sábado, 10 de abril de 2010

Por qué la Iglesia Romana no quiere y no puede abolir la ley del celibato


El surgimiento de casos de sacerdotes pedófilos en casi todos los países católicos está todavía en curso, revelando la extensión de este crimen que tantos daños se ha visto que causa en sus víctimas.

Es poco decir que la pedofilia avergüenza a la Iglesia, o pedir disculpas y rezar. Es peor. Representa una deuda impagable a aquellos menores que fueron abusados bajo el manto de la credibilidad y de la confianza que la función de sacerdote encarna.

La tesis central del Papa Ratzinger, que me cansé de escuchar en sus conferencias y clases, se invalida por sí misma. Para él, lo importante no es que la Iglesia sea numerosa. Basta que sea un “pequeño rebaño”, constituido por personas altamente espirituales. Es un pequeño “mundo reconciliado” que representa a los otros y a toda la humanidad. Ocurre que dentro de este pequeño rebaño hay pecadores criminales y es todo menos un “mundo reconciliado”. Tiene que aceptar humildemente lo que decía la tradición: la Iglesia es santa y pecadora, una “casta prostituta”, como decían algunos Padres antiguos. No es suficiente que sea Iglesia; tiene que recorrer, como todos, el camino del bien, e integrar las pulsiones de la sexualidad -que ya tiene mil millones de años de memoria biológica, para que sea expresión de ternura y de amor, y no de obsesión y de violencia contra menores.

El escándalo de la pedofilia se constituye en un signo de los tiempos actuales. Del Vaticano II (1962-1965) aprendemos que hay que descubrir en los signos la interpelación que Dios nos quiere transmitir. Me parece que la interpelación va en esta línea: es el momento de que la Iglesia católico-romana haga lo que todas las demás Iglesias ya hicieron: abolir el celibato impuesto por ley eclesiástica, y liberarlo para aquellos que ven sentido en él y consiguen vivirlo con jovialidad y frescura de espíritu. Pero esta lección no está siendo tomada por las autoridades romanas. Al contrario, a pesar de los escándalos, reafirman el celibato con más fuerza.

Sabemos lo insuficiente que es la educación para la integración de la sexualidad en el proceso de formación de los sacerdotes. Se lleva acabo lejos del contacto normal con las mujeres, lo que produce una cierta atrofia en la construcción de la identidad. Las ciencias de la psiqué han dejado claro que el varón sólo madura bajo la mirada de la mujer, y la mujer bajo la mirada del varón. Hombre y mujer son recíprocos y complementarios. El sexo genético-celular ha demostrado que la diferencia entre un hombre y una mujer, en términos de cromosomas, se reduce apenas a un cromosoma. La mujer posee dos cromosomas XX y el nombre un cromosoma X y otro Y. De donde se despende que el sexo-base es el femenino (XX), siendo el masculino (XY) una diferenciación del mismo. No hay pues un sexo absoluto, sino sólo uno dominante. En cada ser humano, hombre y mujer, existe “un segundo sexo”. En la integración del “ánimus” y del “ánima”, o sea, de las dos dimensiones de lo femenino y lo masculino presente en cada ser humano, se gesta la madurez sexual.

Esta integración viene dificultada por la ausencia de una de las partes, de la mujer, que es sustituida por la imaginación y los fantasmas, que si no son sometidos a disciplina pueden generar distorsiones. Lo que se enseñaba en los seminarios no está exento de sabiduría: quien controla la imaginación, controla la sexualidad. En gran parte, así es.

Mas la sexualidad posee un vigor volcánico. Paul Ricoeur, que mucho reflexionó filosóficamente sobre la teoría psicoanalítica de Freud, reconoce que la sexualidad escapa al control de la razón, de las normas morales y de las leyes. Vive entre la ley del día, en la que valen las reglas y los comportamientos establecidos, y la ley de la noche, en la que funciona la pulsión, la fuerza de la vitalidad espontánea. Sólo un proyecto ético y humanístico de vida (lo que queremos ser) puede dar dirección a la sexualidad, y transformarla en fuerza de humanización y de relaciones fecundas.

En este proceso no queda excluido el celibato. Es una de las opciones posibles, que yo defiendo. Pero el celibato no puede nacer de una carencia de amor, al contrario, debe resultar de una sobreabundancia de amor a Dios que se desborda hacia los que están a su alrededor.

¿Por qué la Iglesia católico-romana no da un paso y suprime la ley del celibato? Porque es contradictorio con su estructura. Es una institución total, autoritaria, patriarcal, altamente jerarquizada, y uno de los últimos bastiones de conservadurismo en el mundo. Abarca a la persona desde el nacimiento a la muerte. Para una conciencia ciudadana mínima, el poder conferido al Papa es sencillamente tiránico. El canon 331 es claro: se trata de un poder “ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal”. Si quitamos la palabra “Papa” y ponemos “Dios”, funciona igualmente. Por eso se decía: ”el Papa es el dios menor en la tierra”, como muchos canonistas afirmaron.

