martes, 18 de julio de 2017

Las tres preocupaciones principales de Jesús.

José M. Castillo, teólogo
Teología sin censura


En el informe, que José M. Vidal ha publicado en RD sobre una misa en la capilla de Sao Felix do Araguala (Mato Grosso. Brasil), el vicario general de la diócesis de Casaldáliga, Félix Valenzuela, recordó en la homilía que las tres preocupaciones principales de Jesús fueron la salud de los enfermos, la alimentación de los hambrientos y las buenas relaciones interpersonales.

Sobre estas tres preocupaciones de Jesús, que analicé ampliamente en mi libro “La humanización de Dios” (Trotta, 2009), quiero explicar algunas cosas que me parecen importantes.

Es verdad que Mc 1, 14 resume la misión de Jesús en el anuncio de la cercanía del “Reino de Dios”, la “conversión” y la “fe”. Pero lo que importa es precisar cómo realizó Jesús esta misión. No fundó una religión, ni construyó un templo, ni organizó un clero con sus rituales, ceremonias y normas sagradas. Además, se comportó con tal libertad respecto a todo eso, que en seguida entró en conflicto precisamente con los “hombres de la religión”. Un conflicto que le llevó a la muerte. ¿Por qué? Porque, para Jesús, más importante que el sometimiento a la religión, es la salud, la vida, la dignidad, la libertad y la felicidad de las personas. Esto es lo que destacan los sumarios, que presentan los evangelios, de lo que fue la actividad de Jesús (Mt 4, 23-24; 9, 35; cf. 8, 1. 16; 12, 15 s; 14, 35; 19, 21 y par.). Estos sumarios no son una exposición histórico-biográfica de lo que hizo Jesús. Son más bien un “cuadro general” de lo que después se particulariza en los relatos de la actividad de Jesús (U. Luz). La actividad que le llevó a la muerte. Porque la religión establecida no soportó el Evangelio. Es lo que viene a decir el evangelio de Juan cuando relata el juicio del Sanedrín y su sentencia de muerte. Precisamente porque Jesús le devolvió la vida al difunto Lázaro, lo que – a juicio de los profesionales de la religión – les ponía en grave peligro a los dirigentes del templo y al templo mismo (Jn 11, 47-53).

Todo esto no quiere decir que Jesús le concediera más importancia a lo humano que a lo divino. Lo que nos dice es que las religiones se organizan de manera que, con demasiada frecuencia, el argumento de la búsqueda de Dios se gestiona de forma que en realidad lo que se consigue es “poder”, “dinero” y “privilegios”. Esto es lo que el Evangelio de Jesús no soporta.

Pero lo que sucedió es que, con el paso del tiempo, la religión no tardó en sobreponerse al Evangelio. No es posible, en el reducido espacio de este artículo, analizar cómo y por qué se produjo esta marginación del Evangelio. Lo que pretendo destacar es que – a mi modo de ver – la cristología y la eclesiología se tienen que replantear con urgencia. Para que sea posible analizar e interpretar la “religión” desde el “Evangelio” y no el “Evangelio” desde la “religión”, que es lo que (sin darnos cuenta) estamos haciendo, con demasiada frecuencia. Porque, si seguimos como estamos, seguiremos teniendo una teología, una Iglesia, una liturgia, una espiritualidad y una ética que, con el Evangelio en las manos, justifican y gestionan (“sagradamente”) las ambiciones más bajas y que más daño causan a los simples mortales, que no disponen de otra cosa que su limitada humanidad. Y el colmo del disparate será continuar con lo que estamos haciendo. Y además con la conciencia del “deber cumplido”. Así, no vamos a ninguna parte.

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