martes, 19 de abril de 2011

Haití, “Habría que comprender realmente el alma haitiana”



Médico internacionalista evalúa el actuar de la comunidad internacional.
Por Sergio Ferrari. (*)



Ginebra. Suiza.




A pesar que las recientes elecciones concentraron la atención sobre Haití en las últimas semanas dando la idea de un país “normalizado políticamente”, las improntas sociales y humanas del terremoto del 12 de enero del 2010 son profundas y no terminan de cicatrizar.

“La ayuda internacional carece de un plan global” y paga el precio “de un Estado frágil”, señala el médico suizo Francesco Ceppi que acaba de regresar de la isla caribeña donde trabajó cinco meses. Cooperante en varias naciones del Sur, tanto de África como de América Latina, el Dr. Ceppi realiza actualmente una nueva fase de especialización en Hemato-oncología pediátrica y se desempeña como Jefe de Clínica en la unidad de esa rama en el Hospital universitario CHUV de Lausana.

Estado frágil.

P: Pasó ya más de un año desde el devastador terremoto… ¿Cuál es su valoración sobre la cooperación internacional?

R: El gran problema en Haití es la debilidad del Estado. La ayuda de emergencia, una de las más importantes que se ha conocido en la historia contemporánea, se ha convertido en estructural. Sustituye muchas veces al poder político y conlleva a una pérdida de la responsabilidad ciudadana colectiva.

Con el agravante que el 90% del sistema educativo y de salud es privado.

El país no tiene recursos públicos para hacer funcionar su Estado. Haití, entonces, vive de la influencia significativa de la comunidad internacional, de las ONG, y de la caridad… Ayudas que adolecen de un gran problema de base: no tienen ningún plan global y cuentan con muy poca supervisión del frágil Estado haitiano.

Se vive una gran paradoja: la comunidad internacional tiene el sentimiento de tener que rehacer cada día lo que ya había hecho el día anterior…

La calidad cubana.

P: ¿Si debiera identificar, a pesar de todo, los aspectos más positivos de esa cooperación?

R: Se han creado desde el principio sistemas de coordinación entre las diferentes ONG de cada región. Las mismas se implementan a través de reuniones de los actores presentes en cada zona y en los diferentes campos de intervención, por ejemplo: salud, educación, logística, agua saneamiento etc. Esta coordinación ha permitido una mejor distribución de recursos y una mejor respuesta a las necesidades.

Si tuviera que subrayar un hecho significativo y tal vez lo que más me impresionó en estadía en Haití, es la presencia y el trabajo de la Brigada Cubana. No se trata de una ONG ni de instituciones internacionales, sino de cooperación de Estado a Estado. Sin olvidar que tiene, por detrás, una historia que se remonta a mucho antes que se produjera el seísmo pero que se acentuó y consolidó luego del mismo. Los hospitales apoyados por dicha cooperación integran tanto personal local como cubano. Son muy funcionales y con una atención médica de excelente calidad para la realidad del país.

El personal de la Brigada Cubana recibe una remuneración ridícula, comparada con los salarios, a veces exagerados, de muchos cooperantes. Tampoco cuentan con las grandes comodidades, transporte con chóferes, viviendas con personal de servicio.

Los cubanos suelen permanecer dos años en el país, tiempo que asegura una continuidad del trabajo y facilita el aprendizaje de la lengua nativa.

P: Sin embargo, muchas veces, no se escucha hablar de esta cooperación Inter-caribeña…

R: Porque no cuenta con la misma fuerza mediática que tienen las grandes máquinas humanitarias europeas y estadounidenses. Para mí, los cubanos son los verdaderos humanitarios: humildes y grandes trabajadores que tienen como único objetivo reforzar el débil Estado haitiano, poniéndose al servicio del mismo.

Sin olvidar, además, que Cuba ha formado más de 500 médicos haitianos en La Habana. Con la triste constatación que la mitad de los mismos en vez de trabajar en Haití, luego de alcanzar su formación de alto nivel profesional, emigran a los Estados Unidos, a Canadá o a Francia.

Abundan recursos, falta plan global.

P: ¿Y si se tratara de identificar los aspectos más deficientes de la cooperación?

R: Lo que siento como más negativo es que la mayoría de los proyectos se han realizado porque existen grandes medios a disposición y era necesario hacer algo con ellos. Pienso que la metodología debería ser diferente, por no decir contraria: según las necesidades en el terreno, se elaboran proyectos y después se buscan los fondos para financiarlos.

Al final del año 2010, la mayoría de las ONG se preguntaban cómo utilizar la gran cantidad de dinero que les quedaba aún antes de finalizar el balance anual, dado que la mayoría de los fondos recibidos eran para proyectos de emergencia, a corto plazo.

