lunes, 8 de agosto de 2011

La larga marcha centroamericana por los inmigrantes.



· "Caravana paso a paso hacia la paz" reúne a más de 500 personas procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras para reivindicar los derechos de los inmigrantes.
· Cada año, medio millón de personas arriesgan su vida para llegar a Estados Unidos.


Por segunda vez en poco más de un mes, el salvadoreño Wilfredo, 26 años, intenta cruzar sin permiso a Estados Unidos para reunirse con su hermana en Arlington, una ciudad del sureño estado de Texas, fronterizo con México.

“Si Dios quiere, voy a llegar. Quiero llegar a Nuevo Laredo, en la frontera (de México y Estados Unidos), y ahí pagarle a un coyote (traficante de personas) para pasar”, cuenta este albañil, oriundo del occidental departamento salvadoreño de La Libertad, de donde salió el 20 de este mes.

Wilfredo está casado y es padre de tres hijos. Es, además, uno de los 500 caminantes de la “Caravana paso a paso hacia la paz”, procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras, que el día 24 comenzaron el trayecto por el sur y el sudeste de México para reivindicar los derechos de los inmigrantes. Son defensores de derechos humanos, parientes de inmigrantes desaparecidos en México, o inmigrantes irregulares ellos mismos, como Wilfredo.

Una parte de los manifestantes tomaron el tren carguero en la sudoriental Tenosique –fronteriza con Guatemala– y se reunieron el jueves 28 por la noche con la vertiente que atravesó en ferrocarril y autobús los sureños estados de Chiapas y Oaxaca, en Coatzacoalcos, esta urbe situada 590 kilómetros al sudeste de Ciudad de México.

Los muros de la iglesia San Judas Tadeo, de la Diócesis de Coatzacoalcos, y un salón adyacente fueron albergue temporal de los viajeros. Cargados del equipaje básico –una mochila con ropa y zapatos cómodos, botellas de agua y un teléfono móvil–, los centroamericanos, la mayoría hondureños, aprovechan para bañarse, dormir un poco o lavar sus prendas.

Coatzacoalcos, de 305.000 habitantes, es parada obligatoria del ferrocarril para los indocumentados que usualmente cruzan del sudeste al nororiente mexicano en su intento de llegar al soñado suelo estadounidense, aunque a menudo terminen soportandoasaltos, secuestros y otras agresiones, asesinatos y deportaciones.

Cada año, unos 500.000 indocumentados se aventuran por territorio mexicano para llegar a Estados Unidos, según cifras de académicos y organizaciones de derechos humanos. En el viaje por Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas, los asedian policías corruptos y bandas criminales.

En 2010, fueron secuestrados unos 20.000 inmigrantes en México, según la estatal Comisión Nacional de Derechos Humanos de este país. Ahora, ser parte de la caravana les da una sensación de seguridad. “Nos apoyamos entre nosotros. Se oyen muchas historias de asaltos, pero quien nada debe, nada teme. Quiero llegar a la Ciudad de México y ver si encuentro trabajo ahí”, dice el guatemalteco Julio, de 20 años y originario de la oriental ciudad de Esquipulas.

La cena fue una torta (emparedado de jamón y queso), fruta y agua gaseosa, mientras que el desayuno consistió en huevos, frijoles y café. Tras las muchas horas de trayecto, el descanso y la comida reanimaron a los integrantes de la caravana. En su homilía nocturna, fray Tomás González, director de la casa del migrante “La 72″ de Tenosique, pidió perdón “por los secuestros, los asesinatos y los asaltos, por un gobierno que no los protege”.

Los emigrantes también deben soportar el calor diurno de 30 grados y los mosquitos, propios de esta urbe rodeada de selva tropical húmeda, ríos y pantanos. Los activistas –entre ellos los mexicanos Rubén Figueroa y Elvira Arellano– se hacen presentes en el campamento, rebosante de solidaridad, compañerismo y esperanza.

El sacerdote católico Alejandro Solalinde, director del albergue “Hermanos en el camino” de la filial de la Pastoral de la Movilidad Humana en Ixtepec (Oaxaca) encabezó, a su vez, la caravana desde el sur mexicano.

Figueroa vivió sin permiso en Estados Unidos entre 1999 y 2005, y Arellano, representante de la no gubernamental Familia Latina Unida Sin Fronteras, se convirtió en un icono de los inmigrantes, tras permanecer refugiada un año en la Iglesia Metodista Adalberto, en la norteña ciudad estadounidense de Chicago, hasta su deportación a México en 2007.

“Cruzar está muy duro, nos daba miedo salir para acá. Queremos ver si encontramos algún trabajo en México”, manifestó la hondureña Kenia, de 18 años, quien viaja acompañada por su esposo Wilman y su hijo de dos años. Agricultores del norteño departamento de Yoro, fueron deportados en 2008 desde la ciudad estadounidense de El Paso, limítrofe con México, y ahora vuelven a emigrar.

Ante la absorta mirada de la población local, la caravana manifestó con cantos y pancartas a lo largo de tres kilómetros reclamando respeto a sus derechos y el cese de los ataques. “Los migrantes no somos criminales, somos trabajadores internacionales”, fue uno de los lemas gritados a voz en cuello.

“Las personas tienen derecho a migrar para mantener a sus familias”, rezaba uno de los carteles, mientras otros recordaban los nombres de desaparecidos, con la fecha y el lugar donde la “ruta del migrante” los devoró. La última vez que el guatemalteco Pedro Lacán escuchó la voz de su hijo Rafael fue el 23 de mayo, cuando le contó que estaba en Nuevo Laredo, a punto de cruzar la frontera. Su destino era Nueva York, pero nunca llegó. ”Me dijo que iba a cruzar con un coyote. No he sabido de él, y el coyote no sabe nada”, dijo Lacán, originario de Totonicapán, un departamento del oeste guatemalteco.

El movimiento reclama investigaciones oficiales sobre el paradero de los indocumentados desaparecidos y la creación de una base de datos. Ésta es la tercera vez que parientes de desaparecidos e inmigrantes se organizan para protestar marchando por México. La primera vez fue en noviembre de 2010, con motivo del Foro Mundial Alternativo de los Pueblos en Movimiento, celebrado en la capital mexicana. La segunda se efectuó en enero de este año.

La próxima estación de esta marcha es Tierra Blanca, unos 380 kilómetros al sudeste de Ciudad de México. Allí, los manifestantes se reunirán este sábado 30 con el chileno Felipe González, relator especial sobre los Trabajadores Migratorios y Miembros de sus Familias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a quien expondrán casos que bien podrían integrar una enciclopedia mundial del horror migratorio. González y su equipo están en misión inspectiva en este país desde el 25 de julio hasta el 2 de agosto.

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Fuente: Chacatorex

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