Cristina F. Pereda · (Washington) / Periodismohumano.com
La periodista Claudia Núñez es una de las más prestigiosas en los medios hispanos estadounidenses
La situación en la frontera ha cambiado la forma de trabajar de muchos profesionales, afectados directamente por la violencia
Núñez cuenta que los flujos migratorios no son los de antes: "Ahora también emigran por la violencia"
Frontera entre México y California - Foto: Bisayan lady. Flickr
Cuando los medios norteamericanos hablan de inmigración, de violencia, de inseguridad en la frontera, se refieren a miles de ciudadanos -con documentos y sin ellos- que viven atrapados en esa situación. Entre unos y otros hay un puñado de periodistas, muchos de ellos inmigrantes, que han visto cambiar el rostro de la frontera con una perspectiva privilegiada.
Entre ellos está Claudia Núñez, una de las periodistas hispanas de más prestigio en el país. Sus reportajes para el diario La Opinión de Los Ángeles le han valido numerosos premios y son una ventana abierta a la auténtica realidad de la frontera. Testimonios de víctimas de la esclavitud moderna, el fracaso de la lucha de George Bush contra la explotación sexual y una operación del FBI para eliminar una red de trata de personas. Esta misma semana, la periodista investiga el supuesto fraude de los policías de la aduana en la frontera entre México y Estados Unidos, que han sido acusados de dejar pasar a traficantes.
“Es verdad que ha aumentado el nivel de violencia, pero no es cierto el argumento empleado por los políticos, que han relacionado violencia con inmigración”, nos cuenta Núñez. “Lo han manipulado, es un tema de drogas, de consumo, de adicción, de armas y de seguridad. Las víctimas han entrado en un círculo vicioso por culpa de las autoridades, que quiere controlar cómo se representa todo”.
Y entre las víctimas, también hay periodistas. Aunque Núñez dice sentirse mal porque, dentro de lo que cabe, es una privilegiada al poder contar la historia desde este lado de la frontera: “Los compañeros en México viven una situación mucho peor. “Después de todos estos años, nunca hemos visto nada a este nivel”. Núñez se refiere a tener que cambiar noticias, retirar parte de la información, dejar de llevar fotos de familiares en la cartera o quitarse el anillo de casada al ir a cubrir determinadas historias. “Ahora ya da igual si vas a cubrir una historia sobre campos agrícolas, te siguen igual. Tienen todo controlado”.
Periodismo entre miedo y silencio
Más de diez años de experiencia como reportera, y en una de las zonas del país que más han cambiado en una década, han convertido a Núñez en testigo de los problemas que afectan al suroeste de Estados Unidos. Aunque cubre toda clase de noticias, sus reportajes de investigación han desvelado en muchas ocasiones historias que escapan -o a las que llegan tarde- los medios de comunicación nacionales.
“Siempre me han llamado la atención los temas sociales, humanos, el tráfico de drogas y de personas, la violencia, la fuga de cerebros, todo lo que rodea a este cambio tan drástico y que ha sucedido en tan poco tiempo“. Núñez habla del aumento de la violencia. Y sobre todo el miedo que lo ha impregnado todo: “Hay tanto miedo, tanta intimidación que muchas cosas se quedan sin denunciar. El miedo ha silenciado muchas víctimas, muchos golpes, muchos secuestros”.
Y ha cambiado el trabajo de los periodistas. La situación actual en la frontera no sólo ha obligado a Núñez, como a tantos otros periodistas locales, a cambiar algunos hábitos y trabajar de otra manera con sus fuentes. Antes sentían, al verla como reportera hispana, que tenían una conexión con ella. Compartían información que no darían a otros periodistas norteamericanos. Ahora tienen miedo de hablar y hasta que le vean como reportera. “Acabo de hacer un reportaje en Laredo y me quedé con una familia que pidió que nunca me identificara como reportera. Tienen miedo”, comenta.
