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domingo, 30 de junio de 2019

Pseudofilántropos.


Pedro Serrano

He leído en alguna parte que 19 multimillonarios estadounidenses desean ansiosamente pagar más impuestos. Al parecer, tienen tanta sensibilidad social que quieren que se cree un impuesto federal del 1% para las familias más acaudaladas.
Cuando leí la noticia, la primera reacción fue de sorpresa por raro y extraño. Después me invadió un fuerte sentido de culpabilidad al pensar que quizá los ricos no eran tan avaros como yo pensaba. Y, más tarde, después de una breve reflexión, llegué a la conclusión de que en esta generosa propuesta tenia que haber gato encerrado. Y efectivamente lo hay, y además es pardo.

Lo que en verdad encierra la propuesta de estos potentados, en apariencia revolucionaria, no deja de ser una maniobra artera para ganarse la simpatía de la sociedad con unas migajas y seguir aumentando las deducciones del gravamen de sus impuestos hasta pagar muy por debajo del común de los currantes.
Si los ricos nunca han sido tan ricos y nunca han estado tan bien vistos, a lo mejor es que sus fundaciones y sus gestos filantrópicos -que tanto gustan a la gente- esconden, maquillan o legitiman procedimientos cuestionables o injustos que les permiten enriquecerse de forma desmedida e insultante.
/ Antoñán del Valle (León)

jueves, 20 de junio de 2019

Si la pobreza tiene rostro de mujer, la teología no puede no tenerlo.


Duele. Y aunque muchas veces -tanto mujeres como hombres- quisiéramos pretender que esa realidad no existe, ser mujer significa, tarde o temprano, verse enfrentada a la violencia. Violencia verbal, psicológica, económica, sexual, física. Muchas veces la pobreza tensa aún más la situación: ¡cuánto más difícil es para las mujeres pobres encontrar caminos, oportunidades y apoyo para hacer frente a la violencia! En realidad, ¡la pobreza femenina es, en sí misma, una de estas violencias! El Papa puso el dedo en la llaga cuando en Colombia, ante los obispos de ese país y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), denunció el clericalismo, diciendo: “las mujeres no pueden ser siervas de nuestro clericalismo” (Colombia, 2017). Permítanme ser aún más clara: siendo el clero masculino, el clericalismo es la forma eclesial del machismo. No concibo opción preferente por los pobres si no significa también una opción preferente por la mujer. Incluso, y particularmente, en la teología y dentro de la Iglesia.

Los datos hablan por sí solos. En Chile, según la CASEN 2015, el porcentaje de mujeres jefas de hogar casi se duplicó entre 1990 (20,2%) y 2015 (39,5%). En el primer decil, este porcentaje llega hasta el 52,8%, mientras en el décimo decil (la población más rica) representa un no despreciable 30%. Por otra parte, más del 77% de las mujeres jefas de hogar conforman hogares monoparentales, según la misma encuesta. Con respecto al índice de pobreza por ingresos, éste es de 12,9% para mujeres jefas de hogar, mientras que para los hombres llega solo a un 8,8%.

Si bien ha bajado considerablemente desde 2006, la brecha de ingresos entre hombres y mujeres era aún de 24,6 puntos en 2015. Además, se evidencia una diferencia considerable en el trabajo no remunerado de cuidado (hijas e hijos, padres, parientes con discapacidad): Según un informe mundial del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las mujeres trabajan 2,5 veces más que los hombres en tareas no remuneradas en el hogar (cuidado)[1]. Tanto hombres como mujeres padecen un peakde pobreza cuando alcanzan la edad de jubilar, pero éste es considerablemente más alto en las mujeres que en los hombres (32,4% vs 28,3%)[2]. Finalmente, según la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, 65 mujeres fueron víctimas de femicidio en Chile durante el 2016[3], ¡en un país de solo 17 millones de habitantes! Una de cada tres mujeres (68%) ha sufrido acoso[4]. De hecho, el 88,9% de las mujeres en Chile afirma que es verdad que “la mayoría de las mujeres es acosada sexualmente alguna vez en su vida”[5].

La exhortación apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco, publicada en 2015, reconoce estas realidades que son semejantes en todo el mundo (AL 242). Menciona también las distintas categorías de pobreza y violencia que sufrimos las mujeres (AL 54), y la dificultad que la pobreza significa especialmente para las mujeres jefas de hogar. ¡Peor aun cuando se encuentran encarceladas! Como escuchamos, conmovid@s, a Jeannette Zurita, durante la visita del Papa al Centro Penitenciario Femenino de Santiago.

Las mujeres somos las que damos vida a las parroquias y a muchas obras sociales. En labores voluntarias, completamente gratis, o con trabajo muchas veces mal pagado. Pero, ¿recibimos la atención, como mujeres, que debiéramos recibir? ¿Cuestionamos nuestra propia mirada hacia cómo se hacen las cosas, tratando de reflejar que la “pobreza tiene rostro de mujer”?[6] Me preocupa especialmente, pensando que los discursos crean y mantienen las realidades: ¿cómo las mujeres podemos participar en el discurso y diálogo teológico si estamos muchas veces en condiciones que limitan nuestro empoderamiento, nuestra dignidad, nuestra igualdad con los varones?


Mi deseo es que el anuncio del Evangelio y la teología tomen en cuenta (¡y en serio!) los signos de los tiempos en relación a la realidad de nosotras, las mujeres. Si la pobreza tiene rostro de mujer, una teología de los signos de los tiempos no puede no tenerlo. La verdad sobre la pobreza material y eclesial, que también tienen rostro de mujer, nos hará libres, a mujeres y hombres.

¿Cómo participar en la teología en una Iglesia donde hay discriminación estructural contra las mujeres? Es una Iglesia donde las monjas, según una denuncia de L’Osservatore Romano, muchas veces trabajan en situaciones de “servidumbre”, sufren abuso de poder, y no se les permite desarrollar sus dones (especialmente, intelectuales) a causa de una comprensión misógina de “humildad” que solo se aplica a las mujeres y no a los hombres[7]. Es una Iglesia donde el Vaticano acaba de vetar a tres conferencistas mujeres, invitadas al encuentro Voces de Fe, convocado para el 8 de marzo de 2018, por sus posturas sobre la homosexualidad: la ex presidenta de Irlanda, una activista lesbiana de Uganda, y una teóloga polaca. Los organizadores no vieron otra opción que realizar la conferencia fuera del Vaticano para mantener las tres conferencistas[8].

Una teología y el anuncio del Evangelio ante la “pobreza con rostro de mujer” no es posible sin una real y verdadera participación de la mujer en la teología misma y en la toma de decisiones en la Iglesia. Así se lograría que no sea una teología sobre nosotras, sino una teología hecha por nosotras y con nosotras, y concebida especialmente, paralas que más sufren de violencia y pobreza.

Ivone Gebara, teóloga feminista brasilera, indica que incluso la Teología de la Liberación ha tenido sus sesgos y cegueras machistas. No ha visto el sesgo de la educación diferenciada para varones y niñas, no está consciente de su error al asumir que para la liberación femenina sería necesario lo mismo que para la liberación “del hombre”. La Teología de la Liberación no ve, concluye, la necesidad de la liberación femenina en la Iglesia[9]. Este sesgo se puede percibir también en Amoris Laetitia, aunque el Papa, en un paso sorprendente para muchos, reconoce explícitamente las contribuciones del feminismo “cuando no pretende la uniformidad” (AL 173). No está completamente claro lo que ha querido señalar con esta condicionalidad, pero es la primera vez que un Papa reconoce algún valor positivo al feminismo.

Es necesario promover una relectura de la Teología de la Liberación desde la perspectiva femenina, que se ha ido desarrollando desde los años 90 en América Latina, Estados Unidos y Alemania: una relectura que no se quede en los rincones de los congresos de mujeres teólogas, sino que permee las prédicas dominicales, las facultades de Teología y las listas de lectura de sus ramos principales. Una relectura, además, que no se quede en una sola versión de cómo ver a la mujer, sino que admita y busque la pluralidad de visiones que tenemos las mujeres, así como la diversidad de posturas que tienen las teólogas. Ciertamente, ha habido un debate teológico en varias de estas facultades, sin embargo, no han sido debates que hayan tenido mayor eco en la jerarquía, ni replicados entre el pueblo de Dios.

