Juan Masiá Clavel, teólogo
“La soberanía de la religión es incompatible con la soberanía del pueblo”, dijo José María Castillo. “Los derechos absolutos de la religión son incompatibles con los derechos humanos. La cristiandad equivale a violencia, lo que es incompatible con el Evangelio. Porque es incompatible con lo más elemental de la dignidad humana”.
Pero la reinterpretación de la teología no puede quedarse en primermundismo, androcentrismo y logocentrismo. “Las teologías feministas nos hacen cambiar el paradigma unisexual de la tradición teológica eurocéntrica y androcéntrica”, decía Margarita Pintos.
Para la historiadora japonesa Chiaki Watanabe, especialista del estudio comparado de nacional-catolicismo y nacional.sintoismo, la presente situación española de maridaje entre la ultraderecha política y la religiosa recuerda peligrosamente los tiempos anteriores y posteriores al conflicto civil de 1936.
Estamos viviendo una época difícil de transición cultural. “No acabamos de renunciar a los ídolos del pasado ni llegamos a recrear nuevos símbolos”, decía hace ya más de medio siglo el filósofo Paul Ricoeur. Hoy, ya en la segunda década del tercer milenio, los lamentos de los neoconservadurismos eclesiásticos, casados con el gruñido crispado de sus homólogos políticos, en plena crisis por el juego de los poderes financieros, no halla eco en las nuevas generaciones; indignadas con razón, no logran que se haga oir su demanda de una nueva equidad. Cuando se les pregunte por su fe, no serán pocos quienes afirmen que “creen en Dios, pero no en las iglesias”. Y encuestas como la del barómetro de El Pais (20, Julio, 2011) colocarán en altura favorable a las ONG y Caritas, y dejando en ínfimo lugar a los políticos y los obispos.
A las voces de cierta teología que repite el lema de una “nueva evangelización” habrá que responder con la exigencia de un nuevo lenguaje y una nueva práctica. “El cristianismo está en un perído de declive, seguía diciendo el profesor Haight, pero no se debe al sentido interno del mensaje cristiano, sino al modo como es presentado en nuestra cultura de hoy”. No basta envolver el lenguaje estrecho de las iglesias de ayer en una aparente adaptación espectacular o en una “movida” que haga bailar a la gente de hoy en asambleas espectaculares.
No basta una adaptación superficial al presente, rebozando con música de hoy ideologías de ayer. No podemos vivir de la añoranza del pasado. Desde el presente de Jesús, El que Vive, y de cara al futuro hay que reconstruir, revisar, reinterpretar.
Pero el lenguaje que escuchamos en sermones episcopales y encíclicas pontificias parece seguir la pauta de las réplicas presuntamente artísticas como la basílica de “Nuestra Señora de la Paz” construída en la ciudad de Yamoussoukro, Costa de Marfíl, a imagen de la de San Pedro, en el Vaticano: una de las mayores iglesias católicas del mundo, con una cúpula de 149 metros de altura y capacidad para más de 15000 personas en su interior y 300,000 en la explanada exterior.
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