Por Álvaro Cepeda Neri *
Si por un lado los poderosos pueden legalizar sus expropiaciones, haciéndolas pasar por necesidades, los pueblos pueden apelar a la legitimidad de sus reivindicaciones para oponer resistencia política. Se trata de una batalla desigual, pero no puede decirse que carezca de consecuencias.
Immanuel Wallerstein, Geopolítica y geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial
La humanidad vuelve a poner en relieve la lucha de clases: los ricos contra los pobres, en cuyo conflicto las elites gobernantes no son árbitros sino parte interesada con los modernos dueños de las riquezas desnacionalizadas; y presenta hechos subversivos constantemente abortados por las represiones que criminalizan las protestas (Timothy Garton Ash, Los hechos son subversivos, donde su autor afirma: “La primera tarea del historiador y del periodista consiste en encontrar hechos”). Y los hechos mundiales acusan, nuevamente, lo que el Marx periodista “puso en contacto con los debates de su tiempo sobre el derecho y la economía [...] y la sociedad dividida en clases y basada en la explotación”, escribe David McLellan.
Las metamorfosis del capitalismo, no sin consecuencias a su ferocidad explotadora y a un keynesianismo que limó sus filos, le ha permitido sortear los embates de los pobres, trabajadores, campesinos, indígenas que, en nuestros días, están reducidos a sobrevivir en las miserias, las enfermedades, el desempleo y las represiones, los homicidios, encarcelamientos y desplazamientos por migraciones que reproducen el círculo vicioso de ricos contra pobres y viceversa.
La democracia contemporánea ha separado de raíz sus dos conceptos: el demos o pueblo y el kratos o poder. Se practica, así, una democracia sin el pueblo. Y “la democracia sin el pueblo es una democracia de los legisladores que interpretan a su manera la voluntad de la nación y disponen a su antojo del mandato que se les ha confiado” (Maurice Durverger, La democracia sin el pueblo, ediciones Ariel). Y los partidos en complicidad buscan posicionarse en el centrismo para no parecerse a la izquierda ni a la derecha, y simular que lo son cuando se disputan los votos, donde el abstencionismo es el único victorioso. Hace tiempo que, en mayor o menor medida, impera la democracia sin el pueblo que permite que el poder político (la clase gobernante) y el económico (ricos, millonarios y multimillonarios) estén gobernando, administrando y legislando para el capitalismo salvaje, como el fin perseguido por medio del neoliberalismo económico que mantiene a “la economía mundial capitalista en dificultades, en el estira y afloja del corto y mediano plazo”. Immanuel Wallerstein asegura que en el periodo 1945-1973 se dio la expansión económica de la economía mundial capitalista, para tener un constante estancamiento económico. Al vaciarse del pueblo la democracia, los pobres están planteando aquello de “pobres del mundo, uníos”, para reencontrar la síntesis del kratos y del demos, que recree una democracia con el pueblo. De esta manera están puestas las condiciones para el estallido de una primera gran revolución política mundial si los capitalistas siguen –como seguirán– concentrando la riqueza y explotando al pueblo, es decir, a los pobres.
Y en estas constantes recesiones económicas, que son crisis del capitalismo mundial y parcializado en cada nación dentro del contexto de los Estados, tenemos más pobres que, como pueblos, son expulsados de las democracias y de los sistemas tribales-autocráticos. Así, la única competencia es la de los pobres contra los ricos, la del poder económico contra el poder popular, mientras el poder político de las elites gobernantes se pone de parte de los ricos. Vivimos (sobreviviendo) en esa crisis que reclama decisiones para resolverla… Decisiones del pueblo al recobrar la democracia en su sentido histórico: la del poder del pueblo si vuelven a unirse el kratos y el demos.
En esta transición, los Estados buscan posicionarse en el contexto del neoliberalismo económico que es el motor de los capitalismos unidos por la globalización comercial, en cuyo picado mar adentro algunas elites del poder político quieren actualizar al poder económico de los ricos, sus aliados-cómplices, para lograr la moderna acumulación del capital con monopolios disfrazados o reales. Y en ese contexto son los pobres sin democracia los que están soportando hambre, pobreza, desempleo, enfermedades, expulsiones masivas vía las migraciones y encima tienen a las delincuencias, encabezadas por los narcotraficantes.
Democracia sin el pueblo más neoliberalismo económico, nueva modalidad del capitalismo globalizador y sus capitalismos locales, facilitan que los ricos –el poder económico– y los gobernantes –el poder político– enfrenten a los pobres de todo el mundo con visos del “desmoronamiento del sistema mundial. Tal desmoronamiento sería anárquico, generaría un grado elevadísimo de experimentación, pero también de inseguridad. Asistiríamos al caos social”. Este caos social lo tenemos ya a la vista.
Álvaro Cepeda Neri*
*Periodista
Fuente Contralinea
Fuente: ApiaVirtual
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