Creo que nadie podrá dudar seriamente de la capacidad femenina de participar en la reflexión teológica en distintos ámbitos, conociendo su desempeño en las otras ciencias. Además, tenemos una segunda fuente que justifica nuestra participación: nuestra igual dignidad, nuestras experiencias de fe, nuestro conocimiento. Finalmente, y como sugiere Martha Zechmeister cj: “José Batista Metz (tal como Ignacio Ellacuría) habla mucho sobre la autoridad de los que sufren, que Dios nos habla en las situaciones de sufrimiento y, a partir de ahí, debemos determinar nuestra praxis”[10]. Ciertamente, ¡ésta es una propuesta polémica para muchas mujeres! ¡Que no sea solamente desde su calidad de víctimas que hable la mujer! Sin embargo, que también hable desde allí, que pueda gritar sus sufrimientos invisibilizados, su sufrimiento en y por la Iglesia, pero que no sea tampoco lo único que se le permita decir. Las mujeres también gozamos, queremos hablar de nuestra dignidad, de nuestra fuerza en la superación de la pobreza y otras tantas dificultades… en fin, de nuestra experiencia de Dios.

Mi deseo es que el anuncio del Evangelio y la teología tomen en cuenta (¡y en serio!) los signos de los tiempos en relación a la realidad de nosotras, las mujeres. Si la pobreza tiene rostro de mujer, una teología de los signos de los tiempos no puede no tenerlo. La verdad sobre la pobreza material y eclesial, que también tienen rostro de mujer, nos hará libres, a mujeres y hombres.



[3] Véase por la diferencia de esta cifra con las cifras oficiales de SERNAMEG, ADN Radio, http://www.adnradio.cl/noticias/nacional/organizaciones-de-mujeres-contradicen-cifras-oficiales-de-femicidios-en-chile/20180108/nota/3683162.aspx, 8 de enero de 2018.

[4] Véase Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) y el Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC Chile), “Jóvenes y acoso sexual callejero: opiniones y experiencias sobre violencia de género en el espacio público”, 2015.


[6] Para las muchísimas referencias a esta expresión, véase en presentación, CEPAL, XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, Montevideo, 26 de octubre de 2016.

[7] Revista Donne, Chiesa, Mundo, Marzo 2018, resumido en BBC, Monjas pizza, http://www.bbc.com/mundo/noticias-43254029.


[9] Entrevista con Ivone Gebara, por Hugo José Suárez: “Ivone Gebara, teóloga y feminista”, disponible en http://www.mujeresenred.net/spip.php?article2062.

[10] Entrevista con Martha Zechmeister, religiosa y teóloga, evaluando el papel de la mujer en la Iglesia en el pontificado de Francisco. Por Cristina Fontenele, 17 de febrero de 2016, www.evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com.




HACE UN AÑO

Alemana, vive en Chile y es miembro de la CVX adultos. Cientista Político por la universidad Johannes Gutenberg, de Mainz, Alemania, y Doctora en Derecho por la universidad de Essex, Reino Unido. Académica, especialista en derecho internacional y derechos humanos.

Fuente: territorioabierto

domingo, 16 de junio de 2019

Complejidad del mundo de los pobres.



Gustavo Gutiérrez

La teología de la liberación ha procurado desde el comienzo no reducir la pobreza al aspecto económico, por importante que éste sea.
Así, se describió al pobre como el «insignificante», como aquél que es considerado como un «no-persona», a quien, de hecho, no se le reconocen sus derechos como ser humano. Los Situación y tareas de la teología…Los pobres son personas sin peso social, que cuentan poco en la sociedad y en la Iglesia. Es así como son vistos, o más bien no vistos.

Pues, como excluidos, resultan invisibles en el mundo actual. Los motivos son diversos: por supuesto los de orden económico, pero además el color de la piel, ser mujer, pertenecer a una cultura despreciada o apreciada sólo por su exotismo, que viene a ser lo mismo. Al hablar, desde decenios, de los «derechos de los pobres» nos referíamos a todas esas dimensiones de la pobreza.

Una segunda perspectiva, presente también desde los comienzos, fue la de ver al pobre como «el otro» de una sociedad que se construye contra sus derechos más elementales, ajena a sus valores. Así resulta que la historia leída desde ese «otro», por ej. a partir de la mujer, se convierte en otra historia. Pero ese re-leer la historia se convertiría en pura especulación si no incluyese el re-hacerla. En ese orden de cosas y pese a los obstáculos y limitaciones que se oponen a ello, es firme el convencimiento de que son los mismos pobres los que deben asumir su destino. Al respecto habría que retomar el hilo de la historia desde que un hombre y teólogo -Bartolomé de las Casas- se planteaba ver las cosas «como si fuese indio». Sólo liberando nuestra mirada de prejuicios y de inercias podremos descubrir al «otro».

No basta, pues, con tener conciencia de esa complejidad. Hay que advertir su fuerza interpeladora y hay que considerar la condición del pobre como «otro» en toda su desafiante realidad. Gracias a que nos hemos comprometido con el mundo de la pobreza, en ese proceso nos encontramos con la vivencia -de un modo u otro- de la fe cristiana. La reflexión teológica se nutre de esa experiencia cotidiana y, a su vez, la enriquece.

Hoy se está trabajando arduamente en algunos aspectos importantes de esa complejidad. En esta línea se sitúan los esfuerzos por pensar la fe a partir de la situación secular de despojo y marginación de los diversos pueblos indígenas de nuestro continente y de la población negra incorporada violentamente a nuestra historia desde hace siglos. Hemos sido testigos del vigor que adquiere la voz de estos pueblos, de la riqueza cultural y humana que son capaces de aportar, así como de las facetas del mensaje cristiano que nos permiten descubrir. Sin contar con el diálogo con otras concepciones religiosas que pudieron sobrevivir y que, pese a ser hoy minoritarias, son igualmente respetables, pues son seres humanos los que están comprometidas con ellas y que, sin recrearlas artificialmente, las conservan en su propio acerbo cultural y religioso.

Son también particularmente exigentes y nuevas las reflexiones teológicas que provienen de la inhumana y, por consiguiente, inaceptable condición de la mujer en nuestra sociedad, en especial la que pertenece a los estratos sociales y étnicos a los que acabamos de referirnos. Dichas reflexiones son realizadas sobre todo por mujeres, pero nos cuestionan a todos, en especial cuando se hace una relectura bíblica desde la condición femenina. No se trata, como algunos acaso piensen, de defender antiguas culturas fijadas en el tiempo y que el devenir histórico habría superado. La cultura es creación permanente. Lo vemos en nuestras ciudades, crisol de razas y culturas en sus niveles más populares, pero a la vez espacio de crueles y crecientes distancias entre los diferentes sectores sociales que las habitan. Este universo en proceso, que en gran parte arrastra y transforma los valores de las culturas tradicionales, condiciona la vivencia de la fe y constituye un punto de partida histórico para la reflexión teológica.

No obstante, el discurso sobre la fe no debe perder de vista el terreno común del que parte y en el que discurre nuestra reflexión teológica: el de los «insignificantes », el de su liberación integral y el de la buena nueva de Jesús dirigida preferentemente a ellos. Hay que evitar que la necesaria y urgente atención a los sufrimientos y esperanzas de los pobres dé lugar a búsquedas ineficaces de cotos teológicos privados, que sería fuente de exclusividades y desconfianzas. En lo esencial, se trata del combate cotidiano por la vida, la justicia y los valores culturales y religiosos de los desposeídos. También por su derecho a ser iguales y al mismo tiempo diferentes.

No todas las corrientes teológicas que vienen de esa situación caben bajo el mismo epígrafe. Pero los evidentes lazos históricos entre ellas, así como el horizonte común del complejo mundo del pobre dentro del que se mueven, nos permite verlas como expresiones fecundas de las tareas actuales de la reflexión teológica desde los desheredados del continente.

Globalización y pobreza
Decía Paul Ricoeur: «No estamos con los pobres si no estamos contra la pobreza», o sea, si no rechazamos la condición que abruma a una parte tan importante de la humanidad. No se trata de un rechazo meramente emocional. Hay que conocer lo que motiva la pobreza a nivel social, económico y cultural. Esto no se puede hacer sin los instrumentos de análisis de las ciencias humanas. Pero, como toda ciencia, ellas trabajan con hipótesis que pretenden explicar la realidad. Lo cual significa que han de cambiar ante fenómenos nuevos. Es lo que hoy sucede con el neoliberalismo que llega aupado por una economía cada vez más autónoma de la política (y, por supuesto, de la ética) gracias al fenómeno de la globalización.