También le impide conseguir el otro lado de la historia. “Aunque intentamos alejarnos de los estereotipos, cada vez cuesta más tener todas las fuentes”, afirma. Las autoridades, agencias gubernamentales y organizaciones locales cada vez dan menos información cuando ven que se trata de reporteros hispanos.
Periodistas e inmigrantes
A pesar de sus años como reportera, de revelar redes de tráfico de personas y sacar a la luz la esclavitud del siglo XXI, Núñez todavía habla de todos estos cambios con cierta sorpresa. Como si no creyera hasta dónde ha llegado a sufrir la comunidad de la frontera. Cuando habla de inmigración, el tono es distinto. Como tantos compañeros de profesión y como sus fuentes, es inmigrante. Estudió en México y llegó a Estados Unidos como corresponsal en 1998. Después llegaría la oportunidad que nunca se atrevía a soñar, trabajar para La Opinión -el diario grande de la costa oeste-.
Y entre tanto, una familia de migrantes, los recuerdos de familiares que marchaban a Estados Unidos, celebraciones por los que regresaban y una abuela que veía a todos ir y venir.
“Cuando oímos hablar de la reforma, para algunos se trata sólo de un discurso político pero para reporteros como nosotros que estamos cerca de las familias, vemos que no. Sonhistorias de esperanza, sueños rotos y vuelta a empezar. Son madres que quieren un futuro para sus hijos, que tienen miedo a salir a la calle, a pasar cerca de la policía, obsesionadas con no llamar la atención”, comenta.
Núñez está convencida de que cualquier reforma de inmigración será diseñada, únicamente, para aquellos que ya están en el país y no cambiará nada para los nuevos flujos migratorios. El presidente Barack Obama prometió durante la campaña electoral que realizaría una reforma durante sus primeros 12 meses de mandato. No lo cumplió. La reforma sanitaria se torció, exigió más negociaciones y concesiones de las esperadas y la inmigración se cayó de la lista. Los intentos posteriores, como una ley para procesar la nacionalidad de jóvenes estudiantes y con la condición de que accedieran a la universidad o al ejército, no han salido adelante por la oposición de los republicanos.
Los intentos para cumplir con “la promesa” han sido, además, muy tímidos y han abierto paso a esfuerzos más radicales como la polémica ley SB1070 de Arizona, que otorga a las fuerzas de seguridad la competencia para comprobar los documentos de cualquier persona “sospechosa de ser ilegal”. Hasta entonces, sólo podían hacerlo los agentes de inmigración y una vez que la persona hubiera cometido un delito, no antes.
El gobierno de Obama ha llevado la ley de Arizona a los tribunales, pero no ha impedido que se estudie aprobar copias en otros estados del país ni que se intente retirar el derecho a la ciudadanía de los niños descendientes de inmigrantes indocumentados que nazcan en Estados Unidos. Dos años y demasiadas polémicas después, los inmigrantes indocumentados siguen en la misma situación, pero con más miedo.
Lo que sí ha cambiado es el contexto de los que emigran ahora. ”No estamos hablando de las oleadas de inmigrantes de hace cinco años, cuando cruzaban la frontera pensando en un trabajo. Ahora tienen otras razones, y una de ellas es la violencia“, afirma Núñez. ”Ahora no te mata el desierto ni el río, te mata el cartel por no pagar”.
Dentro de Estados Unidos, muchos de los que sobrevivieron al río ya no esperan a la reforma. Cuando llegaron las primeras noticias de inmigrantes que volvían a México, muchos las leyeron con escepticismo. Eran historias de la crisis, de la falta de oportunidades, del colapso económico que ahogó y ahoga a muchas familias hispanas. Hoy es una tendencia confirmada que muchos, como Núñez, nunca imaginaron.
“Lo estoy contando ahora como si contase una noticia inverosímil, pero ahí está, hay inmigrantes en los consulados pidiendo la doble nacionalidad de sus hijos -que son norteamericanos- para poder regresar a su país, las escuelas se quedan sin niños porque sus padres los han llevado a México…”, comenta con una sonrisa. “Una historia que jamás pensé ver en este país”.
