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domingo, 26 de enero de 2020

Los actos racistas y xenófobos aumentaron un 130% en Francia en 2019.

El presidente francés, Emmanuel Macron. AFP
El Elíseo contempla la puesta en marcha de una plataforma que permita a testigos o víctimas ponerse en contacto por internet con investigadores especialmente formados en la materia


Los actos de carácter racista y xenófobo aumentaron un 130 % en Francia en 2019, hasta los 1.142, indicó este domingo el ministro del Interior, Christophe Castaner, que precisó que en la mayoría de los casos (977) se trató de amenazas.El balance facilitado por el Gobierno francés en un comunicado añadió que el año pasado los actos antisemitas se incrementaron un 27 %, hasta los 687.

Los actos de carácter racista y xenófobo aumentaron un 130 % en Francia en 2019, hasta los 1.142, indicó este domingo el ministro del Interior, Christophe Castaner, que precisó que en la mayoría de los casos (977) se trató de amenazas.

El balance facilitado por el Gobierno francés en un comunicado añadió que el año pasado los actos antisemitas se incrementaron un 27 %, hasta los 687.

Esa cifra incluye 151 agresiones tanto contra bienes como contra personas, lo que supuso una caída del 15 % respecto al año anterior, y otras 536 amenazas, un 50 % más que en 2018, que explica en su mayoría ese aumento interanual.

Castaner precisó que los hechos antisemitas "más graves", como los robos o la violencia física contra las personas, descendieron un 44 %.

Los actos "anticristianos" se mantuvieron estables de un año a otro, con 56 amenazas y 996 acciones, que se produjeron principalmente contra bienes de carácter religioso.

Por otra parte, aunque el número de actos "antimusulmanes" se mantuvo relativamente bajo, con 63 actos y 91 amenazas, registraron un aumento interanual respecto a 2018, donde el balance total se limitó a 100.

Castaner indicó que su ministerio está "totalmente movilizado" para evitarlos, y señaló que entre otras medidas contempla la puesta en marcha de una plataforma que permita a testigos o víctimas ponerse en contacto por internet en cualquier momento del día con investigadores especialmente formados en la materia.

Fuente; elmundo.es

lunes, 21 de enero de 2019

Peligra este bienestar.

Gabriel Mª Otalora

Si echamos una rápida mirada a la situación geopolítica, es fácil comprobar que pocos lugares mantienen un alto nivel de competitividad e innovación y, a la vez tienen sus derechos políticos y sociales democráticamente avanzados. Uno de esos lugares es todavía Europa, al menos una buena parte de sus Estados y naciones, con indicadores de calidad de vida elevados como su fortaleza económico-financiera. Tan es así que las crisis en las diferentes partes del globo han despertado a millones de personas en países fuertemente pauperizados que ponen sus ojos fijos en nuestro bienestar mientras no acabamos de entender aquí que buena parte de sus dolores nacen en el Primer Mundo. Y para colmo, el Sistema no funciona bien. La consecuencia es que nuestras condiciones laborales y demás derechos básicos gratuitos, como la educación, la sanidad o las pensiones, estén en peligro ante los problemas económicos estructurales y la cada vez más desaforada codicia de los verdaderos poderes económicos.



Estamos en crisis, es cierto, con bolsas significativas de exclusión social, pero es una maravilla en comparación con lo que es la pobreza extrema y las muertes frecuentes por inanición en buena parte del Planeta. Buena parte de Canadá, Australia, Japón, Europa, Estados Unidos… lideran el mundo en dura competencia con Rusia, China y varios países emergentes, como India y Brasil; o Arabia Saudí, cuyos ciudadanos viven en régimen cuasi feudal. Son muy ricos pero una vergüenza humanamente hablando. Lo que resulta peculiar es que todas las economías boyantes, democráticas o totalitarias, compartan la globalización financiera en armonía dejando fuera a buena parte de los derechos básicos de las personas de tres cuartas partes del mundo. Una inmensa mayoría de los Estados del mundo con la mayoría de sus habitantes dentro. Lo relevante es que nos parece normal.

Ha llegado el momento en que nos sentimos rodeados, temerosos porque algunos problemas que antes los percibíamos lejos, están cada vez más cerca. El más cercano de todos, la inmigración a gran escala, habiendo optado por centrarnos en cómo nos lo quitamos de encima mirando a las “soluciones” de la extrema derecha, con sus votos en ascenso. No acabo de entender esta postura de atrincherarnos en nuestra torre de marfil cada vez más frágil, en lugar de programar una inteligente ofensiva humanitaria para bajar la presión de tan grandes desigualdades.

La novedad es que una minoría -todavía- de intelectuales trabaja para reavivar lo que propusieron muchos socialdemócratas nórdicos y centroeuropeos de los años sesenta, para quienes lo prioritario era aumentar la igualdad en la distribución primaria de la renta por delante del Estado del bienestar. Les parece necesario y además posible influir directamente en la distribución de la renta a priori, con políticas pre-distributivas, de forma que resulten innecesarias muchas de las correcciones re-distributivas posteriores ante el egoísmo de una élite codiciosa cosmopolita que comparte el eslogan del Tea Party frente a los desfavorecidos del Sistema: “no tenéis derecho a quedaros lo que yo me he ganado”.

Los gobiernos socialdemócratas europeos no han cumplido cuando pudieron con su tarea ética dejando espacio para los recortes y las conductas populistas y xenófobas que empujan para cruzar las líneas rojas que desinflarían el Estado del Bienestar. Se trataría de romper la dinámica mansamente asumida del planteamiento neoliberal de que todos los agentes sociales pueden actuar distributivamente como les plazca, pues ya vendrá el Estado, con el esfuerzo público que haga falta, a arreglar la injusticia: repartir beneficios y socializar las pérdidas sin actuar sobre la pobreza del Tercer Mundo y gestando un polvorín de cuidado.
Para algunos, corregir la desregulación excesiva del laissez faire capitalista, cuyo coste no lo pagan quienes lo generan, es una llamada a la revolución. Pero no es otra cosa que completar las acciones redistributivas clásicas interviniendo sobre las causas a modo de cirugía en evolución que evite precisamente una revuelta planetaria ante la codicia violenta e inmisericorde. Y además ya se aplica alguna medida predistributiva: las cotizaciones sociales sobre los salarios que el Estado obliga a pagar a trabajadores y empresas.

Si algo nos ha enseñado la historia del Estado del bienestar es que al desplazar toda la carga de la justicia social a los poderes públicos, los progresos distributivos no serán sólidos ni estables en el tiempo. Con más medidas predistributivas que eviten injusticias estructurales se podría revertir, en fin, que varios de los millones que ahora votan a tipos como Trump o Bolsonaro, y otros millones más que no pueden elegir a sus gobernantes, vean razones de peso para esperar algún cambio en el reparto de la riqueza mundial que propiciaría nuevos nichos sociales de dignidad humana en el mundo. Si esto parece una quimera es porque algunos se han encargado de construir un trampantojo sobre la realidad y sus posibilidades. El mito de la caverna de Platón en estado puro, ojo.

miércoles, 9 de enero de 2019

Italia encabeza la agricultura verde en Europa.

La Cooperativa Nueva Agricultura fue fundada en 1977 por un grupo de agricultores y jóvenes desempleados con dos objetivos principales: crear empleo en la agricultura y evitar la construcción de una gran área de enorme valor ambiental. En 1990, comenzó la conversión a la agricultura orgánica, seguida en 1996 por la conversión del ganado. Y en 2010, se paso a la agricultura biodinámica. Crédito: Maged Srour/IPS


Por Maged Srour

IPS, 8 de enero, 2019.- La agricultura italiana es ejemplar por sus cultivos orgánicos y prácticas sostenibles y porque está al frente de la conservación de la diversidad biológica, aunque sigue preocupando la escasez de agua, el número de trabajadores sin documentos, el papel de las mujeres y el envejecimiento de la fuerza laboral en el campo.

“La agricultura italiana es la más verde de Europa”, aseguró Lorenzo Bazzana, gerente económico de Coldiretti, la principal organización de agricultores en este país y en Europa.

“Italia también está al frente por sus productos orgánicos, con 72.000 operadores orgánicos”, prosiguió Bazzana en diálogo con IPS.

De hecho, 10,5 por ciento de las tierras cultivables están dedicadas a la agricultura orgánica, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

“Nuestro país está al frente de la conservación de la biodiversidad, al decidir no cultivar organismos genéticamente modificados, y 40.000 haciendas comprometidas a mantener y preservar semillas y plantas en riesgo de extinción”, apuntó.

“Además, tiene primacía en términos de seguridad alimentaria, con el mayor número de productos agroalimentarios que cumplen (normativa de) residuos químicos irregulares”, del orden de 99,4 por ciento.
Italia y el Índice de Sostenibilidad Alimentaria

Varios estudios confirman los resultados positivos, como el Índice de Sostenibilidad Alimentaria (FSI), desarrollado por la Fundación-Centro Barilla para Nutrición y Alimentación (BCNF), un grupo de estudio multidisciplinario que trabaja por la sostenibilidad alimentaria.

El FSI es un indicador que analiza 34 países, que representan 87 por ciento de la economía mundial (es decir el producto interno bruto) y las dos terceras partes de la población mundial. Además, se concentra en tres pilares principales, vinculados a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

*agricultura sostenible;

*pérdida y desperdicio de alimentos;

*desafíos nutricionales.

En lo que respecta a la agricultura sostenible, Italia es el que está mejor entre los 34 países listados. También está bien ubicado en función de otros indicadores como el “impacto ambiental del agua en la agricultura, la sostenibilidad del retiro del agua, la escasez y la gestión” del recurso, según el informe de la BCNF, que resume los datos enviados por el FSI en 2017.

“Italia es pionero en nuevas técnicas para reducir la pérdida de agua en contextos domésticos y agrarios”, precisa.

Pero la escasez de agua en el centro y el sur de Italia, por ejemplo en el verano boreal de 2017, reveló situaciones críticas en lo que respecta a la mala o inadecuada infraestructura hídrica.

Este país europeo registró resultados positivos en muchos otros indicadores como cultivos orgánicos y por su fuerte legislación para proteger los derechos de los pequeños agricultores.
Empleo ilegal en la agricultura

La participación de las mujeres es de uno por ciento y la de los jóvenes de 3,1 por ciento, una proporción muy baja en comparación con economías similares como la de España, donde casi una tercera parte de los trabajadores del sector son mujeres y jóvenes, según el informe del BCFN.

