El renovador teólogo catalán centró su obra en la reforma de la liturgia.
La vida del teólogo Joan Llopis (Barcelona, 1932) ha llegado a su final cuando estaba a punto de cumplir 80 años. Su fallecimiento, el pasado 25 de junio, ha privado a la cultura catalana, a la teología posconciliar y al cristianismo en diálogo con la modernidad de una de sus voces más creativas y representativas.
La Universidad Pontificia de Salamanca, la Universidad Gregoriana y el Instituto Litúrgico de San Anselmo, en Roma, fueron los centros de enseñanza donde adquirió una excelente formación teológica, enriquecida posteriormente con los estudios de Psicología. Se ordenó sacerdote en 1953 y se secularizó tres lustros después.
La liturgia fue el terreno que más cultivó y en el que adquirió más relevancia, hasta convertirse en uno de los pioneros de su reforma y de la aplicación del Vaticano II a la realidad catalana. Ejerció la docencia de esta disciplina en la Facultad de Teología de Barcelona, la Universidad Pontificia de Salamanca, el Instituto Superior de Pastoral de Madrid y el Instituto Superior de Liturgia de Medellín (Colombia). Colaboró asiduamente en las revistas Phase, del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona, de cuyo Instituto de Liturgia fue director, y Concilium, Revista Internacional de Teología.
Una obra que tuvo un fuerte impacto y que provocó malestar en los sectores conservadores del catolicismo fue La inútil liturgia (Barcelona, 1972), donde critica los aspectos mágicos que perviven en no pocas manifestaciones de la liturgia cristiana, que buscan la eficacia por la simple pronunciación de fórmulas mágicas o la realización de los ritos. Llopis pone en primer término el carácter celebrativo, festivo, ético, gratuito, solidario y simbólico de la liturgia frente al meramente ritual, destaca su función crítica y, más allá de su dimensión sacrificial, subraya la experiencia del compartir. En sintonía con la teología de la liberación, defendió la dimensión liberadora de la liturgia y cuestionó la predicación de la solidaridad sin ser solidario y el anuncio de la libertad cuando se oprime a los demás.
Su teología se sitúa en el horizonte crítico de la modernidad, en el espíritu renovador del Concilio Vaticano II, en la perspectiva humanista y en el sentido comunitario del cristianismo originario. Un ejemplo de dicho enfoque se encuentra en su obra El Evangelio (re)humanizador, que recibió el Premio Joan Maragall. Fue miembro de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII y, durante un tiempo, formó parte de su junta directiva. Desempeñó un papel muy importante en el nacimiento y desarrollo de las comunidades de base.
Nada desdeñable fue su trabajo como traductor. Vertió al castellano la magna obra Historia de la teología cristiana en tres volúmenes de Evangelista Vilanova (Herder, Barcelona, 1987-1993) ¡3.000 páginas!, que entiende la teología no como afirmación de dogmas, sino como búsqueda permanente. Merece mención especial su versión al catalán de la obra profética del teólogo italiano Antonio Rosmini Las cinco llagas de la santa Iglesia, cuyo destino fue el Índice de Libros Prohibidos. Hoy su autor va camino de los altares. ¡Santo y hereje!
Merece la pena recordar su intensa actividad en los medios de comunicación. Fue responsable de información religiosa, junto con Joaquín Gomis, del diario Avui, desde cuyas páginas analizó con serenidad y sentido crítico la realidad sociorreligiosa mundial, española y catalana. Colaboró asiduamente en las revistas Foc Nou, Serra d’Or y Questions de Vida Cristiana, las dos últimas de la Abadía de Montserrat. A través de sus colaboraciones contribuyó muy positivamente a la inculturación del cristianismo en la cultura catalana, más allá de su universalidad abstracta, que termina en imperialismo cultural.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Invitación a la utopía (Trotta, 2012).
Fuente: Redes Cristianas
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