sábado, 5 de mayo de 2012

Amor y verdad.


Josemaría Sarrionandia, 05-Mayo-2012

Espinosa cuestión, si las hay, la de conjugar el amor y la verdad en las actitudes humanas. Es una cuestión en que los matices importan más que las definiciones, siendo que las definiciones barren con los matices gravitando hacia fundamentalismos ideológicos. Si la verdad del amor se traduce en amor a la verdad, la Verdad –Cristo Jesús– nos libera de todo mal, en especial, en la iglesia, de la prepotencia y del sometimiento.

Es curioso que otrora censurados por el cardenal Ratzinger, como Hans Kung y Leonardo Boff, hayan sentido esperanzas por las actitudes del papa Benedicto XVI. Cierto que la esperada primera encíclica del Papa sorprendió a muchos por su sesgo caritativo pastoral, pero es cuestión de matices y los matices siempre causan más sorpresa que seguridad. Creo que nuestro Papa está más cómodo en compañía de Lefevbre que de Masiá por más que, como buen diplomático, juegue a ambas puntas-

Lo que interesa, después de todo, no son las personas sino los hechos. Es verdad que los hechos, los hechos históricos, vienen encarnados en las personas pero, si a las personas hemos de conocer por sus frutos, nos conviene fijarnos en los hechos y prescindir de las personas a quienes solo Dios juzga con verdad y con amor.

El amor a la verdad urge a los teólogos. Olvidemos, por ahora, que detrás de todo teólogo hay un filósofo y bajo cada filósofo un hombre. (Recuerden que “hombre” es sustantivo genérico que incluye las especies de “varón” y “mujer”, como muy bien destaca el Génesis). A lo largo de la historia habría que ver qué significó. la verdad para cada teólogo, si el amor, el prestigio o el poder. Eusebio de Cesarea, después del Concilio de Nicea, proclamó a Constantino salvador de la Iglesia. Los teólogos de Trento con su filosofía escolástica, sancionaron la autoridad del magisterio jerárquico. Hoy hay teólogos cortesanos y teólogos independientes; la jerarquía canoniza a los primeros y sanciona a los segundos. Los teólogos habrán cumplido su misión si el pueblo, en su gran mayoría, yace en la ignorancia y sigue apegado a la rutina? Como el amor no se define los paladines de la verdad lo desdeñan y el mundo se descompagina.

La verdad del amor, eros o ágape, puede todavía salvarlo. A los cristianos se les reconoce en la forma cómo se aman unos a otros. Hoy la Iglesia, en su manifestación pública, ha perdido ese reconocimiento y credibilidad. Cierto que a la Iglesia se le reconoce por sus santos ya que ellos aman de verdad. Pero, hoy también, se duda de los canonizados con Escrivá y Woytila en los altares. No pensemos en el dinero que se invierte en la apoteosis de los canonizados porque el dinero, si bien no interviene en el amor, su despilfarro es el escándalo de los que no tienen qué comer. Y el Juicio versará sobre el pan que damos al hambriento y el agua que damos al sediento. He ahí los signos del amor. Dónde esconde la iglesia actual esas muestras de amor? En las dudosas historias de los santos?

Dije que la cuestión era espinosa y basta pasar la yema por la piel de la historia para sentir sus pinchazos y escozores. La cuestión es antropológica y, como tal, sumamente compleja. Y sobre cuestión tan compleja se monta la hipercompleja cuestión religiosa cuyo análisis no sólo llenaría cien tomos de lomo gordo sino toda la vida. Estas líneas son un pobre, muy pobre, apunte.

Amar la verdad, pero la verdad del amor, nos hace libres. Perdida la libertad en que fuimos creados la verdad de Cristo nos relibera y, una vez libres de verdad, podremos abrazar y amar el mundo para salvarlo de la mentira y del odio que lo están destruyendo.

Josemaria Sarrionandia

Desde la Argentina

sagusein@gmail.com

Fuente: Atrio

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