También es muy preocupante el empleo ilegal. Según el sindicato de agricultores, Flai-Cgil, un gran número de agricultores, unos 400.000, emplean trabajadores de forma ilegal.

Los agricultores emplean trabajadores sin documentos en regla a través de un mercado negro, gestionado por organizaciones para delinquir, lo que ha llevado a tildar el fenómeno de agromafia o caporalato, un flagelo económico y social para el país.
No hay rotación generacional en la agricultura

“Trabajo desde 1981 y dediqué mi vida a esta cooperativa de productos orgánicos”, relató uno de los integrantes de la Cooperativa Nueva Agricultura, en diálogo con IPS. La organización tiene cientos de hectáreas a solo 10 kilómetros del centro de Roma, dedicada a productos orgánicos.

“Nuestra cooperativa ya es una realidad, no necesita construirse desde abajo”, observó.

“Lo que me preocupa, y nos preocupa a todos, es el reemplazo generacional. La mayoría de los que trabajamos aquí somos mayores, más de 50 o 60 años. No hay jóvenes, no quieren trabajar”, acotó.

El temor de los agricultores, criadores y apicultores es que llegue el día en que esa área se muera porque nadie gestionará todas las actividades que la Cooperativa Agricoltura Nuova maneja en la actualidad.

“Me atemoriza esa perspectiva”, comentó Davide Pastorelli, uno de los más jóvenes integrantes de la cooperativa, en diálogo con IPS.

Pastorelli tiene 30 años y trabaja en la cooperativa desde hace 10, ocupándose de la producción de leche y queso. Cada poco tiempo, tiene que capacitar trabajadores porque se quedan se van.

“Muchos jóvenes simplemente no están dispuestos a trabajar duro en la tierra, esa es la realidad”, explicó. “Si no hubiera tantos migrantes y muchos discapacitados, que se quedan por un período relativamente largo de tiempo, no sé cómo podríamos avanzar”, añadió.

La suya es una “cooperativa integrada”, es decir que promueve una política de integración, lo que explica la presencia de inmigrantes y de personas con dificultades intelectuales.

“La ley nos exige que tengamos por lo menos 30 por ciento de personas discapacitadas, pero hay muchas más”, precisó Letizia, otra integrante de la cooperativa.
“Todavía le queda mucho por delante a Italia”

Los datos del FSI indican que Italia va por buen camino, pero al mismo tiempo, no debe subestimar los desafíos que tiene por delante, ya sea a corto como a largo plazo.

Por ejemplo, la puntuación de este país en el pilar nutricional fue solo moderado, aunque obtuvo buena nota en las categorías “calidad de vida” y “esperanza de vida”, y mala nota en los patrones de dieta.

En particular, los indicadores de “actividad física”, “número de personas por restaurante de comida rápida” o “respuesta política a patrones de dieta” no registraron buenos resultados, en comparación con otros países, lo que deja al pilar nutricional como el que más atención necesita en Italia.

Tampoco debe subestimarse el objetivo de reducir el desperdicio de alimentos y crear conciencia sobre la dieta.

Italia, gracias a una profunda atención a la calidad de los alimentos y a una tradición relacionada con la “dieta Mediterránea”, identificada por nutricionistas como la más equilibrada del mundo, está entre las mejores por su relación con la longevidad, ya que obtuvo 89,1 de 100 puntos otorgados por el FSI.

“Pero es verdad que, en especial en las nuevas generaciones, existe el riesgo de que los buenos hábitos alimentarios vinculados a la dieta Mediterránea se pierdan por otros modelos menos equilibrados, tomados de malos hábitos y de comportamientos importados”, alertó Bazzana.

“En las 130 investigaciones vinculadas al ‘Manifiesto de Alimentación y Salud’, un documento editado por por la organización Navdanya Internacional, que busca ser una herramienta útil para todos los que quieren comenzar una transición hacia un paradigma más sostenible, muchas de las cuestiones planteadas, conciernen a Italia”, indicó el especialista Lucio Cavazzoni.

“El hecho de que en la actualidad se compren alimentos enlatados e inundados de una comercialización artera en los supermercados, separa el conocimiento sobre los alimentos de su función nutricional, la que a menudo es muy pobre”, explicó. “Tenemos que recuperar esos pasos”, acotó Cavazzoni.

El punto fundamental de la discusión es que el consumo de los productos biológicos debe volverse algo “popular”, es decir “de la gente”, precisó.

“No quiere decir masificado y trivializado”, puntualizó.

“Y tenemos que revivir los mercados agrícolas porque la producción industrial y los supermercados no solo perjudican a los pequeños productores, sino que comprometen la calidad misma de nuestra comida”, alertó Cavazzoni.

“Conectar a los consumidores con los productores, sin abandonar la cuestión de la calidad y con ella el precio máximo de los alimentos, es un aspecto fundamental en el que tenemos que trabajar”, añadió.

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Traducción: Verónica Firme
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Fuente: Publicado el día 3 de enero 2019 por Inter Press Service: http://www.ipsnoticias.net/2019/01/italia-encabeza-la-agricultura-verde-europa/

martes, 26 de junio de 2018

Migraciones.


por José Ignacio González Faus

¿No es muy raro que hoy pongamos tanta resistencia a la llegada de africanos? Hace unos tres siglos los deseábamos tanto que ¡hasta íbamos nosotros a buscarlos! ¿Cuál es la diferencia? Pues que entonces los buscábamos para luego venderlos como esclavos. Los grandes pontífices de nuestra modernidad (desde Voltaire a Montesquieu) alabaron esa forma de “emigrar” que contribuyó claramente al desarrollo de Europa y además servía para mantener bajo el precio del cacao que venía de América. Tampoco la Iglesia europea puso muchos obstáculos a esa forma de emigrar. Y si algún insensato como Pedro Claver (¡catalán tenía que ser!) se dedicaba a cuidarlos y quererlos, hasta sus mismos compañeros de congregación lo denunciaron a Roma, no por mala conducta, sino por poco inteligente…

En la geografía que estudié de niño (hace bastantes años, pero tampoco tantos) casi todos los países africanos tenían un apellido europeo: Congo “belga”, Guinea “española” o incluso un nombre completo como “Côte d’Ivoire”. Los que no lo tenían era porque formaban parte de una “Commonwealth” que, en realidad significaba “Our wealth” (los nombres cumplen muchas veces aquella definición de la hipocresía como “homenaje del vicio a la virtud”). Hoy aún distinguimos entre África francófona y África anglófona. Y fue allá por mi adolescencia cuando comenzó a hablarse de “independencia” de los países africanos.

¿Qué significa todo eso? Pues simplemente que los inmigrantes son nuestros acreedores o los hijos e nuestros acreedores. Tenemos una deuda con ellos y debemos pagarla. Puede que esa deuda no sea mía en particular sino de mis ancestros, pero ya sabemos que esas deudas no prescriben y, como le decían nuestros banqueros a Grecia: el que la hace la paga. Y Europa la hizo.

Se cumple aquí una ley que la historia enseña profusamente y nos negamos a aprender: medidas que a corto plazo producen resultados magníficos, tienen a largo plazo consecuencias catastróficas. Ya otra vez puse el ejemplo de la instalación de la monarquía en el Israel bíblico: en pocos años convirtió aquel pequeño pueblo en un imperio; pero, a medio y largo plazo, acabó con la división del país, el destierro a Babilona y la destrucción del Templo. Y el ejemplo se repite: lo mismo ha pasado a mucha gente joven con el señuelo de la droga. Lo mismo nos pasó hace poco (aunque no lo hayamos aprendido) con la burbuja del ladrillo que produjo un momentáneo desarrollo espectacular y terminó llevándonos a una de las más fuertes crisis económicas. Lo mismo nos ha pasado con el cambio climático y el cáncer actual del planeta tierra, consecuencia de nuestra rápida prosperidad y de la comprensible envidia de los otros por imitarla…

Todo esto no obsta para que las migraciones puedan constituir un problema serio, simplemente porque no podemos digerir tanto en tan poco tiempo. Ni para que ese problema real genere reacciones egoístas exageradas y xenófobas, sobre todo si no lo abordamos nosotros de manera más racional, más humana y menos egoísta. Por eso lo que parece más claro es que semejante problema necesita una solución global y no puede resolverlo ningún país solo.

Gestos como el de P. Sánchez con el Aquarius son bellos y ejemplares, pero no son soluciones. ¡Ojalá fueran al menos un toque de atención y una llamada para que nos decidamos a afrontar el problema a nivel europeo, en lugar de ir “trumpeando” disimuladamente! Yo no sé cuál ha de ser la solución, pero recuerdo la frase de un antiguo director de ESADE: “con las soluciones pasa como con el dinero; haberlo haylo; pero hay que saber buscarlo”.

Uno piensa que si somos tan machos y tan fuertes como para bombardear Libias y eliminar dictadores, también debemos serlo para acabar con las mafias que se aprovechan de estas pobres gentes “empaterándolas” con peligro de muerte (lo que uno no sabe es si detrás de esas mafias no estaremos nosotros mismos). Uno piensa también que si hemos sido tan sabios para desarrollarnos tanto, también debemos serlo para contribuir al desarrollo de esos países creando allí fuentes de riqueza y de trabajo que eviten que el horizonte del niño que nace allí sea morir de hambre o de sed (lo que uno tampoco sabe es si estamos dispuestos a que los beneficios de ese desarrollo sean para ellos y no para nosotros, pagando así la deuda que con ellos tenemos).

Si no, si el Mediterráneo en vez de ser un mar privilegiado en medio de la tierra, va convirtiéndose poco a poco en un depósito de cadáveres, quizá llegue un momento en que sus aguas estén definitivamente infectadas y nuestros hijos, cuando vayan a la playa a lo mejor tienen que bañarse con mascarilla. Y no digamos nada si, como predicen nuestros ecologistas, esas aguas sucias comienzan a invadir nuestras ciudades costeras…

Ese día, el “mare nostrum” se habrá convertido en otro “mare monstrum” y el Medi-terráneo se habrá convertido en “Medi-averno”: no centro de la tierra sino centro del infierno. ¿Bastará entonces con decir aquello de “que nos quiten lo bailao”?

sábado, 3 de febrero de 2018

Europa, nuevo Pilato.



