sábado, 18 de septiembre de 2010

Cuando los libros tiemblan


María Rosa Medel, España

Cada vez que los integristas se ponen en movimiento, los libros se echan a temblar.

Y las personas. “Allí donde se queman libros”, advirtió en 1821 Heinrich Heine, “se acaba quemando también seres humanos”. A lo que se refería el último poeta romántico alemán, judío él, era precisamente al Corán. Un siglo más tarde, bajo el régimen nazi de la Alemania de Hitler, el 10 de mayo de 1933 se perpetraba en Berlín la tristemente famosa quema de libros. Luego vendrían las cámaras de gas y los crematorios de los campos de concentración.

El 11 de septiembre de 1973, los militares golpistas chilenos requisaron y quemaron miles de libros de política y de cualquier tema “sospechoso”, incluidos los libros de cubismo, que se hicieron cenizas por asociarlos con… Cuba. Durante este otro capítulo triste de la historia, la dictadura de Pinochet hizo desaparecer a miles de opositores demócratas.

Durante la dictadura militar argentina (1976-1983), camiones militares descargaban libros para ser quemados como “basura marxista”. El 30 de agosto de 1980, la policía de la provincia de Buenos Aires quemó un millón de libros y fascículos. Al igual que en el caso de Chile, al destino de los libros en la hoguera siguió el trágico final de miles de desaparecidos en las cunetas o en los vuelos de la muerte.

Más recientemente, durante la guerra de los Balcanes, la noche del 25 al 26 de agosto de 1992 tropas serbias destruyeron la Biblioteca Nacional de Sarajevo, quemando dos millones de libros. Fue el comienzo del sitio a la capital bosnia, que se saldó cuatro años después con miles de muertos.

Estos días pasados han vuelto a temblar de nuevo los libros, y nosotros con ellos, por culpa de un chalado en Florida, representante de la más rancia derecha ultraconservadora norteamericana, quien había decidido que la mejor forma de conmemorar el aniversario del 11-S era quemando Coranes por todo el mundo.

A pesar de que este individuo tan sólo tiene cincuenta seguidores, ha conseguido poner al mundo en jaque, inclusive puede estar ya satisfecho pues cuando escribo esto ya tiene un muerto para sus memorias.

¿Cuál es la diferencia con los integrismos en el pasado? Que ahora tenemos una sociedad globalizada. En otro tiempo no nos hubiéramos enterado pero ahora, hasta el presidente Obama ha tenido que salir a la palestra.

Los otros integristas, los que malinterpretan el Corán en función de sus intereses, los de la guerra santa, están siempre pendientes de tener motivos para amenazar a los que no piensan como ellos.

No se debe quemar libros, ni los sagrados ni los otros. Son una fuente de cultura y posiblemente si tanto unos como otros se decidieran a poner en práctica la fascinante empresa de leer, tendrían sus mentes más preparadas para la convivencia. Con todo, no deberíamos sacar las cosas de quicio, dando tanta publicidad a la patochada de un iluminado, que se representa a él mismo y a sus cincuenta seguidores…

Hoy más que nunca en la historia, es hora de trabajar todos para que el entendimiento sea la seña de identidad de nuestras sociedades. No es sólo una cuestión de “tolerancia” mal entendida. No se trata de tolerar al distinto; se trata de aceptarlo a nivel de igualdad con nosotros. No se trata de tolerar las creencias de otros, sino de respetarlas y aprender a convivir con ellas. Sólo entonces podremos salir adelante en este mundo tan complejo en el que vivimos.

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Publicado en la columna de la autora en el periódico “Canfali Marina Alta”, Denia, 18 de septiembre de 2010, y en su blog personal en “Periodistas en español”,www.periodistas-es.org

Fuente: LUPA PROTESTANTE
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