Aunque proviene del mundo de la información, la globalización repercute en el terreno económico y social, y en otros campos de la actividad humana. El término es engañoso. Nos hace creer que nos encaminamos hacia un mundo único, cuando en realidad actualmente entraña la exclusión de una parte de la humanidad del Situación y tareas de la teología… 11 circuito económico y de los beneficios de la sociedad del bienestar. Millones de personas son convertidas así en inservibles o desechables después de uso: todas las que han quedado fuera del ámbito de la información. Con el agravante de que esta polarización se produce por el modo como estamos viviendo hoy un fenómeno como la globalización que no tiene por qué tomar necesariamente el curso actual de una desigualdad creciente. Y sabemos que sin igualdad no hay justicia.

El neoliberalismo postula un mercado sin restricciones, que se regule por sí mismo. Y acusa a la solidaridad social no sólo de ineficaz frente a la pobreza, sino de ser una de sus causas. Nos encontramos ante un rechazo de principio que deja a la intemperie a los desposeídos de la sociedad. Una de las más duras consecuencias de esa ideología es la deuda externa, que tiene maniatadas a las naciones pobres y que creció desmesuradamente gracias a las tasas de interés fijadas por los mismos acreedores. La condonación de la deuda externa constituye el punto más importante propuesto por Juan Pablo II para celebrar, en todo su profundo sentido bíblico, el jubileo del año 2000.

La deshumanización de la economía que tiende a convertirlo todo, incluso las personas, en mercancías ha sido denunciada por una teología que señala el carácter idolátrico, en sentido bíblico, de este hecho. Curiosamente asistimos hoy a un intento de justificación teológica del neoliberalismo que compara, por ej., las multinacionales con el siervo de Yahvé: ellas serían atacadas y vilipendiadas, cuando de ellas vendría la justicia y la salvación. Se impone, pues, una reflexión teológica a partir de los pobres. Si ella ha de tener en cuenta la autonomía propia de la disciplina económica, no puede olvidar su relación con el conjunto de los seres humanos y, por consiguiente, las exigencias éticas. No hay que perder de vista que el rechazo más firme a las posiciones neoliberales se da por razón de los contrasentidos de una economía que olvida cínicamente y, a la larga, suicidamente al ser humano y, en especial, a los que carecen de defensa en este campo, o sea, a la mayoría de la humanidad. Está en juego la ética que exige descubrir los mecanismos perversos que distorsionan desde dentro esa actividad humana que llamamos economía y que no tiene por qué causar estragos en la humanidad.
A este capítulo pertenecen también las perspectivas abiertas por las corrientes ecológicas ante la destrucción, suicida también, del medio ambiente. Ellas nos han hecho más sensibles a todas las dimensiones del don de la vida y nos han ayudado a ampliar el horizonte de la solidaridad, que comprende un respectuoso vínculo con la naturaleza.

Profundización en la espiritualidad

Desde sus primeros pasos, la espiritualidad ocupó siempre un primer plano en la teología de la liberación. Albergamos la profunda convicción, alentada por la obra de M.D. Chenu, de que, detrás de toda inteligencia de la fe, hay una manera de seguir a Jesús. Los Evangelios hablan de seguir a Jesús y ser discípulos suyos. Es en el seguimiento y en el discipulado en lo que consiste la auténtica espiritualidad. Éste es uno de los puntos centrales de la comprensión de la teología como reflexión sobre la praxis, que es el corazón del discipulado. Tiene imbricadas dos grandes dimensiones: la oración y el compromiso histórico. Nos lo recuerda el Evangelio cuando afirma que no basta con decir «Señor, Señor» si no se hace «la voluntad del Padre » (Mt 7,21). Cobra así sentido la afirmación de que «nuestra metodología es nuestra espiritualidad ».

Recientemente asistimos a un florecimiento de una espiritualidad de la liberación. Es que, en medio de un proceso histórico que sabe de logros y tropiezos, la experiencia espiritual del pueblo pobre ha madurado. Esto no significa un repliegue respecto a opciones de orden social, lo cual sería desconocer la radicalidad de ir al fondo de las cosas, allí donde se anudan amor a Dios y amor al prójimo. Es en esa hondura donde se sitúa la espiritualidad. Tenía razón Rilke cuando decía que Dios se encuentra en nuestras raíces.

En el núcleo de la opción preferencial por el pobre hay un elemento espiritual de experiencia del amor gratuito de Dios. El rechazo a la injusticia y a la opresión está anclada en nuestra fe en el Dios de la vida. Por esto no sorprende que esta opción haya sido rubricada, como en el caso de Mons. Romero y de muchos otros cristianos y cristianas en América Latina, por «el signo martirial». En realidad, hay muchas maneras de vivencias de la cruz que marcan la vida cotidiana del continente.

Es maravilloso el itinerario espiritual de un pueblo que vive su fe y mantiene su esperanza, en medio de una vida cotidiana hecha de pobreza y exclusiones, pero también de proyectos y de una mayor conciencia de sus derechos. Los pobres de América Latina han emprendido la ruta de la afirmación de su dignidad de hijos e hijas de Dios, en la que se da el encuentro con el Señor, crucificado y resucitado. Estar atento a esa experiencia espiritual, recoger sus versiones orales y escritas se convierte en una tarea primordial de nuestra reflexión teológica. Usando una expresión de San Bernardo, llamamos a ese momento «Beber del propio pozo». Sus aguas nos permitirán constatar la profundidad de la fe de los pueblos pobres de nuestro continente. Esto confirma lo que decíamos al comienzo: el pueblo latinoamericano es, mayoritariamente, pobre y a la vez creyente.

En el corazón de una situación que los excluye y maltrata y de la que quieren liberarse, los pobres creen en el Dios de la vida. Como decían en nombre de los Situación y tareas de la teología… 13 pobres del Perú nuestros amigos Víctor (hoy fallecido) e Irene a Juan Pablo II durante su visita al país (1985): «Con el corazón roto por el dolor, vemos que nuestras esposas gestan en la tuberculosis, nuestros niños mueren, nuestros hijos crecen débiles y sin futuro», y añadían: «pero, a pesar de todo esto, creemos en el Dios de la vida».

Para concluir: aunque hemos puesto el acento en la interpelación que viene del mundo de la pobreza, pensamos que la reflexión teológica del mundo cristiano tiene que enfrentar los tres retos mencionados e incluso hacer ver sus relaciones mutuas. Para ello hay que evitar la tentación de encasillarse asignando dichos desafíos a los diversos continentes: el de la modernidad al mundo occidental, el de la pobreza a América Latina y África y el del pluralismo religioso a Asia. Naturalmente hay énfasis propios, según las diversas áreas de la humanidad. Pero, en la actualidad, estamos llamados a una tarea teológica que emprenda nuevas rutas y mantenga con mano firme tanto la particularidad como la universalidad de la situación que vivimos. Ese cometido no podrá llevarse a cabo sin una gran sensibilidad a las diversas interpelaciones y con un diálogo -respectuoso y abierto- que asuma como punto de partida las condiciones de vida y la dignidad de los seres humanos, en particular, la de los pobres y excluidos.

Ellos son para nosotros, cristianos, reveladores de la presencia de Dios en Jesucristo, en medio de un mundo que es fruto del amor de Dios.

P. Gustavo Gutiérrez, OP
Publicado en Revista “Reflexión y Liberación” n° 112
Santiago de Chile

lunes, 30 de octubre de 2017

¡Dichosos los pobres!


El ideal de los seguidores de Jesús es ser como él, es decir, siervo y servidor de todos, como lo es el pequeño: uno de «los pequeños hermanos» de Jesús, declarados dichosos en el sermón de la montaña.

No tenemos por qué ocultar nuestros bienes, ni ignorar su origen y destino. Tampoco debemos ocultar que somos pobres o que queremos ser pobres. Me preguntaba en la introducción de esta intervención: ¿Son dichosos los pobres por el hecho de ser pobres? ¿Qué pobreza es proclamada dichosa según los evangelios? He titulado mi colaboración: «amar al Señor con todas las riquezas o la dicha de ser pobres». No es una disyuntiva, sino una equivalencia. Aquel que sirve al Señor con todas las riquezas conoce la dicha de ser pobre. Vaya un breve apunte sobre la dicha evangélica.