Fuente: CHACATOREX
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Núñez cuenta que los flujos migratorios no son los de antes: "Ahora también emigran por la violencia"
Cuando los medios norteamericanos hablan de inmigración, de violencia, de inseguridad en la frontera, se refieren a miles de ciudadanos -con documentos y sin ellos- que viven atrapados en esa situación. Entre unos y otros hay un puñado de periodistas, muchos de ellos inmigrantes, que han visto cambiar el rostro de la frontera con una perspectiva privilegiada.
Entre ellos está Claudia Núñez, una de las periodistas hispanas de más prestigio en el país. Sus reportajes para el diario La Opinión de Los Ángeles le han valido numerosos premios y son una ventana abierta a la auténtica realidad de la frontera. Testimonios de víctimas de la esclavitud moderna, el fracaso de la lucha de George Bush contra la explotación sexual y una operación del FBI para eliminar una red de trata de personas. Esta misma semana, la periodista investiga el supuesto fraude de los policías de la aduana en la frontera entre México y Estados Unidos, que han sido acusados de dejar pasar a traficantes.
“Es verdad que ha aumentado el nivel de violencia, pero no es cierto el argumento empleado por los políticos, que han relacionado violencia con inmigración”, nos cuenta Núñez. “Lo han manipulado, es un tema de drogas, de consumo, de adicción, de armas y de seguridad. Las víctimas han entrado en un círculo vicioso por culpa de las autoridades, que quiere controlar cómo se representa todo”.
Y entre las víctimas, también hay periodistas. Aunque Núñez dice sentirse mal porque, dentro de lo que cabe, es una privilegiada al poder contar la historia desde este lado de la frontera: “Los compañeros en México viven una situación mucho peor. “Después de todos estos años, nunca hemos visto nada a este nivel”. Núñez se refiere a tener que cambiar noticias, retirar parte de la información, dejar de llevar fotos de familiares en la cartera o quitarse el anillo de casada al ir a cubrir determinadas historias. “Ahora ya da igual si vas a cubrir una historia sobre campos agrícolas, te siguen igual. Tienen todo controlado”.
Periodismo entre miedo y silencio
Más de diez años de experiencia como reportera, y en una de las zonas del país que más han cambiado en una década, han convertido a Núñez en testigo de los problemas que afectan al suroeste de Estados Unidos. Aunque cubre toda clase de noticias, sus reportajes de investigación han desvelado en muchas ocasiones historias que escapan -o a las que llegan tarde- los medios de comunicación nacionales.
“Siempre me han llamado la atención los temas sociales, humanos, el tráfico de drogas y de personas, la violencia, la fuga de cerebros, todo lo que rodea a este cambio tan drástico y que ha sucedido en tan poco tiempo“. Núñez habla del aumento de la violencia. Y sobre todo el miedo que lo ha impregnado todo: “Hay tanto miedo, tanta intimidación que muchas cosas se quedan sin denunciar. El miedo ha silenciado muchas víctimas, muchos golpes, muchos secuestros”.
Y ha cambiado el trabajo de los periodistas. La situación actual en la frontera no sólo ha obligado a Núñez, como a tantos otros periodistas locales, a cambiar algunos hábitos y trabajar de otra manera con sus fuentes. Antes sentían, al verla como reportera hispana, que tenían una conexión con ella. Compartían información que no darían a otros periodistas norteamericanos. Ahora tienen miedo de hablar y hasta que le vean como reportera. “Acabo de hacer un reportaje en Laredo y me quedé con una familia que pidió que nunca me identificara como reportera. Tienen miedo”, comenta.
También le impide conseguir el otro lado de la historia. “Aunque intentamos alejarnos de los estereotipos, cada vez cuesta más tener todas las fuentes”, afirma. Las autoridades, agencias gubernamentales y organizaciones locales cada vez dan menos información cuando ven que se trata de reporteros hispanos.
