis a Fondo
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