jueves, 1 de abril de 2010

La eficacia del amor: Reflexiones de Semana Santa


por Carmelo Alvarez, Estados Unidos

Estamos en medio de una de las celebraciones más relevantes del calendario cristiano: Semana Santa. Aunque ha ido perdiendo su propósito esencial (hoy es más un período vacacional que una celebración religiosa), es pertinente insistir en la importancia de la Semana Mayor como también se le designa.

El pasado fin de semana tuvimos el privilegio y placer de iniciar el recuento que envuelve esta tradición cristiana. Durante el fin de semana tuvimos una jornada teológica allá en el Centro Federico Bender de la Unión Evangélica Venezolana en La Piedad, Estado Lara. El tema principal de la jornada giró en torno al cristianismo liberador, concentrando en dos figuras emblemáticas y proféticas de aquél cristianismo que libera. Por un lado recordamos a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, profeta y pastor salvadoreño, asesinado vilmente en 24 de marzo de 1980, y resucitado para siempre ese mismo día.

Por el otro lado, hacíamos memoria del Rdo. Exeario Sosa Luján, pastor visionario entregado a la lucha de su pueblo desde su experiencia pentecostal y la práctica de la justicia entre los campesinos y campesinas de Venezuela, quien murió en el camino emulando a Jesús el 18 junio de 1981. La evocación de ambos testimonios de vida formó parte de unos momentos iluminadores en nuestras reflexiones y discusiones. Quisimos seguir insistiendo en el supremo valor de la vocación cristiana que es el seguimiento a Jesús sin claudicar.

Entonces, llegamos una vez más al culto que culminaba la jornada teológica. Allí congregados y congregadas en nuestra siempre querida comunidad de fe Jesucristo Liberador, hubimos de conjugar tres dimensiones entrelazadas en un mismo sentir cultico. El Domingo de Ramos, inicio de aquella semana de entrega y sacrificio que culmina en la cruz. El Jesús mesías del pueblo que ahora asume una jornada definitiva y final. A ello unimos la reflexión sobre las vidas de Monseñor Romero y el Rdo. Sosa como parte de nuestra reflexión bíblico-teológica. Se nos dio la bella oportunidad de dedicar a la niña Victoria Esperanza, la más reciente dádiva de Dios a la comunidad Jesucristo Liberador. La alegría contagiosa de los jóvenes (mayoría en la congregación), añadió un elemento festivo y alegre al evento. Hubo alborozo y una fraternura hermosa que nos envolvió a todas y todos.

Allí frente a la congregación intenté hilvanar una reflexión que ayudara a resaltar y afirmar todos los propósitos que nos reunían. Decidí predicar en torno al capítulo 5 de la epístola a los Efesios, versículos 1-2 y 15-17. El texto es desafiante. Invita a caminar en la luz con la fuerza que Cristo nos da para transitar hacia su amor. Esa luz es la que nos alumbra en el peregrinaje de fe. Hay una insistencia a través de todo el pasaje en la búsqueda de la sensatez que triunfa sobre la necedad y afirma la sabiduría como regalo de Dios. El centro vital de la vida cristiana es la entrega eficaz de la propia vida, imitando al Cristo que seguimos.

Nos parece que el texto permite subrayar cuatro maneras en que esa eficacia se vuelve efectiva y concreta: en el amor, en la diligencia, en la sensatez y la entrega.

La eficacia del amor nos llama a la inteligencia de la fe que se traduce en la inteligencia del amor. Es aquella afirmación protestante de la “fe activa en el amor” (Martín Lutero). El amor que produce justicia en todos los órdenes de la vida. Como dijera el filósofo y teólogo francés Paul Ricouer: “La justicia es la realización eficaz, institucional y social del amor”. José Míguez Bonino, decano de los teólogos protestantes latinoamericanos, nos ha insistido de varias formas en la eficacia de una fe que busca, discierne los tiempos, indaga sobre el sentido del amor eficaz que ayuda a vencer los conflictos y afirma la unidad en medio de luchas e incertidumbres de la historia. El amor es la entrega más eficaz de todas.

La diligencia apunta hacia la eficacia que vence la necedad y la imprudencia. Dietrich Bonhoeffer nos relata con viva pasión, en sus Cartas y papeles de la prisión, su percepción sobre la necedad que enloqueció la Alemania de su tiempo. ¡Y eran necios inteligentes! Sabían mucho, pero su soberbia, narcisismo, petulancia y arrogancia sometió a toda una sociedad a la verdadera perversidad y auto-destrucción. Por eso el Salmo 111.10 insiste que para vencer la necedad necesitamos sabiduría. Aquella que abreva en la visión de Dios y discierne los tiempos que son aciagos, pero no se queda ni en el cinismo, la apatía o la indiferencia. Afirma un tiempo bendito de vendimia y regocijo, más allá de nuestra desesperación. Podemos desesperar, pero no cultivar la derrota y la desesperanza: Ellas no tienen futuro.

Por eso necesitamos vencer la insensatez, el sin sentido. Buscando la voluntad de Dios allí donde los obstáculos son mayores y los desafíos son numerosos. Erasmo de Rotterdam escribió su Elogio de la locura (insensatez), para con fina ironía desenmascarar lo que le parecía absurdo y burdo en su sociedad. Debemos ser sensatos, verdaderamente sabios no por el mero conocimiento intelectual. Los eruditos pueden saber mucho, pero sino comunican sabiduría, el conocimiento se hace vano e ineficaz. Los ignorantes no tienen conocimiento académico y deberán también adquirir sabiduría, en medio de su búsqueda para entender, ser eficaces y vivir conscientemente su fe. Los necios deberán arrepentirse de su soberbia y caminar abrasando la solidaridad amorosa que Jesucristo nos enseña por su vida sabia e inteligente.

Entonces, entenderemos mejor a este Cristo que nos amó, se ha entregado por nosotros y nosotras. Monseñor Romero lo resumió así: “Pongo bajo su providencia amorosa toda mi vida, y acepto con fe en El mi muerte…” Exeario Sosa Luján lo expresó así: “Siento que mi vida le pertenece a Jesucristo, y es lo que he querido hacer toda mi vida, entregarme totalmente a su causa por los demás”. Ellos vivieron en la luminosidad de la fe que ama.

Con Victoria Esperanza y toda esta comunidad de fe hoy nos entregamos de nuevo a Jesucristo y nos dedicamos de nuevo a la causa de su justicia, por su amor eficaz. ¡Que el Señor nos ayude en este empeño!

Carmelo Álvarez

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