Entrevista al Teólogo Juan Masiá.
Escribe: Juan Manuel Castañeda Chávez
3 de noviembre de 2012
Un mar cantábrico, profundamente azul, y un cielo algo nublado rodeaban al Palacio de la Magdalena, ubicado en una península de la acogedora ciudad de Santander, y sede de los tradicionales cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Allí fue el lugar donde, un tiempo atrás, se celebró el Curso Internacional “El Concilio Vaticano II, 50 años después”, organizado por el profesor Juan José Tamayo y Edgardo Rodríguez Gómez desde la Cátedra “Ignacio Ellacuría” de la Universidad Carlos III de Madrid.
A esta cita, desarrollada en realidad como un conversatorio, fueron invitados connotados exponentes de otras religiones relevantes como el representante en España del Dalai Lama, el venerable Thubten Wangchen, el obispo de la Diócesis en Europa de la Iglesia Anglicana, David Hamid, así como estudiosos de diversas orientaciones de la Iglesia católica. Vale la pena mencionar también el estreno en exclusiva en España de la película “Elefante Blanco”, protagonizada por Ricardo Darín, y la amena charla sostenida con su productor Juan Gordon.
El evento rememoraba la celebración del Concilio Vaticano II en 1962, aquel acontecimiento iniciado por el Papa Juan XXIII para poner al día a la Iglesia católica y hacerla partícipe de los nuevos retos a los que se enfrentaba la sociedad mundial en la segunda mitad del siglo XX y su proyección al XXI.
Aprovechando esta reunión de intelectuales, religiosas y religiosos tuvimos la oportunidad de hablar con Juan Masía, profesor jesuita e importante figura mundial en temas de bioética. Afincado en Japón hace más de tres décadas, el profesor Masiá se dedica a la enseñanza en la Universidad de Sophia en Tokio.
Con él hablamos de temas diversos que atañen a la relación de la sociedad y la iglesia, que por lo visto son cuestiones más terrenales de lo que suele parecer. Parafraseando a San Agustín, se diría que estos asuntos pertenecen más al mundo del hombre que a La Ciudad de Dios.
Explíquenos, ¿cuál es la importancia del Concilio Vaticano II?
Lo que ocurrió en el Concilio Vaticano II fue lo que quería Juan XXIII que ocurriese. Ese abrir las ventanas y poner la iglesia al día tenía que haber ocurrido mucho antes y ocurrió con retraso, pienso yo, y la lástima es que eso que ocurrió, pues, no acabamos de ponerlo en práctica.
La iglesia, ya desde la Edad Media, viene arrastrando toda esta historia. Cuando ocurre la Reforma protestante, la iglesia reacciona contra ella con una Contrarreforma. Esa Reforma tenía que haber ocurrido desde dentro, en vez de provocar el efecto contrario.
Lo que ocurrió en el Vaticano II es una cosa que ocurre muy pocas veces, casi todos los movimientos de renovación, de reforma, han surgido de abajo a arriba. Con el Concilio Vaticano II fue que desde arriba, Juan XXIII nos dijo: Hay que cambiar. Normalmente se dice desde abajo y poco a poco se va asumiendo; primero no te lo aceptan, luego te frenan y al final, poco a poco, te lo admiten, pero eso de que desde arriba te animen a cambiar es algo que históricamente pasa pocas veces.
Los valores del mundo actual chocan muchas veces con los valores tradicionales de la iglesia católica, hablamos en algún caso sobre los conflictos del aborto, la homosexualidad, avances en genética, entre muchos otros. ¿Es posible que algún día ambas posiciones se puedan alinear?
Es que cuando dices los valores tradicionales de la Iglesia católica, y la Iglesia católica hace una reflexión sobre su historia, tiene que plantearse su enfoque y aplicación de esos valores. Pero bueno…, lo más sencillo y lo más esencial del evangelio concuerda con lo que hemos venido llamando los valores tradicionales de la iglesia.
Y es que es el problema con el que choca Jesús de Nazaret. A Jesús de Nazaret se le tiene por ateo y choca con la religión establecida de su tiempo, y este problema se está repitiendo; entonces, por eso lo de Juan XXIII: retorno al evangelio; que al mismo tiempo es lo más sencillo y lo más difícil: volver a los orígenes y a la vez mirar el mundo de hoy para dialogar y encontrarse con él. Esas dos cosas, volver a la fuente y dialogar con la actualidad son lo principal.
Respecto de la anterior pregunta, sobre el choque de valores y las nuevas interpretaciones. ¿Es posible decir que hay una posición oficial y una posición no oficial respecto de estos temas?
Bueno…, si llamas posición oficial a lo que encuentran en un documento como, por ejemplo, la instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1987, Donum vitae: “El don de de la vida”. Lo que dice en ese documento a propósito de la procreación medicamente asistida, pues dice que no. ¿O qué dice de la anticoncepción?, pues dice que no. Bueno muy bien, pero cuidado, ¿cómo hay que leer un documento así?, ¿cómo hay que entender esto? ¿Es esta una cuestión de dogma?, pues no. ¿De doctrina?, pues no. ¿Es una cuestión de pecado?, pues no. ¿Es una cuestión de obediencia al Papa?, pues no.