Juan José Tamayo
Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”. Universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017)

Continúo la reflexión del artículo anterior sobre “El Mediterráneo: de mar abierto a fosa común de muertos del Sur”, afirmando que, a los ojos de Europa, las vidas de las personas migrantes y refugiadas carecen de valor. O al menos eso se deduce de su comportamiento inmisericorde. Muchas mueren antes de tiempo anegadas en las aguas del Mediterráneo por falta de solidaridad, de hospitalidad, abandonados a su suerte por mor del capitalismo salvaje, que se sustenta en una ideología inhumana: el neoliberalismo, que niega a las mayorías empobrecidas el derecho fundamental a la vida y solo reconoce el derecho de propiedad.

Hay casos realmente sangrantes, como el de las quince personas procedentes del África subsahariana que, el seis de febrero de 2014, en un intento por llegar a territorio español, murieron en el Tarajal, playa ubicada en Ceuta, una de las dos ciudades que con Melilla forman la frontera terrestre entre África y Europa. Las muertes se produjeron, según los testimonios de las víctimas supervivientes, por el uso de materiales antidisturbios de la Guardia Civil española quien, amén de las quince personas muertas, produjo numerosas heridas. Así lo relata E. de Camerún:
“Aquella mañana queríamos intentar llegar al agua en un grupo grande. Mujeres y hombres, todos llevábamos flotadores. Unos cien fuimos controlados por las fuerzas marroquíes antes de llegar al agua, el resto lo logramos. Entramos en agua española y aquello se convirtió en un infierno: la Guardia Civil comenzó a tirar botes de humo y a dispararnos con pelotas de goma a los flotadores y al cuerpo. El agua se convirtió en un infierno”.
Esas y otras muchas muertes son cínicamente lamentadas, pero no sentidas ni lloradas por las “fuerzas del orden” (¿?), los poderes políticos y económicos europeos sin entrañas de misericordia ni espíritu compasivo.

La mayoría de los dirigentes europeos tienen los ojos secos y endurecidos. Por eso no pueden llorar. Solo tienen intereses que defender, y los defienden a costa de la vida de hombres y mujeres, niños y niñas que se arriesgan a navegar en inseguras embarcaciones, solos ante el peligro. Unos intereses que protegen cerrando sus fronteras por tierra, mar y aire a cal y canto y poniendo diques al mar –en el sentido literal- para evitar la entrada de los “bárbaros” en un continente “civilizado”. En el fondo, es el miedo a los “bárbaros” lo que lleva a los gobiernos europeos a actuar de manera tan insolidaria y, en definitiva, criminal, cuando nosotros somos los bárbaros, como intentaré mostrar en el artículo siguiente.

Chadli Klibi, ex secretario general de la Liga Árabe, afirma, creo que con razón, que “Europa mira a los países de la ribera del Sur del Mediterráneo de forma humillante y arrogante, lo que se traduce en una valoración negativa de la civilización islámica-árabe”. El juicio de Chadli Klibi no solo se dirige a la Europa política, sino también a la “Europa cristiana” Un ejemplo son las afirmaciones insolidarias del cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de València, para con los inmigrantes y refugiados en un desayuno informativo del Fórum Europa-Tribuna Mediterránea de València celebrado en octubre de 2015.

Ante el numeroso público que le escuchaba atónito, se preguntó en voz alta y en actitud culpabilizadora si “esta invasión de emigrantes y refugiados es todo trigo limpio o tiene mucha mezcla”. Afirmó que la acogida puede ser una actitud que queda muy bien, “pero realmente es el caballo de Troya dentro de las sociedades europeas y, en concreto, la española”. Se atrevió a decir que son muy pocos los que vienen a Europa porque sean perseguidos.

Por eso llamó a ser “lúcidos” y a no dejar pasar todo, a no jugar con la historia y con la identidad de los pueblos. Se preguntó finalmente con tono alarmista cómo quedará Europa dentro de unos años con lo que está viniendo ahora. En esa misma comparecencia relativizó las consecuencias negativas de la crisis económica en nuestro país, ya que dijo no ver “a más gente pidiendo en la calle o viviendo bajo un puente que antes”.

El cardenal Cañizares parece haber olvidado la legislación hospitalaria hebrea recogida en la Biblia judía, que pide no maltratar ni oprimir a los inmigrantes, “porque migrantes fuisteis vosotros en el país de Egipto” (Éxodo 22,20) y la identificación de Jesús con ellos: “Era inmigrante y me acogisteis” (Evangelio de Mateo 25,36). Son dos textos fundantes de la ética judeo-cristiana de la hospitalidad como una de las principales aportaciones a la ética de la solidaridad. Ambos textos, empero, se olvidan con frecuencia en el cristianismo y en el judaísmo.

Con sus pronunciamientos tan poco acordes con la actitud de misericordia con las personas sufrientes, el cardenal Cañizares va en dirección contraria al Papa Francisco que en reiteradas ocasiones ha demostrado una especial sensibilidad y solidaridad para con las personas migrantes, refugiadas o desplazadas. La primera salida de Roma, pocos después de su elección papal, fue para visitar la isla italiana de Lampedusa tras el naufragio en el que perdieron la vida setecientas personas. Allí habló por primera vez de la “globalización de la indiferencia”, de la pérdida de la experiencia del llanto y del olvido del “padecer con” (=com-pasión). Ante dicha tragedia dijo indignado: “Me viene la palabra vergüenza. ¡Es una vergüenza!” y exigió no construir muros, sino puentes, no cerrar puertas, sino abrirlas.

Memorable fue, por sus palabras y su acción hospitalaria, el viaje de Francisco a la isla griega de Lesbos, donde visitó el campo de refugiados de Moria. En el discurso pronunciado allí recordó que “Europa es la patria de los derechos humanos” para luego exigir que “cualquiera que ponga pie en suelo europeo debería poder experimentarlo. Así será más consciente de deberlo, a su vez, respetar y defender”. Volviendo en el avión confesó a los periodistas que tras lo que habían visto, “daban ganas de llorar”.

Pero su viaje no se quedó en declaraciones, sino que predicó con el ejemplo, llevándose en el avión a tres familias sirias formadas por seis personas adultas y seis niños y niñas, cuya atención corrió a cargo de la Comunidad de San Egidio y la acogida y manutención a cargo del Vaticano. Ejemplo que ha continuado con la acogida de familias de refugiados en el Vaticano y con la petición a obispados, parroquias, comunidades religiosas y santuarios de que acojan a migrantes y refugiados.
Siendo insolidaria con las personas refugiadas, Europa está demostrando haber perdido sus valores fundacionales. En su visita al Parlamento Europeo en noviembre de 2014 Francisco calificó a Europa de envejecida, cansada y pesimista. Citando a los padres fundadores del proyecto europeo recordó a los parlamentarios que Europa ha perdido sus valores fundacionales.

Poco tienen que ver las declaraciones del cardenal Cañizares con la actitud de otros “purpurados” hermanos suyos como el cardenal Antonio María Vegliò, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, quien ha comparado el comportamiento de Europa hacia los refugiados con la actitud indiferente de Pilato en el proceso contra Jesús de Nazaret. A su juicio, la mejor manera de luchar contra el drama de la inmigración forzada es ayudar a los países de origen de los migrantes y recibirlos con los brazos abiertos, porque devolver a una persona siria a su país no le parece el modo más humano y cristiano de comportarse.

No ha seguido el ejemplo del Papa el obispo de Cádiz-Ceuta (España), Rafael Zornoza Boy, cuya diócesis tiene numerosos pisos y edificios deshabitados. Desatendiendo la petición del Grupo de Reflexión-Acción de dicha diócesis, formado por militantes de diferentes colectivos cristianos (HOAC, Justicia y Paz, Comunidades Cristianas Populares, Moceop, Comunidades laicas marianistas etc.), comprometidos en el trabajo por la justicia y solidarios con los sectores más vulnerables de la ciudad, se ha negado a destinar algunos de esos pisos vacíos o semivacíos (como el Seminario diocesano) para acoger a las personas sin techo, refugiadas, inmigrantes, familias desahuciadas, etc.

¡Mal ejemplo para las cristianas y los cristianos gaditanos, que no entienden el comportamiento antievangélico del obispo Zornoza y de sus colaboradores de la curia diocesana y peor ejemplo todavía para la ciudadanía gaditana, que poco a poco vuelve la espalda a la Iglesia episcopal!
El descontento con el obispo lo tienen también numerosos sacerdotes de la diócesis, que, en cartas al Papa y al Nuncio, le acusan de actuar con autoritarismo, arrogancia y desprecio hacia ellos y de que su único afán es el dinero. Afán que está en las antípodas de la incompatibilidad que establece Jesús entre Dios y el Dinero: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero” (Evangelio de Mateo 6,24).

martes, 23 de enero de 2018

Miles de personas siguen dejando la vida en el mar rumbo a Europa.

Foto: Refugiada somalí en el desierto de Túnez. Crédito: IPS

Por Tharanga Yakupitiyage

IPS, 21 de enero, 2018.- Sigue siendo sumamente preocupante el número de personas que pierden la vida intentando cruzar el mar Mediterráneo rumbo a Europa. Este año ya se ahogaron unas 160, y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) urge a los países a ampliar la cuota de refugiados y solicitantes de asilo que reciben.

El flujo de refugiados y otros migrantes disminuye, pero todavía hay muchas personas que se embarcan en travesías peligrosas rumbo a Europa.

“Abogamos por un enfoque integral para hacer frente a los movimientos de migrantes y refugiados que se embarcan en travesías peligrosas por el desierto del Sahara y el mar Mediterráneo”, subrayó el portavoz de Acnur, William Spindler.

El lunes 8, la guardia costera rescató a 60 sobrevivientes y recuperó ocho cuerpos. Pero se teme que unas 50 personas, entre ellas 15 mujeres y seis niños, se hayan ahogado. Y el miércoles 10, una balsa inflable con 100 personas se hundió frente a las costas de Libia, el país de donde salen más personas en busca de mayor seguridad.

Unos 227.000 refugiados necesitan reubicarse en 15 países prioritarios para el asilo y el tránsito en la ruta del Mediterráneo, según las últimas estimaciones.

Acnur solicitó 40.000 plazas para reasentar refugiados y solicitantes de asilo, pero hasta ahora solo se han concedido 13.000.

“La mayoría de ellas pertenecen a programas globales de reasentamiento y solo unos pocos representan plazas adicionales”, precisó Spindler.

Tras conocerse las noticias de migrantes subastados y vivir en condiciones espantosas en centros de detención, tanto Acnur como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ayudaron a evacuar de Libia a unas 100 personas y reubicarlas en Níger.

Sin embargo, la Unión Europea (UE) mantiene su política de asistir a la Guardia Costera libia para interceptar y devolver migrantes encontrados en el mar Mediterráneo.

