miércoles, 15 de marzo de 2017

Los episcopales difieren en el activismo de la Iglesia y en mezclar la fe y la política


El Obispo de Maryland Eugene Taylor Sutton dirige una marcha a favor de los refugiados el 4 de febrero en Baltimore. Foto de la Diócesis de Maryland, vía Facebook.


[Episcopal News Service] Política y religión. Son los temas de los que no se supone que uno hable si quiere evitar una explosión apasionada.

Pero en el clima político intensamente polarizado de la actualidad, donde los debates políticos con frecuencia giran en torno a valores y a cómo cada lado ve el papel del gobierno en las vidas de los estadounidenses, esos debates están siendo influidos por personas que se pronuncian como cristianos, desde evangélicos a episcopales, e incluso el papa Francisco.


La participación episcopal en causas y demostraciones políticas ha aumentado en los últimos ocho meses. Episcopales se unieron a millones de personas a través del país el 21 de enero para participar en la Marcha de las Mujeres y otras manifestaciones afines. Varios centenares participaron en una Marcha por los Refugiados el sábado 4 de marzo en Baltimore, una de las varias ciudades donde tuvieron lugar manifestaciones semejantes. Y el 10 de marzo, algunos líderes episcopales se unieron a otros activistas en Washington, D.C., para una marcha en apoyo de la tribu sioux de Roca Enhiesta en su lucha contra un oleoducto en Dakota del Norte que la tribu dice que amenaza su agua potable y sus tratados territoriales.


Episcopales de Minnesota hicieron acto de presencia frente el capitolio estatal en San Pablo en una de las aproximadamente 600 “marchas hermanas” del 21 de enero. Foto de LeeAnne Watkins


En congregaciones episcopales más progresistas, la conversación acerca de un “movimiento de Jesús” dirigido por la Iglesia puede coincidir con un continuo activismo político. Pero no todo el mundo cree que las protestas y otras formas de activismo se derivan de manera fácil y natural de Jesús, la historia de la Iglesia y la teología.


“Una protesta es un instrumento contundente” le dijo Garwood Anderson, profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Nashotah House en Wisconsin, Episcopal News Service. “Una protesta no estimula realmente un discurso matizado. Estimula un pensamiento simplista”.


Anderson dijo que él aun cree que puede haber una manera que merezca la pena de hacer causa común con otros, de llamar la atención de problemas y de satisfacer nuestro “deseo de no consentir pasivamente con cosas que creemos injustas” y él personalmente siente simpatía por algunos de los debates que las recientes protestas políticas han suscitado nacionalmente.


Pero se muestra cauteloso de mezclar las enseñanzas cristianas con mensajes políticos. Se corre el riesgo de distorsionar el significado de esas enseñanzas, apuntó Anderson. Si como cristianos nos sumamos indiscriminadamente a las protestas políticas, podemos perder de vista “lo que es distintiva y exclusivamente cristiano” respecto a nuestro activismo político, tal como las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte y las Bienaventuranzas.


¿Puede ser la protesta una expresión correcta de la fe de uno? En la trayectoria cristiana, ¿existe el riesgo de comprometerse demasiado profundamente con el dominio secular? ¿Cómo sabemos cuando es apropiado hablar en el nombre de Jesús? Diversas congregaciones en Estados Unidos están lidiando con estas interrogantes.


Esa diversidad en la Iglesia es parte de lo que atrae a la Rda. Noelle York-Simmons, rectora de la iglesia de Cristo [Christ Church] en Alexandria.


“Uno puede encontrar un lugar que responda a sus necesidades espirituales o políticas, teológicas o sociales, o a todas ellas”, afirmó.


York-Simmons vio la “idiosincrasia” de su parroquia en acción con la decisión de la junta parroquial a principios de febrero de publicar una declaración en la que se oponía a la supremacía blanca, respuesta a un clamor que se produjo en Alexandria luego que un prominente nacionalista blanco, Richard Spencer, se mudara en el barrio y abriera una tienda.