Periodistas e inmigrantes
A pesar de sus años como reportera, de revelar redes de tráfico de personas y sacar a la luz la esclavitud del siglo XXI, Núñez todavía habla de todos estos cambios con cierta sorpresa. Como si no creyera hasta dónde ha llegado a sufrir la comunidad de la frontera. Cuando habla de inmigración, el tono es distinto. Como tantos compañeros de profesión y como sus fuentes, es inmigrante. Estudió en México y llegó a Estados Unidos como corresponsal en 1998. Después llegaría la oportunidad que nunca se atrevía a soñar, trabajar para La Opinión -el diario grande de la costa oeste-.
Y entre tanto, una familia de migrantes, los recuerdos de familiares que marchaban a Estados Unidos, celebraciones por los que regresaban y una abuela que veía a todos ir y venir.
“Cuando oímos hablar de la reforma, para algunos se trata sólo de un discurso político pero para reporteros como nosotros que estamos cerca de las familias, vemos que no. Sonhistorias de esperanza, sueños rotos y vuelta a empezar. Son madres que quieren un futuro para sus hijos, que tienen miedo a salir a la calle, a pasar cerca de la policía, obsesionadas con no llamar la atención”, comenta.
Núñez está convencida de que cualquier reforma de inmigración será diseñada, únicamente, para aquellos que ya están en el país y no cambiará nada para los nuevos flujos migratorios. El presidente Barack Obama prometió durante la campaña electoral que realizaría una reforma durante sus primeros 12 meses de mandato. No lo cumplió. La reforma sanitaria se torció, exigió más negociaciones y concesiones de las esperadas y la inmigración se cayó de la lista. Los intentos posteriores, como una ley para procesar la nacionalidad de jóvenes estudiantes y con la condición de que accedieran a la universidad o al ejército, no han salido adelante por la oposición de los republicanos.
Los intentos para cumplir con “la promesa” han sido, además, muy tímidos y han abierto paso a esfuerzos más radicales como la polémica ley SB1070 de Arizona, que otorga a las fuerzas de seguridad la competencia para comprobar los documentos de cualquier persona “sospechosa de ser ilegal”. Hasta entonces, sólo podían hacerlo los agentes de inmigración y una vez que la persona hubiera cometido un delito, no antes.
El gobierno de Obama ha llevado la ley de Arizona a los tribunales, pero no ha impedido que se estudie aprobar copias en otros estados del país ni que se intente retirar el derecho a la ciudadanía de los niños descendientes de inmigrantes indocumentados que nazcan en Estados Unidos. Dos años y demasiadas polémicas después, los inmigrantes indocumentados siguen en la misma situación, pero con más miedo.
Lo que sí ha cambiado es el contexto de los que emigran ahora. ”No estamos hablando de las oleadas de inmigrantes de hace cinco años, cuando cruzaban la frontera pensando en un trabajo. Ahora tienen otras razones, y una de ellas es la violencia“, afirma Núñez. ”Ahora no te mata el desierto ni el río, te mata el cartel por no pagar”.
Dentro de Estados Unidos, muchos de los que sobrevivieron al río ya no esperan a la reforma. Cuando llegaron las primeras noticias de inmigrantes que volvían a México, muchos las leyeron con escepticismo. Eran historias de la crisis, de la falta de oportunidades, del colapso económico que ahogó y ahoga a muchas familias hispanas. Hoy es una tendencia confirmada que muchos, como Núñez, nunca imaginaron.
“Lo estoy contando ahora como si contase una noticia inverosímil, pero ahí está, hay inmigrantes en los consulados pidiendo la doble nacionalidad de sus hijos -que son norteamericanos- para poder regresar a su país, las escuelas se quedan sin niños porque sus padres los han llevado a México…”, comenta con una sonrisa. “Una historia que jamás pensé ver en este país”.
Fuente: CHACATOREX
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