No es uniforme el rostro de los pobres, como tampoco lo es el vocabulario de la pobreza. Pobre es el indigente de ascendencia humilde (raš) y también el subordinado e inferior condenado a trabajos forzados (misken). Es pobre el humilde y aplastado, necesitado de refugio y de amparo (dak), como lo es el débil y el flaco (dal) que ha de apoyarse en otros para mantenerse en pie. También es pobre el mendigo y el vagabundo (‘ebyôn), así como el humilde (‘anah) que, curvado sobre sí mismo (humillado), está condenado a mirar hacia la tierra (humus) agobiado bajo el peso de la miseria o de la aflicción. Son pobres, finalmente, aquellos que convierten la sumisión resignada al poder de los hombres en una sumisión libre y resignada a la voluntad de Dios (‘anawim). Este sustantivo, junto con el anterior, da a la pobreza un matiz estrictamente religioso, hasta convertirse en sinónimo de «piadoso» y de «humilde». ¿Son dichosos todos y cada uno que pueden clasificarse bajo cualquiera de los sustantivos mencionados? ¿Son dichosos los pobres por el hecho de ser pobres?

Si leemos con atención el evangelio de Lucas, la respuesta parece que debe ser ésta: «El pobre es dichoso por ser pobre». Así parece desprenderse del enunciado de la primera bienaventuranza: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios» (Lc 6,20). A medida que avanzamos en la lectura del evangelio de Lucas se iría ratificando nuestra primera impresión. Valgan estos dos ejemplos. Allí donde Mateo escribe: «Da a quien te pide y no vuelvas la espalda a quien te pide algo prestado» (Mt 5,42), Lucas completa y corrige: «Da siempre a todo el que te pide y no reclames de quien toma lo tuyo» (Lc 6,30). Para Mateo es suficiente con dar una vez; Lucas, en cambio, pide al discípulo una actitud de constante donación. Para ser discípulo de Jesús, Mateo estima que es suficiente con dejar las redes y la barca. Lucas completa: «Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío» (Lc 14,33). Aunque no todos los ricos sean mal vistos por Lucas [ahí están Zaqueo, José de Arimatea, las mujeres que siguieron a Jesús, la familia de Betania], no es desatinado afirmar que no son bien acogidos en el evangelio de Lucas. Las bienaventuranzas lucanas van dirigidas a una comunidad muy concreta: a una Iglesia en la que, como dice Pablo, «no hay sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos nobles. Ha escogido Dios, más bien, lo necio del mundo, para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo lo ha escogido Dios; lo que no es para reducir a la nada a lo que es» (1Cor 1,26-28). Los cristianos de las comunidades lucanas son auténticos pobres –con todos los matices de la pobreza aludidos en el vocabulario– por haber creído en Cristo. Estas iglesias oprimidas necesitaban el consuelo proclamado por las bienaventuranzas: han renunciado a toda riqueza para quedarse con la auténtica Riqueza: el Señor.

Mateo llama dichosos a los «pobres de espíritu». Según el genio de las lenguas semitas, el acento no ha de ponerse en la pobreza sino en el espíritu. No está desencaminada la interpretación de los Padres cuando insisten en que Mateo llama dichosos a los humildes y sencillos, a los que muestran desprendimiento y una absoluta disponibilidad, a los que están totalmente abiertos para recibir y para dar. Esta pobreza bienaventurada no viene de fuera, sino que radica en el espíritu. Si se ahonda y se vive esta pobreza, es más dura que la pobreza externa (económica, social o religiosa), pues la abarca y supera. Fundados en Mateo, no podemos distinguir entre una pobreza afectiva (propia de aquellos que pretenden ser salvados) y otra efectiva dejada a la libre elección de quienes quieren ser perfectos. Más bien, Mateo llama dichosos a los pobres, es decir, a «los humildes, a los que son pobres antes Dios, a los que se hallan como mendigos ante Dios, con las manos vacías, conscientes de su pobreza espiritual». De estos pobres puede decirse aquello del salmo: «El Señor está cerca de los que tienen el corazón contrito y salva a los que tienen el espíritu humilde» (Sal 34,19). Los pobres, por su parte, pueden presentarse ante Dios con estas palabras: «Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí» (Sal 40,18). Las bienaventuranzas de Mateo, en definitiva, no glorifican al proletariado, sino al «hombre humilde que espera con paciencia el reino de Dios». Mateo formuló su primera bienaventuranza para una iglesia que estaba en lucha con la tentación farisaica de la justicia propia.

Es posible que los dos evangelistas traduzcan una misma palabra aramea (‘anwa o ‘anya), que, como he apuntado, tiene connotaciones espirituales inconfundibles. Lucas habla de una pobreza real a unos cristianos que son sociológicamente pobres, por ser cristianos. Mateo explicita la dimensión espiritual que tenía el sustantivo en la lengua de Jesús (el arameo). No obstante, tal vez sea acertado decir que «la pobreza social pasa a segundo plano y la miseria psíquica pasa a ocupar el primero. Ésta apunta a la actitud ética de la humildad».

Si Jesús proclamó dichosos a los ‘anawim, no olvidemos que son hombres curvados por el peso de la existencia; hombres que por mirar a la tierra (humus) son humildes, pero revestidos de una dulce paciencia y de absoluta confianza en Dios, de quien se declaran –ya con su gesto corporal– vasallos obedientes. Late en este vocablo la pobreza real, con todas sus modalidades, pero también la religiosa. La riqueza asociada a las cualidades o a la práctica de la virtud no nos convierte en dichosos ni nos da ningún derecho ante Dios. La pobreza dichosa pasa por el camino de las nadas: la nada del «tener» porque todo lo hemos dado, y la nada del «ser» porque a todos nos hemos dado. Ante Dios permanecemos curvados y absolutamente confiados. ¡Qué bien lo supieron y expresaron hombres y mujeres egregios/as como Francisco de Asís o Teresa de Liseux!

Tal vez sea fácil vivir sin dinero o propiedades. Algo más difícil es entregar nuestro tiempo y nuestras cualidades, nuestro ser. Mucho más difícil es no apegarnos a nuestras buenas acciones. Lo realmente bienaventurado y dichoso es quedarnos únicamente con Dios. ¡Qué pronto aprenderá a ser pobre aquel que se sabe amado!, repetía otro gran hombre: Charles de Foucauld. La dinámica de esta bienaventuranza que nos torna dichosos procede de la contemplación de Cristo, quien «siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza» (2Cor 8,9). Nuestra experiencia nos cerciora de lo difícil que es gozar esta pobreza bienaventurada.

Ángel Rodríguez, CMF

jueves, 21 de septiembre de 2017

La brecha social crece con 58.000 nuevos ricos y 1,4 millones de pobres en cuatro años.


(PUBLICO)

El patrimonio del 0,4% de la población supera en valor el 50% del PIB, mientras las rentas bajas se desploman y 5,4 millones de contribuyentes ingresan ya menos de 6.000 euros al año.
La crisis económica ha sido, y sigue siendo, un buen terreno de negocios para una minoría mientras amplias capas de la población sufren el desgarro social derivado de la cada vez más intensa tendencia a la concentración de la riqueza: la afloración de más de 58.000 nuevos ricos en los mismos cuatro años en los que más de 1,4 millones de personas han pasado a ingresar menos de 6.000 euros anuales da fe del ritmo al que se abre la brecha social en un país que está batiendo sus propios récords de desigualdad, con las cotas de creación de riqueza y de extensión de la pobreza en niveles máximos de manera simultánea .

Los datos del Impuesto de Patrimonio revelan cómo en solo cuatro años, de
2011 a 2015, la cifra de contribuyentes españoles que poseen entre 1,5 y seis millones de euros ha pasado de 39.810 a 50.738, mientras los que superan esa cifra, equivalente a mil millones de las antiguas pesetas, lo ha hecho a un ritmo más intenso al pasar de 4.717 a 6.480.

Suman 12.691, aunque, en realidad, la nómina de millonarios que declaran su fortuna al fisco ha aumentado más. Las estadísticas de la Agencia Tributaria oscurecen ese dato con su división por tramos, aunque la propia gestión del impuesto, que grava a quienes poseen un acervo mobiliario (acciones, seguros) e inmobiliario superior a los 700.000 euros, con una exención de hasta 300.000 por la vivienda habitual, revela que la cifra de ricos que lo declaran ha crecido un 44% en esos cuatro años, en los que ha pasado de 130.216 a 188.680; es decir, 58.464 más.

Ese aumento de los ricos ha ido paralelo con una mayor concentración de la riqueza. Los 130.216 declarantes de este tributo en 2011 suponían el 0,27% de la población estatal y poseían bienes por valor de 430.668 millones que equivalían al 40,2% del PIB. Los 188.680 registrados cuatro años después son el 0,4% del censo, mientras su patrimonio conjunto de 582.612 millones ya alcanza el 53,9% del Producto Interior Bruto.

