Centenares de familias asentadas en los campamentos construyen comunidades autosuficientes, a la espera del largo proceso de reconocimiento de la tierra por parte de las instituciones brasileñas.
Maranhão, Brasil. “Esta tierra ha sufrido de más”, sostiene doña Teresinha con mirada desafiante, para referirse a la tierra que antes ocuparon cuatro haciendas. Esta mujer de 83 años se sumó, desde el 15 de noviembre del 2006, a la ocupación de dos de estos grandes latifundios, hoy divididos en dos poblados: CipóCortado, donde resisten 144 familias, y Cipociña, con 34. Estos asentamientos están organizados por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), quienes mantienen a mil 100 familias ocupando tierra en la región Tocantina, en el estado del Maranhão, ubicado en el noroeste de Brasil.
Teresinha rememora las más de 8 mil 500 hectáreas que estuvieron en posesión de dos hacendados; muerte y desprecio fueron sus primeros mandatos hacia quienes buscaron un pedazo de tierra para subsistir. Pasaron décadas, y la especulación reconfiguró la geografía de la región y borró gente, floresta y fauna.
Los hacendados entraron pausadamente a la dinámica de capital, esclavizando fuerza de trabajo y enclavando ganadería extensiva. Aún hoy es evidente que la esclavitud en Brasil no se abolió en 1888 porque no se acabó con el latifundio.
Finqueros y grandes empresarios, con el cobijo de los tres niveles de gobierno, disputan el territorio y exprimen trabajo de niños, mujeres y hombres sin tierra. De forma escandalosa se impulsan el agronegocio y la extracción de “recursos naturales”: eucalipto, soja, caña de azúcar, caucho, celulosa, maderas preciosas, minerales, entre otros. Paralelamente se cimentan grandes obras viales e hidroeléctricas en el Maranhão, como parte del megaproyecto denominado Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA). Frente a ellos, se yergue el asalto de ocupación de tierra, resistencia organizada y Reforma Agraria de los sin tierra.
La Cuarta Guerra Mundial
En el estado del Maranhão, la embestida de las trasnacionales (Petrobras, Vale S.A., Odebrech, Gerdau y Braskem) fortalece la extracción, explotación y exportación (en la forma de commodities), como tentáculo de la mundialización del capitalismo neoliberal.
El contexto es similar en toda América Latina, y el mundo, sólo que quienes más lo viven son los pueblos indios, campesinos y negros. Hablamos de “la Cuarta Guerra Mundial”, anunciada y recurrentemente reflexionada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, desde hace 16 años: la reconfiguración territorial comandada por la “Sociedad del Poder” que instaura la dinámica de transacciones transfonterizas desde organismos supranacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio), empresas trasnacionales (Petrobras, Vale) y multinacionales (Monsanto, Cargill). El nuevo papel de los Estados-nación y de su “clase política” es garantizar los “derechos” del capital mundial sobre la propiedad mediante actos legislativos y judiciales (destacan la cancelación e inoperancia de una reforma agraria verdadera). Todo, sostenido por la fuerza de un poder policial y militar.
En Brasil, el nuevo papel del Estado se hizo más cínico con el gobierno de Luiz Ignacio de “Lula” da Silva, que facilitó la incursión y despliegue de dichos agentes estratégicos, y limitó y restringió las funciones de instancias intermedias -como el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INCRA) y Fundación Nacional de Asuntos Indígenas (FUNAI)- que contribuyen a la gestión y administración territorial.
Lula y Dilma Rousselff, los más neoliberales de todos
El MST ha vivido 16 intentos de desalojos en la región tocantina. La política de reforma agraria está congelada, y a cambio incursionaron políticas públicas focalizadas como “Bolsa Familia”, dirigida a personas calificadas como pobres y extremamente pobres, entre las que se encuentran los sin tierra, pueblos indígenas y quilombolas. Un ocupante de tierra, parte del Frente de Masas del MST, menciona enojado: “De un supuesto gobierno de los trabajadores, pasó a ser un gobierno contra los trabajadores. Está claro que reforma agraria no, y sí bolsa familia. Tenemos claro que pretenden que la gente se conforme con ésta para que se acomoden y no luchen organizada ni comunitariamente por tierra digna”.
El triunfo del Partido de los Trabajadores (PT) en el 2002 fue resultado del compromiso de miles de trabajadores, expresado en la consecuencia organizativa de casi tres décadas. El carisma de Lula sumó para tomar el escenario del poder del Estado. Sin embargo, lo hizo con el pie derecho y sostenido de la mano de la burguesía empresaria desde un inicio. Así, de ser un partido de los trabajadores, hoy va contra los trabajadores. Otro hombre sin tierra irrumpe y para especificar: “Lula y Dilma resultaron los más neoliberales de todos”.
El estado del Maranhão tiene el mayor porcentaje de tierras federales, lo que permite que siga el acaparamiento de tierra y su especulación. La estructura agraria es sostenida por la alianza capital y latifundio, expresada en el elevado precio de la tierra. Según información local, por ejemplo, 12 hectáreas tienen un valor especulativo de 185 mil reales, equivalente a 88 mil dólares. Esto habla de la tremenda especulación sobre un tercio de lo que es una unidad económica campesina reconocida para el INCRA (35 hectáreas).
