Querido amigo:
Me pides en tu carta un camino bíblico de búsqueda de Dios, de realización de tu vida de acuerdo con el plan de Dios.
Antes de ofrecerte mi reflexión de lectura orante de la Biblia, de la Sagrada Escritura, quiero hacerte unas pequeñas aclaraciones. A veces tendemos a sacralizar las Palabras de la Biblia como si ella fuera un dictado del mismo Dios. Como si lo que se contuvieran en ella fuera dicho “expresis verbis” –decían los antiguos- por boca del mismo Dios. Y con mucha frecuencia olvidamos aquellas palabras de Pedro: “hombres como eran hablaron de parte de Dios, movidos por el Espíritu Santo”. 2P 1,21. Por supuesto que la palabra bíblica es Palabra de Dios totalmente, pero es también totalmente palabra del hombre que la pronunció. La Biblia no es un aerolito caído del cielo, sino que nace en una cultura, con unos parámetros de pensamiento, y unas normas dietéticas y morales que la Biblia hace suyas, más bien, no la Biblia, sino el hombre de la Biblia.
Sacralizar la Biblia en su letra, la hace perder la maravillosa humanidad de su historia en camino: su avanzar, a fuerza de tanteos en la oscuridad, de búsqueda en conflicto hacia un rostro cada vez más verdadero de Dios y menos indigno de su amor.
En la Biblia parecen concepciones extraviadas sobre Dios; unas de corte mágico o caprichoso (el dios de los sueños, de las suertes y de la nigromancia), rostros horribles (el dios que manda exterminar a pueblos enteros), interpretaciones dolorosas (el dios que envía la peste, la enfermedad y el castigo). Leídas literalmente, muchas narraciones resultan simplemente intolerables, y los creyentes deberíamos ser mucho más explícitos en el reconocimiento de este hecho y exquisitamente cuidadosos en la interpretación de este tipo de textos.
Dicho esto paso a lo que me pides en respuesta sumamente bíblica a tu miedo a condenarte por ser gay. ¿Qué es lo que te pide Dios? Voy a tratar de responderte a través de la Biblia, porque como dice la Escritura: “Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad de Señor; dichoso el que guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón” Sal 1, 1ss. Tu buscas sabiduría, pero no la sabiduría de este mundo, sino la sabiduría que viene de Dios, por eso Dios te responde: “Dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia: adquirirla vale más que la plata, y su renta más que el oro; es más valiosa que las perlas, ni se le comparan las joyas” Pr 3,13-15.
El mirar de Dios hacia ti, siempre es una mirada de amor, porque el mirar de Dios es amar y hacer dones, “mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos!” 1Jn 3,1.
Pero “Señor, ¿Quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua, el que no hace más a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor, el que no retracta lo que juró aun en daño propio, el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará” Sal 14.
Tu, querido amigo, buscas la voluntad de Dios en tu vida, tu no eres como aquellos de los que habla el Salmo 35: “El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: no tengo miedo a Dios ni en su presencia”
Pero la voluntad de Dios es clara en toda la Escritura: “No hagas a otro lo que a ti no te agrada. Da tu pan al hambriento y tu ropa al desnudo. Pide consejo al sensato y no desprecies un consejo útil. Bendice al Señor Dios en todo momento, y pídele que allane tus caminos” Tb 4, 16-17.19-20
Tienes miedo en tu vida de no cumplir la ley. No es ahora momento de explicar la prohibición que hace san Pablo. La cita de romanos donde condena de forma tan clara la homosexualidad, se puede explicar de muchas maneras. Habla en un contexto de idolatría, la idolatría que se daba en los cultos paganos con la prostitución sagrada masculina y femenina; pero no quiero hablar ahora de eso. ¿Quieres cumplir la ley? Pues escucha: “A nadie le debáis nada más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera” Rm 13,8-10 Pos eso, querido hermano, ama y haz lo que quieras.
Si quieres vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, si quieres que el día del juicio te vea con misericordia, sigue a Jesucristo, porque “el que me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” Jn 8,12. Y en esto sabemos que amamos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos. “Quien dice yo le conozco y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en Él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió Él” 1Jn 2, 3-6.
Pero, ¿cuales son los mandamientos que el texto anterior nos habla? Pues sigamos leyendo:“Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó” 1Jn 3,23 En esto querido amigo, consiste la vida cristiana.
No me quiero alargar mucho más; al final de la vida Dios te va a juzgar en el amor. No te va a preguntar si te gustaban las chicas o los chicos, si te iban mejor las mesas o las sillas, si te acostabas con hombres o con mujeres. Al final Dios te va a Juzgar en el amor. Y esto no lo digo, sino que el mismo Señor lo dice: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme’. Entonces los justos le contestarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?’ Y el rey les dirá: ‘Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis’. Y entonces dirá a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis’. Entonces, también éstos contestarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?’ Y él replicará: ‘Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo’. Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna” Mt 25, 31-46.
Por eso, querido amigo, si te preocupa la condenación eterna, preocúpate del amor, de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y al prójimo como a ti mismo. Sólo así alcanzarás la vida. En el momento que te dejes amar por Dios de verdad, sin obstáculo, cunando dejes de ver en Él un ogro que impide tu felicidad, cuando aprendas de Jesús a llamarlo ABBA_ PAPÁ, entonces comenzará una historia de auténtica felicidad para ti.
Y con esto no te estoy diciendo que a partir de ahora hagas lo que te da la gana. El amor es mucho más exigente que esas leyes morales en que hemos convertido muchas veces la vida cristiana. El amor exige una entrega total al hermano hasta dar la vida, exige morir a nosotros mismos; y el amor exige también una forma de vivir la sexualidad no como utilización del otro, sino como entrega mutua. Pero esto no es el tema de ahora.
Espero haberte ayudado en algo. Si es así, Gracias a Dios. Si quieres podemos seguir compartiendo. Escríbeme cuando quieras. Te tengo muy presente en mi oración.
El Diacono
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