Uno de las pensadores más importantes habla sobre desarrollo sustentable, ecología, educación y cómo compartir los recursos entre las urgencias ecológicas y las urgencias de la población.
El danés Bjorn Lomborg fue considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico británico The Guardian. En reiteradas ocasiones, fue ubicado entre los mejores 100 intelectuales del mundo por la revista Foreign Policy.
Autor de El ecologista escéptico y Cool It. Lomborg desafía las principales preocupaciones sobre el medioambiente y señala la necesidad de concentrar nuestra atención en hallar mejores soluciones como primera medida. Esta entrevista fue cedida por su propia organización, el Copenhague Consensos. Sus puntos de vista son un aporte polémico y enriquecedor en algunos debates que muchas veces se hacen demasiado maniqueos.
—¿Cómo pensadores reconocidos como usted influyen en el accionar de las instituciones, empresas o del público en general? ¿Tienen influencia real? ¿Cuál es?
—Las ideas pueden cambiar al mundo, definitivamente. La democracia y la igualdad son dos buenos ejemplos históricos. Creo que el concepto del Consenso de Copenhague es una idea que puede cambiar la forma en que abordamos las obras en beneficio de otros.
Cuando usted les pregunta a los políticos qué se necesita hacer para mejorar América Latina o el mundo, por lo general le darán una larga lista detallada de tareas. Si se les pregunta acerca de otros temas que no mencionan en la primera instancia, ellos dirán "ah, sí, eso también". Los políticos y las instituciones suelen tener una lista de prioridades tan larga que realmente no hay prioridades.
Del mismo modo, la prensa se enfoca en los temas que dan una sensación de bienestar. Por ejemplo, la colocación de una turbina eólica o un panel solar para luchar contra el calentamiento global como una forma de beneficiar al mundo.
Trabajamos con algunos de los principales economistas del mundo para estimar cuál es el beneficio que aportan las diferentes soluciones. Con ellos, hacemos una lista de prioridades que detalle dónde podemos ofrecer mayor beneficio.Sin embargo, el Consenso de Copenhague pregunta: ¿cuál es el beneficio que aporta un dólar extra gastado en una turbina eólica comparado con lo que aportaría en todos los otros lugares donde podría ser de ayuda? Esencialmente preguntamos: ¿dónde obtiene más provecho de la inversión? No es lo que luce mejor, o lo que se siente mejor, sino de lo que hace mejor.
La respuesta más simple se encuentra habitualmente en el bajo perfil, en las soluciones casi aburridas, de bajo costo, efectivas, que aportan un gran beneficio, pero que tienen una escasa cobertura mediática, no dan una sensación particularmente buena, ni están a la moda, y no reciben la atención de los políticos.
La prioridad más importante de nuestra lista de 2012 fue combatir la malnutrición en niños menores de dos años. Por 3.000 millones de dólares al año podríamos evitar que 31 millones de niños cada año crecieran malnutridos. Esto no solo evita el retraso del crecimiento y el sufrimiento, sino que también fortalece a los niños física y mentalmente, hace que permanezcan más tiempo en la escuela, y consecuentemente terminan ganando tres veces más al entrar en el mercado laboral, 40 años después.
Cuando se hacen todos los análisis resulta que por cada dólar gastado terminamos obteniendo 59 dólares en valor de bienes sociales, ya sea en mayores ingresos, en individuos más productivos, que pueden alimentar y cuidar mejor a sus hijos, pero también con sociedades más resilientes, donde la población es más inteligente, más fuerte, más educada y está más capacitada para hacer frente a todos los demás problemas.
Es una idea sorprendente. Y muy subestimada. Pero, esta idea puede literalmente cambiar el mundo.
—¿Cuál es la situación actual del "modelo de vida sustentable? ¿Es viable? ¿podemos imaginar un futuro sin combustibles fósiles?
—La realidad es que la humanidad ha pasado los últimos siglos alejándose de las energías renovables. En 1800 el mundo obtenía el 94% de su energía de fuentes renovables. Desde entonces, esa cifra ha ido disminuyendo.
La sustentabilidad es en las famosas palabras del informe Brundtland de 1987, el tipo de desarrollo que "satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades."
Esto significa que tenemos que asegurarnos de que mientras arreglamos todos los problemas de la actualidad (el hambre, las enfermedades, la contaminación y la falta de educación) también trabajamos por hacer un mundo mejor para el futuro. Esto será mucho más factible, si nos aseguramos de que la mayoría de la gente ahora tenga acceso a una energía barata.
Hay discusiones y polémicas acerca del calentamiento del planeta, pero miles de millones de personas se enfrentan a un problema más inmediato: son desesperadamente pobres y cocinan y calientan sus hogares utilizando chimeneas o estufas con fugas que queman leña, estiércol animal, desechos de cosechas y carbón. Más de 4,3 millones de ellos mueren prematuramente como resultado de respirar el aire contaminado dentro de sus hogares, más de las que mueren prematuramente cada año por respirar aire contaminado del exterior.