Caen las rentas bajas, repuntan las medias y altas

Y esa concentración ha sido simultánea a un corrimiento a la baja de las rentas en los estratos menos pudientes del país, los que aglutinan a los más de doce millones de contribuyentes que perciben menos de 20.000 euros al cabo del año, y que suponen dos terceras partes del total. Son los mileuristas, ya que se trata de ingresos brutos en el caso de los salariales, y los inframileuristas. El efecto es especialmente intenso entre quienes ingresan menos de 6.000 euros al año, que entre 2011 y 2015 pasaron de manera progresiva de ser cuatro millones de personas a 5,4.

Ese aumento de 1,4 millones de contribuyentes en ese tramo indica una extensión todavía mayor de los niveles de pobreza, cuyos umbrales de 2015 estaban oficialmente fijados en 8.010 euros para los hogares unipersonales y en 16.823 para los de dos adultos y dos niños, en los que, llevan años cayendo ciudadanos de los escalones de renta inmediatamente superiores al anterior: 1,3 millones de personas han desaparecido del tramo de 6.000 a 12.000 euros y 479.119 han salido del siguiente, el que va de esa cifra a los 20.000.

Esos movimientos, que se producen mientras la cifra de contribuyentes permanece estabilizada en torno a los 19,4 millones, van paralelos a una leve recuperación de las clases medias, ya que las rentas de 20.000 a 60.000 euros han pasado de llegar a 5,9 millones de personas a alcanzar a 6,25 millones (un 5% más), mientras las más elevadas, las que superan esa cota, repuntaban un 0,34% para alcanzar las 687.904.

Este cuadro indica que la concentración de la riqueza se está produciendo de una manera simultánea al desplome de las rentas bajas, en las que cada vez más gente ingresa menos dinero, y a una mejora de las medias y altas. Y pone de manifiesto, como ya hicieron hace unos meses dos organismos tan antagónicos como el Consejo Económico y Social (CES) y la Airef (Autoridad Fiscal Inependiente), la escasa efectividad del sistema redistributivo español.

Patrimonio, un tributo de ida y vuelta

El Impuesto de Patrimonio, reducido a cero en 2007, cuando la economía española y el Estado cabalgaban a lomos de una burbuja inmobiliaria a punto ya de estallar, recuperado por Rodríguez Zapatero en 2011 y mantenido por Mariano Rajoy, es un tributo que grava la tenencia de bienes muebles e inmuebles y que el Estado recauda junto con el IRPF para traspasar los fondos a las comunidades autónomas. Su recaudación, no obstante, cayó en picado con las rebajas aplicadas en la recuperación de 2011, cuando, con 739 millones, su aportación se quedó por debajo de la tercera parte de los 2.360 de 2007. Los 981.498 declarantes de entonces cayeron a 130.216, de los que 27.919 (21,4%) quedaron exentos de pagar.

Hoy, mientras comunidades como Madrid lo tienen en la práctica abolido con una cuota cero, solo tributan 163.499 de los 188.680 declarantes, mientras los otros 25.231 (13,3%) se libran de hacerlo. Y las exenciones reducen a la mitad las bases a liquidar. En algunas ocasiones se ha señalado el aumento de ricos que declaran en el Impuesto de Patrimonio como uno de los efectos de la amnistía fiscal de 2012 y el posterior goteo de bienes localizados en otros países que comenzaron a aflorar mediante el llamado “modelo 720”. Sin embargo, las cifras no cuadran: al proceso impulsado por el ministro Cristóbal Montoro se acogieron 31.500 evasores, y el aumento de contribuyentes alcanzó los 47.556 ese año, a los que se sumaron otros 4.589 en 2013. Y el crecimiento continuó en los dos siguientes, con 2.833 y 6.174.

¿Quién y qué paga?

El grueso de ese más de medio billón de propiedades de los ricos oficiales que tributan por serlo se concentra en los bienes de tipo mobiliario, con 442.447 millones de euros distribuidos entre 293.374 en acciones (50.774 en bolsa), 83.120 en sicav, 52.607en depósitos bancarios y 13.344 en deuda pública. Otros 102.565 son propiedades inmobiliarias, el 96,5 de ellas (98.705 millones) urbanas. Y el resto se reparte entre 11.309 bienes afectos a actividades económicas, 10.623 en seguros y rentas vitalicias y 1.176 en los llamados bienes suntuarios, en los que se suman 659,8 en joyas y 516,3 en obras de arte y antigüedades, mientras el capítulo de “otros” suma 14.491.

Más ricos en Catalunya, más barato en Madrid

Más de la tercera parte de los declarantes del Impuesto de Patrimonio (Navarra y País Vasco no entran en la estadística) tiene su domicilio fiscal en Catalunya, donde hay 72.716 que, con una media de 2,37 millones, suman 168.528, más de un tercio también de las propiedades. Le siguen por número la Comunitat Valenciana, con 18.509 y una media de 2,93, y Andalucía, con 15.888 y un patrimonio medio de 3,087 millones.

No obstante, es en Madrid, que aplica una cuota cero con la que en la práctica nadie paga, donde se concentran las mayores fortunas: 16.977 declarantes con un patrimonio medio de 8,54 millones que suma un total de 150.325. En 2015, los 15.790 a los que la declaración les habría salido a pagar en cualquier otra comunidad se ahorraron 796,7 millones, a 50.461 euros por cabeza.

Así, no es de extrañar que, mientras la competencia fiscal entre comunidades y los pleitos por ese motivo aumentan un año tras otro, el traslado de domicilios fiscales de potentados a Madrid sea constante: su censo aumentó en 2.092 en cuatro años.

Fosilización política, tijera legal. Un proyecto de recortes democráticos con la excusa catalana

“Que el Gobierno tenga que recurrir a herramientas como prohibiciones que afectan a derechos fundamentales, multas, imputaciones y suspensiones lo que revela no es su fuerza, sino su debilidad para imponer o negociar una solución política a un problema político”.
(Daniel Bernabé, la marea, 18-9-2017)
Cuando Rajoy compareció en rueda de prensa el pasado jueves 7 de septiembre, tras la aprobación de la ley catalana del referéndum, la situación parecía favorable para el presidente. Con el Tribunal Constitucional y el Gobierno funcionando a bloque sus palabras, de tono sereno y coartada sensata, le hicieron vencedor en la representación de la legitimidad frente a un Parlament que estaba atravesando unas sesiones confusas y atropelladas. Sin embargo, tras la multitudinaria Diada el escenario ha ido cambiando progresivamente, pasando la excepcionalidad del órgano legislador catalán al Gobierno central. “Nos van a obligar a lo que no queremos llegar”, dijo Rajoy el viernes 15 en la reunión de la directiva del PP de Cataluña, “no subestimen la fuerza de la democracia española”.
Este cambio de escenario no es más que el resultado de la postura inamovible del PP y sus socios, la de judicializar un problema político sin ofrecer ningún tipo de salida negociada a la situación, dejando el trabajo de despacho en manos de columnistas incendiarios, jueces salvapatrias y agentes del Instituto Armado. La legalidad, como es obvio, permanece a salvo, hermética al presente, mientras que la legitimidad se desliza hacia un referéndum, que aun teniendo una validez técnica simbólica, ya ha conseguido su objetivo: el de crear una crisis de Estado que sirva de contrapeso para una futura negociación. Al menos en teoría.

Como ya señalé en el artículo de hace un par de semanas, Defender el derecho a decidir en Cataluña es defender España, la cuestión catalana traspasaría sus límites geográficos llevando al resto del país debates en torno al Estado de derecho, a la naturaleza de la legalidad y los límites de la política institucionalizada. Pero también pondría de manifiesto, como así está siendo y así va a ser, el proyecto de restauración reaccionaria que la clase dirigente tiene para reformular España y barrer, definitivamente, el espíritu constituyente del periodo anterior, sus expresiones electorales y asociativas, así como el justo clima de ilegitimidad de un gobierno salpicado por la corrupción y que lo es, recordemos, gracias a un descabezamiento de la dirección, ya renacida, del PSOE. La lectura de la derecha es sencilla: la coyuntura catalana nos obligará a utilizar recortes democráticos, por lo tanto, ¿para qué quedarnos tan solo en un lugar y un momento concretos?

