Marcelo Ramal
A unos cuantos kilómetros del movimiento Evita o de La Cámpora, Cristina Kirchner volvió de los Estados Unidos con la foto que buscaba –con Obama. A cambio, el gobierno norteamericano obtuvo el apoyo a su monopolio nuclear y al de los Estados que giran en su órbita –en primer lugar, el Estado sionista– así como a los planes de ataque nuclear contra Irán.
Los diarios destacan que la diplomacia kirchnerista actuó como “peón de Washington” (sic, Ambito Financiero, 14/4)). Los yanquis lograron colocar al pulpo Westinghouse en carrera para la construcción de la central Atucha III. Mientras tanto, De Vido firmaba un convenio especial que somete todos los desarrollos locales en materia nuclear a las auditorías del Estado norteamericano.
Los Kirchner ya han obtenido de los ‘mercados’ un respaldo explícito a su nuevo canje de deuda, pero, para el prometido “retorno a los mercados”, los yanquis le advirtieron que tendrán que empezar a pagar la deuda con el Club de París y aceptar las auditorías del FMI.
La deuda
La visa precaria del Departamento de Estado es funcional a la “bicicleta financiera” (ingreso de capitales) que promueve el nuevo canje de deuda. El decreto que autoriza el pago de la deuda externa con reservas es un negociado para la usura financiera, pues representa una nueva garantía para los especuladores internacionales, que en todo el mundo están operando contra las deudas de los Estados, cuya mayoría se encuentra en bancarrota. La deuda externa supera ya los 300 mil millones de dólares. Al monto reconocido por el Ministerio de Economía –146 mil millones hay que agregar los 20 mil millones que quedarán del canje, la deuda con el Club de París –8 mil millones– y la deuda no registrada por 27 mil millones. La suma resultante, más de 190 mil millones de dólares, se engrosa a su vez con los 50 mil millones de dólares que el Ministerio de Economía calcula como el valor actual de los intereses que deberán pagarse sobre la deuda que ha quedado reestructurada, lo que nos lleva a 240 mil millones. Esta cuenta se cierra con la deuda privada, de 60 mil millones. En definitiva, la deuda ‘nacional y popular’ se encuentra en un rango de entre el 80 y el 100 por ciento del PBI –o sea en el nivel de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, Gran Bretaña y Estados Unidos, el círculo de la muerte.
A diferencia de los ‘colegas’, sin embargo, la inflación ‘nacional y popular’ es del 30-40 por ciento anual, lo cual significa un completo derrumbe en la capacidad de financiamiento de la economía nacional. Por eso los K esquilman, además, a la Anses, al Banco Central y a la Afip. Los K siguen reacomodando precios; por ejemplo, hay más aumentos en naftas, pero han debido recular con las tarifas de gas y luz durante el período invernal.
Reconstruyendo a la burguesía K
Las dilaciones en el Congreso para derogar el DNU de las reservas han sido funcionales al armado de esta nueva bicicleta financiera. Ambito cuenta (12/4) que Agustín Rossi pidió una semana de tregua en Diputados para que la derogación se concretara después del canje y que contó con el apoyo de varios opositores. La derogación se produjo de todos modos antes del canje, aunque todavía falta el rechazo del Senado, donde el gobierno ya tiene preparado un proyecto de ley de repuesto. Pero como, según algunos, derogación no significa nulidad, el decreto seguiría vigente en todo aquello que es un hecho consumado. Por otra parte, el Senado terminó avalando el nombramiento de Marcó del Pont, la ejecutora del manoteo a las reservas. De todos modos, un rechazo (difícil) del DNU por ambas cámaras no alcanzaría para torpedear el canje que toda la burguesía defiende, pero aceleraría el ingreso del FMI –que acaba de aumentar el fondo de socorro para crisis de 50 a 550 mil millones de dólares.
En este marco, los K parecen haber avanzado algunas casillas con el anuncio de la venta de la participación de Telecom Italia en Telecom Argentina, que sería comprada por un capitalista K –lo cual aceleraría el ingreso de las telefónicas en los medios. Esta operación deja traslucir un acuerdo entre K y Telefónica de España –que es la dueña de Telecom Italia– y, por lo tanto, con el español Zapatero. Lo que podría venir después es, entonces, una venta adicional de la participación de Repsol e YPF. Los pulpos españoles sacarán de todo esto una enorme tajada en dinero y en concesiones en otros frentes. Así lo demuestran las nuevas concesiones petroleras en el Atlántico y los acuerdos de gas con Repsol en Bolivia.
Con este refuerzo, los K pretenden lanzar la estocada final contra Clarín, como lo demuestran los nuevos embates por la apropiación de hijos de desaparecidos por parte de la señora Noble (que los K nunca menearon durante el tiempo en que fueron aliados del ‘monopolio’) y la ofensiva contra Papel Prensa, usurpada por Clarín y La Nación bajo la dictadura. Esta sería la ‘madre de todas las batallas’, pero los K no tienen en cuenta que los mismos políticos y funcionarios que le acercaron a la Presidenta la foto con Obama son aliados políticos de los ‘multimedios’. Antes que morir con las botas puestas, los K preferirán cambiar de frente, como lo han hecho siempre. Mauricio Macri, mientras tanto, ha sido colocado a las puertas de otro juicio político, en este caso por su gobierno de espías en la Capital. La desagregación de los principales bloques que disputarían el poder en 2011 se expresa, por otra parte, en la tendencia de gobernadores de toda laya –de Salta a Chubut, pasando por Entre Ríos– a adelantar las próximas elecciones provinciales y despegarse así de alternativas nacionales cada vez más inciertas.
Nada expresa mejor, sin embargo, la erosión de oficialistas y opositores que el relanzamiento de Eduardo Duhalde, el mayor de los difuntos políticos de la era del Argentinazo. En un extenso reportaje concedido a un programa de TN, Duhalde se ufanó de portar una imagen negativa de “sólo” el 50%, frente al 70% que ostentaría Néstor Kirchner. Aspira a derrotar a los Kirchner en una “interna abierta y obligatoria” del PJ, o sea a capitalizar la disgregación del pejotismo kirchnerista.
Política obrera
Las manifestaciones de los trabajadores de los sindicatos que se encuentran en paritarias son una demostración clarísima de la disposición de un amplio sector de las masas a apoyar e incluso desarrollar una alternativa anticapitalista de oposición a los partidos patronales y a su Estado. Para avanzar por este camino, es necesario dar una batalla política en todos los terrenos, que transforme esta tendencia en una militancia activa. El espectáculo de un Estado cuyas instituciones no funcionan –salvo para las ganancias para los capitalistas y para atacar cualquier expresión independiente de los trabajadores– crea un estado de sublevación popular que debe ser dirigido hacia la perspectiva de un gobierno de trabajadores.
Fuente: Apia Virtual
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