De izquierda a derecha, David Hoover, William Roberts y la Rda. Heather VanDeventer representan a la iglesia de Cristo en Alexandria en una protesta el 29 de enero frente a la casa donde el nacionalista blanco Richard Spencer abrió recientemente una tienda.


Algunos miembros de la congregación también han participado en manifestaciones pacíficas frente al nuevo cuartel general de Spencer, y la congregación ocasionalmente ha ayudado a movilizar a miembros para protestar. Su mensaje: “Nuestra ciudad y nuestro barrio no son lugares que van a permitir tranquilamente que ese tipo de odio se encone y viva en nuestra área”, dijo York-Simmons.


Ella ve este tipo de activismo como parte de ser cristiano, no lo contrario.


“Si vamos a seguir nuestros votos bautismales, luego vamos a tener que salirle al paso, ocasionalmente, a las injusticias que vemos”, afirmó.


Scott Bader-Saye, profesor de ética cristiana en el Seminario del Sudoeste en Austin, Texas, le dijo a Episcopal News Service que él intenta conseguir que los estudiantes piensen en lo que significa desarrollarse como un ser humano creado a imagen de Dios, y cree que “ser espiritual a la manera de Jesús es comprometerse con lo que creemos de las cuestiones políticas actuales”.


Nuestras respuestas a esas cuestiones deben típicamente configurarse por quienes somos como cristianos, afirmó, y espiritualmente también debe configurar los medios que usamos para procurar esos fines. Bader-Saye señaló la adhesión de Martin Luther King Jr. a la protesta no violenta como un ejemplo de una táctica determinada por su fe cristiana.


Desde la elección del presidente Donald Trump, Bader-Saye ve aún más razones para que los episcopales se expresen sobre los problemas de actualidad, al tiempo que ellos y la Iglesia Episcopal ponen a prueba la urgencia de este momento por un compromiso espiritual y político.


“Ahora mismo, siento que si una reunión de la Iglesia no se percibe como un acto de resistencia, estamos haciendo algo mal”, dijo él.


Sobran ejemplos de problemas políticos asumidos recientemente por la Iglesia Episcopal: reasentamiento de refugiados, inmigración, [protesta de la tribu sioux] de Roca Enhiesta, reforma de la atención sanitaria —incluso si EE.UU. debería mudar su embajada en Israel a Jerusalén, a lo cual la Red Episcopal de Política Pública se opuso en una alerta política el 14 de febrero.


Lo que Bader-Saye llama “protesta colectiva”, como opuesta a la actividad política de individuos episcopales, es orientada por las resoluciones aprobadas por la Convención General. Le corresponde al Obispo Primado, a la presidente de la Cámara de Diputados y al Consejo Ejecutivo determinar cómo tal orientación debe conformar la posición de la Iglesia sobre los temas de actualidad.


En un ejemplo reciente, el obispo primado Michael Curry y la presidente de la Cámara de Diputados, Rda. Gay Clark Jennings fueron los primeros signatarios de un informe amistoso presentado el 2 de marzo por 1.800 clérigos y líderes religiosos en un caso ante el Tribunal Supremo de EE.UU. que implicaba las normas sobre el uso de baños públicos para transexuales. El 6 de marzo, el tribunal dio a conocer que no juzgaría el caso, un revés para el adolescente transexual cuyo reclamo apoyaban Curry y Jennings.


El Rdo. Michael Battle, profesor de Iglesia y sociedad en el Seminario Teológico General, ve los recientes ejemplos de activismo episcopal como parte de un cambio profundo en la Iglesia desde que llegó por primera vez a América en la era colonial.


“La Iglesia Episcopal ha pasado de ser la Iglesia de la clase dirigente a una Iglesia de activismo social”, afirmó él, identificando el año 2003 y la ordenación de Gene Robinson, el primer obispo [abiertamente] homosexual, como un punto de inflexión clave.


Según cambia la perspectiva de la Iglesia, de una [institución] de poder a una que aboga por los que no tienen poder, Battle ve paralelos con la Iglesia negra como institución al servicio de los oprimidos.


“Si formas parte de los grupos que están siendo victimizados y no están en el poder, luego hay otra manera completamente distinta de entender la Iglesia”, subrayó.