“El sufrimiento de los migrantes detenidos en Libia es un escándalo en la conciencia de la humanidad. Lo que ya era una situación grave se volvió catastrófica”, denunció el alto comisionado para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al-Hussein. “La política de la UE es inhumana”, subrayó.

“No podemos ser testigos silenciosos de la esclavitud moderna, la violación y otro tipo de violencia sexual y de ejecuciones ilegales con el argumento de gestionar la migración y evitar que personas desesperadas y traumatizadas lleguen a las costas de Europa”, añadió.

Zeid Ra’ad al-Hussein también llamó a despenalizar la migración irregular para proteger los derechos humanos de las personas vulnerables.

Funcionarios de derechos humanos también criticaron el acuerdo entre la UE y Turquía para devolver a este país a las personas que ingresaron a Europa a través de las islas griegas. Muchos concluyeron que los solicitantes de asilo tampoco están mucho más seguros en territorio turco, pues Ankara tampoco concede el estatus de asilado o de refugiado a ciudadanos que no sean europeos.

Acnur pidió redoblar esfuerzos para fortalecer la capacidad de protección y los medios para ganarse la vida en los países que primero reciben solicitantes de asilo, para ofrecer alternativas más regulares y seguras a fin de dar seguridad a los refugiados mediante planes de reasentamiento o de reunificación familiar.

Además reclamó que se atiendan las causas de raíz de los actuales desplazamientos masivos de personas en situación de gran vulnerabilidad.

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Traducido por Verónica Firme
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IMPORTANTE: Esta nota ha sido reproducida previo acuerdo con la agencia de noticias IPS. En este sentido está prohibida su reproducción salvo acuerdo directo con la agencia IPS. Para este efecto dirigirse a: ventas@ipslatam.net

Fuente: servindi.org

domingo, 12 de febrero de 2017

Refugiados: paremos la guerra de frontera.



Europa no vive una crisis de refugiados ni una crisis humanitaria: lo que está en crisis es la capacidad de los estados de controlar sus fronteras y sobre todo el derecho fundamental de la gente a moverse por el planeta para encontrar un lugar seguro donde pueda construirse un futuro. Más allá del sentimiento de solidaridad que nos remueve al ver las catastróficas imágenes de hombres, mujeres y criaturas jugándose la vida en el Mediterráneo o muriéndose de frío en los Balcanes, esta crisis tiene una raíz política y unos responsables mucho claros que tenemos que señalar y combatir si de verdad queremos encontrar soluciones.

Lejos de la imagen de un alud humano inabarcable, lo cierto es que más de la mitad de demandantes de asilo llegados el año pasado a Europa proviene sólo de cinco países: Siria, Afganistán, Irak, Nigeria y Eritrea. Cinco crisis concretas, con sus respectivos responsables. No podemos entender el problema de los refugiados en Europa sin preguntarnos qué está pasando en Siria, principal expulsor de población del planeta, sin analizar el proceso político y social reciente del país.

Los refugiados sirios

A menudo el movimiento de solidaridad ve los refugiados sólo como individuos que necesitan ayuda, cuando la realidad es que son uno de los resultados de una revolución popular masacrada por la dictadura de Bashar Al-Assad y sus aliados. Y hasta que no se aborde esta causa continuarán llegando refugiados en Europa. Muchos de los activistas que han sido la base de este movimiento popular acabaron teniendo que huir a los países vecinos y a Europa por la magnitud de la violencia del régimen: y continúan hoy siendo parte de esta revolución. Y lo que esperan es que les reconozcamos como tales, no sólo como receptores de nuestra ayuda humanitaria. El ritmo y las oleadas de los flujos responde perfectamente a la dinámica del conflicto y también de los choques entre diferentes comunidades.

No olvidemos la imagen de aquellos luchadores por la libertad y la revolución que el año 1939 llegaban a Francia por Le Pertus, después de haber dejado atrás muchos muertos y el futuro al última y en vez de acogida y solidaridad se encontraron campos de concentración y el desprecio en Argelès. Mientras un sector importante de la izquierda se niega todavía a reconocer que el máximo responsable de esta catástrofe es el régimen de Bashar Al-Assad el relato de los refugiados es perfectamente coherente: un 90% asegura que huyó por la persecución del régimen y sus aliados. Si no entendemos Siria, no entendemos nada de nada y quedamos atrapados en la retórica del alud y del antiterrorismo que fomentan los gobiernos europeos. En Afganistán y en Irak, se vive la inestabilidad que han dejado el imperialismo después de la invasión de ambos países.

La distribución geográfica de los refugiados

Tampoco Europa es el principal receptor de la gente que huye. Sumadas todas las rutas, el año pasado llegaron al continente 362.000 personas. Desde 2011, cuando empezaron las revueltas y revoluciones en el mundo árabe que hicieron saltar por los aires regímenes como el de Gaddafi, que convenientemente financiado por Italia hacía de tapón a los migrantes subsaharianos, han llegado a Europa menos de 1,8 millones de personas. Una cifra perfectamente asumible para un continente con 500 millones de habitantes, con algunos de los países más ricos del mundo y que además necesita mano de obra joven. Sólo Turquía -que en el ranking de PIB per cápita ocuparía el lugar 27 de los 28 países de la UE- acoge más de 3,5 millones de refugiados. El Líbano, un pequeño país de sólo 4 millones de habitantes ha superado el millón. Esto sin contar los 8 millones de desplazados internos que han tenido que dejar casa suya y continúan dentro de Siria bajo las bombas. No, la crisis de refugiados y humanitaria no está en Europa: está en Siria y en los países vecinos.

La hipocresía de la UE

Los aspavientos de la UE y los estados miembros ante el muro y el veto migratorio de Trump son pura hipocresía. Hace un año Alemania y Bruselas habían cerrado la puerta a los refugiados con el acuerdo de la vergüenza con Turquía, por el cual el gobierno de Recep Tayip Erdogan, en plena deriva autoritaria, se ha convertido en un muro para los quién intentan llegar a Europa. A cambio de seis mil millones de euros y el silencio europeo en su guerra contra los kurdos, contra la izquierda y contra la libertad de prensa para conseguir poderes ejecutivos ilimitados.

Las quejas de la UE contra Trump son palabrería, después de que la política de blindaje de las fronteras haya convertido el Mediterráneo en un gran cementerio. Más de cinco mil muertos registrados el 2016 (nadie sabe cuántos de son de verdad porque muchos cuerpos se los traga el mar sin dejar rastro o son devueltos, arrastrados a su punto de partida): más muertos que nunca.

La guerra de frontera contra los refugiados

Técnicamente se habla de “guerra” cuando un conflicto supera los mil muertos en un año. Lo que pasa en el Mediterráneo, pues, es una auténtica guerra contra la migración: la única diferencia es que las víctimas son todas del mismo bando. Es una guerra en tierra que se practica con vallas, muros, trincheras, centros de detención…. Y cuando también utilizando el mar como un foso de los cocodrilos, (que son los barcos de la OTAN ) o el dispositivo de Frontex, la agencia europea de vigilancia de fronteras. Los soldados son policías, ejércitos y grupos paramilitares. Y , como siempre, hay que hacen negocio: toda una industria de la guerra de frontera, que va desde empresas españolas que se enorgullecen ser fabricantes en exclusiva de alambradas de cuchillas hasta las compañías de seguridad privada a las cuales se subcontrata la vigilancia de los centros de detención.

Hay que recordar que España ha sido el mal modelo que ahora emulan los socios europeos: las vallas de Ceuta y Melilla, los 14 asesinatos de la playa del Tarajal a manos de la Guardia Civil que continúan impunes (la ex-director general y máximo responsable del cuerpo, Arsenio Fernández de Mesa acaba de ser convenientemente recompensado con un lugar en el Consejo de Administración de Red Eléctrica de España). Y sobre todo la política de externalitzación del control fronterizo hacia estados africanos sin ningún tipo de garantías democráticas porque –con cargo a los fondos destinados a cooperación- para frenen los inmigrantes antes de que se acerquen en las fronteras europeas.

Las causas de la política europea hacia los refugiados

Contraviniendo sus propias leyes y y los tratados internacionales que han subscrito, los estados europeos pisa el derecho de asilo y responde con la guerra de fronteras… la frontera más desigual del mundo: un continente viejo, rico y en paz, rodeado de un mundo joven, empobrecido y en guerra. Además, la frontera no es sólo un espacio físico: son barreras legales, policiales prejuicios… un golpe han superado la trinchera la mayoría van con “la frontera” sobre sus hombros cada vez que tienen que salir de casa, enfrentándose al racismo institucional, a los controles policiales racistas en el metro, a la discriminación en el acceso a los servicios públicos, a la vivienda o al trabajo.

Lo que hay detrás de estas políticas no es frenar la inmigración (todo el mundo sabe que es imposible) sino sobre todo tres cosas. En primer lugar una nueva justificación para los recortes: “aquí no cabe todo el mundo, nuestra capacidad de acogida es limitada, los servicios públicos tienen un tope” es el nuevo mantra y de nada sirven todos los estudios y la experiencia que demuestran que la inmigración, de siempre, ha aportado más riqueza de la que consume. En segundo lugar, el mantenimiento de una capa de mano de obra sin derechos (en el caso de los sin papeles, como los miles de subsaharianos que están trabajando a la agricultura italiana) y vulnerable a la sobreexplotación. Y finalmente el retroceso de derechos y libertades que se ampara en el pretexto de la lucha antiterrorista y que se traduce en medidas como la ley mordaza en el estado Español o el estado de emergencia permanente en Francia.

Estas leyes, y no la llegada de refugiados en sí misma, son las que explican el crecimiento de la extrema derecha en Europa, que no se hace fuerte allá donde hay más crisis o más refugiados sino donde se impone este discurso político, a menudo, como pasa en Francia de la mano de un gobierno que se llama de izquierdas y que ha traído Marine Le Pen a las puertas de ganar las presidenciales de esta primavera. Envalentonada por el triunfo de Trump, y reforzada por Putin, la extrema derecha está en condiciones de imponerse también en Holanda, mientras que en Alemania triplicaría resultados el septiembre.

Es por eso que la defensa de los derechos de los refugiados no es sólo un problema humanitario, ético o moral. No es sólo una cuestión de solidaridad y empatía. En esta lucha se juega el futuro de todos y todas.

Fuente: Rebelión

martes, 7 de febrero de 2017

Refugiados en la cara más oscura de Europa.


