Frei Betto / Alai-Amlatina
“El papa no se enferma hasta que muere”, dice un proverbio romano. Juan Pablo II, que era un hombre mediático, no temió exponerse enfermo ante los ojos del mundo. Ahora Benedicto XVI da un testimonio de humildad y, admitiendo las limitaciones de su precario estado de salud, anuncia que renunciará el último día de febrero.
En la historia de la Iglesia son cuatro los papas que renunciaron al ministerio petrino: Benedicto IX (el 1 de mayo de 1045), Gregorio VI (el
20 de diciembre de 1046), Celestino V (el 13 de diciembre de 1294) y Gregorio XII (el 4 de julio de 1415). Benedicto XVI será el quinto, a partir del 28 de febrero.
Consagrado papa a los 20 años, en 1032, Benedicto IX no tenía como prioridad la ética y mucho menos la moral. Su conducta era un escándalo para la Iglesia. El pueblo romano lo expulsó de la ciudad el año 1044, pero al año siguiente volvió a ocupar el trono de Pedro y meses después renunció. Regresó de nuevo al papado en 1047, del cual fue definitivamente depuesto ese mismo año.
Juan Graciano, padrino de Benedicto IX, pagó una considerable suma de dinero para que su ahijado le cediese el puesto. Elegido papa en mayo de 1045, adoptó el nombre de Gregorio VI y gobernó la Iglesia hasta diciembre de 1046, en que el ahijado le expulsó bajo la acusación de simonía.
Muerto Nicolás IV, en 1292, los cardenales franceses e italianos convirtieron el consistorio en la arena de lucha por el poder, movidos más por intereses políticos que por las luces del Espíritu Santo. Después de dos años y tres meses de incertidumbre en la elección del nuevo papa, Pedro Morrone, ermitaño italiano, envió desde su cueva en la montaña una carta al consistorio, alentándole a no abusar de la paciencia divina. Los cardenales vieron en la carta una señal de Dios y decidieron hacer a dicho monje el nuevo jefe de la Iglesia. Pedro Morrone lo rechazó, pues no deseaba abandonar su vida de pobreza y de silencio, pero los obispos le convencieron de que el consenso en torno a él sacaría a la Iglesia de la incertidumbre.
Con el nombre de Celestino V se convirtió en papa en agosto de 1294. Menos de cuatro meses después la politiquería vaticana lo llevó hasta el límite de su resistencia y les hizo una consulta a sus electores, en base a una pregunta tabú: ¿Puede renunciar el papa? El colegio cardenalicio no se opuso y en una bula histórica Morrone se justificó, alegando dejar el trono de Pedro para salvaguardar su salud física y espiritual. El 13 de diciembre del mismo año regresó a su soledad contemplativa en la montaña. Veinte años después fue canonizado, exaltado como ejemplo de santidad. La Iglesia celebra la fiesta de san Pedro Celestino el 19 de mayo.
También renunció el papa Gregorio XII, a comienzos del siglo XV –período en el que tres papas reivindicaban su legitimidad–, para evitar que se profundizase el cisma en la Iglesia.
Joseph Ratzinger, actual Benedicto XVI, es ante todo un teólogo. Aun siendo papa no dejó de escribir, hasta el punto de que sacó una trilogía sobre Jesús. Son raros los casos de papas autores, sin tener en cuenta los documentos pontificios, como encíclicas, bulas y alocuciones, casi siempre redactados por sus asesores.
En general las intelectuales no se llevan bien con las funciones de poder. Las cuestiones administrativas les resultan enojosas en comparación con tantos libros como hay que leer y escribir. El político quiere administrar; el intelectual crear. Ratzinger quizás ha decidido reservar lo que le quede de vida para recogerse en oración y escribir sobre teología.
Ahora comienza la más sutil campaña electoral: la de elegir al sucesor de Benedicto XVI. Entre los actuales 209 cardenales de la Iglesia católica, 118 tienen derecho a voto por no haber cumplido los 80 años.
Entre dichos electores figuran cinco brasileños: Geraldo Magella, arzobispo emérito de Salvador (79 años); Claudio Hummes, arzobispo emérito de São Paulo (78); Raymundo Damasceno, cardenal-arzobispo de Aparecida (de 76 años); João Braz Avis, ex arzobispo de Brasilia, residente en Roma como prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada (64 años); y Odilio Scherer, cardenal-arzobispo de São Paulo (63 años).
Casi con toda seguridad el nuevo papa hará su primer viaje pontificio a Rio de Janeiro, en julio, para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud.
Fuente: ApiaVirtual
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