El domingo pasado Tomás Muro Ugalde, sacerdote de San Sebastián, Delegado Diocesano de Ecumenismo y profesor en el Seminario, autor de muchos libros, muy conocido y valorado, leyó en la homilía el escrito que después distribuyó a la comunidad y que ha llegado hasta nosotros. La consideramos una reflexión sintomática y orientadora para el invierno eclesial en que viven muchos cristianos.
En tiempos de desolación, no hacer mudanzaAnte la situación del futuro eclesial diocesano
01. Desolación
Es un hecho evidente (si se quieren ver las cosas) que, a raíz del nombramiento del Obispo Munilla para nuestra diócesis de San Sebastián, es difícil la situación que se nos plantea a muchos de nosotros, especialmente sacerdotes, y más que difícil, es más bien triste, de abatimiento y, empleando la expresión de san Ignacio de Loyola, dedesolación.
02. Desolaciones
Desolaciones hay muchas en la vida y causadas por muchos motivos: fracasos y pecado personal, situaciones de baja moral, de hondas decepciones eclesiásticas.
La desolación, dice san Ignacio, aparta de Dios, de los demás y de la misma creación, además de vivir replegados sobre nuestra pobre realidad.
La situación puede ser semejante: quedaban once discípulos, pocos, como nosotros, encerrados y con miedo. Hoy en día nuestra diócesis es una Iglesia débil, envejecida, con nostalgias profundas del Reino de Dios, que es quien nos salva. En esta situación eclesiástica en la que nos vemos sumidos, me resulta difícil hacer mía aquella actitud de los primeros creyentes: se alegraron de ver al Señor, (Jn 20,20). El momento eclesiásticopuede ser brillante, nuestro momento eclesial muy triste. Jerusalem desolata est, (Is 64,10).
03. La desolación esclaviza
La desolación esclaviza nuestra libertad, bloquea la ilusión, la creatividad, y termina por sacar lo peor de nosotros mismos, lo cual no es ni sano, ni bueno.
La desolación desquicia, es decir: nos saca de nuestro quicio, de nuestro eje vital. Dentro de todas las limitaciones y pecado en la vida, sé cuál es mi eje, seré pecador, pero la eterna referencia nostálgica del Padre y su casa, está presente en mí, en nosotros. Y no quiero salir de ese quicio, de tal eje.
04. Cuestiones fundamentales.
Tan fácil como superficialmente se barajan argumentos manidos tales como comunión eclesial y diocesana, obediencia, fidelidad, etc., y se hace caso omiso de realidades anteriores e infinitamente más esenciales a los protocolos episcopales y eclesiásticos. Hay cuestiones como la misma persona humana, la libertad, la justicia, la razón, el pensamiento, la fe, el respeto, la creatividad cultural y eclesial que son muy -muy- anteriores a toda configuración eclesiástico-ideológica coyuntural. En una comunidad e Iglesia de JesuCristo hemos de amar y cuidar todas esas perspectivas primarias y esenciales.
Además, hay también y al mismo tiempo dimensiones evangélicas muy -muy- anteriores a los momentos eclesiásticos; sobre todo la misericordia, la libertad de los hijos de Dios, la gracia, el amor, el perdón.
Misericordia. El Padre, Dios y Jesús sienten lástima, se conmueven ante el sufrimiento de la vida. ¿Los mecanismos eclesiásticos vigentes actualmente sienten, padecen y se compadecen con nuestras búsquedas, crisis y problemas?
La misericordia y la bondad son infinitamente más esenciales que el orden y la disciplina, que la búsqueda (y captura) de una precisión o supuesta inexactitud dogmática o “incorrección” litúrgica.
05. ¿Cómo seguir adelante?
Estando así las cosas, se presenta el problema, al menos a mí, ¿cómo continuar en nuestra iglesia, en nuestra diócesis?
No es razonable vivir siempre en tensión y a bofetadas. No sería lo más mínimo cristiano entrar en una dialéctica de “vencedores y vencidos”. Tampoco es sano el quedarse en una actitud de sometimiento al orden eclesiástico invocando la obediencia. Recuerdo aquello que decía Rahner: es una barbaridad pensar que la verdad viene exclusivamente por boca de la Jerarquía. Me quedo en lo de santo Tomás, la verdad –venga de donde venga- viene del Espíritu Santo.
