domingo, 26 de enero de 2014

La transformación de África, descrita con una parábola.



No hay nada mejor que recurrir a la literatura para entender lo que carece de sentido. Muchos lectores consideran, y hago parte de ellos, que en las líneas de un buen escrito se esconden los secretos a los momentos claves de la vida.

En el caso de África, ¿Cómo explicar sin sobresaltos las rupturas tan dramáticas que han conocido las sociedades africanas en las últimas décadas? ¿Cómo entender esas fuerzas que la dividen y la mantienen en un estado de inercia o desubicación? ¿Cómo borrar el resentimiento causado por tantos años de postración ante agentes difíciles de determinar? ¿Cómo? Quizás sea leyendo los libros de quiénes se esfuerzan en observar el camino de sus pueblos. ¿O será que esto genera nuevas preguntas sin respuestas?

La novela “Parábola de la vieja tortuga” (Ed. Alianza Literaria, 1999) del escritor mozambiqueño Pepetela es un intento literario de exponer toda la esencia de un mundo en pleno cambio, de poner a la luz del día algunos de los conflictos más difíciles de percibir en las sociedades africanas, desde la perspectiva de un hombre anciano –una víctima del cambio– que trata de entender los nuevos valores de una cultura individualista.

Descubrimos en esta lectura un panorama rupturista donde prevalecen los cambios drásticos de las últimas décadas del continente africano: el choque frontal entre la tradición más conservadora y la modernidad más subversiva; la incomprensión entre generaciones de ancianos y jóvenes, intereses contrapuestos de africanos formados afuera o dentro del país; cambios de poder entre hombres y mujeres; pero también entre mujeres y mujeres.

Ante tanta complejidad existencial, la novela de Pepetela inicia de la manera más sencilla y lineal. Y es que, ante la falta de claridad y criterios para interpretar la historia, siempre es bueno volver a los inicios y sentir la historia de los ancestros. Así es como se invoca la génesis y el todopoderoso: “Suku-Nzambi creó aquel mundo. Aquél y otros, todos los mundos” (p.11). En estas primeras líneas descubrimos la importancia de la oralidad y la naturaleza en las creencias tradicionales africanas. El inicio de la obra permite crear el ambiente de misticismo y religiosidad que sustentan la tradición y así, poco a poco, formular las preguntas que marcan el inicio de la historia.

Ulume es un africano de educación tradicional, acostumbrado a un orden donde los ancianos y la naturaleza son esenciales para el equilibrio de todo sistema. Con frecuencia se aleja de su aldea para refugiarse en la cima de un cerro y observar el paso de una tortuga que considera más vieja que todos los elementos existentes en la tierra. Su paso representa algo especial, casi indescriptible. Un momento en el que el tiempo se detiene y que revela un equilibrio armonioso.

En esta unión simbiótica que dura unos instantes, Ulume encuentra la confianza y la calma, y su mujer, Muari, sabedora de lo que representa esto para él, respeta las creencias de su marido. Así pues, descubrimos un mundo relativamente sencillo, donde el orden y los equilibrios se basan en creencias milenarias y en una relación cercana con los poderes de la naturaleza.

Sin embargo, esta imagen de armonía se derrumba con las discusiones que mantiene Ulume con sus hijos involucrados en una guerra civil naciente e incomprensible y, sobre todo, la aparición de la hermosa Munakazi: una joven africana de quien Ulume se siente fuertemente atraído pese a la diferencia de edad. A partir de ese momento se hace palpable la ruptura de la sociedad y la peligrosa incomprensión que se consolida entre las juventudes y las generaciones mayores.

Detrás de su dulzura, Munakazi esconde los rasgos característicos de las generaciones más jóvenes del país, es decir una naturaleza rebelde e inconformista, poco respetuosa de las costumbres tradicionales y de los equilibrios milenarios, y además, una atracción peligrosa por lo material y la modernidad.

En la novela de Pepetela, la ciudad de Calpe representa el núcleo urbano que consagra el sistema capitalista y donde todos los poderes –económicos, administrativos y políticos– confluyen, formando así un contrapeso a la vida de antaño, es decir cuando la sociedad se organizaba en poblados pequeños donde todo el mundo se conocía y tenía un papel determinado.

Ante estos cambios imparables, Ulume resuelve acudir a la tortuga en la cima del cerro. Ella sigue siendo la referencia para un mundo tradicional basado en otros valores, sin embargo, no aporta ninguna respuesta y sigue su camino sin dar indicio de su pensamiento.

La trama de la novela crece con las diferencias que surgen entre Ulume y Munakazi. El amor que los unió durante un tiempo acaba torpeado en medio de los rencores y las codicias que alimenta el conflicto local. Ambos se distancian ante la atracción y la discordia que ejerce la gran ciudad de Calpe.

El dolor que produce está separación es una de las grandes imágenes de la ruptura que vive África en este contexto de modernismo y creciente. Ulume se siente abandonado por sus familiares más cercanos (sus hijos y su mujer más joven), incomprendido y aislado. Está solo en un mundo cambiante y opaco que ha dejado de venerar a sus dioses y respetar a sus progenitores.

Ante las heridas acumuladas por el pueblo africano, Pepetela nos ofrece una parábola que evoca la necesidad de perdonar y de escuchar, de emprender un nuevo camino, aceptar las diferencias y empezar de nuevo.



Johari Gautier Carmona

@JohariGautier

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