Honorio Cadarso
Definitivamente se ha publicado oficialmente el cuestionario preparatorio al próximo sínodo sobre la familia. Lo que se hacía siempre y quedaba en el secreto de los obispos, hoy está siendo un estimulador para que todo tipo de personas y grupos piensen y expresen su opinión sobre estos temas. En Religión Digital han abierto un formulario para recoger esas opiniones. Mientras no se consiga un formulario con respuestas cerradas o semicerradas no será fácil tabular esas consultas. Nosotros preferimos hacerlo publicando las que nos envíen y comentándolas después. Arranca Honorio.
Primera pregunta. Las enseñanzas de los documentos de la iglesia sobre la familia.
¿Es que hay una teología sobre la familia coherente y más o menos aceptada universalmente por los fieles? ¿Y más o menos expresada por los teólogos católicos de forma coherente y unitaria?
Los fieles perciben la falta de coherencia de la Humanae Vitae al consagrar la paternidad-maternidad responsable pero limitar su aplicación al seguimiento del método Ogino o a la abstención. No hay un desarrollo de ese principio de responsabilidad en las enseñanzas de la iglesia.
Tampoco se ha desarrollado suficientemente la teología del matrimonio tal como se desprende de los textos evangélicos. El cual evangelio es tremendamente parco en sus principios éticos aplicables a la familia, proclama enérgica y solemnemente la igualdad de derechos del hombre y de la mujer, se inhibe en la definición de las formas de convivencia hombre-mujer y en las formas de la familia, etc. etc.
Proclama asimismo el carácter sagrado y la libertad sagrada de la mujer en el uso y disfrute de su sexual idad, condena cualquier tipo de trata de blancas…
No se puede asegurar que la pastoral de la iglesia católica se ajuste y defienda todos los principios evangélicos y de derecho natural contenidos en estas consideraciones. Difícilmente se puede dar crédito a la iglesia cuando se constata el trato que ella da a la mujer dentro de sus estructuras. La gente puede reprocharle que un ciego no puede guiar a otros ciegos…
Por su parte, la Iglesia dogmatiza y pontifica sobre los principios de moral natural que considera intocables en relación a la familia, principios que son enormemente relativos y relativizables en función de las circunstancias históricas, las culturas de cada etnia y las estructuras sociales de cada país y sociedad, y sobre todo de los condicionamientos económicos a los que está sometida la convivencia de la pareja y su fecundidad.
Sin un respeto sagrado a la capacidad de juicio de la persona humana, a su conciencia personal, a su cultura y sus circunstancias de vida, es imposible pontificar sobre los principios morales que deben regir esa vida familiar.
Capítulo aparte se merece el tema de la natalidad y de las relaciones familia-estado. El control de los nacimientos y de la fecundidad se impone como un acuerdo a nivel mundial para equilibrar y asegurar la sostenibilidad del planeta y de los medios de subsistencia de la especie humana, así como el bienestar mínimo del hombre y de la mujer que aceptan engendrar hijos.
Por otra parte, el estado debe velar por el bienestar de las familias, proporcionándoles los medios necesarios para crear a sus hijos y educarlos; en este sentido, los países escandinavos y otros países son mucho más cristianos que el resto de países, por cuanto garantizan a las parejas unos medios y una tarea llevadera para sacar adelante a su familia. El aborto, como solución a la desesperada para regular los nacimientos, apenas tendría sentido en una sociedad en la que el estado tutelase y protegiese el derecho de las personas a la paternidad y la maternidad sin menoscabo de su desarrollo personal.
Entra aquí también un capítulo importante en la educación de los niños y jóvenes para disfrutar y ejercer su vida sexual de la manera más humana y razonable posible.
Evidentemente, aquí la iglesia tiene mucha tela que cortar. No es lo mismo despotricar contra el aborto y la contracepción que presionar a la sociedad civil para que proteja y fomente el acceso de los ciudadanos a una vida sexual, una paternidad y una maternidad propias de seres humanos. Esta es una pastoral en la que la iglesia deja mucho que desear…
Segunda pregunta. La ley natural
Creo que va contestada en la respuesta anterior. Dada la enorme diferencia de criterios que sostienen los diferentes pastores de la iglesia sobre el matrimonio y la familia, y la desacertada conducta de las estructuras eclesiales ante la sexualidad, tanto en el tema del celibato del clero como en la defensa o conculcación de los derechos de la mujer, la iglesia ha perdido cualquier presrtigio deseable para erigirse como maestra y guía de las conciencias de las parejas y las familias.