Sería igualmente triste una comunión por sometimiento y dominación. No seáis como los príncipes de este mundo que tiranizan y oprimen a los suyos…. (Mt 20,25s), que todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8). En la Iglesia no somos súbditos, ni reos: somos hermanos.
Tampoco considero sana una postura “sanchopancesca” de asegurar el puesto de trabajo, el prestigio, “a mí que me dejen en paz”… El espíritu y la elegancia evangélicas no permiten tal posición.
Me vienen a la mente y al corazón algunas consideraciones existenciales.
05.1 permaneced
En tiempo de desolación no hacer mudanza, dice nuestro paisano y patrono, San Ignacio de Loyola
Yo no cambio en estos tiempos de turbación y desolación.
Siguiendo la tradición de san Juan: Permaneced (Jn 15,4.9; 1Jn 2,28).Permaneced en lo que os enseñé desde el comienzo, (1Jn 2,24).
Permanezco en el Evangelio del Señor, en lo que me enseñaron mis mayores, en lo que aprendí y disfruté en los tiempos, teología y gracia conciliares (Vaticano II), en la humilde síntesis eclesial crítica que he ido construyendo y elaborando en la vida en comunión con mi iglesia local, con el testimonio y ayuda de mis compañeros, amigos y de muchos creyentes.
Permanezco en la gracia (gratuidad) de la vida, en la libertad y respeto a fondo perdido que me enseñó a leer en San Pablo el P. Decloux[1]. Permanezco en el sentido de justicia e igualdad de los seres humanos que me transmitió mi padre y más tarde “daría forma académica” Dn Ricardo Alberdi. Permanezco en la libertad del espíritu que me enseñó el buen profesor de moral, JM Múgica. Permanezco en la espiritualidad abierta a la que me inició Juan M Lekuona. Permanezco en la compasión evangélica que algunas personas cristianas y no cristianas, me han hecho percibir en la vida para conmigo mismo y para con los demás: en momentos de enfermedad y de soledad pastoral. Recuerdo con gratitud al médico Carlos García del Río. Permanezco en el espíritu evangélico de muchos misioneros y misioneras que “quemando las naves”, dan lo mejor de sí, sus vidas por el Evangelio.
Permanezco en lo que aprendí en aquellos años liberadores del Vaticano II: en su eclesiología, en la recuperación bíblica, en las formulaciones teológicas de aquellos grandes creyentes.
Permanezco en lo que me enseñaron desde el principio
05.2 Permanezco agradecidamente (gracia)
Todo eso lo vivo agradecidamente, como gracia. No defiendo violentamente mi fe contra nadie: la vivo amablemente y aquella gratitud alivia y potencia las noches del alma e inviernos eclesiales (K. Rahner) en que estamos sumidos.
La gratuidad cura, sana.
05.3 Hemos predicado el evangelio recibido
Parece que con la nueva situación eclesiástica se nos está diciendo que todo lo hemos hecho mal. Se nos está diciendo que hemos traicionado el evangelio, hemos perdido el tiempo, litúrgicamente somos un desastre, hemos traicionado a la iglesia, al Reino de Dios, la secularización nos invade…
¡No es verdad! Como Pablo, no me avergüenzo, en nuestra diócesis no nos hemos avergonzado del Evangelio, (Rom 1,16). También como Pablo, el evangelio que hemos predicado no es de ningún hombre, sino del Señor (Gál 6,11). Aunque no recibamos parabienes ni beneplácitos intramundanos, Dios bendice nuestro trabajo, hemos hecho lo que hemos podido. No hemos trabajado por el éxito, sino por el mérito y la gracia del Señor.
05.4 hacia las fuentes de agua viva: ad deum qui laetificat juventutem meam
Permanezco y, al mismo tiempo, me remonto con gratitud al Dios que alegró, que ilusionó mi opción y mis decisiones en la juventud.
Dice también san Ignacio que, en la desolación hay que hacer memoria de nuestro principio y fundamento.
No modificar las opciones y elecciones de nuestra existencia tomadas antes de la experiencia de desolación.
(Ejercicios n 318, quinta regla).