Ya estamos viendo los primeros resultados de tal operación. La casi segura intervención de las finanzas de la Generalitat, la amenaza de la fiscalía a los más de 700 alcaldes (de un total de 947) que van a colaborar con el referéndum, la ambigua advertencia del Constitucional a TV3 donde los límites entre información y apoyo al 1-O son poco claros y los registros de la Guardia Civil a publicaciones e imprentas sospechosas de imprimir cartelería y papeletas. El 155 planea como una guadaña sobre las espaldas de Puigdemont y Junqueras, pero sobre todo de una sociedad catalana que, si antes de este momento ya contaba con un sector notable que se declaraba independentista, favorable al derecho a decidir o simplemente dolido por lo que consideraban un reiterado menosprecio a su sentimiento nacional, ahora ve que sus miedos se convierten en certezas.

Fuera de Cataluña han sido dos, por el momento, los actos suspendidos por decisión judicial, uno en Madrid, el pasado día 12, y otro en Vitoria, el viernes 15. Este último fue interrumpido por la Policía Local de la capital vasca a instancias del juzgado tras la denuncia de Delegación del Gobierno cuando ya estaba en marcha, teniendo que abandonar la sala el público asistente y la ponente, Anna Gabriel, portavoz de la CUP, que declaró que “el derecho de libertad de expresión y de manifestación están amenazados”. El acto en Madrid, que tuvo lugar el pasado domingo en el Teatro del Barrio, iba a celebrarse en un principio en un local municipal. Esta fue una de las razones que el juez Yusty Bastarreche utilizó para obligar al consistorio madrileño a no ceder el espacio: la de que una dependendencia municipal debe servir a los intereses generales de la ciudadanía. El auto, además, interpretaba que si el referéndum había sido declarado ilegal por el Constitucional, un acto, supuestamente de apoyo al mismo, también lo era.

Podemos poner en duda la parcialidad de un juez declaradamente hostil a la alcaldía madrileña, a la que calificó de tropa de aspecto poco presentable, y al proceso soberanista catalán, ya que era firmante de un manifiesto contrario al mismo. Podemos volver a los debates circulares sobre el Estado de derecho como ente ideal. Incluso, hipotéticamente respetuosos con las leyes y contrarios a la independencia de Cataluña, mirar para otro lado considerando estas prohibiciones un mal necesario que se desprende de un conflicto mayor. O tener memoria.

El cierre del periódico Egunkaria en 2003 y la acusación a su directiva de colaboración con banda armada pasaron de puntillas por la sociedad española, incluso por la más progresista, que atemorizada de criticar la medida para no ser tachada de simpatizante de ETA, calló en su mayor parte. En 2010, la propia Audiencia Nacional absolvió a los acusados sentenciando que: “La estrecha y errónea visión según la cual todo lo que tenga que ver con el euskera y la cultura en esa lengua tiene que estar fomentado y/o controlado por ETA conduce a una errónea valoración de datos y hechos y a la inconsistencia de la imputación”. Episodios de esta índole, si el camino no se corrige, van a volver a tener lugar no solo en Cataluña sino en cualquier parte del país, independientemente de tener que ver o no con el referéndum.

El poder, si es efectivo, no requiere de recordatorios. De hecho, el poder de un Estado es más notable cuanto menos tiene que utilizar sus sistemas coactivos, bien por la connivencia de sus gobernados, bien por el temor de estos a las consecuencias. Que el Gobierno tenga que recurrir a herramientas como prohibiciones que afectan a derechos fundamentales, multas, imputaciones y suspensiones lo que revela no es su fuerza, sino su debilidad para imponer o negociar una solución política a un problema político. Y en último término no ya la debilidad de este Gobierno concreto, sino del propio Régimen que se ha mostrado incapaz de articular una solución territorial definitiva, de defender la soberanía del tan citado pueblo español frente a la Troika o de funcionar sin una corrupción generalizada que, por cierto, afecta de igual forma al ya lejano oasis catalán.

Tratar la cuestión catalana como un simple problema de legalidad, de orden público, puede tener que ver con cierta ceguera táctica (la misma que creó esta situación en parte), pero sobre todo tiene que ver con un proyecto, con un modelo político regresivo que entiende las leyes desde una visión de clase, no confesable pero desacomplejada. Una visión que sabe que las leyes, más allá de su intencional espíritu de equidad, son producto de correlaciones de fuerza, de situaciones de poder cambiante entre actores sociales con intereses contrapuestos. Claro que existen normas que parten de una necesidad cotidiana y son de un uso común y casi lógico (como el ya terco ejemplo del semáforo), como hay otras muchas que son la plasmación de un interés ideológico o una necesidad de un grupo social con poder para imponerlas. Tratar de hacer pasar este tipo de leyes por una especie de tablas sagradas grabadas por Dios en el monte Sinaí es de una arbitrariedad pasmosa.

En general, en los momentos de la mal llamada paz social, es decir, las etapas en que las clases dirigentes imponen su políticas sin una oposición firme, son precisamente las leyes más cotidianas las que se ponen en cuestión (el botellón, la limitación de velocidad o alcohol en la conducción) en debates tan desesperantes como estériles. Es en los procesos de conflicto estructural cuando los que nunca ven su voluntad y necesidades reflejadas en las leyes buscan que así sea, provocando avances políticos que quedan plasmados en el cuerpo jurídico, no por la buena voluntad de los de arriba, sino por la irrefrenable demanda de los de abajo. No hace tanto divorciarse o abortar estaba prohibido en España y, efectivamente, las que luchaban para que así fuera estaban planteando algo, obviamente, ilegal. Que nuestra Constitución apellide al Estado de social responde a una correlación de fuerzas de un momento histórico, que se reformara esa Constitución para introducir el 135, una cláusula neoliberal, a otra.

Con la cuestión nacional ocurre lo mismo, pueden consultar cuál era el contexto en 1978, qué significaban los militares, el café para todos, el balancín de Suárez o las manifestaciones populares no solo en Cataluña, Euskadi o Galicia sino también en Andalucía. Utilizar la Constitución como un ariete y a los tribunales como mariscales de campo para resolver un problema político real en el que ya están inmiscuidas amplias capas sociales es una insensatez. A no ser que lo que se pretenda no sea solucionar el problema en Cataluña, sino eliminarlo, y de paso aprovechar la excepcionalidad para seguir un camino involucionista en España.

Lo que no es legal no es democrático, ha dicho Rajoy, a lo que el veterano exdiputado comunista Alcaraz ha contestado, lo que no es legal no es democrático: la institucionalización fosilizada de la política.

viernes, 8 de septiembre de 2017

La racionalidad perversa y su capacidad infinita de matar


“La exclusión de la población, la subversión de las relaciones sociales y la destrucción de la naturaleza, todo esto no es producto de una maldad, sino de una racionalidad perversa. Un malvado es capaz de matar a mil personas, pero termina fastidiado, y muchas veces se suicida. Pero alguien que opera con una razón instrumental, mata a millones y no tiene problemas. Tiene capacidad infinita de matar. Es la racionalidad de nuestra sociedad la que produce las irracionalidades “.(Hinkelammert: libro “Teología profana y pensamiento crítico”, Clacso 2012 página 146).

Citamos solo tres realidades,amenazadas de muerte que la humanidad acepta “con indiferencia y buena conciencia”.
Primero: la pobreza extrema y el abismo creciente entre pobres y ricos.
Nuestras ciudades se llenan de indigentes y los tuguriospueblan zonas
importantes de nuestras ciudades. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres
cada vez más pobres.Todo esto es exclusión e iniquidad que se busca ocultar.
No puedo dejar de citar una parábola de Jesús:
“Había cierto hombre rico que se vestía de púrpura y lino fino, celebrando cada
díafiestas con esplendidez. Y un pobre llamado Lázaro que se tiraba en el suelo
a su puerta cubierto de llagas, ansiaba saciarse de las migajas que caían de la
mesa del rico; además, hasta los perros venían y le lamían las llagas: (Lucas 16,
19-21. Sería necesario leer el texto completo: vv. 22-31)

Segundo: realidad trágica delos migrantes y refugiados. Hasta julio del 2017 salieron hacia el mediterráneo alrededor de 200 mil migrantes y murieron unos 2.400. Hace poco 300 migrantes fueron tirados al mar y se suprimieron 3 buques de rescate. En el movimiento migratorio han desaparecido 10 mil niños no acompañados. Que posiblemente son víctimas de la trata, del comercio de órganos y víctimas del abuso sexual. No damos más información, porque es abundante en las publicaciones de la OIM (organización internacional de los migrantes) y en cantidad de otros documentos. Lo importante es afirmar que sobrevivir no es un delito.

Tercero: la destrucción extrema y casi final de la tierra. Aquí me remito a las publicaciones últimas de nuestro hermano Leonardo Boff. Uno de sus últimos artículos:”La tierra en números rojos, el ser humano, Satán de la Tierra”(2017 agosto 15) . En Koinonía página Boff.