BEATRIZ CAMPUZANO / MAIALEN mANGAS

Cinco mil personas donde solo caben 800. Cercado con vallas de alambre y espinos. Custodiado por fuerzas militares y policiales. Es Moria, la indecencia de Europa. Su parte más inhumana, donde se vulneran los derechos humanos. No es de extrañar que la entrada a este campo de refugiados situado en la isla de Lesbos, en Grecia, esté vetada a los medios de comunicación. A nadie, a Europa tampoco, le gusta mostrar su cara más oscura. A pesar de las restricciones, este periódico ha conseguido acceder a su interior.

LA CIFRA 

65 
de personas han tenido que huir de sus hogares en 2016, 24 al minuto 

Es inhóspito. El suelo es rocoso, llueve y resbala. El aire mueve las lonas blancas con las que ACNUR (Agencia de la ONU para los refugiados) cubre las tiendas de campaña y en las que, a duras penas, los refugiados y migrantes se resguardan del frío. Estos toldos, al parecer, son la forma más efectiva que el organismo internacional ha encontrado para protegerles del invierno. Intento fallido. El termómetro marca dos grados bajo cero y los desplazados, sin embargo, caminan sorteando botellas de plástico con zapatos de verano. Sus pies se hunden en una superficie viscosa de tierra y agua, hasta terminar pigmentados de fango. Se esmeran en colocar piedras en las esquinas de las tiendas para sujetarlas, tienden la poca ropa en tenderetes provisionales y comprueban que, con la poca luz del día, sus lámparas solares se cargan para la noche. En Moria, no hay electricidad ni agua.


Son las ocho de la mañana y hace rato que muchos desplazados esperan, en un pasillo de medio metro de ancho delimitado por alambradas, su desayuno: un cruasán industrial y un vaso de té chai. Las mujeres forman una fila; los hombres, otra. La primera, despejada; la segunda, no da abasto. Avanzan poco a poco. Una joven subsahariana se cuela entre alaridos y quejas del resto, hasta que, con pasos firmes y violentos, consigue llegar al ápice de la fila. Moria no es lugar para la cortesía. Aún menos para las pocas mujeres, que cada día se ven obligadas a reivindicar su espacio en medio de tanta virilidad.


Los caminos que antes unían los habitáculos con las zonas comunes, como la guardería, los baños y las diferentes oficinas de registro oficiales, son ahora un terreno más de acampada. Las tiendas de campaña se apilan, se rozan unas con otras, sin guardar ningún tipo de orden. Moria tampoco es lugar para la intimidad. Dos carpas más espaciosas albergan a multitud de hombres solteros, cerca de doscientos en cada una, que duermen en sacos y sobre esterillas o palés a la espera de que les ofrezcan una parcela individual. Pero las tiendas de campaña han poblado hasta las inmediaciones de la zona de aseo, que desprende un olor acre, insoportable y agresivo y donde los lavabos se asemejan a abrevaderos para el ganado. Ya no hay más sitio.

En los últimos diez días, un egipcio, un sirio y un paquistaní han fallecido en el campo de Moria




Es un espacio militarizado. Custodiado por el ejército y fuerzas policiales, Moria tampoco es lugar para quien acarrea traumas por guerras, dictaduras o persecuciones. No se admiten protestas, reina la sumisión. Desde que, por diversos actos de desesperación, varios migrantes iniciaran disturbios y provocaran incendios, la única repuesta de las autoridades ha sido acallar las protestas por la vía de la coacción. ¿Cómo? Alzando más vallas, intimidando y aumentando el número de refugiados y migrantes encerrados en un módulo que sirve de cárcel dentro de Moria. «Las condiciones de vida en este campo no se pueden soportar de manera permanente y los que viven dentro no saben hasta cuándo van a estar aquí. Por eso se desquician y se rebelan», expresa Achilleas Tzemos, coordinador de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Lesbos.


Separados por verjas


Los megáfonos anuncian los nombres y apellidos de los siguientes citados para la entrevista con los servicios de migración. En Moria, todo se separa por verjas: una zona para familias con niños, otra para hombres solteros, una tercera para quienes acaban de desembarcar en la isla y la última para los que hayan desobedecido, hayan tratado de huir de este infierno o vayan a ser deportados. También las oficinas donde las autoridades atienden a los refugiados y migrantes están cercadas por vallas, desde que en diciembre del año pasado un grupo les prendiera fuego en un acto de protesta ante la lentitud de los procesos de petición de asilo. Hoy, cientos de desplazados se amotinan ante esta alambrada, exhiben su documentación y, agitados, esperan escuchar su nombre ante un militar que trata de apaciguarlos. Mientras, miran compasivos a un compañero, que sale de las oficinas esposado y escoltado por dos policías más jóvenes que él. Es probable que lo devuelvan a Turquía.



La tensión aumenta cada día en el interior de este campo de refugiados situado en una colina próxima a Mitilene, capital de la isla, y rodeado de olivos. «Es difícil dormir. Todas las noches hay peleas y robos», relata Hasid Azizi, un afgano de 25 años que intenta sobrevivir en Moria desde abril del año pasado. La semana pasada, un joven egipcio de 22 años y un sirio de 46 fallecieron en la misma tienda de campaña. Este lunes, las autoridades hallaron muerto a otro refugiado, un paquistaní de 20 años. Ni siquiera la prensa local se ha hecho eco de las verdaderas causas de los incidentes, porque el secretismo es una de las palabras que mejor define este espacio desolador. Aunque se barajan varias hipótesis, todas ellas dan crédito a la cruda realidad de Moria: muerte por hipotermia, suicidio o asfixia al intentar calentar sus tiendas con un cilindro de gas.



«En este campo hay conflictos por muchas razones. La primera, la convivencia entre personas de diferente procedencia, que por su cultura, política o religión pueden llegar a chocar. La segunda, la falta de capacidad y recursos para tanta gente, que producen ansiedad y estrés entre los refugiados», lamenta el coordinador de MSF en Lesbos. «Además, muchos enfrentamientos entre los propios desplazados se originan porque hay nacionalidades que, de alguna manera, tienen más facilidades que otras a la hora de conseguir la protección internacional, como los sirios, por ejemplo», añade Tzemos, coordinador de MSF en Lesbos.


Traumas psicológicos


Quienes desembarcan en Lesbos lo hacen con una maleta cargada de temores, que coge peso por la falta de información, la incertidumbre, las detenciones injustificadas y el estrés acumulado en esta espera sempiterna. «La forma en que la gente es recibida y asistida en sus llegadas puede inducirles serios problemas de salud mental, miedo, preocupaciones, enfado, tristeza, pesadillas, traumas y problemas de sueño. Todo esto puede hacer que revivan el pánico y condenarlos al riesgo de padecer trastornos psicológicos severos», constata el coordinador de MSF, tras haber decidido, junto al equipo de salud mental de la oenegé, aumentar el apoyo psicológico a los refugiados y migrantes en la isla. «La necesidad de atención en salud mental es enorme. Las condiciones de vida en campos como el de Moria, donde la gente no se siente segura, les hace recordar lo que vivieron en sus países, muchos en guerra», afirma y añade que «la ansiedad y la depresión son los principales trastornos, ya que hay gente que llegó en abril del año pasado y todavía no se les ha informado sobre qué pasará con ellos».





A pesar de que en Moria, donde hasta la fecha se han dado varios intentos de suicidio, no se atiendan casos relacionados con la salud mental, los otros dos campos de la isla, Pikpa y Kara Tepe, tratan de ofrecer apoyo a personas vulnerables. El día a día en estos dos campos, gestionados respectivamente por voluntarios locales y el ayuntamiento de Mitilene, dista mucho del de Moria, a cargo del gobierno griego. Son pocos, en cambio, los que obtienen el estatus de vulnerabilidad que les permite vivir en este ambiente más ameno, donde en casetas de madera los refugiados pueden cocinarse su propia comida, los niños ir a la escuela y, en definitiva, vivir en una especie de normalidad. Pikpa y Kara Tepe se han convertido en comunidades de vecinos, donde las familias cooperan, se ofrecen apoyo y comparten proyectos futuros.


«La vida en Moria es muy diferente a la de Pikpa, no hay comparación». Yohannes Zerazion ya ha vivido un verano, un otoño y un invierno en Lesbos. Desde que pisó la isla el pasado junio, ha tenido tiempo para acostumbrarse a los cambios bruscos de temperatura. «En Eritrea hace calor todo el año. Aquí, el verano es sofocante y el invierno helador», comenta mientras se lía un cigarrillo. A su llegada, pasó varios meses en el campo de Moria hasta que, por problemas de espalda, consiguió el traslado a Pikpa. «En Moria no se puede vivir», repite entre calada y calada, aunque asegura que «es mejor» que vivir en Eritrea: «Lo peor que le ha pasado a África es la colonización. Nos separaron por países a su antojo, nos llevaron a la ruina y después no se encargaron de reconstruir la paz».


Johannes Zerazion es conocido entre los refugiados en Mitilene, quizá por su carisma o porque imparte clases de bisutería artesanal en el centro cultural Mosaik, un espacio abierto y participativo al que acude la gente local y las personas desplazadas para meditar, aprender inglés, árabe y griego y recibir clases de pintura, costura y manualidades. «Mosaik nos ayuda a desconectar y distraernos», cuenta Diago Tsehaye, también eritreo y que, a diferencia de su amigo, aún permanece en Moria. De fondo, en el taller, suena música reggae y Diago Tsehaye ojea su Samsung cada dos minutos, inquieto, a la espera de recibir la llamada que dé respuesta a su petición de asilo. Es la resolución que lo mantiene en vilo.


«La incertidumbre a la que se exponen los refugiados y migrantes es muy difícil de llevar. No pueden hacer planes, pierden el poder sobre su futuro», expresa el coordinador de MSF y hace hincapié en que en el contexto actual es «de máxima prioridad» centrarse en la atención de trastornos mentales. «Sin información ni asesoramiento, es difícil llevar una vida aquí», sentencia.


Asesoramiento legal


En el despacho improvisado de Lorraine Leete se suceden los golpes de realidad. Cuando llaman a su puerta y le dicen «voy camino a Alemania», respira hondo, mueve las manos con serenidad y cuenta hasta diez para buscar las palabras oportunas: «No, estás en Lesbos y lo estarás durante mucho tiempo».





