Pedimos la dimisión del Padre Volpi, comisario de los Franciscanos de la Inmaculada
Un grupo de páginas web y asociaciones de laicos católicos han iniciado una recogida de firmas para pedir la dimisión del Padre Fidenzio Volpi de su cargo de comisario de los Franciscanos de la Inmaculada.Todos lo que quieran adherir a este llamamiento pueden hacerlo pinchando aquí.
Pedimos la dimisión del Padre Fidenzio Volpi de su cargo de comisario político de los Franciscanos de la Inmaculada. En el espacio de cinco meses el Padre Volpi ha destruido el instituto provocando caos y sufrimiento en su interior, escándalo entre los fieles, críticas en la prensa, malestar y perplejidad en el mundo eclesiástico. Importa poco saber si el Padre Volpi es el artífice o el ejecutor del plan de destrucción. Lo que es cierto es que si no se detiene este plan, las consecuencias serán desastrosas y es para evitar que a este desastre se añadan más desastres que el Padre Volpi debe ser cesado.
Después del decreto de intervención, del pasado 11 de julio, el Padre Volpi, con la ayuda de un puñado de desatados subcomisarios, entre los que se encuentran el Padre Alfonso Bruno y el Prof. Mario Castellano, ha comenzado a dejar caer su hacha sobre el instituto. Ha prohibido la celebración de la santa Misa y de la liturgia de las horas según la forma extraordinaria prevista por el Motu Proprio Summorum pontificum; ha desautorizado y transferido uno tras otro a los más files colaboradores de Padre Manelli, todas personalidades de relieve intelectual y moral, atribuyendo sus cargos a frailes disidentes, a menudo incultos y sin experiencia de gobierno; ha amenazado y castigado a los frailes que dirigieron una petición a la Santa Sede y se negaban a retractarse. Finalmente, con un diktat del 8 de diciembre de 2013, ha cerrado el seminario, ha suspendido las ordenaciones sacerdotales y diaconales; ha fulminado con la interdicción las publicaciones de las Ediciones Casa Mariana, prohibiendo su difusión en las iglesias y santuarios confiados a los religiosos; ha extendido su guerra personal a los terciarios y a los laicos que apoyan al instituto, suspendiendo toda actividad de la MIM (Misión Inmaculada Mediadora) y del TOFI (Tercer Orden Franciscano de la Inmaculada); ha amenazado con la intervención a las Franciscanas de la Inmaculada y les ha quitado, a ellas y a las Clarisas, el cuidado espiritual de los frailes. Por último quiere imponer un “juramento modernista” de fidelidad al Novus Ordo Missae y al Concilio Vaticano II (para ver la carta, pinche aquí).
El Padre Volpi acusa a quien le critica de estar contra el Papa, pero este régimen tiránico, además de ser desconocido en la historia de la Iglesia, ¿no está en evidente contraste con el Papa Francisco, que ha recomendado evitar todo autoritarismo y tener misericordia y ternura hacia amigos y enemigos? Un vaticanista objetivo, Marco Tosatti, lo ha destacado, preguntándose en lastampa.it del 4 de diciembre: «¿Pero que han hecho estos pobres religiosos? ¿Defraudar, abusar de menores, llevar una vida inmoral? Nada de todo esto». La verdad es que el Padre Volpi, a partir de una iniciativa propia, o actuando por cuenta ajena, quiere normalizar a los Franciscanos de la Inmaculada, convirtiéndolos en algo parecido a las otras órdenes religiosas a la deriva. Para obtenerlo es necesario transformar su doctrina espiritual y moral, destruir su disciplina interna, quebrar la reconquista de la liturgia tradicional, abrirse a la corrupción del mundo, como han hecho, con resultados catastróficos, tanto el Padre Volpi como su orden capuchina.
Pablo VI, en la Exhortación apostólica dirigida a los religiosos Evangelica testificatio, del 29 de junio de 1971, recuerda que se debe obedecer a los superiores, «excepto cuando una orden fuese manifiestamente contrario a las leyes de Dios o a las constituciones del instituto, o que implicara un mal grave y cierto – en tal caso, de hecho, la obligación de obedecer no existe». Si no se procediera a cesar al Padre Volpi, se abrirá inevitablemente un conflicto de conciencia en los religiosos y en las religiosas que quieran conservar el carisma de los Franciscanos de la Inmaculada y la fidelidad a la Tradición de la Iglesia. (Roberto de Mattei)
(Traducido por Tradición Digital )
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