Battle se vio influido por el tiempo que prestó servicios en Sudáfrica con el arzobispo Desmond Tutu a principios de los años 90. Tutu era políticamente franco en su oposición al apartheid, pero Battle dijo que él también desplegaba un cristianismo profundo que conformaba todo lo que hacía en la esfera pública.


“Siempre rezaba sus oraciones diariamente. Siempre conservó hábitos que lo mantenían afincado en Jesús”, dijo. Battle cree que hay mucho activismo que carece de ese tipo de profundidad espiritual, la cual puede trascender esta o aquella protesta.


El valerse de esa profundidad espiritual como una fuente para las acciones de la Iglesia en el mundo está a la vanguardia de lo que Curry ve como el Movimiento de Jesús, y él no ha rehuido los problemas políticos y sociales. En septiembre, visitó el sitio de las protestas en [la reserva indígena de] Roca Enhiesta [Standing Rock] en Dakota del Norte para mostrar la solidaridad de la Iglesia Episcopal con la tribu, a partir del llamado cristiano a defender la dignidad humana y la justicia medioambiental. Ha habido episcopales en las primeras filas de las manifestaciones allí desde agosto.


El obispo primado Michael Curry de pie junto a la Autopista 1806 de Dakota del Norte el pasado 24 de septiembre para presenciar como los agentes de la fuerza pública llegan a un pequeño campamento de opositores al Oleoducto para el Acceso a las Dakotas para arrestar a personas acusadas de quitar los carteles de “prohibido el paso” de los terrenos de una estancia cercana que había comprado recientemente la compañía constructora del oleoducto. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.


“Siempre se nos presentan problemas e intereses en la esfera pública. Esa es la vida. Y nosotros los que seguimos en los caminos de Jesús debemos participar de lo público”, dijo él en comentarios al Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal el 8 de febrero. “Somos un pueblo encarnacional, lo cual significa que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. La manera en que uno participa de ese ambiente, y los problemas e intereses que surgen, eso se convierte en la cuestión decisiva”.


“Llamándonos” a la oración y al testimonio público”


Los valores cristianos también han aportado profundidad a Obispos Unidos contra la Violencia Armada, un grupo de 80 obispos episcopales que se ha arraigado y sigue persistiendo en su misión años después de que se creará luego de la masacre de la escuela de Newtown, Connecticut, en diciembre de 2012 y de otros tiroteos de gran relieve.


El Rvdmo. Jim Curry era obispo sufragáneo de la Diócesis de Connecticut en el momento de la masacre de Newtown. Él y otros dos obispos de la diócesis quisieron hacer algo que convocara a los cristianos a un ministerio de oración, al tiempo que también diera un testimonio público sobre el problema de la violencia armada.

La obispa Mariann Edgan Budde, de la Diócesis Episcopal de Washington, reza las oraciones de la primera estación del Via Crucis el 21 de marzo de 2013, en la Plaza Lafayette, en Washington, D.C. Junto a ella, de izquierda a derecha, James Curry, obispo sufragáneo de la Diócesis de Connecticut, y Ian Douglas, obispo de Connecticut. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.


Ellos organizaron un a Vía Crucis por el corazón de Washington, D.C., en marzo de 2013, durante la Semana Santa, añadiéndole un significado contemporáneo a la representación tradicional del camino de Jesús al Calvario y a la tumba. En la procesión participaron unos 400 episcopales, entre ellos 30 obispos.


No fue una “protesta confrontacional, dijo Curry, pero llevo la tradición cristiana del Vía Crucis a la escena pública, para provocar una “solemne reflexión sobre el don de Jesús”, así como del “quebranto de nuestras vidas”.


“Ese es el lugar de la Iglesia, llamándonos a la oración y al testimonio público”, dijo Curry, actualmente jubilado, a Episcopal News Service. “E hicimos eso desde lo profundo de nuestra propia tradición, pero con la esperanza de que la comunidad en general pueda ver en ese testimonio tanto esperanza como posibilidad”.