Lo de los no creyentes que solicitan el matrimonio religioso, ¿no será una broma? ¿Qué matrimonio religioso pueden solicitar unos no creyentes? Hay contradicción en estos dos términos…Y todos sabemos que lo que desean es sin ninguna duda el brillo y lustre social de un matrimonio celebrado en una iglesia de moda y con un celebrante orador de prestigio. O simplemente cubrir el expediente de cara a conservar un prestigio y un status social que de otra manera perderían.
Tercera pregunta. Pastoral familiar, la familia como comunidad de fe.
Tal como se ve en las parroquias de Euskadi, los párrocos y pastores intentan mantener una catequesis de niños y procuran que los padres se encuentren con sus hijos en una misa dominical cada mes, una misa con algún elemento de participación de los niños sobreañadido al ritode las misas de adultos.
De vez en cuando convocan a los padres para interesarles en la marcha de la catequesis.
Escasamente se oye en la predicación que los predicadores sugieran a los fieles o les animen a orar en común con sus familias, o los esposos por su cuenta. Ya no se bendice la mesa, los mismos sacerdotes han dejado un poco de lado esa oración.
En general, creo que existe una enorme laguna en el aspecto de la formación de los miembros de la familia en su moral socio-económico-política. Las familias católicas nunca han cuidado la formación de sus miembros en sus deberes cívicos. En estas condiciones, con este vacío educacional, ¿qué formación cristiana puede darse a los miembros de una familia? ¿A quién le puede extrañar que los más fervientes católicos a juzgar por sus prácticas rituales, sean los más corruptos y deshonestos en el cumplimiento de sus deberes cívicos, económicos, políticos?
Evidentemente, estos aspectos de humanidad, de honestidad del ser humano en el uso, disfrute y distribución de los bienes materiales deben ser completados con una proyección de la vida de los miembros de la familia en sentido trascendente, en su mirada y diálogo con Jesús y con Dios. Pero Zaqueo, para encontrarse con Jesús, primero tuvo que aliviarse el bolsillo y reparar todas sus injusticias. Y si no, no han tu tía…
Cuarta y quinta preguntas. Uniones irregulares.
Creo que está contestada en la primera. ¿Qué unión es “regular” y qué unión es “irregular”? Acaso Jesús definió con una precisión más o menos detallada los requisitos de unió unión regular, o condenó forma alguna de unión irregular? Acaso de lo que dijo sobre la moral familiar definida en el Antiguo Testamento y en las doctrinas de los doctores de la Ley de su tiempo lo dijo para que fuese aplicado a los miembros de la iglesia, a sus seguidores?
En este terreno, ante todo y sobre todo en este terreno, se impone respetar y asumir religiosamente la conciencia de cada individuo, intentar que su conducta sexual y familiar se ajuste lo más posible a lo que Jesús espera de él en su circunstancia, acompañarle en ese camino hacia la superación. “El corazón tiene sus razonamientos, que la razón no sería capaz de conocer y comprender” decía más o menos Pascal.
Imponer un modelo de vida sexual y de unión dee pareja y familia que el individuo no comprenda, no sea capaz de asumir, es condenar a la persona humana a un infierno en esta vida. Y Jesús misericordioso no haría eso, creo yo.
Séptima y octava preguntas. Engendrar y educar hijos
El buen pastor deberá afanarse ante todo en ayudar a las parejas a vivir en plenitud su amor, a superar las crisis de ese amor y elevarlo a su máximo potencia. En la medida en que los cónyuges, parejas hetero o no hetero, vean el interés que el buen pastor se toma en que sean felices y encuentren un amor en plenitud, en esa medida estará ese pastor en condiciones de transmitirles el mensaje de Jesús, cuyo primer y único mandamiento es el del amor. No cabe distinciones o apreciaciones subjetivas del buen pastor, solo cabe intentar identificarse y sintonizar con las sensibilidades y la cultura de las parejas.
Ocurre lo mismo con el excesivo empeño en que las personas se acerquen a la práctica de los sacramentos, que no vaya acompañado de una superación simultánea en su vida de pareja, y en su moral cívica, en su ser de personas humanas. Lo contrario sería caer en el defecto de los fariseos de poner el sábado antes que la persona…
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