José Maria Castillo, teólogo
Los medios de comunicación difunden hoy la noticia según la cual la profesión que hace más felices a los hombres es la de sacerdote. Por otra parte, se supone que los sacerdotes son auténticos discípulos de Jesús. Pues bien, esta noticia, en el marco de tal suposición, hace que el Evangelio de la misa de hoy sea parte importante de la noticia. Una parte que, según mis sospechas, mucha gente no va a tener en cuenta. Me limito a poner aquí el texto de ese Evangelio. Y a copiar el comentario que escribí, el año pasado, en mi pequeño libro de comentarios a los textos litúrgicos de cada día del año:
Lc 21, 12-19
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre; así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa; porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrán hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas”.
1. Hablar de persecución es hablar de violencia. De ahí que la lectura de este texto plantea una pregunta lógica y necesaria: ¿por qué se va a ejercer tanta violencia contra los discípulos de Jesús? Si el Evangelio es un mensaje de rectitud ética, de generosidad, de libertad y de esperanza, ¿qué hay de malo en todo eso como para perseguir a muerte a quienes transmiten tal mensaje? Es más, ¿por qué los portadores de un mensaje anti-violento van a tener que soportar la violencia, el abandono y hasta el odio de todos, incluidos los familiares y amigos más íntimos?
2. La violencia es un fenómeno complejo y, por eso mismo, difícil de explicar. Porque son muy diversos los factores que desencadenan la violencia de unos seres humanos contra otros. En el texto de este evangelio, Jesús se refiere a la violencia que procede de dos frentes: 1) el frente político (“reyes y gobernadores”); 2) y el frente de la familia y los amigos. Esto supuesto, se puede asegurar que Jesús pensaba en la violencia que proviene de quienes amenazan o alteran el “orden establecido”. Toda sociedad organizada se mantiene como tal sobre la base del “orden”.
Pero el “orden” es posible solamente en la medida en que se vence el “caos”. Lo que supone que quienes tienen el poder (político o familiar), por eso mismo se sienten con el derecho y el deber de someter y castigar a quien altera el orden. Ahora bien, tal como somos los humanos, esto significa que “el proyecto del orden ha traído a los hombres un aumento sin fin de la violencia” (Wolfgang Sofsky).
3. Así las cosas, si el mensaje del Evangelio se toma en serio, se asume responsablemente y de él se extraen las debidas consecuencias, es inevitable la persecución y la violencia. Porque la “utopía” del Evangelio no encaja en el “orden” que se sustenta sobre la base del poder que, mediante el miedo, domina, castiga o excluye a todo el que no se le somete. Los insumisos al orden son los marginales, que, por ser marginales, son estigmatizados, recluidos o excluidos. La cárcel, el desprestigio y la soledad son el precio de la libertad. Un precio que, a veces, lleva a los excluidos hasta la tumba. Jesús fue así el “jefe de fila” de los creyentes (Heb 12, 2) (H. U. Von Balthasar).
Fuente:Redes Cristianas
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