Una Iglesia que pone el poder en su centro, cierra las puertas y las ventanas al amor, a la ternura y la compasión. La persona célibe es funcional a este tipo de Iglesia, porque ésta niega al celibatario aquello que le hace más profundamente humano, el amor, la ternura, el encuentro afectivo con las personas, lo que sería más fácilmente propiciado si los sacerdotes estuviesen casados. Se vuelven totalmente disponibles a la institución, que tanto puede enviarlos a París como a Corea del Sur.

El celibato implica cooptar al sacerdote totalmente al servicio no de la humanidad, sino de este tipo de Iglesia. Sólo deberá amar a la Iglesia. Cuando descubre que ésta no es sólo “la santa madre Iglesia” sino que puede ser madrastra que usa sus ministros para la lógica del poder, se decepciona, deja el ministerio con el celibato obligatorio y se casa.

Mientras perdure esta lógica de poder absolutista y centralizador, no esperemos que la ley del celibato sea abolida, por más escándalos que ocurran. El celibato es demasiado cómodo y útil para la institución eclesiástica.

Pero, ¿cómo queda entonces el sueño de Jesús de una comunidad fraterna e igualitaria? Bueno, eso es otro problema, tal vez el principal. Desde ahí plantearíamos diferentemente la cuestión del celibato y del estilo de Iglesia que sería más adecuado a su mensaje libertador.

Fuente

Interesante Opinión de un lector de Leonardo Boff en ATRIO

Eduardo Ojeda

Estoy de acuerdo en todo con Leonardo. Pero discrepo con aquellos que vinculan celibato con pedofilia.

Por el contrario, los pedófilos son enfermos que se encuentran entre la gente casada y la soltera y la célibe.

No se puede como han hecho algunos vincular la pedofilia con la homosexualidad, pues los pedófilos son heterosexuales, homosexuales y bisexuales.

Tampoco es un problema de marginación, pues hay pedófilos en las clases altas y en las bajas. Tampoco es un problema de la Iglesia Católica. Parece ser que la Católica es la Iglesia que menos ha sabido “tapar” los casos. Por otra parte y hay que decirle, sin que esto sirva como se ha hecho para justificar lo injustificable que hay una campaña mediática en contra de la Iglesia Católica usando este tema desgraciado.

¿Porqué digo esto? Por varias cosas que no son coincidencias. Los medios tenían información de esto mucho antes del año 1987 que es cuando se empiezan a destapar los asuntos de EEUU, que fue donde detonó el tema.

La pregunta que me hago es ¿porqué si ya había información más vieja sobre el tema, empiezan a salir en los medios una catarata de casos y denuncias, que ya se habían planteado públicamente pero que recién en ese momento golpean a la opinión pública mundial? La respuesta la doy yo y no es imaginación mía, y n o soy el único que lo detectó. Estos informes (que son ciertos, no lo niego) empiezan a llover justo inmediatamente después de que los obispos de EEUU sacan una carta pastoral condenando y con informes científicos muy sesudos de apoyo, el programa “Guerra de las Galaxias” de Reagan, que lejos de disminuir la cantidad de armas nucleares tendía a aumentar su número.

Se la “cobraron” a la Iglesia, es obvio ¿no?

Pero digo algo más que ya lo dijo el Papa, será el 10% más o menos del Clero y la inmensa mayoría son fieles a su misión.

Por otra parte la pedofilia no es una conducta exclusiva del clero. (Vuelvo a decir que esto no la justifica) La mayor parte de los pedófilos están entre los padres de familia, los maestros y profesores, y todos casados, el clero es un porcentaje inferior a estos grupos. Estos datos son de UNICEF que no es un organismo católico.

Vuelvo a decir, coincido con Leonardo que este signo horrible de los tiempos debe ser leído y discernido, y digo también que la estructura demasiado jerárquica de la Iglesia favorece que se oculte a los culpables y que se tomen resoluciones arbitrarias y equivocadas que tanto han dañado a la Iglesia y a su credibilidad. Y sobre todo lo que urge es proteger a las víctimas y crear condiciones que permitan que estos desgraciados casos no queden impunes y que haya mecanismos que protejan a las víctimas.

Esto implica democratizar a la Iglesia, involucrar a las comunidades, y acabar con los privilegios injustos de los clérigos que en lugar de proteger a la gente, terminan lastimando a los más débiles.

No es bueno generalizar, si hay un profesor pedófilo eso no significa que los profesores lo sean. Si hay curas pedófilos, es bueno recordar que son una minoría, y que gran cantidad de curas son honestos y generosos con la gente.

Hay que terminar con la impunidad y con estas situaciones.



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