José Maria Castillo, teólogo
Somos Iglesia Andalucía
1. Lo primero que llama la atención es que lo más significativo, que nos dejó Jesús (el final de su vida), no se nos presenta en forma de una “reflexión teológica”, sino como un “relato histórico”. Lo decisivo en la vida (la de Jesús y la nuestra) no son las “ideas”, sino los “hechos”. Hay muchos escritores, predicadores, artistas, músicos, que se han empleado a fondo para explicar la muerte de Jesús. Pero hay muchos menos imitadores del ejemplo que nos dejó Jesús. Lo que salva al mundo es explicar la vida de Jesús mediante la propia vida…
Este relato de la pasión destaca la soledad de Jesús: lo abandonan los apóstoles (Jn 18,8); lo traiciona Judas Jn 18, 3); Pedro reniega de su fe y relación con Jesús ((Jn 18, 15-27); la multitud entusiasta no se menciona. Queda Jesús solo ante los Sumos Sacerdotes que, en todo el relato, actúan como los que fuerzan al procurador romano para la condena a muerte. Y muerte de cruz, la más horrenda forma de ejecución que había entonces.
3. Jesús se entrega libremente a una tropa de policías a los que tira por tierra con su sola palabra (Jm 18, 6). La dudosa historicidad de este incidente no le quita su significación religiosa.
4. Se destaca la libertad de Jesús ante el tribunal religioso. La “audacia” o atrevimiento (parresia) de Jesús, que no tenía nada que ocultar (Jn 18, 19-21). Es el modelo para lo que la Iglesia dice y cómo lo dice. Y también para lo que calla y oculta.
5. El relato se esfuerza por dejar de lado la responsabilidad de la autoridad política. Si bien el motivo formal de la condena fue el delito de lasae maiestatis, como consta por el letrero que pusieron sobre la cruz. A Jesús se le condenó por una ambición política que jamás tuvo ni mostró.
6. Los responsables de la muerte en cruz fueron los sacerdotes (Jn 19,6. 7. 15). Fue la religión la que mató a Jesús (in 19, 7). El “sacerdote” y el “profeta” son incompatibles.
7. La muerte de Jesús no fue un acto religioso, ni un ceremonial sagrado, ni ejemplo de devoción, estética o belleza. Fue un crimen “legal”. Y fue, por tanto, la ejecución de un condenado. La salvación que aporta Jesús es laica: no está vinculada ni al templo, ni al sacerdocio, ni al culto. Está vinculada a la libertad profética y a la transparencia ética de un hombre que existió para los demás.
8. Jesús murió cuando, “inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19, 30). El pneuma (‘espíritu”), que entrega Jesús al morir, es el “Espíritu de Dios”, O sea, el evangelio de Juan une, en un mismo momento, el Viernes Santo y Pentecostés. El que dedica su vida a los demás, va por la vida dando espíritu, en definitiva, haciendo presente y operante el Espíritu de Dios.
Somos Iglesia Andalucía
1. Lo primero que llama la atención es que lo más significativo, que nos dejó Jesús (el final de su vida), no se nos presenta en forma de una “reflexión teológica”, sino como un “relato histórico”. Lo decisivo en la vida (la de Jesús y la nuestra) no son las “ideas”, sino los “hechos”. Hay muchos escritores, predicadores, artistas, músicos, que se han empleado a fondo para explicar la muerte de Jesús. Pero hay muchos menos imitadores del ejemplo que nos dejó Jesús. Lo que salva al mundo es explicar la vida de Jesús mediante la propia vida…
Este relato de la pasión destaca la soledad de Jesús: lo abandonan los apóstoles (Jn 18,8); lo traiciona Judas Jn 18, 3); Pedro reniega de su fe y relación con Jesús ((Jn 18, 15-27); la multitud entusiasta no se menciona. Queda Jesús solo ante los Sumos Sacerdotes que, en todo el relato, actúan como los que fuerzan al procurador romano para la condena a muerte. Y muerte de cruz, la más horrenda forma de ejecución que había entonces.
3. Jesús se entrega libremente a una tropa de policías a los que tira por tierra con su sola palabra (Jm 18, 6). La dudosa historicidad de este incidente no le quita su significación religiosa.
4. Se destaca la libertad de Jesús ante el tribunal religioso. La “audacia” o atrevimiento (parresia) de Jesús, que no tenía nada que ocultar (Jn 18, 19-21). Es el modelo para lo que la Iglesia dice y cómo lo dice. Y también para lo que calla y oculta.
5. El relato se esfuerza por dejar de lado la responsabilidad de la autoridad política. Si bien el motivo formal de la condena fue el delito de lasae maiestatis, como consta por el letrero que pusieron sobre la cruz. A Jesús se le condenó por una ambición política que jamás tuvo ni mostró.
6. Los responsables de la muerte en cruz fueron los sacerdotes (Jn 19,6. 7. 15). Fue la religión la que mató a Jesús (in 19, 7). El “sacerdote” y el “profeta” son incompatibles.
7. La muerte de Jesús no fue un acto religioso, ni un ceremonial sagrado, ni ejemplo de devoción, estética o belleza. Fue un crimen “legal”. Y fue, por tanto, la ejecución de un condenado. La salvación que aporta Jesús es laica: no está vinculada ni al templo, ni al sacerdocio, ni al culto. Está vinculada a la libertad profética y a la transparencia ética de un hombre que existió para los demás.
8. Jesús murió cuando, “inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19, 30). El pneuma (‘espíritu”), que entrega Jesús al morir, es el “Espíritu de Dios”, O sea, el evangelio de Juan une, en un mismo momento, el Viernes Santo y Pentecostés. El que dedica su vida a los demás, va por la vida dando espíritu, en definitiva, haciendo presente y operante el Espíritu de Dios.
Fuente: Redes Cristianas
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