Me remonto ad Deum qui laetificat juventutem team, que tantas veces rezamos con el salmo 42. Me remonto al Dios que impulsó con ilusión las opciones de mi juventud Si hoy encontramos tristeza, vuelvo a las fuentes originales. Hago mío el salmo 70: Tú fuiste mi esperanza y confianza desde mi juventud, no me abandones ni rechaces ahora en la vejez.
Salí de aquel Egipto, salí de aquel “dios” que era más un faraón que el padre de Jesús, salí de aquellas esclavitudes morales condenatorias y represivas, salí de aquellas disciplinas y cilicios, salí de la inquisición en pos de la Verdad. Yo “allí” no vuelvo. Seguiré viviendo el salmo 113: In exitu Israel de Aegipto.
No modifico la opción fundamental y decisiones que tomé. Recuerdo -kardias- con gozo y gratitud (gracia) mi humilde pasado creyente y el habitat de mis opciones.
05.5 Proteger nuestra libertad
Mala y frecuente tendencia eclesiástica es la de invadir los ámbitos más íntimos y profundos de la persona y su libertad.
Por pudor y entereza humana habrá que proteger la libertad honda para que no quede todavía más empobrecida. Somos libres, que para ser libres nos ha liberado Cristo (Gál 5,1).
Por otra parte por ser cristiano e hijo de unos tiempos culturales en los que amamos a fondo perdido la libertad, no renuncio a pensar, buscar y respirar libremente.
05.6 paciencia
La desolación conlleva tribulación, lo cual hará activar la paciencia.
La tribulación produce paciencia y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. (Rom 5,3-4).
La paciencia y la esperanza no se afincan en lo intramundano, sino en Dios. Esto significa que, más que nunca, hay que dirigir la mirada hacia el horizonte infinito (Rahner), por encima de todas las mediaciones.
mejor es fiarse del Señor que fiarse de los jefes (Salmo 117,9) Y sé de quién me he fiado, (2Tim 1,12).
05.7 Vivir en profundidad nuestra realidad personal y pastoral
Habremos de vivir nuestra propia vida y nuestro “pequeño pero denso mundo pastoral” con gozo, con gratitud, con hondura y libertad.
No hemos perdido el tiempo en la vida, no somos arrianos, no somos santos, pero no necesitamos una sanatio in radice. Somos trabajadores en la mies del Señor, algunos de primera hora, otros de última hora, (Mt 20), unos con más talentos otros con menos, pero todos hemos trabajado y el buen Dios nos bendice a todos por igual, también a los que no han podido trabajar por las razones que sean.
Habremos de vivir la profundidad de nuestros pequeños mundos y universos de sentido, culturales, pastorales, teológicos. Quizás habremos de vivir con la experiencia de la profundidad el salmo 138
Una catequesis bien preparada, una Eucaristía celebrada lo mejor posible, una reflexión ofrecida con bondad y hondura es infinitamente más profunda que un activismo desenfrenado o mil planes pastorales.
05.8 Ayudarnos los curas unos a otros.
Siempre ha habido y habrá diversidad y pluralismo en la iglesia (y en todos los ámbitos).
En nuestra iglesia local vivimos la fe en diversidad, en pluralismo. Esto no solamente no es negativo, sino positivo. En el fondo es la eclesiología carismática de san Pablo.
Me parece a mí que los curas, -especialmente los curas-, habremos de ayudarnos, acompañarnos, animarnos sobre todo cuando no coincidamos con la línea episcopal de la diócesis. Incluso las Unidades Pastorales tendrán algún sentido cuando partan no “desde arriba”, sino desde la ayuda fraterna.
05.9 Nada te turbe nada te espante. Vive en paz.
A ciertas alturas de la vida y cuando uno ya está más cerca delrequiem aeternam que del puer natus es nobis, el peso de la vida y de lo vivido confieren una altura de vuelo (no por méritos propios, sino por la misma densidad de la existencia) y desde esa altura de los años, uno ve que el fundamento no está en la coreografía, menos en el poder; la piedra angular es el ser, Dios. Nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta.[2]
Por otra parte, me acerco a las consideraciones, a la oración de Teilhard, que hubo de vivir en su propia persona tiempos y penas más que recias. Decía, oraba Teilhard:
[2] Nada te turbe, nada te espante todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta. (Santa Teresa)
Fuente: ATRIO
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