miércoles, 30 de enero de 2013

Hacia un nuevo cristianismo.




Todo se mueve y se renueva. Se mueve el sol, la luna y la tierra, el átomo y la estrella. Se mueve el aire, el agua, la llama, la hoja. Se mueve la sangre, el corazón, el cuerpo, el alma. Todo se mueve, nada se repite. Todo es calma y danza, quietud en movimiento. Lo que no se mueve se muere, pero incluso en lo que muere todo se mueve. Se mueve el Espíritu de Dios, energía del amor, verdor de la Vida. Se mueve Dios, el Misterio que todo lo mueve y lo impulsa al amor y la belleza. Déjate llevar.
Hace 2.500 años, un profeta lleno de fervor, de poesía y esperanza, animaba a unos pobres judíos desterrados en Babilonia, actual Irak: “No recordéis las cosas pasadas, no penséis en lo antiguo. Voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Isaías 43,19). La liberación es posible. La esperanza es posible. Otro mundo es posible, además de necesario. Abre los ojos: ya está brotando, ¿no lo notas?
Hace 2.500 años, un poderoso viento espiritual sopló sobre la Tierra desde China hasta Grecia, y removió y llenó de frescura muchas tradiciones religiosas que estaban anquilosadas, como suelen. Un aire nuevo, una nueva era. La mística desafió al sistema, la ética se impuso a las creencias, la razón penetró en los mitos, el anhelo de justicia se enfrentó a los poderes, el ansia de igualdad contestó a las jerarquías clericales.
Más allá de todos los dioses, confesaron a un Dios único, pero al Dios único y separado lo destronaron de su trono celeste y lo adoraron como misterio y corazón de todo lo real, el Todo en cada parte.
Fue una obra espiritual formidable de hombres iluminados y libres: Confucio el político y Laozi el místico en la vieja y vasta China; Buda el despierto y Mahavira el no-violento y los filósofos místicos de las Upanishads en la India multicolor de todas las divinidades; Zoroastro el profeta del bien y de la renovación del cosmos en la sabia Persia fronteriza del Este y del Oeste; Isaías el profeta optimista y Jeremías el profeta lloroso en la estrecha franca de Israel o Palestina; Pitágoras y Heráclito, Sócrates, Platón y Aristóteles, y Zenón de Citio, fundador del estoicismo, en la luminosa Grecia. Se diría que estaban concertados. No lo estaban, pero respiraban el mismo Espíritu que sopla siempre en todas partes.
Fueron hombres geniales y llevaron a cabo una extraordinaria revolución espiritual. ¿Y las mujeres? Es seguro que nada hicieron sin las mujeres, pero eso no lo reconocieron, no las reconocieron; esa revolución quedó en suspenso, y aun sigue pendiente en las grandes religiones.
A aquel tiempo se le conoce como “tiempo eje” o “era axial” (K. Jaspers). Hay un antes y un después, aunque pronto las religiones volvieron a dejarse arrastrar por sus viejas inercias.
¿Y hoy? Si no nos mienten todos los observadores y si no nos engañan todos los signos, nos encontramos de lleno en un nuevo “tiempo eje” similar a aquel de hace 2.500 años. Una profunda transformación espiritual es posible y necesaria en todo el planeta.
¿Y el cristianismo? Nos hallamos ante un claro dilema: o convertirnos en un gueto cultural irrelevante o revivir el evangelio y repensar el cristianismo para que sea levadura también mañana. Más allá de la letra de todas las escrituras y de todos los dogmas.
Más allá del Vaticano II. Más allá, hacia donde nos lleva el Espíritu que inspiró a Jesús y su movimiento. Hacia un nuevo paradigma. Ya está en marcha, ¿no lo notas?
El Pregonero Cristiano
Publicado en ATRIO

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