«Han construido una prisión dentro de Grecia y lo han podido hacer por geografía, porque de esta isla remota no se acuerda nadie. Desde marzo, a los refugiados que desembarcan en Lesbos y otras islas del Egeo les espera un futuro difícil. Las fronteras están cerradas y esto se ha convertido en una cárcel», expresa esta abogada estadounidense de 35 años que desde septiembre coordina el equipo de Legal Center Lesbos, una fundación británica sin ánimo de lucro que ofrece apoyo legal a refugiados y migrantes en la isla. Cada día, asesora a una veintena de personas en una sala austera de cinco metros cuadrados y donde un cartel, colgado en una de sus paredes blancas, detalla los pasos a seguir para tramitar el asilo en la Unión Europea. «Necesitan información. Es imprescindible que los refugiados y migrantes conozcan la situación en la que se encuentran y sepan cuáles son sus derechos». Los consejos de Leete, que además de abogada se ha convertido en consultora personal de muchos desplazados en Lesbos, son las primeras palabras sinceras que escuchan quienes llevan meses de travesías, fraudes y espanto.


La entrada en vigor del tratado entre la Unión Europea y Turquía, el 18 de marzo del p 2016, marcó un antes y un después en la gestión de fronteras europeas y el comienzo de un nuevo capítulo en el drama de los refugiados. La contención del flujo migratorio acordado con Erdogan a cambio de la desaparición del visado para los turcos que viajen a Europa, las expulsiones de demandantes de asilo desde Grecia y 6.000 millones de euros sellaron la ruta del mar Egeo. En la actualidad, poco queda de la estampa desoladora de desembarcos masivos que avergonzó a Europa hasta mediados del año pasado. Hoy, la realidad en Lesbos es otra: aprisionamiento, desesperanza y vulneración de los derechos humanos. «Es difícil saber cuántos refugiados y migrantes hay en la isla porque buscan cualquier vía para escapar de aqu», señala Lorraine Leete, que con resignación tilda el acuerdo de «intencional e ilegal». A pesar de las trabas, ACNUR estima que en la isla se aglomeran cerca de siete mil desplazados.


Con el apodado ‘Pacto de la Vergüenza’, que recibió numerosas críticas por parte de organizaciones humanitarias y la propia ONU, Europa cerró el 2016 con unas cifras que ruborizaron a los estados miembro: cerca de 360.000 refugiados y migrantes pusieron en riesgo sus vidas tratando de llegar al continente y el Mediterráneo fue escenario de 5.022 muertes, un 25% más que en 2015. En esta línea y en lo que va de año, los números siguen demostrando que quien huye de la guerra y del hambre no va a parar. Solo en el mes de enero, 3.899 personas han llegado por mar a Europa. 247 han fallecido en el intento. El Mediterráneo es un cementerio de lápidas sin nombre.

Sólo en el mes de enero, 3.899 personas han cruzado el Mediterráneo y 247 han muerto en el intento


«Ahora, con la nueva legislación, quien llega a la isla, tiene que pasar por el campo de refugiados de Moria, identificarse y esperar tres o cuatro días hasta obtener un documento que ACNUR denomina ‘registro simple», puntualiza Leete. Durante el trámite de este primer título, los refugiados y migrantes permanecen encerrados en el interior del campo, bajo vigilancia permanente. Presos sin motivo, aguardan la autorización que les concederá el primer pellizco de libertad: pasear por Mitilene, capital de la isla. «Este certificado les da licencia para salir del campo de Moria pero no les otorga los derechos que les corresponden a los solicitantes de asilo. Ni el derecho al trabajo, ni a la vivienda, ni a casarse, por ejemplo. Tienen prohibido hacer todo lo que les permite una vida digna, y eso es lo que mantiene a la gente atrapada», denuncia la abogada, a quien se afianzan centenares de refugiados en Lesbos, y añade en tono contundente: «Este ’registro simple’ los mantiene detenidos en la isla».


A la espera del salto a Atenas


Aunque nadie les advierta de que la mayor virtud en Lesbos es la paciencia, los refugiados y migrantes, siempre a la espera, se ven forzados a cultivarla. «Europa estipula que debe pasar un máximo de diez días hasta la emisión del llamado ‘registro completo’, un segundo documento que otorga los derechos que les corresponden a los solicitantes de asilo - incluyendo el derecho en unirse con familiares cercanos en paises europeos y en ciertos casos el salto a Atenas. Pero no pasan diez días, sino diez meses», denuncia la asesora legal, quien cada semana ve crecer la pila de casos sobre su humilde escritorio.


En los tres campos que se han habilitado en la isla y en antiguos edificios abandonados, multitud de refugiados y migrantes esperan meses a que las autoridades competentes -la Oficina Europea de Apoyo al Asilo, EASO, y el Servicio de Asilo Griego- les citen para la entrevista que determinará su futuro: reanudar el camino hacia la Europa continental o ser deportados a Turquía. La lentitud con la que se llevan a cabo los procesos de petición de asilo y el incumplimiento de las cuotas de reparto de refugiados pactadas por los gobernantes europeos conllevan el hacinamiento de miles de refugiados y migrantes en el país heleno. No pueden seguir adelante ni regresar. Están atrapados, y las cifras así lo avalan: de las 360.000 llegadas en 2016, Europa solo ha reubicado a 9.709 personas, 609 en España, según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, CEAR. Además, Bruselas sostuvo en diciembre que volvería a acatar el Reglamento Dublín III, anulado en verano de 2015 y en virtud del cual los refugiados deben pedir asilo en su país de llegada a la Unión Europea. Volver a cumplir este tratado, piedra angular del sistema de asilo común, supondría el reenvío de miles de refugiados a Grecia, que tendría que gestionar las llegadas en un contexto de crispación política y social tras cinco años de crisis, una recesión, un paro del 25% y los tres rescates que han recortado sueldos y pensiones.


Deportados por nacionalidad


«7 de agosto de 2015». Sohel Minah recuerda al detalle la fecha en la que huyó de su país: Bangladés. También, con nostalgia y crudeza, la despedida de su mujer y su hija, de cinco años. Su historia solo es una más. Una de las tantas que pueden ser resumidas en persecución política, destierro y añoranza. «Soy ingeniero físico», se presenta con orgullo en el centro al que acude a recibir clases de inglés en Mitilene y saca de su cartera de cuero el carné de la empresa para la que ha trabajado durante años. Suspira. Se levanta del pupitre, que ocupa desde que llegó a Lesbos hace ocho meses, y señala en un atlas del aula el país donde desde joven, bajo las directrices de su padre, militó como líder local de la Liga Awami, actualmente en el gobierno. «La situación política de mi país y los problemas internos de mi partido me han obligado a escapar», explica. Hoy, ha trasladado su lucha política a la isla, donde dirige la comunidad de 250 bangladesíes que se confinan en Moria. Sohel Minah tiene un mensaje para Europa: «Debe ser un lugar seguro y brindar ayuda a las personas como yo. Si no estuviéramos en riesgo, no vendríamos aquí». Su dedo recorre en el mapa la distancia que transitó por avión, a pie, en patera y por 5.300 euros. De Bangladés a Irán, de Azerbayán a Turquía, hasta llegar a Lesbos, donde aún no ha tenido la opción de justificar su solicitud de protección internacional y probablemente no la tenga en un futuro próximo.


Refugiados y migrantes procedentes de Marruecos, Nepal, Pakistán y Argelia, entre las más de cuarenta nacionalidades que se han registrado en la isla, se suman a los de Bangladés en esta espera interminable que posiblemente acabará en deportación. «Los casos tienen que revisarse uno a uno y no por país de origen. Europa está ejerciendo una discriminación por nacionalidad y eso es ilegal», denuncia la abogada en referencia a casos como el de Sohel Miah.


«Cuando las autoridades entrevistan a personas procedentes de estos países, las detienen de forma acelerada. Sin tener pruebas reales de si representan alguna amenaza o sin comprobar su historial, solo por su nacionalidad, los detienen para deportarlos a Turquía», precisa Lorraine Leete. Bruselas, por su parte, excusa estas expatriaciones bajo el argumento de que Turquía es un país seguro, pero obvia que Ankara «solo da refugio a europeos y una protección temporal a los sirios». En medio de esta controversia, los refugiados y migrantes de las islas griegas son los únicos que pueden impugnar el argumento de la UE: «No, Turquía no es un país seguro para nosotros. Allí, nos vemos condenados a vivir en la calle y a muchos hasta los encarcelan», testifica Minah, mientras se acerca a su mesa y se vuelve a sentar. «Yo respeto la ley y a la Unión Europea. Pero necesito estar a salvo y que se cumplan mis derechos y en Moria esto es imposible. No hay capacidad para tantas personas», declara el bangladesí, que cada viernes se reúne con líderes de otras comunidades presentes en el campo para reclamar conjuntamente el cumplimiento de los derechos humanos. «¿Hasta cuándo estaremos así?», se cuestiona Minah.





Esta pregunta, que en los últimos meses se repite como un mantra entre los desplazados, el coordinador de MSF, la abogada de Lesbos Legal Support y los cientos de cooperantes que trabajan en la isla, aún no tiene respuesta. Europa se escandaliza pero no actúa, hace tambalear sus principios y desatiende las continuas denuncias por vulneración de derechos humanos en su propio territorio. Un territorio en el que crece la xenofobia y los movimientos de extrema derecha y donde, sin embargo, se desconoce que el 89% de los desplazados de Siria, Iraq, Afganistán, Eritrea y Nigeria se queda en sus países vecinos, como Jordania y Líbano. La mayoría no llega a Europa.


Lo que sucede hoy sobre el suelo de Lesbos es alarmante, pero tan solo representa una parte diminuta del drama de los refugiados en el mundo. 2016 ha batido un nuevo record: 65 millones de refugiados en todo el planeta. Cada minuto, 24 personas han huido de sus hogares, unas 34.000 personas al día, según el informe anual de ACNUR, ‘Tendencias Globales’, que desglosa las claves de desplazamiento forzado a nivel mundial. De forma paralela, y como poco paradójica, 2016 también ha sido el año en el que más fronteras se han cerrado, según el mismo organismo.


Ante estas cifras que sonrojan al mundo, ahora cabe preguntarse si es mejor atajar las guerras e injusticias desde el origen y evitarlas, o enredarse en pactos y tratados que a duras penas pueden reparar sus graves consecuencias.

miércoles, 1 de febrero de 2017

10 Prejuicios de los europeos contra refugiados y emigrantes.


En Bélgica, la plataforma CIRE ha lanzado hace algún tiempo una guía para desmontar 10 prejuicios de los belgas, y por extensión de todos los europeos, contra los refugiados. “Nuestra acción tiene como objetivo fortalecer los derechos de los extranjeros, el asilo y asegurar que las políticas sean coherentes con los principios de la Declaración de los Derechos Humanos”. Esta guía, que resumimos con sus propuestas más esclarecedoras, debería ser consultada por todos los ciudadanos sensibles.