CipóCortado y Cipociña
Hace siete años, las sin tierra de CipóCortado y Cipociña comenzaron la lucha: ocupar, resistir y producir, fue la consigna, previa y posterior a ejercer su derecho por una vida digna como clase trabajadora. No tenían nada que perder y sí mucho que ganar. La mayoría de ellos son hijos de campesinos, desheredados o despojados, que previo a su decisión de luchar por tierra, se vieron empujados por el hambre a buscar sobrevivir, usando su fuerza de trabajo como garimpeiros, buscadores de oro, en la trágicamente conocida Sierra Pelada, en el vecino estado amazónico de Pará. Recuerdan haber sido ser testigos y objeto de explotación, maltrato y muertes en una cosecha que para muy pocos ofreció resplandor.
La lucha del MST en esta región es de larga data. La primera ocupación de tierras fue hace 26 años, desde la articulación organizativa con otros movimientos y sindicatos. Hoy, aquel primer asentamiento lleva el nombre de Conceiçao, en homenaje a Manuel da Conceiçao Santos, luchador social que desde los años sesenta decidió, junto con su compañera Denise, asumir el compromiso y la convicción de luchar junto a los desposeídos de tierra y vida digna. Cipó Cortado y Cipociña se suman a los poblados acampados que componen los asentamientos del MST en la región de Tocantina.
Con trabajo y organización colectiva se hizo comunidad
Sembrar conciencia para hacer trabajo colectivo no fue fácil, como tampoco lo fue sembrar arroz, frijol, maíz y mandioca. Finalizar con la costumbre impuesta por los latifundistas de “comer tierra mientras ponen el lomo” fue un acto de dignidad. El 15 de noviembre cumplirán siete años acampados. Corren seis años de mucha angustia; niños, niñas, mujeres, todos, sufrieron las circunstancias de estar en sus barracas en tierras anegadizas al lado del río Indaré, hasta que decidieron ocupar tierra firme y fértil sin pedir permiso y construir dos poblados, Cipó Cortado y Cipociña. Comenzaron a juntar palma, troncos y tierra para construir sus moradas. Demarcaron la tierra con trabajo y organización colectiva para hacer comunidad.
Hoy, a tan solo un año de ocupado el nuevo espacio, la economía familiar es autosustentable, lograron tener suficiente ganado lechero para el consumo interno y una producción de hortalizas que comercializan en el mercado municipal de la región. Esto les permite resistir con más respiro mientras esperan, conscientes de que puede ser larga la lucha, el reconocimiento legal como asentados por parte del INCRA. Son conscientes también que ronda la violencia, pues apenas a mediados de julio, en Cipociña arremetió un grupo de pistoleros y dejó herido de bala a un militante del MST.
Estamos todos y todas juntas, compañeras zapatistas
Los días 13 y 14 de julio se llevó a cabo el Tribunal Popular, constituido por estudiantes y profesores organizados políticamente desde la Asociación de Geógrafos de Brasil, una decena de estudiantes de derecho, las más de 180 familias del MST, además de militantes e investigadores nacionales y latinoamericanos. Ahí se analizó, reflexionó y compartió la situación de desprecio histórico hacia pueblos campesinos, indígenas y población negra, así como la necesidad de articulación ante la acometida del agronegocio y la respuesta del gobierno federal.
En el Tribunal se reconoció que “bolsa lula” se distribuyó a entre dos y tres millones de personas tan sólo en el estado deMaranhão, pero en el país se convirtió en un instrumento que tiene por objetivoc ontrolar la rebeldía de los pueblos, soslayando el verdadero problema estructural del Brasil: el latifundio, así como su vía de solución: la Reforma Agraria.
La consigna fue clara: “Reforma Agraria: ocupar, resistir y producir. ¡Reforma Agraria! una lucha de todos, por justicia social y soberanía popular”, se señaló en el encuentro. Los asistentes prometieron acabar con los latifundistas ocupando tierra y derrumbando cercas, para construir un nuevo mundo. “Vamos a acabar con el analfabetismo, y transformar los campamentos y asentamientos en territorio libre con educación del campo. Acabaremos con la fragmentación de los movimiento sociales”, agregaron. Otra de las promesas fue terminar de una vez con el trabajo esclavo, que “es nuestra mayor vergüenza como país”.
El propósito último es mantener el compromiso con la lucha de los pueblos originarios, campesinos y quilombolas que preservan la tierra y territorio contra la embestida del capital. En el contexto de las actividades desarrolladas en el Tribunal, con el propósito de extender la mirada para fortalecer la resistencia en la lucha por la libertad de los pueblos en América Latina, estuvo presente la referencia al movimiento zapatista de México, su lucha desde las bases de apoyo, desde la autogestión y el autogobierno como derecho ante el desprecio de los malos gobiernos.
Se resaltaron las similitudes en las estrategias del capital, en sus variadas formas de restructuración territorial (agronegocio, desarrollo de infraestructura, megaminería, extracción de bienes naturales), pero también se reconoció el camino común en la lucha por una vida digna de parte de los compañeros zapatistas del sureste mexicano y las compañeras del MST en esta sufrida tierra maranhense. El encuentro fue fundamental, además de para condenar las responsabilidades del Estado Brasileño, para entender que la Madre y Patria Grande que nos une atraviesa una “nueva” embestida del capital mundial, para lo cual es necesario encontrarse como pueblos en lucha, con y desde la lucha de los trabajadores del campo, el mar y la ciudad.
Publicado el 5 de agosto de 2013
Fuente: Desinformémonos
Fuente: Biodiversidad
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