sábado, 4 de enero de 2014

Vuelven las Comunidades eclesiales de base.



Alver Metalli


No se han extinguido nunca, para ser sinceros, pero en los años de Juan Pablo II y de Benedicto XVI han entrado en un período de sombra. Ahora vuelven a hablar de sí mismas, a reflexionar sobre su misión y su papel dentro de la Iglesia del Papa latinoamericano. Lo harán en Brasil en enero, es decir, en el país que ha visto el nacimiento y mayor desarrollo de estas comunidades eclesiales.

En Puebla, México, en 1978, las CEBs –como se las conocía—recibieron su consagración después de sus inicios, en 1968. “Se convirtieron en comunidades maduras y se multiplicaron sobre todo en algunos países, tanto que ahora constituyen un motivo de alegría y esperanza para la Iglesia”, escribían los obispos en el documento final de la tercera Conferencia general del episcopado latinoamericano. “En comunión con el obispo, como se había pedido a Medellín, son transformadas en centros de evangelización y operadoras de liberación y desarrollo”. Entre las recomendaciones de la Conferencia al resto de las iglesias de América Latina, figuraba también la de reconocer la “validez de la experiencia de las comunidades eclesiales de base” y estimular “su desarrollo” (Puebla n.156).

Puebla reserva un capítulo especial a las comunidades eclesiales de base; las llama “esperanza de la Iglesia”, y las describe como “lugares propicios a la maduración de la fe”. En aquellos años, señalados por regímenes autoritarios en muchas partes del continente, las CEBs entraban en los sectores más pobres de la sociedad: suburbios urbanos, favelas, ciudades satélite, zonas marginales y periferias de cualquier tipo. No es casualidad que el mayor impulso lo registraran en Brasil, un país en plena revolución industrial atravesado por grandes fenómenos de inmigración interna, urbanización acelerada, crecimiento salvaje de las ciudades, servicios sociales deficientes o inexistentes. Las Comunidades de base surgen entorno a iglesias mal edificadas, barrios abusivos o sin servicios, terrenos en vías de urbanización invadidos por una masa de campesinos, donde se hacen cargo de necesidades básicas como la casa, la electricidad, el agua potable, los saneamientos o la higiene urbana en general. En Brasil las CEBs proliferaron en un momento de suspensión de la normal dialéctica política –durante la dictadura militar de 1964 a 1985– y se convierten en un factor no partidista de reivindicación social allí donde los partidos no podía actuar.

Quince años después, en Santo Domingo, donde la Iglesia del continente reune por cuarta vez sus estados generales, el clima es muy diferente. Se habla –por primera vez – de “nuevos movimientos apostólicos”. Se continúa a hacer referencia también a las Comunidades eclesiales de base, pero con menos optimismo, es más, casi con cierto aire de sospecha. En las discusiones y en la reflexiones de tantos participantes importantes, se toma con cautela, desconfianza, alarma; los tonos son preocupantes; se observa que muchas comunidades son “víctimas de manipulaciones ideológicas o políticas”. En Santo Domingo se ratifica la validez de las CEBs pero se subrayan los riesgos y se advierte la exigencia de definir los criterios de eclesialidad. Por primera vez aparece en el documento final de la conferencia un capítulo sobre los movimientos apostólicos. “Es necesario acompañar los movimientos en un proceso de culturalización más definido y promover la formación de movimientos con una mayor caracterización latinoamericana (Santo Domingo n.102)”.

La conferencia de Aparecida –30 años después de la de Puebla y 15 de la de Santo Domingo, recupera las Comunidades de base al interno de un impulso fuertemente misionario. El lugar privilegiado de la comunión y de la misión vuelve a ser la parroquia “entendida como comunidad de comunidad, espacio de iniciación cristiana, de educación y celebración de la fe, abierta a la diversidad de carismas, servicios y ministerios”. La parroquia es vista como integradora de comunidades y movimientos, tanto de ambiente como apostólicos. Es una Iglesia que parte de la base, hecha de pequeñas realidades de base que adhieren al territorio en todos sus aspectos.

Con el Papa Francisco el momento vuelve a ser propicio para las CEBs. También por este motivo los delegados se reunirán en Brasil, en la ciudad de Juazeiro do Norte, en el estado del Ceará, del 7 al 11 de enero. “Será el momento de reafirmar el papel de las CEBs al interno de la Iglesia”, escriben los promotores “y definir su importancia como motores del cambio en las distintas realidades de Brasil”. La reunión tendrá como tema Justicia y profecía al servicio de la vida y como palabra clave El anuncio del Reino en los campos y en las ciudades. Está previsto que acudan cuatro mil delegados en representación de todo Brasil. En esta ocasión, se lee en el sitio de la Conferencia nacional de los obispos brasileños (Cnbb), “está prevista la visita a parroquias y comunidades, testimonios de lucha, desafíos y esperanza, momentos de celebraciones y una feria de economía solidaria y comercio justo”.

Buenos Aires

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