Nadie escapa a los prejuicios pero es posible superarlos.

Las campañas de opinión xenófoba más extendidas explotan tres miedos que subyacen profundamente en nuestra acomodada sociedad “del bienestar” y de la complacencia consumista: el temor por perder una identidad que se está desdibujando, el temor por la propia seguridad y el temor a perder dinero y una situación privilegiada.
Para que llegue a buen puerto el esfuerzo en favor de los refugiados, se precisa desmontar las campañas en su contra mediante la sensibilización de la opinión pública y de los políticos.

Por ello pasamos a desarrollar esa tarea tomando como base la citada guía de la CIRE.

1“¡Nos invaden los refugiados e inmigrantes! El uso de un lenguaje bélico, desencadena el miedo atávico a los bárbaros. ¿En lugar de “invasión” no es más preciso llamar a este fenómeno “desesperada búsqueda de refugio y vida?.
Unas 900.000 personas llegaron a Europa entre enero y noviembre de 2015, según ACNUR. De ellos más de la mitad son sirios. A pesar de ese número, hablar de ‘invasión’ de Europa por los inmigrantes es una falacia, que se nos “vende” a través de:
– Videos manipulados, frecuentes fotos de naufragios y colas interminables en las fronteras, que los medios de comunicación divulgan ampliamente por su impacto sensacionalista.
– El efectista y costoso cierre de fronteras con muros, alambradas, despliegue de fuerzas etc…, que escenifica el carácter bélico de “la invasión”
– Artículos que propagan el miedo y la xenofobia como eficaz e interesado recurso electoral, que desvía las frustraciones hacia los refugiados e inmigrantes señalados como fáciless e impotentes chivos expiatorios.
– La acentuación del sentimiento de desbordamiento, que oculta la desidia europea durante años, para preparar una red de acogida e integración cuya necesidad no se quiso ver, así como la inoperancia de una política exterior conjunta reticente e incapaz para intervenir en el encauzamiento de los conflictos que repercuten sobre Europa.

Durante muchos años, Europa ha sido egoísta y cicatera con la “asistencia oficial para el desarrollo” que se ha destinado a fomentar las propias exportaciones o a controlar la inmigración, bien en los países de origen o en los países vecinos de obligado tránsito para los inmigrantes. Esta actitud culmina ahora gastando inútilmente dinero para proteger fronteras y expulsar a los extranjeros, cuanto mejor sería dedicarlo a garantizar la paz y el desarrollo en otros países.

La realidad es que no está justificado que Europa se atrinchere así, porque los refugiados tan sólo representan un 0,15% respecto al total de población europea. Es evidente que una distribución uniforme de los mismos sería muy asumible. Pero dificulta esta solución, tanto las preferencias de los propios refugiados por algunos destinos, como los intereses electorales nacionalistas y económicos, que presionan a los líderes europeos para dificultar su acogida y no desarrollar una necesaria red de distribución e integración. Ello hace que un país como Alemania concentre casi la mitad de las peticiones de asilo, lo que puede multiplicar el porcentaje antes dicho. Como puede verse en la figura siguiente:

De hecho hasta el momento España sólo acoge a 18 refugiados de los 160.000 comprometidos por la Unión Europea y no llegan a 6.000 los acogidos en 2015. Objetivamente no es un grave problema ¿qué justifica la opinión española contraria a su acogida? ¿La paupérrima red desarrollada para acogerlos e integrarlos?¿El desinterés en emplear los medios económicos que la UE ha puesto a su disposición para mejorarla?
En países en desarrollo como Turquía, Pakistán y el Líbano están el 86% de los refugiados, a pesar de su menor capacidad para acogerlos. ¿Por qué Europa y España no pueden?

2 “No podemos acoger toda la miseria del mundo”. Europa y América del Norte detentan el 67% de la riqueza mundial, mientras que África posee el 1% y América Latina el 3%. El resto se distribuye entre los países de Asia y el Pacífico.
Frente a esta desigualdad flagrante, una cosa está clara: nuestros países tienen los medios y la responsabilidad de hacer más. Parafraseando el prejuicio anterior: “No se puede tampoco monopolizar la riqueza del mundo”. Tenemos el deber moral de compartirla.

No debemos olvidar que los países occidentales, y especialmente los europeos, han contribuido a crear y a mantener la miseria en el mundo: a) por su parte de responsabilidad respecto a las causas de las guerras que ahora empujan al exilio a millones de personas; b) por sus políticas económicas que sostienen y favorece el desigual reparto de la riqueza en el mundo; y c) por su responsabilidad en la degradación medioambiental y sus consecuencias.

Contrariamente a lo que a veces se piensa, los que emigran no están entre los más pobres ni menos cualificados de sus países. En 2013, el 30% de las personas que emigraron a los países miembros la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) tenían educación superior, y esta proporción aumenta rápidamente. Por otra parte emigrar sale caro y ciertamente los más pobres no pueden. Sólo una minoría de los inmigrantes totales en el mundo (el 35% en 2013) se mueve desde el empobrecido Sur al Norte.

Las cifras, por tanto, no permiten afirmar que los países occidentales se vean solicitados “por toda la miseria del mundo”. Es una exageración intencionada. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (HCR), en 2014 suman 59,5 millones de personas las desplazadas forzadamente, de las cuales 21,3 millones se quedan en las proximidades de las fronteras de sus países.

Ciertamente, a Europa llegan muchas personas (900.000 en 2015 según Eurostat), pero son muchas más las que se han desplazado dentro del territorio sirio (4.000.000) o que se han instalado en los países del entorno, especialmente en el Líbano (1.200.000), Jordania (650.000) y Turquía (1.900.000) en condiciones de gran precariedad y sufrimiento. Y estas son las que no tienen dinero para pagar a los traficantes, no tienen parientes en Europa, o sólo hablan el árabe y no tienen profesiones con buenas perspectivas laborales.

3 “Si les das la bienvenida, vendrán más”. El “efecto llamada”. Emigrar es y seguirá siendo un reflejo de supervivencia profundamente arraigado en la humanidad. Si no se abordan las verdaderas causas de la migración, como la pobreza, la guerra, los desastres naturales o las dictaduras es imposible evitarla. El efecto llamada es claramente una consecuencia de las enormes desigualdades económicas y sociales entre Occidente y el tercer mundo, causa difícilmente resoluble a medio plazo. Otras circunstancias como la mayor o menor facilidad de acogida, suponen un condicionante secundario que solo modula parcialmente la causa principal.

Se achaca a las instituciones y ONG´s que defienden una acogida humanitaria a los refugiados e inmigrantes de un ingenuo e ignorante “buenismo” que amplifica el “efecto llamada”, para desentenderse después de los problemas derivados de la integración en alojamientos, centros de salud, o educativos, mercado de trabajo etc… Se está magnificando esta circunstancia y se ocultan los problemas humanos que precisamente esas instituciones tratan de paliar, ante la pasividad de una Administración que no enfrenta con decisión una adecuada política de integración cada vez más necesaria en una Europa que envejece.

Hay un argumento demagógico muy escuchado que dice ¿Si eres partidario de acoger inmigrantes por qué no te llevas a algunos a tu casa? La respuesta es sencilla: porque es un problema generado socialmente y la responsabilidad de resolverlo es en primer lugar de la sociedad y los Estados, y porque hay recursos colectivos y públicos suficientes a los que se puede acudir antes de solicitar a los ciudadanos que adquieran una responsabilidad individual que no les corresponde.

Porque la acogida de los refugiados no es una obligación sólo moral o un voluntarismo que alienta la migración, es también una obligación legal que recoge la Convención de Ginebra de 1951, y la concesión de la protección se somete a unas condiciones ya fijadas en la misma.
Algunos países europeos reservan para los solicitantes de asilo un destino indigno, caso de Hungría. Pero bajo el pretexto de que otros países son más intolerantes, no debemos revisar nuestros valores a la baja y burlar las obligaciones internacionales. Por desgracia esa es la tendencia general en la UE. Se cierran fronteras y se restringen los derechos de refugiados e inmigrantes.

4 “Ellos vienen solos y luego traen a toda su familia” Dentro de poco serán mayoría. La reunificación familiar es un proceso vivo que permite a personas de origen extranjero que tienen un miembro de su familia en otro país unirse a él, bajo ciertas condiciones. El derecho a la vida familiar es un derecho fundamental consagrado en el artículo 8 del Convenio Europeo de los Derechos Humanos y libertades fundamentales.

Es cierto que casi todos los inmigrantes (exceptuando a los refugiados), son hombres y llegan solos; pues el camino para llegar a Europa es peligroso. Sólo cuando el migrante tiene abierto un futuro mejor y obtiene el certificado de residencia tras adquirir el arraigo en el país, puede traer a su familia.

Las condiciones para la reunificación están bien controladas y no son en absoluto fáciles. El solicitante debe contar con recursos financieros suficientes, un alojamiento adecuado, probar la estabilidad de la relación, etcétera. Es decir demostrar que ha completado un proceso de integración que lo ha llevado a ser ciudadano de la nación a la que llegó como emigrante. ¿Podemos negarle que se lo ha ganado? Los procedimientos duran meses y tienen un costo que puede ser alto: tasas de la embajada, honorarios de legalización de documentos, certificados…

Se difunde que las mujeres musulmanas son alentadas a parir numerosa prole, lo que genera una desproporción numérica en los lugares adonde emigran, y puede llevar a que se conviertan eventualmente en mayoría. Veámoslo objetivamente : Supuestos 500 millones de europeos estabilizados y 40 de musulmanes (¿30% de mujeres?), así como un parto por mujer fértil y año, serían necesarios al menos unos 50 o 60 años para que alcanzaran la mayoría. Ello supone tres generaciones viviendo continuadamente en Europa y parece un peligro un poco lejano. Teniendo en cuenta el grado de asimilación del modo occidental de vida por el colectivo musulmán ¿Quién puede predecir cómo será el musulmán europeo pasadas tres generaciones?.

No obstante lo dicho existe el peligro de que puntualmente se produzcan concentraciones que dificulten la deseable interculturalidad. Pueden favorecerlas el integrismo, el rechazo y reflejo de autodefensa, los guetos económicos, las condiciones laborales…. Estas circunstancias alimentadas intencionadamente pueden llevar a círculos viciosos de encerramiento y violencia, desconfianza, sentimientos de amenaza, y en general xenofobia, por lo cual deben de evitarse por todos los medios.