Paradójicamente, la epidemia de cólera permitió a la mayoría de las ONG poder crear nuevos proyectos y justificó el exagerado presupuesto de la cooperación para el año 2010.

P: ¿Puede evaluar el impacto directo de la cooperación suiza?

R: Tuve la suerte de participar en un proyecto muy interesante que consistió en la construcción y el funcionamiento del Centro de Tratamiento del Cólera (CTC) de Grand-Goâve, a unos cincuenta kilómetros al sur de la capital Puerto Príncipe.

Fue el resultado de la colaboración entre ONG suizas, tales como Médicos del Mundo (MdM), Tierra de Hombres/Lausana; junto con la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE); la Cruz Roja helvética y algunas ONG internacionales, entre las cuales Oxfam y Handicap Internacional.

Un proyecto muy interesante, sin ninguna lucha por el liderazgo. Y con el único objetivo de construir rápidamente el Centro y hacerlo funcionar lo más pronto posible. Se logró construirlo en 10 días con esa participación mancomunada.

Lo interesante también fue la coordinación para el funcionamiento del CTC. La mayoría del personal era local y dependiente de Médicos del Mundo/Suiza. El personal expatriado responsable de la coordinación y de la supervisión surgió de los rangos la Cruz Roja helvética, de COSUDE, de Tierra de Hombres/Lausana y de MdM. Un fenómeno bastante único y raro, que demostró que la colaboración es posible si el objetivo principal es el desarrollo y no los intereses particulares y de prestigio individual de cada institución participante.

En lo general, la cooperación Suiza encuentra las mismas dificultades que los otros actores internacionales. Dispone de un gran capital para la reconstrucción del país, pero se confronta con la compleja realidad que no es tan fácil reconstruir en Haití. Por ejemplo, la mayoría de las escuelas son privadas, entonces no entran en los criterios de subvención. Y la reconstrucción de los hospitales es difícil porque el Ministerio de Salud atrasa los procesos de autorización o no da ninguna garantía sobre el funcionamiento de la estructura una vez que ésta se concluya.

No se entiende a Haití.

P: Enseñanzas, aprendizajes, reflexiones que quedaron luego de su experiencia haitiana…

R: Me entristece que la opinión pública no cese de definir a Haití como uno de los peores países de mundo, pero nadie se preocupa realmente de intentar comprender las causas por las que se encuentra en esta situación.

Me permito citar una excelente reflexión de Ricardo Seitenfus quien fue el Representante de la Organización de los Estados Americanos en ese país en los años 2009-2010. Y refleja claramente mi punto de vista sobre la situación: “Hay que ir hacia la cultura haitiana. Creo que hay demasiados médicos en la cabecera del enfermo y la mayoría de estos médicos son economistas. Entonces, en Haití, se necesitan antropólogos, sociólogos, historiadores, politólogos y también teólogos. Haití es demasiado complejo para gente que tiene prisa; los cooperantes tienen prisa. Nadie toma el tiempo ni el gusto de intentar comprender lo que se podría llamar el alma haitiana. Los haitianos lo han entendido bien, nos consideran, a nosotros la comunidad internacional, como una vaca que hay que ordeñar. Quieren sacar provecho de esta presencia y lo hacen con una maestría extraordinaria. Si los haitianos nos consideran solamente por el dinero que llevamos al país, es porque nosotros nos hemos presentado así”.

P: ¿En qué medida una experiencia profesional-humana como la que vivió en esa compleja coyuntura tiene un impacto directo hoy en sus opciones de trabajo y de vida a su vuelta a Europa?

R: Cada vez que regreso después de trabajar en países del Sur, tengo muchas dificultades, especialmente por una cuestión ideológica. En Suiza me enfrento a enfermedades muy específicas y se pone a disposición exámenes, diagnósticos y tratamientos muy caros. Mientras que en las misiones en el Sur, por ejemplo en Haití, trabajé mucho con los niños mal nutridos, para quienes el problema sanitario es algo muy básico: poder comer para evitar que mueran.

Con muy pocos recursos se podrían curar la mayoría de las enfermedades que son responsables de las tasas más altas de muertes en estos países, como la diarrea, las infecciones respiratorias y la malaria. Entonces, cuando trabajo en Suiza me siento muy egoísta de no poder compartir con los países del Sur nuestro gran potencial económico utilizado en el campo sanitario.+ (PE)

(*)Sergio Ferrari, en colaboración con Le Courrier y swissinfo.



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Fuente: Agencia de Noticias Prensa Ecuménica






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