martes, 10 de febrero de 2015

Rehacer la vida. Divorcio, acogida y comunión.


Cristianisme i Justícia.

Con ocasión del sínodo sobre la familia celebrado en Roma a finales del 2014, cinco cardenales, entre ellos G. Müller, actual prefecto de la congregación de la fe, publicaron un libro titulado Permanecer en la verdad de Cristo,en el que se manifestaban contrarios a la admisión a los sacramentos de divorciados vueltos a casar. Esto motivó que cuatro teólogos vinculados a Cristianisme i Justícia decidieran escribir sus reflexiones no pretendiendo ninguna confrontación sino solamente aportar argumentos para el debate, y siempre desde una postura que intenta poner la misericordia, la acogida y la comprensión en el centro.

El cuaderno titulado Rehacer la vida. Divorcio, acogida y comunión y que acaba de publicarse con el n. 192 de la colección de Cuadernos de Cristianisme i Justícia (diciembre de 2014), ha sido escrito por Xavier Alegre, José I. González Faus, Jesús Martínez Gordo y Andrés Torres Queiruga.

Xavier Alegre aborda la fundamentación bíblica. Reconoce ciertamente que las palabras de Jesús sobre el matrimonio que recogen los evangelios de Marcos (10,1-12), Mateo (5,31-32; 19,1-12) y Lucas (16,18) proclaman que en el proyecto de Dios, el matrimonio era, en principio, indisoluble, y que Jesús condenó de manera contundente el divorcio. No obstante desde la argumentación bíblica, Xavier Alegre cree insostenible mantener una actitud que margine de la comunidad cristiana a los divorciados- tampoco si se han vuelto a casar-, ya que los textos evangélicos, leídos en su contexto, no dan pie a las condenas y mucho menos a excluirlos de la recepción de la Eucaristía.

José I. González Faus dedica su capítulo a los aspectos teológicos y empieza con un panorama histórico sobre como ha ido entendiendo la iglesia a lo largo de los siglos el sacramento del matrimonio. A partir del balance histórico, González Faus se alinea con teólogos como Kasper, que prefieren dar protagonismo y centralidad al principio de misericordia, en lugar de optar por el acatamiento a una ley abstracta que no tenga en cuenta las situaciones particulares. Este principio de misericordia no contradice las razones teológicas a favor de la indisolubilidad del matrimonio, sino que pone el acento en el Dios que perdona y que está dispuesto a amar la humanidad aunque esta le haya sido infiel.

Jesús Martínez Gordo, se centra en la eclesiología y defiende la postura de Kasper frente a los cinco cardenales partidarios de la exclusión de la Eucaristia de los divorciados vueltos a casar. Atribuye la situación actual al hecho que se considerase como magisterio “infalible” e “irreformable” al mismo nivel que una proclamación de fe, la proclamación de la “definitividad” de la indisolubilidad del matrimonio por parte de Juan Pablo II el año 2000, y que de esta proclamación se dedujese la exclusión del principio de misericordia para el caso de los divorciados vueltos a casar. En este sentido Martínez Gordo se pregunta:

“(…) siendo el matrimonio un sacramento permanente, ¿cómo es posible seguir sosteniendo que la gracia de Dios permanece incluso cuando la “especie” del sacramento se ha degradado, es decir, cuando los dos cónyuges ya no están unidos por un vínculo afectivo, habida cuenta de que su unión ha acabado y hasta es posible que se odien? Sostener que la gracia de Dios permanece eficaz en situaciones como éstas o de ese género es algo que se antoja casi blasfemo”.

Invita, por tanto, Martínez Gordo a ir más allá y a repensar el sacramento del matrimonio no tanto como contrato indisoluble, sino como comunión conyugal en la que se transparenta el misterio de la comunión divina.

Finalmente Andrés Torres Queiruga, situa la cuestión como ejemplo de la actual lucha entre un Papa pastor frente al restauracionismo eclesial de las últimas décadas. Toda la forma como el Papa ha gestionado la convocatoria y la organización del Sínodo han apuntado a un intento de actualizar la novedad salvadora del Evangelio para que responda a sus necesidades prioritarias y esté a la altura de sus justas exigencias culturales. Dentro de este nuevo enfoque, ante el problema de la comunión de los divorciados, el rigorismo pierde su sentido, porque se hace claro lo fundamental: “la Eucaristía… plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.

En resumen, los cuatro teológos a partir de diferentes argumentos biblícos, teológicos y eclesiológicos, confluyen hacia la necesidad de una aplicación del principio de misericordia en el caso de los divorciados vueltos a casar que, sin menoscabar el valor de la indisolubilidad matrimonial, dé a la acogida y la comunión una mayor centralidad.

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