martes, 15 de noviembre de 2011

México: Infiltracion.




Alberto Híjar Serrano
Vivimos ya una vida tan precaria y amenazada como la de los exiliados que han tenido que encontrar otro país. Lo mismo españoles que alemanes y judíos del siglo pasado en guerra promovida por el fascismo y el nazismo, que sudacas, caribeños y centroamericanos agobiados por las dictaduras, encontraron en México un remanso para sobrevivir y pasarla bien. Sólo algunos, como Francisco Miguel el pintor español, luego de ser retratado por Siqueiros en Taxco, para pasar al catálogo como retrato de desconocido, regresaron a la lucha y murieron en ella.
Ahora es clara la necesidad de la represión y la censura para proteger la dictadura del capital financiero.
La distracción en términos militares propuesta por el FBI y la CIA desde los años de la postguerra mundial, sustituye la información indeseable para los dictadores por concursos, falsa filantropía y pésimo futbol, todo para exaltar la competitividad como motor nacional. Ni una palabra sobre los presos políticos, sobre los plantones de indignados mexicanos, la caravana de familiares centroamericanos recorriendo México en busca de sus desaparecidos entrañables; nada sobre la brutal represión en Ciudad Juárez como experimento para probar la resistencia popular en un lugar preferido por el crimen organizado, el del Estado y el del narcotráfico y el contrabando; nada sobre los congresos campesinos e indígenas, el Congreso de Tierras, Territorios y Soberanía en Cali, Colombia, la Conferencia Sindical Nacional del SME con representaciones de diversas partes del mundo e indignados de Marruecos y Chile; tampoco merece atención de las televisoras la elección de jueces por votación abierta en Bolivia.
Ya se olvidaron los diputados y senadores y las comisiones de derechos humanos y contra la discriminación, de los infiltrados reconocidos por el gobierno yanqui no sólo en las estructuras militares y policíacas de México. No puede ser de otra manera para Estados Unidos con una historia construida por invasiones, masacres genocidas, guerras injustas, asesinatos de presidentes y funcionarios democráticos, proyectos culturales contrainsurgentes para eludir impuestos y lavar la puerca imagen de los consorcios imperiales. Veamos el caso de George W. H. Bush enrolado por la CIA en pleno sabotaje del arranque de la Revolución Cubana. El joven alcohólico reclutó criminales para la Brigada 2506 que atacó y fue derrotada en Bahía de Cochinos en Cuba en 1961. El simpático presidente Kennedy aprobó esto y más, mucho más, en perjuicio de Vietnam.
La Escuela de las Américas en Panamá formó mercenarios de alto nivel para lo que se ofreciera: golpe de Estado en Brasil contra Goulart, seguimiento del Che desde el Congo y hasta Bolivia, escalada de la invasión de Vietnam hasta Kampuchea, apoyo a los dictadores africanos contra los gobiernos de liberación nacional y por ahí Posada Carriles, el invicto asesino de 73 cubanos en vuelo, John Dimitri Negroponte recientemente encargado de un puesto de segundo nivel después de Obama luego de ser embajador en México con el Beneplácito del Senado. El golpe militar en Chile de 1973 tuvo en Bush, embajador en la ONU, un vocero anticomunista principal fundador en 1976 del Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) para atentar contra los proyectos democráticos en América como la terrible Operación Cóndor. Tiene razón el compañero Chomsky cuando imagina  para los okupas de Wall Street un comando árabe en Estados Unidos para ocupar la casa de los Bush y asesinarlos de manera semejante a como ocurrió con la familia Bin Laden. Chomsky precisó que los Bush son peores criminales que el talibán en jefe pese a lo cual su exterminio no recibiría las felicitaciones de las democracias.
Lo cierto es que la infiltración en marcha alcanza ya a las oficinas de gobierno y a las organizaciones contestatarias. La hazaña de Wikileaks ha sido perseguida por los consorcios y las dictaduras para fomentar su exterminio a cambio de que con y sin autorización legal, los infiltrados intervienen teléfonos y computadoras, asaltan locales, amenazan y golpean activistas y los desaparecen y aplican tácticas disuasorias, como llaman los manuales de la CIA a torturar a todas horas en las cárceles a los inculpados de delitos en pandilla. La brutal represión en Ciudad Juárez, el traslado del chiapaneco Alberto Patischtan al lejano Guasave, Sinaloa, la desaparición forzada de los dos oaxaqueños del ERP o la de Rosendo Radilla cuyo desatendido caso implica recomendaciones severas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pese a haber ocurrido en 1973, son algunas pocas de las infamias de Estado coludido con las estructuras de seguridad yanquis.
La corrupción localizada contribuye a la degradación de la calidad de vida. Una sexo servidora de La Merced narró para el conocimiento de los celebrantes de su décima ofrenda de muertos, su secuestro por un degenerado hermano de un judicial que lo acompañó con patrulleros para darle una golpiza, consignarla con el invento de robo agravado en pandilla y sentenciarla por un juez obsequioso a tres años de prisión. Impunidad y corrupción son poderosos y afectan desde lo más alto de la pirámide del poder donde están Fox solicitando amnistía para los narcotraficantes y hasta el ultimo madrina que informa, asesina y hace trasiegos por encargo de los jefes.
La precariedad vital se funda en los contratos individualizados y temporales para estar todo el tiempo en riesgo de desempleo. La inseguridad en el trabajo acompaña al terror cotidiano. Sin acreditación legal del empleo temporal, los jefes sicarios reconvienen y amenazan con el reporte en la mano de los espías de pasillo o los interventores de recados bromistas en las computadoras y los celulares. La broma narrada por Kundera ahora es real y aún en las farsantes comisiones de derechos humanos o contra la discriminación, es usada como argumento de indisciplina aunque el amenazado o despedido tenga un expediente lleno de felicitaciones por sus trabajos institucionales. Esto explica la precariedad, la represión galopante sabedora de que las iras del pueblo crecen y se fortalecen. La mediocridad encarnada en egresados de universidades cool para servir a los mediocres sicarios del capital financiero atiborran oficinas y bares de convivencia sicaria también infiltrados. Bajo el aparente control crece la certeza de acabar con la infamia.
Fuente: Apia Virtual
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