En un momento dado, la Doctrina para la Fe, en un documento aprobado por el Papa, ha sentido la necesidad de decir eso y tenía sus razones para ello. Pero esto no es una cuestión ni de dogma de fe, ni es una cuestión de pecado o no pecado.
Muchos problemas de estos que la gente cree que son problemas de moral, de ética, en realidad son problemas de eclesiología que no entendemos. Como si la iglesia fuese un club con unas normas; se tiende a pensar que esto que está escrito ahí son las reglas que obligan a los miembros del club. No es así. Por ejemplo, tiene mucho más peso el Concilio Vaticano II. Comparándolo con las leyes de un país, diríamos que los documentos conciliares son como la Constitución. Tiene mucho más peso lo que dice la Constitución que lo que dice un determinado decreto dado por la administración de un ministerio específico.
Usted actualmente vive en Japón y allí, entre muchas otras cosas, enseña bioética ¿Que es la bioética?
Pues mira, dicho muy sencillamente, el interés por la biología viene de antiguo y la ética como preocupación e interés por la convivencia humana también viene de antiguo. Pero la biología que había en el tiempo de Aristóteles no es la que hay ahora. Hoy día sabemos muchísimo más, en estos últimos 50 años hemos aprendido muchísimo sobre la vida; pero no solo sabemos más, sino que al saber más sobre ella, se la puede manejar más.
Fíjate que el primer niño que nace por procreación asistida lo hace en el año 1978, el primer trasplante de corazón es en el 68, en el 98 estaban hablando sobre las células madre. Avanza el conocimiento sobre la vida y la capacidad de manejarla, la biotecnología, y esto nos plantea unos problemas que no se habían planteado hasta ahora. La ética se hace también más difícil y también más necesaria y se hace más urgente plantearse los problemas éticos en las cuestiones de la vida.
Claro, no te los puedes plantear sin tomar muy en serio los conocimientos científicos, biológicos; no puedes hacerlo solamente desde unos principios muy abstractos o desde unos manuales de moral teológica que hasta ahora no se habían planteado estas preguntas, no puedes responder a estas preguntas con las respuestas de antes.
Cuando empiezan los trasplantes lo primero que se le ocurre al que está manejando los libros tradicionales de moral es buscar qué hay allí parecido a los trasplantes. Pues nada decían, no se puede cortar un miembro a un niño para luego utilizar ese niño para mendigar. Pero si no le cortas la pierna que tiene una gangrena, pues se va a morir. Entonces el cortarla es para el bien de todo el cuerpo. A esta manera de razonar le ponían un nombre: es para el bien de todo el cuerpo, por tanto es el “principio de totalidad”.
Cuando aparece lo de los trasplantes de riñones a otro, se preguntan: ¿esto es bueno para todo tu cuerpo? Será bueno para él que lo recibe, pero para ti no. Por tanto piensan que no pueden aplicar el principio de totalidad. Hasta que llegó alguien capaz de cambiar el paradigma de pensar y dijo: no se trata del “principio de totalidad”, sino de otro principio, “el principio de solidaridad”. Si tú das un riñón a otro, a ti como persona te hace más caritativo, más solidario, mejor, incluso utilizando aquel principio tradicional de totalidad se podría decir que es bueno para la totalidad de tu persona. Lo puedes hacer. Una vez hecho este razonamiento se pasó de enfocar el tema de los trasplantes como si fuera una mutilación innecesaria al de verlo como una donación solidaria.
Se vio la ética obligada a flexibilizar, a reinterpretar, a rearticular el principio tradicional.
En suma, ¿tal vez la bioética nos ayuda a unir estos principios con las tecnologías rampantes de estos momentos, a darles una salida?
Responder a los nuevos problemas de ética que te plantean estos nuevos conocimientos y tecnologías que vienen y son mayores y más difíciles. Hoy la ciencia se ha hecho más amplia, la tecnología más capaz, la sociedad más complicada… y, por consiguiente, la ética más difícil. Pero, eso sí, más necesaria.
Por eso hay que hacerla en equipo, hay que hacerla interdisciplinarmente, hay que hacerla con conocimiento de esa ciencia y tecnología.
Para finalizar la entrevista, tengo que formularle una pregunta casi obligatoria; ¿el actual revuelo sobre documentos secretos del Vaticano expuesto de manera misteriosa a la opinión pública evidencia una lucha de poder por el futuro del Vaticano?
Pues, por poco que sepamos de la historia de la iglesia, y todo lo que sé, ha habido lucha de poder en toda la Historia, no nos extrañará lo que está pasando. Yo creo que en este caso, lo mismo que en el de la pederastia, es muy bueno que todo lo que está escondido salga a la luz, porque contra el vicio del secreto está la virtud de la información. Y nos ayudará, cuánto más se sepa las cosas, también nos hará a todos más humildes y obligará a no seguir con ese secretismo con que se ocultaban.
Fuente: Atrio
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