Indudablemente, quemar combustibles fósiles está conduciendo a un clima más cálido. Abordar este problema es uno de los grandes retos del planeta. Pero es una cuestión de tiempo y prioridad. Hoy, la poco glamorosa contaminación atmosférica mata entre 40 y 200 veces más personas que el calentamiento global. En muchas partes del mundo los combustibles fósiles son vitales, ya que son la única manera de sacar a la gente, literalmente, de la oscuridad hacia el mundo moderno.
Casi toda la contaminación del aire interior proviene de la cocina y la calefacción, algo que los paneles solares no pueden alimentar ya que son demasiado débiles para eso. Y obtener energía eléctrica para el Tercer Mundo no se trata de proporcionar unos pocos kilovatios-hora por persona por año, sino cientos o miles de veces más. No se trata sólo de proveer energía a refrigeradores y cocinas que mejorarán miles de millones de vidas, sino también de aportar energía eléctrica para la agricultura y la industria, lo que puede sacar a la gente de la pobreza.
Durante los últimos 30 años, China ha sacado a 680 millones de personas de la pobreza, más que nunca antes en la historia humana. Ellos no emergieron debido a los paneles solares, las turbinas eólicas o las luces LED, sino a través de un aumento dramático en el acceso a la energía moderna, principalmente impulsada por el carbón.
Esto ha dado lugar a una contaminación atmosférica exterior terrible en las ciudades chinas, por no mencionar que China es el principal emisor de CO2 del mundo. Pero el aumento de la riqueza probablemente ha reducido el número total de víctimas fatales producto de la contaminación atmosférica de China, mientras la contaminación interior se redujo más de lo que aumentó la contaminación exterior. Más aún, es muy probable que China pronto reduzca su contaminación exterior a través de una regulación firme, al igual que lo hizo el mundo rico en la primera parte del siglo XX.
Esta es una poderosa parábola para responder a su pregunta: ¿cómo vivir de manera sustentable? Debemos asegurarnos de solucionar los problemas de hoy inteligentemente, y lo hacemos en gran medida sacando a cientos de millones de la pobreza. Esto, inevitablemente, debe ser acompañado del acceso a fuentes de energía confiables y baratas, como en China. Va a aportar un enorme beneficio.
Al mismo tiempo, tenemos que reducir el CO2. La mejor manera de recortar las emisiones en China, en la OCDE y en cualquier otro lugar del mundo en la próxima década es expandiendo la revolución del fracking -o fractura hidráulica- a todo el mundo para hacer el gas mucho más barato. Esto permitirá a muchos pagar los combustibles modernos, dejar de morir, volverse más ricos, y al mismo tiempo reducir las emisiones de carbono.
Y luego, para solucionar el clima a largo plazo, debemos invertir más en investigación y desarrollo en energía verde. Esto llevará en las próximas décadas el precio de la energía verde por debajo del precio de los combustibles fósiles para permitir finalmente que todos puedan disfrutar de una buena vida sin emitir CO2. Esto hará nuestro mundo mucho mucho más sustentable.
—A medida que más gente sale de la pobreza y aumenta su consumo, surgen las voces sobre los recursos finitos del planeta y la imposibilidad de satisfacer a todos, ¿qué hay de cierto en esto?
—Un mundo con igualdad de oportunidades es deseable y factible. Cuando los ambientalistas dicen que "necesitaremos dos planetas para mantenernos, debido a los mejores niveles de vida y al crecimiento de la población.", simplemente están equivocados. Cuando realmente examinamos los cálculos de la huella ecológica, descubrimos que lo único que se está agotando en el mundo es el espacio para plantar una cantidad colosal de bosque imaginario, que no hubiéramos plantado de todos modos, para evitar las emisiones de CO2 que podemos prevenir a través de medios mucho más inteligentes y más baratos. En la literatura científica, un modelador destacado reconoce que la mayoría de los modeladores considera este método como "difícil de defender". Otros dos equipos de investigación han señalado que la huella ecológica "en sí no es más que un importante dispositivo para llamar la atención" y que "no es tanto una medida científica sino más una medida diseñada para despertar la conciencia pública e influir en los políticos". Que nuestro consumo derrochador requiere cinco planetas es una historia pegadiza, pero es incorrecta. El planeta que tenemos es más que suficiente para todos.
—¿Según su criterio, cuál es la lectura correcta que debemos hacer hoy en día sobre el cambio climático? ¿Cómo encontrar verdades entre quienes lo minimizan y quienes lo exageran?
—Hay intereses que quieren minimizar el calentamiento global, por ejemplo, intereses vinculados a los combustible fósiles, es cierto. Pero, en realidad ellos están a salvo por la venta de sus productos en las próximos décadas. Incluso un escenario muy verde de la Agencia Internacional de la Energía estima que hoy estamos obteniendo el 81% de nuestra energía a partir de combustibles fósiles, pero en 2035 vamos a estar obteniendo alrededor del 78% de un consumo de energía mucho más grande a partir de combustibles fósiles.