Carta de Pablo a los Efesios (6.12)
“Nuestra lucha no es contra la sangre y la carne,
sino contra los principados, potestades y poderes de este mundo de tinieblas,
y contra las fuerzas espirituales de la maldad, que están por encima de todo”.

Pabloen esta carta distingue en la violencia tres dimensiones:
los sujetos directamente responsables de la violencia,
las estructuras que organizan y multiplican la violencia, y
la las fuerzas espirituales perversas que laslegitima.

Los que han sufrido la violencia, conocenbien a los sujetos y a las estructurasde la violencia que han sufrido, pero esa racionalidadperversa que laslegitima, no se hace visible, queda en la oscuridad.
Esto significa que la lucha contra la violencia y la iniquidad no es tanto contra los sujetos y las estructuras de la violencia,sino contra las fuerzas espirituales, trascendentes y sobrenaturales de la violencia y la iniquidad.
Una fuerza es el fetichismodel dinero, del mercado y de la economía en general. El fetichismo o idolatría nace cuando las cosas se transforman en dios, y dios se transforma cosa. Cuando Diosmuere y vive transformado en dinero.El fetichismo del dinero y del mercadoes lo que domina al ser humano, y determina como y que se puede comprar o vender. El fetichismo del dinero tiene capacidad infinita de matar, cuando es la racionalidad absoluta del crimen.

Otro dios muy peligroso es el neoliberalismo. La Iglesia mucho tiempo pensó que satanás era el “comunismo”, hasta que se convenció que satanás es el neoliberalismo, transformado en un dios todopoderoso.
El neoliberalismo tiene como un absoluto el dinero.Lo que distingue a las personas es la suma de dinero que dispone cada uno. Se mide el éxito de una empresa o de un empresario por el dinero que maneja. Para acumular dinero, todo es legítimo: necesidad de pagar sueldos bajos, y no darle mucha importancia al cuidado de la naturaleza. El dinero está sobre todo: esta sobre la ley y la propiedad. El dinero es más importante que la vida de los pobres y de la naturaleza. El dinero incluso está sobre los “Derechos Humanos”. Un presidente de los Estados Unidos dijo: “perdimos la guerra de Vietnam por respetar demasiado los Derechos Humanos”. También un empresario fracasa si paga salarios altos y cuida demasiado a la naturaleza.
Lo que interesa al neoliberalismo no es la humanización, sino la comercialización y la ganancia. También considera la naturaleza (agua, tierra, vida natural) y la misma vida humana como capital negociable.

Resumiendo: el fetichismo del dinero, del mercado y del capital,y esos poderes espirituales y trascendentes de la maldad, es lo que permite matar a millones sin problemas, y que tiene capacidad infinita de matar. Diferente es un malvado o una estructura perversa, que tiene un poder muy limitado de matar, pues matando se destruye a sí mismo.

Algunas citas de la“Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium” del papa Francisco, que clarifica lo que decimos.
Citamos solo algunos textos dentro de los números 52-60
“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir«no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil”.

“No a la nueva idolatría del dinero, el fetichismo del dinero, la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo.”.
“Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. Intereses del mercado divinizado”.
“No a la inequidad que genera violencia”
“Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia”.

Para terminar (número 202)
“Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.”

, agosto 2017pablorichardg@yahoo.com

lunes, 17 de julio de 2017

La alternativa de Jesús, en su sociedad y en la nuestra.



Benjamín Forcano

“Ted doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos”
En primer lugar, la lectura del Evangelio Mateo (11, 25-30) requiere ser colocada y entendida desde la sociedad de Jesús, (hace más de 2000 años) y en segundo lugar escucharla y entenderla desde la sociedad de hoy.
Desde la sociedad de Jesús
Jesús ve que su sociedad está configurada por una doble clase de ciudadanos, que creen haber sido creados por Dios y depender de El.

-UNOS que son tenidos como “sabios y entendidos”, intérpretes oficiales de la Ley, -detallada en más de 300 preceptos y en más de 5000 prescripciones-, que son los encargados de hacer cumplir esa ley con rigor, y excluir como malditos a los que no la cumplen.

-OTROS, la mayoría de los ciudadanos, gente sencilla, con mediano o poco conocimiento de esa Ley, que tienen que seguir la enseñanza trazada por los “sabios y entendidos” , si queren gozar del favor de Dios.

-JESUS, sabio libre y profeta, alza su voz y sin ambigüedad proclama que las cosas no son así. La enseñanza que él trae, la recibe de Dios mismo ( Todo me lo ha entregado el Padre, nadie conoce al Padre sino el hijo), su enseñanza no coincide con las de los rabinos y maestros de Israel, estos demuestran que la ignoran y, por ello, les permanece escondida.

Paradójicamente, Jesús afirma que la gente corriente y sencilla, los por ellos considerados ineptos , descarriados o malditos, son los que están dispuestos a entender con naturalidad la enseñanza de Jesús.

Jesús expone la vedad de tal maqnera, que no deja a nadie neutral: de los que lo escuchan, unos preguntan, otros desconfían, otros los juzgan severamente y lo condenan y otros, los sencillos, lo admiten con naturalidad. Son estos a los que se les revela la verdad de Dios y la captan.

Si atendemos al obrar y hablar de Jesús, su figura emerge como la de un profeta que desenmascara la altanería, la crueldad y la hipocresía de los “sabios y entendidos”, pues son ellos los que no hacen ni dejan hacer, cierran la puertas a los que buscan con lealtad, imponen obligaciones enojosas, se convierten en guías ciegos , que angustian a la gente con la carga de leyes y más leyes que no concuerdan con la voluntad de Dios.
Esa es una carga innecesaria e insoportable; un yugo que produce agobio y cansancio.

Su enseñanza va por otro camino, por otra forma más natural de llegar y tratar a Dios, resultando un yugo, pero s llevadero y ligero y que produce descanso.

Es esta, una sociedad, enfrentada y dividida por la religión, por la religión tal como la presentan los guías de su pueblo y de la que ellos se creen únicos poseedores y válidos intérpretes.

Consecuencias.
-Siempre la religión ha sido central e insustituible en la cultura de los pueblos. Quienes la han negado no han triunfado. Por eso, los poderosos de turno, políticos o religiosos, han tratado siempre de aliarse con ella, apropiarse de ella, para figurar acreditados por la Divinidad, aunque luego la hayan degradado con abusos y aberracciones.

Es también el caso de la sociedad de Jesús. Resulta que sus mayores enemigos, los que impiden conocer y tratar a Dios de modo correcto, son los que dicen ser sus representantes y ostentan el oficio de explicar, custodiar y hacer cumplir la Ley.

Es impresionante la lista de errores, engaños y equivocaciones que Jesús, sin tener título otorgado ni estar autorizado, les señala sin piedad y, además, en público, con el regocijo y aplauso del pueblo.

-Jesús dice “Estas cosas” Padre, tu manera de ser, las leyes naturales, que en todos has impreso , ellos no las han entendido, les resultan ocultas, inaccesibles, por su soberbia e hipocresía.

– La gente sencilla, sí que las ha entendido, porque les sale de dentro , expresan sin artificio ni elucubraciones, el dictado natural de hacer el bien y evitar el mal, de no querer para sí lo que no quien para los demás.

Obran con sencillez, es decir, con naturalidad, sin fingir, sin dar lugar a otros intereses y pasiones, que les ciegan y convierten sus corazones en corazones de piedra.

Estos, los expertos en religión, los sabios y entendidos son los que no entran en el Reino de Dios ni dejan entrar. Y son también los que levantan mausoleos a los profetas que mataron sus padres.

EL mensaje de Jesús desde la sociedad actual

Todo es bastante igual, pero con muy notables diferencias:

Primera. En esta nuestra cristiana, heredera de la vida y enseñanza de Jesús, ha imperado por siglos la dicotomía señalada por Jesús en su tiempo, la clase dirigente y la dirigida, la enseñante y la discente, la poseedora de la verdad y la carente de ella, con otras palabras “clérigos y laicos”. Se ha repetido, salvadas las circunstancias, el mismo drama.
Segunda. in embargo, en estos últimos ciencuenta años, los cambios introducidos en nuestra sociedad por la ciencia y la técnica, han sido más que los producidos en los cinco mil años anteriores. ¿En qué sentido?

