Para APIAVIRTUAL
A Elena Poniatowska, por el periodismo y la literatura.
Nino Gallegos
“Lo bello no es lo bueno forzosamente y el arte no es la condición de la moralidad ni de la libertad: uno se engaña si cree que un mundo estético nos llevaría a un mundo de felicidad, que eso sería la salvación de nuestra época. La belleza sin la inteligencia racional no lleva a ningún lado, no es la estética la que podrá enfrentar los grandes desafíos del futuro: la estética no nos va a llevar a un mundo mejor”. -Gilles Lipovetsky-.
Creemos que la literatura nos salvará, pero rara vez la literatura ha salvado a alguien o nos ha salvado de nada; ni siquiera nos ha dado una respuesta que nos permitiera ser más libres o vivir más felices. Al contrario, la literatura no es un camino ni hacia la libertad ni hacia la felicidad; más bien es un camino hacia la ilusión. Es cierto que la literatura, como el conocimiento en su conjunto, puede conducirnos a la desilusión, esto es, puede oponerse a la ilusión que la ideología dominante construye. Sin embargo, lo habitual es que la literatura, más que como oposición, funcione como elemento de reconocimiento ideológico que facilita nuestra inserción en el sistema, enmascarando con un discurso aparentemente autónomo y puro el funcionamiento del capitalismo”. -David Becerra-.
Así, sin más, tajante, la estética y la literatura, nada más para la contemplación y la creación, porque no hay liberación ni salvación de nada, de nadie y de alguien. Sí y no mientras estemos expuestos a la infantilización, la estupidización, la banalización y el consumismo por parte de la publipropaganda en los medios y en las modas con el apendejamiento global, sumándonos al individualismo y al colectivismo donde uno no es nada ni nada ni alguien en lo in-mediático(TV)internetiano de la multitud y/o la mass media.
Aún así, Gilles Lipovetsky y David Becerra, ofrecen algunas propuestas óptimas, mas no optimistas, cargadas de ese pesimismo crítico que si no libera ni salva a nada, a nadie y a alguien, por lo más que por lo menos, pueden servirnos para una autocrítica no como autoayuda y sí para saber de qué estamos hecho con el consumismo en estos trece años del siglo veintiuno:
Lipovetsky: “En el capitalismo actual hay un polo de eficacia y un polo creativo, y no siempre van juntos, hay contradicciones entre los dos. Tenemos que hacer que gane el polo de la creación, el de la imaginación, no por fuera del capitalismo, sino dentro del sistema; además, el capitalismo ganó la batalla de la cantidad, nosotros tenemos que ganar la de la calidad.” Y algo para los estudiantes: “se debe favorecer las fuerzas creativas dentro de los sistemas de educación y recordar que no serán precisamente las nuevas tecnologías las que nos van a ofrecer una vida mejor”.
Becerra: “Y de esto se trata cuando nos preguntamos Qué hacemos con la literatura: de romper con el discurso dominante, de enfrentarnos a la noción de literatura que se nos impone, de arrancarle el velo de idealismo que nos impide verle al texto literario su rostro histórico. Se trata de problematizar la literatura como discurso, reflexionando acerca de nuestra experiencia como lectores, pero también de explorar nuevas vías para la producción de un discurso literario disidente que nos permita abrir grietas en el capitalismo, para tumbarlo y para construir una sociedad libre de explotación. Porque, en definitiva, es de lo que se trata”.
Ante las dos propuestas es repensar y es reempezar lo que la estética y la literatura son o no para el siglo veintiuno: ¿la cantidad o la calidad? En el fordismo mercadotécnico y/o mercadológico de los productos -en serie- y en la publipropaganda de los mismos en lo audio, gráfico y visual, se asevera y se asegura que “una imagen vale más que mil palabras”, aunque “el poeta y el pintor proyectan(do) sombras sobre el agua” y en donde “un poema es una pintura y una pintura es un poema” y que “cada fotografía cuenta una historia” es lo más cercano a la creación con calidad, en tanto, la cantidad se debe al diseño y a la producción-reproducción de objetos a través de los medios y las modas, y así, hasta la obsolescencia y de vuelta al reciclaje para que la imagen de la cantidad perdure mientras se consuma, y la metáfora de la calidad sea lo que Charles Baudelaire escribió en Retratos parisinos entre el poema, la pintura y la fotografía:
“…el taller que canta y que charla;
Los tubos, los campanarios, estos mástiles de la ciudad,
Y los grandes cielos que hacen soñar con la eternidad.”
La imagen es cantidad porque se reproduce y se sobrepone, y, la metáfora es calidad porque se crea. Es posible que la imagen parasite en la metáfora, mientras que la metáfora está escondida entre las palabras y las cosas; es cuestión de encontrárnosla, en tanto, la imagen donde quiera está; es cuestión de comprárnosla. “En adelante, la única verdadera práctica cultural será la de las masas, la nuestra (se acabó la diferencia) es una práctica manipulatoria, aleatoria, de laberintos de signos, que ya no tiene sentido”, está escrito para ser leído en Cultura y Simulacro, de Jean Baudrillard, añadiéndole de la misma lectura: “Será cierto si se da crédito al proyecto cultural oficial”, sea de este país en sombras o del país de las luces hollywoodenses porque es la América de la estética americana expansivamente global(izante), mientras la América Latina de la literatura tiende a la conquista de España y ésta a la reconquista de América Latina, si no cómo explicarse lo de Mario Vargas Llosa (peruano -nacionalizado- español), pero algunos dirán que es cuestión de nacionalidad, y no cuestionar su calidad y aun el premio Nobel de Literatura; y si a estas vamos, Roberto Bolaño invadió y conquistó a España desde afuera y hacia adentro, y como fue un latinoamericano que nació en Chile, vivió y escribió en México para publicar en España y traducirlo al inglés de USA, para él la estética y la literatura eran la lectura y la escritura en su cocina.
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