Al igual que Battle, Jim Curry cree que la Iglesia Episcopal tuvo razón en incorporar más activismo social en su misión, una evolución que él remonta a los derechos civiles y a los movimientos antibélicos de los años 60 y 70. Vale la pena, afirmó, que la Iglesia se alce como un líder moral en cuestiones políticas, aunque ese activismo debe fundamentarse en la fe. Pero, advirtió él, “es responsabilidad de los líderes de la Iglesia no ir demasiado lejos al frente de la comunidad no sea que pierdan de vista su responsabilidad de ser pastores de todo el rebaño”.


El activismo cristiano también ha suscitado diferentes opiniones respecto a cuán político fue Jesús. Eruditos bíblicos y teológicos tienden a convenir en que él fue una figura política, aunque la “política” en tiempos de Jesús significaba algo totalmente diferente de lo que significa hoy.


“Es una suerte de anacronismo hablar de protesta en los tiempos bíblicos”, cuando los sistemas políticos no eran democráticos y no le daban cabida a la protesta tal como la conocemos hoy, dijo Bader-Saye, el profesor del Seminario del Sudoeste. Las protestas y el activismo político de hoy día tienen por objeto influir en la opinión pública, pero el objetivo último es influir en la manera en que los funcionarios electos votan sobre ciertos proyectos de leyes. Ese tipo de estructura de poder “simplemente no existía en tiempos de Jesús”.


No obstante, las palabras y acciones de Jesús pueden verse como políticas, afirmó él, en la manera en que lo pusieron en conflicto con los poderes de su tiempo, como se ve en su viaje a Jerusalén al final de su vida. Bader-Saye ve ese viaje como análogo a algunas de las grandes marchas de protesta de nuestro tiempo, desde la marcha por los derechos civiles de Selma a Montgomery en 1965 a la Marcha de las Mujeres este año.


“Jesús deliberadamente fue llevando su testimonio y su proclamación al lugar en que iba a ser oído por la gente que estaba en el poder”, explicó él.


Pero Anderson, el profesor de Nashotah House, advierte a los cristianos políticamente activos que no esperen que Jesús ofrezca una precisa justificación espiritual a las causas políticas del presente.


“Jesús tal como le conocemos en las Escrituras se convierten en una especie de talismán para causas con las que ya estamos comprometidos”, dijo Anderson, pero al leer implicaciones sociopolíticas en sus enseñanzas podemos estar oscureciendo su significado con un bagaje partidario.


“A veces la participación en asuntos políticos desvirtúa en verdad el carácter distintivamente cristiano en pro de los fines políticos que procuramos”, dijo.


‘Participación basada en valores’


El Obispo Primado pareció abordar esas preocupaciones en sus comentarios al Consejo Ejecutivo el 8 de febrero, al decir que la Iglesia Episcopal debe hacer más que “convertirse en otro grupo de interés”.


“Participar en el nivel de los valores y los compromisos que tanto apreciamos, los cuales provienen de Jesús de Nazaret y de nuestra tradición como cristianos episcopales anglicanos… esa participación basada en valores no es simplemente un grupo de interés”, dijo Curry.


Abordando el activismo de la Iglesia en los problemas del reasentamiento de refugiados y la inmigración, Curry invocó la parábola de Jesús del Buen Samaritano al expandir el significado de “ama a tu prójimo” y animando a Estados Unidos a acoger a extranjeros provenientes de otros países que necesitan nuestra ayuda.


“Vean ustedes, eso no es un problema, eso es un valor. Luego uno se compromete con los refugiados y la política de inmigración, no a partir del problema, sino de los valores de Jesús,” afirmó.


York-Simmons dijo que ella personalmente favorece una mayor participación política de parte de las congregaciones episcopales, pero no esperaría eso de todas las congregaciones. Servir a los menos afortunados puede asumir una variedad de formas, y las congregaciones más tradicionales pueden llevar a cabo su pacto bautismal por sus propios medios.


“Todo no va a parecer un movimiento político”, dijo ella. “Y eso está bien”.


— David Paulsen es redactor y reportero de Episcopal News Service. Pueden dirigirse a él a dpaulsen@episcopalchurch.org. Mary Frances Schjonberg colaboró en este reportaje. Traducción de Vicente Echerri.

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