-Ya cCon la Ilustración y la modernidad se vino a abajo, la primacía del saber religioso y la autoridad de sus “sabios y entendidos”. Frente al absolutismo de Dios y la Religión, surgió la autonomía de la razón y de la ética, con mil peleas hasta su emancipación.
No era posible compatibilizar fe y razón, teología y ciencia, cielo y tierra, Dios y hombre.
Y persisitió hasta muy cerca de nosotros, una Iglesia institucional y jerárquica enquistada en el pasado y opuesta a todos los adelantos del saber y quehacer humanos.

Una Iglesia atrincherada contra la evolución y el progreso, la libertad y los derechos humanos, el diálogo y la convergencia, empeñada en permanecer sólo ella como depositaria de la verdad.

Tercera. El momento que vivimos es nuevo, con radical mutación: al interior de la Iglesia, viene el cambio, la necesaria renovación con el concilio Vaticano II , pero , de nuevo se sobrepone la restauración y se entierra la adaptación, lo que produce decepción, abandono, y olvido del patrimonio cristiano de nuestro saber.

Es ahora, en estos últimos 50 años, cuando se da la explosión, un cuestionar y descartar el modelo plurisecular tridentino, del nacional catolicismo y embarcarse en la búsqueda de otros paradigmas o modelos de cristianismo, concordes con los avances de las ciencias, de la autonomía humana y de la ética racional.

Cuarta. A esta embestida, también Intraeclesial, hay que responder con la visión y alternativa de Jesús: la sociedad actual reproduce , en un plan globalizado, la división y enfrentamiento de la sociedad antigua, hay en ella clases sociales con ciudadanos de primera y de segunda; y hay pueblos con colonialismos e imperios dominantes que relegan a la mayoría a la categoría de intervenidos y sometidos.

Quinta. Recurrir a lo sencillo, a lo evidentemente natural, a lo que está esculpido en la entraña de todo ser humano, nos hará entender la revelación de Jesús, pues todo ser humano –imagen y gloria de Dios- tiene una misma dignidad, y unos mismos derechos inalienables, base de una ética natural universal y de un derecho nternacional.

Sexta. Todo lo cual,-etica y derecho internacional- viene incluído como elemento constitutivo indispensable en todo proyecto de religión . De esta manera, búsqueda humana ético – científica y búsqueda religiosa, autonomía humana y evangelio, colaboran juntas y se integran en un proyecto único de cambio y transformación.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Nos sale carísimo mantener a los ricos.


(elsalmoncontracorriente, attacmadrid,4-5-2017)

El sistema legal, económico, político y cultural dominante que sufrimos promueve los comportamientos egoístas y predatorios. Se admira a quienes con más eficacia y de manera no recíproca vampirizan y acaparan la riqueza generada por ecosistemas o el trabajo de comunidades humanas. En un planeta finito y ecológicamente degradado, la acumulación de riqueza de unas personas es siempre a costa de la desposesión de otras.

Una sociedad sostenible y saludable debería, en cambio, dotarse de mecanismos que penalicen el abuso de lo común e incentiven aquellos comportamientos que mejoren la vida de toda la comunidad y regeneren el medio ambiente del que depende todo ser vivo (humano y no humano). Hasta que no comprendamos que la prosperidad, la seguridad y la felicidad solo se consiguen mediante colaboración, confianza y reciprocidad seguiremos atribuyendo la causa de la enfermedad a sus síntomas. Pensaremos, erróneamente, que las víctimas de un sistema perverso—y no el sistema en sí que funciona aplastando a cada vez más personas en beneficio de unos pocos privilegiados—son nuestro problema.

No conviene confundirse de enemigo: lo que resulta socialmente corrosivo y peligroso es la desigualdad y la asimetría de poder, no sus víctimas (las personas más vulnerables). Los que se apropian del bien común son los ricos y poderosos, no los pobres e inmigrantes. Solo hay que recordar que un puñado de personas que caben en un bar pequeño de barrio acaparan más riqueza que el 50% de la población mundial o que el 1% de los humanos dispone de tanta riqueza como el 99% restante. Con estas cifras en mente, nadie puede argumentar que a la sociedad le sale caro mantener a las personas en riesgo de exclusión social sin que suene a distorsión malintencionada de la realidad.

El dinero público y la riqueza generada por las personas trabajadoras no está subvencionando a los pobres, sino a los ricos. Los ricos se subvencionan devorando lo público y lo común (lo generado por la sociedad y por los ecosistemas) y reproducen su capital sin necesidad de trabajar (intereses, rentas, herencias, especulación). El trabajo y la riqueza, en cambio, lo crea la sociedad, no las macro-corporaciones o la adicción estructural al crecimiento económico (mucho menos la especulación financiera); dichos actores, de hecho, generan dinámicas que precarizan o destruyen tanto el empleo de calidad como el medioambiente del que depende todo ser vivo que habite nuestro planeta (incluidos los seres humanos millonarios).

Las personas vulnerables no quitan el trabajo a nadie. Realmente, además de la creciente automatización que sustituye al trabajo humano, es la dinámica del capitalismo neoliberal la que condiciona que no florezcan empleos de calidad necesarios para la reproducción y el mantenimiento de una vida humana próspera (en agroecología, diseño sostenible y biomímesis, economía ecológica, construcción de casas pasivas, energías renovables, ecología urbana y un largo etcétera).

En lugar de dar más poder a las corporaciones y a los dueños del capital (la falacia de que desregulando y privatizando lo público y facilitando la vida a las macro-corporaciones se crea empleo) deberíamos, por el contrario, tasar intensamente los bienes inmuebles y el capital a partir de cierto umbral (pues se trata de la riqueza que se reproduce rápidamente no solo sin necesidad de contribuir al bien común, sino acaparándolo y destruyéndolo), no el trabajo (la contribución, monetarizada o no, al bien común y la sostenibilidad socioeconómica) para, de este modo, reducir la desigualdad y subvencionar con lo recaudado una disminución general de las horas semanales de trabajo con salarios mínimos más altos para acabar con el desempleo, el estrés y la explotación laboral y medioambiental.

Ahora bien, la deliberación sobre qué trabajos son necesarios para la reproducción social y cuáles son social y ecológicamente indeseables debería ser decidido por la sociedad en su conjunto, no por la dinámica, facilitada por el poder estatal, de crecimiento económico a toda costa o por las corporaciones transnacionales cuyo objetivo no coincide, en la mayoría de los casos, con el bien común.

Obviamente, si se generasen debates abiertos entre el conjunto de los habitantes de una ciudad para decidir qué empleos hay que fomentar y cómo diseñar el espacio urbano, muy poca gente defendería la necesidad de endeudar masivamente a la ciudad y buscar inversiones extranjeras millonarias para construir autopistas o aeropuertos innecesarios y obras faraónicas disfuncionales que dejan infraestructuras monstruosas carísimas de mantener, deudas eternas, corrupción urbanística y degradación ambiental (estadios olímpicos, macro-casinos, expos, rascacielos). Estos proyectos siempre subvencionan, con dinero público, una dinámica de acumulación que beneficia a los que ya son ricos y generan un espacio urbano deplorable para los demás.

La mayoría de vecinas y vecinos preferirían, sin duda, espacios públicos a escala humana para el disfrute común y cotidiano, mucho más asequibles y fáciles de mantener, y que mejoren la calidad del aire y el agua, reduzcan el ruido y el estrés, favorezcan las relaciones sociales, y no dejen una mella en las arcas públicas: parques, huertos urbanos, zonas verdes y peatonales, bibliotecas y centros sociales, etc. Espacios donde la comunidad pueda encontrarse, sin necesidad de gastar y consumir, para jugar, enamorarse, charlar, hacer ejercicio o aprender y enseñar taichí, yoga, permacultura, carpintería, reparación de electrodomésticos, etc. ¿Cuántos niños y ancianos necesitan o van a usar un estadio olímpico que cuesta millones? ¿De qué manera va a mejorar dicha construcción el día a día de la ciudad para las personas de a pie? Un parque agradable es mucho mejor para la vida cotidiana, la salud y el bienestar, cuesta muy poco si se planea bien, es positivo para el medio ambiente y cohesiona la comunidad.

No nos podemos permitir a los ricos alimentando sus excentricidades, megalomanías y porfolios financieros a costa del bienestar social y ecológico. Que no nos engañen, los que sufren las consecuencias más dolorosas de este sistema perverso no son la causa del problema, sino sus víctimas. Equivocarnos al identificar las causas de nuestro malestar tiene el contraproducente efecto de enfrentar a los oprimidos y, en consecuencia, fortalecer al opresor. Centrarnos en las causas de los problemas, y no solo en sus síntomas, es el primer paso para intentar crear un sistema socialmente deseable, económicamente estable y ecológicamente viable.