5 “Son un peligro para nuestra economía”. El cambio demográfico y el envejecimiento de la población en Europa hacen que la inmigración sea cada vez más necesaria para garantizar su futuro. Alemania así lo ha entendido. Un estudio ha demostrado en Suecia que existe una relación positiva entre el número de inmigrantes y la capacidad de exportar del país. Tanto la política de integración de inmigrantes – permitiéndoles el acceso al trabajo -, como las políticas de acogida de los solicitantes de asilo pueden ser caras a corto plazo, pero en el largo plazo permiten a los Estados cosechar los beneficios económicos y sociales de la inmigración.

La inmigración no es de ninguna manera una amenaza para la economía, sino que la mayoría de los estudios realizados tienden a concluir lo contrario. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la inmigración tiene, un efecto neutro o positivo en las principales variables de la economía de un país. La mayoría de los economistas también coinciden en que generalmente, la inmigración tiene un efecto ligeramente positivo en el empleo y los salarios.

6 “Los inmigrantes vienen a quitarnos el empleo”. Creer que los empleos de un país están limitados, es una falsedad que se admite generalmente sin demostración. A menudo la mano de obra extranjera es complementaria a la fuerza de trabajo nacional y los inmigrantes ocupan puestos de trabajo potenciales que antes no existían, bien porque los nacionales no pueden o no los quieren ocupar, bien porque requieren habilidades específicas o están en sectores como la construcción, limpieza, hostelería o servicios de dependencia que no les resultan atractivos. Alternativamente también los inmigrantes pueden ser creadores de nuevos puestos de trabajo cuando se convierten en emprendedores y crean sus propios negocios. En resumen la inmigración lleva en última instancia a más producción y creación de empleo.

Lamentablemente hay empleadores que se aprovechan de la vulnerabilidad de personas indocumentadas o sin permiso de residencia, para pagarles en negro, burlar la normativa laboral y fiscal, o aprovechar su extrema necesidad para someterlos a salarios indignos y a condiciones abusivas de precariedad laboral. Circunstancias que conducen al trabajo basura y el fraude a la Seguridad Social que un Estado de Derecho no debe tolerar. Ante esta situación ¿es la solución culpabilizar a los inmigrantes o la persecución del fraude en la contratación? Como se ha visto en esta época de crisis, esta mano de obra muy precarizada ha sido la primera en ser despedida y ha optado voluntariamente en gran medida por retornar a sus países de origen o buscar otro país de destino, lo cual ha servido como un regulador -a favor del trabajador nacional-, del crecimiento de paro real.

En condiciones normales si los inmigrantes trabajan, ayudan a producir bienes, engrosar la cotización a la Seguridad Social y facilitar los servicios. Si engrosan el número de parados, se van como vinieron en busca de otra vida o si se quedan: ¿qué diferencia hay entre 4,5 millones de parados y quince o veinte mil más?¿En qué porcentaje suponen una competencia para el trabajador nacional o disminuyen el sueldo medio?

7 “Vienen a disfrutar de nuestro sistema social”. Las razones que empujan a los migrantes a dejar su país son muy diversas y no se puede decir que el deseo de aprovecharse de nuestros sistemas de ayuda social y sanitaria sea de los principales (razonamiento que no puede aplicarse a algunos socios de la Comunidad Europea). Por otra parte el acceso de los inmigrantes indocumentados a estos servicios está limitado, y no tienen derecho a la asistencia social ni en general a la asistencia médica completa.
En España siempre tienen derecho a ser atendidos en urgencias, y dependiendo de la autonomía tienen acceso a la asistencia sanitaria de la SS aunque no tengan papeles si están empadronados. Normalmente son muy reticentes a acudir a estos centros, bien por no conocer sus derechos, bien por temor a ser localizados o por no superar las resistencias pasivas que encuentran en muchos de ellos. Están, por tanto, en una situación extremadamente precaria.
Se propaga sin datos que muchos migrantes tienen SIDA, sífilis, tuberculosis abierta, lepra y muchas enfermedades exóticas que nosotros, en Europa, no sabemos cómo tratarlas, al no tener suficiente personal preparado y especializado. Sin embargo podemos comprobar que la incidencia de enfermedades tropicales no resulta estadísticamente significativa en contra del miedo que se pretende difundir.
Por otra parte el accidentado camino de la emigración elimina a los más débiles, que son los que requieren ayuda y se compone mayoritariamente de personas jóvenes con pocas patologías o minusvalías. Si bien los refugiados han traído a lactantes y niños pequeños que requieren una atención adecuada, nunca salvo en escasas reunificaciones familiares, traen ancianos con enfermedades crónicas, que son entre los nacionales los que consumen el mayor gasto de la SS que todos mantienen con sus aportaciones. No puede argüirse pues que el inmigrante constituya una gravosa carga.

8 “Son demasiado diferentes, nunca se integrarán”. Nuestras sociedades son multiculturales y cosmopolitas de hecho. Nuestra cultura se renueva sin cesar gracia a quienes la hacen día a día, y por esto nuestros modos de vida son ricos y variados.

Hay circunstancias puntuales que se magnifican interesadamente, como el hecho de que algunos migrantes no saben comportarse de acuerdo con los parámetros cívicos de Occidente, que chocan con sus costumbres o convicciones religiosas. Análogamente sucede con comportamientos minoritarios violentos en situaciones de discriminación, frustración o desatención ante una necesidad extrema, que por desconocimiento del medio, la cultura y el idioma, sienten como tales y no pueden racionalizar. Está claro que nadie es capaz de cambiar de un día a otro unos usos y costumbres arraigados secularmente en sus culturas; tienen que existir mediadores o traductores que les hagan entender las bases de una mínima disciplina ciudadana.

Menos frecuentes aún son los incidentes achacables a arrogancia o exigencia de migrantes ante el personal de los servicios sociales o sanitarios, o aquellos derivados del fanatismo religioso. Pero profesores, asistentes sociales o sanitarios son agredidos con frecuencia similar por ciudadanos nacionales enfurecidos o que Testigos de Jehová igualmente nacionales, se niegan a determinados tratamientos sanitarios vitales.

Los problemas nacen de la incapacidad o falta de voluntad del mundo político/económico/social para fomentar el “vivir juntos”; de su miedo a la pérdida de identidad y el control de sus privilegios. Si el “vivir juntos” no se aborda o se enfoca de modo inadecuado, las diferencias de origen, religión, comportamientos o estilos de vida conducen al miedo y al rechazo. Pero ¿por qué hemos de aceptar esta postura contraria a lo que nos enseña la Historia?
Los problemas no son culpa necesariamente del otro, del extranjero, pueden deberse a la cerrazón y el rechazo local a priori. ¿Por qué no considerar a los migrantes como ciudadanos activos, no sólo para integrarles, sino como personas que pueden participar plenamente en la construcción de nuestras sociedades multiculturales del mañana?

Si el diálogo, el encuentro y la síntesis social multicultural están en el centro de las políticas nacionales y europeas, sería posible evitar enfrentamientos y caminar hacia un futuro deseable. Pensar que el diferente supone una amenaza es casi siempre el resultado del desconocimiento, o de la desconfianza en los propios valores y en la democracia. El aprendizaje de la lengua y cultura nacional, la vivencia de una ciudadanía democrática, la interiorización de los derechos humanos y las ventajas del estado del bienestar, son jalones del recorrido que permiten a los extranjeros contrastar estos valores con su propia cultura y llegar a considerarse miembros activos dentro de la diversidad de la comunidad nacional que les acogió.

9 “Entre los refugiados, sin duda hay terroristas”. Y violadores y delincuentes de todo tipo. Es una de las frases más repetida por muchos ciudadanos asustados tras cualquier atentado o suceso amplificado por los medios de comunicación. En primer lugar recordemos que los solicitantes de asilo que llegan ahora con nosotros son las primeras víctimas del terrorismo, el radicalismo y el yihadismo, especialmente en Irak y Siria. Es precisamente a causa de estas barbaridades y la violencia de la guerra por lo que están huyendo de sus países.

Aunque no es totalmente imposible que un terrorista se disfrace de refugiado para venir a Europa, porque no existe el riesgo cero, vemos que de hecho han empleado otras vías para establecerse en ella. Esta improbable posibilidad de confundirse con los refugiados, no tiene el peso moral suficiente para calificar como sospechosos a todos los que buscan protección para ellos y sus familias, que sin duda son la inmensa mayoría.

Se dá amplio eco mediático a la alarma social basada en los mensajes sin confirmar que identifican delincuencia o terrorismo con refugiados, pero mucho más restringidos son los desmentidos de acusaciones gratuitas, como las de agresiones sexuales ocurridas en la Nochevieja en Colonia (Alemania). Dos meses después de lo ocurrido y de las acusaciones vertidas, se ha podido saber que solo 3 de los 58 hombres detenidos por los abusos sexuales y robos en Colonia eran refugiados.

Dicho esto, es evidente que las personas refugiadas han sido las más perjudicadas por los hechos que se les han atribuido y que, desde entonces, no se cesa de buscar en ellas fáciles “chivos expiatorios” a los que culpar de todo conflicto social y criminal en el seno de las sociedades europeas.
Debemos hacernos conscientes de que la manera correcta de mantener la identidad europea está en defender nuestros valores, buscar la verdad, acoger y defender los derechos humanos y cumplir con nuestros deberes internacionales.

10 “¿Por qué no se quedan en casa para desarrollar su país”. Muchos inmigrantes no tienen más remedio que abandonar su país, sus hogares y sus familias. Tomar el camino del exilio para escapar de la guerra, la violencia o la pobreza. (art 13 de la Declaración universal de los derechos humanos). Otros escapan de unas condiciones de vida económicamente inviables para sostener unas condiciones de vida mínimamente decentes.

Los inmigrantes son importantes contribuyentes mediante la transferencia de dinero a sus países de origen, como en España se sabe por experiencia. Actualmente los importes enviados por los emigrantes a sus países de origen, son mucho más altos que los presupuestos de la Ayuda Oficial para el Desarrollo a dichos países, Ayudas Oficiales que por otra parte cada vez son menores.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha demostrado que la migración no sólo puede mejorar el desarrollo humano para las personas migrantes, sino también para la nación de acogida y la de origen.
Por tanto la respuesta es clara: porque si consiguen sus objetivos al emigrar, el resultado económico individual y colectivamente en su país de origen es mucho más favorable que el quedarse.