Pero no deberíamos desconocer el hecho de que también hay otro lado que quiere exagerar el calentamiento global. El mundo gastó 359.000 millones de dólares en políticas climáticas en 2013, la mayor parte en energía solar y eólica, por lo que claramente hay un enorme interés financiero en mantener ese flujo de dinero. Y, a diferencia de los combustibles fósiles, la mayor parte de esta energía eólica y solar no se consumiría si no fuera debido a la preocupación por el calentamiento global. La AIE nuevamente estima que el mundo actualmente obtiene alrededor del 0,3% de su energía del sol y del viento, y esto aumentaría en el escenario más verde posible al 3,6% en 2035. Está claro que este lado también tiene un interés.
Creo que tenemos que tener cuidado de no escuchar solo a una de las partes del debate; ni a los que lo niegan ni a los alarmistas. El calentamiento global no es nada, como afirman quienes lo niegan: es un problema. Pero tampoco es el fin del mundo, como afirman los alarmistas.
El coste para el PBI mundial de un aumento de las temperaturas medias en unos 2ºC más, lo que va a pasar alrededor del año 2070, ha sido estimado por el IPCC en 0,2 a 2,0 por ciento.
El IPCC estima que el coste de llevar adelante políticas climáticas firmes podría ser de más de un 6% del PBI en 2050. De este modo, podríamos terminar pagando más de tres veces más por las políticas climáticas en comparación con los daños que ellas evitarían. La cura es más costosa que la dolencia original -o algo parecido a una quimioterapia para curar un resfriado.
—¿Cómo han funcionado las Metas de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas? ¿Es un modelo útil?
—Son definitivamente reales y han tenido un gran impacto a nivel mundial. Las metas eran únicas porque eran cortas, específicas, y los objetivos de desarrollo muy simples, con los cuales todo el mundo podría identificarse y porque tenían un plazo claro para 2015. En resumen, los líderes mundiales habían hecho promesas verificables, reales. Por ejemplo, el mundo se comprometió a reducir a la mitad la proporción de personas con hambre a partir de 1990. Y el progreso fue notable. En 1990, casi el 24% de todas las personas en el mundo en desarrollo se moría de hambre. En 2012, "sólo" el 14,5% se moría de hambre, y si continúa la tendencia actual, el mundo alcanzará el 12,2% en 2015, casi una reducción a la mitad del 11,9%.
Del mismo modo, nos comprometimos a reducir a la mitad la proporción de pobres. En 1990, el 43% del mundo en desarrollo vivía con menos de un dólar al día. En 2010, la proporción ya había sido reducida a la mitad en un 20,6%. Siguiendo las tendencias actuales, la proporción se reducirá por debajo del 15% en 2015, mostrando progresos espectaculares.
La educación también ha mejorado mucho. Considerando las tasas de finalización de los estudios a fines de la década de 1970 y a lo largo de la de 1990, en el mundo en desarrollo ahora completan sus estudios casi nueve de cada 10 estudiantes en la escuela primaria, y llegará a 91% hacia 2015.
Así, el mundo es definitivamente un lugar mucho mejor. No sólo en estas tres medidas, sino en todas las promesas de llas Metas del Milenio: las niñas ahora están muy cerca de la igualdad de género en la escolaridad, muchos más tienen acceso al agua potable, y la mortalidad materna, de niños e infantes se ha reducido casi a la mitad. Y esto no es sólo estadística abstracta. En 1990, 12 millones de niños murieron antes de llegar a sus cinco años. Hoy, con un poco más de niños, menos de siete millones mueren. Cada año, más de cinco millones de niños sobreviven.
—¿Cómo se deben financiar los países en desarrollo para alcanzar los objetivos? ¿Es obligación del mundo desarrollado?
-Todo el mundo tiene que colaborar. El aporte de más dinero de los países desarrollados puede ayudar, pero al final la mayor parte de los recursos tendrán que provenir de presupuestos nacionales existentes. Por eso, es crucial que gastemos el dinero en los objetivos que harán el mayor bien posible. Y es por eso que nuestro enfoque en el rédito del gasto en el Consenso de Copenhague puede ayudar no sólo a nivel global, sino a cada uno y a todos los países.
Hay una tendencia en todo debate a enfocarse en los problemas con los animales más lindos, las imágenes más escalofriantes y los mejores grupos de relaciones públicas. Pero no es allí donde ayudamos mayormente a construir el futuro.
Si por el contrario nos centramos en los objetivos (como la nutrición de los niños pequeños) que no son particularmente sexies pero aportan el mayor beneficio, todos podemos ayudar a hacer de este mundo un lugar mucho mejor.
© Bjorn Lomborg / Copenhagen Consensus Center.
Fuente: que pasa/el pais.com.uy
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