sábado, 18 de febrero de 2012

Homilías: donde «el hijo de Dios» oscurece al «hijo del hombre»


Honorio Cadarso, 18-Febrero-2012


Un recorrido por una treintena de homilías, entre otras muchas que se ofrecen en Internet, da pie para analizar el alimento espiritual, bíblico y teológico que se presenta a los fieles que asisten a las misas de los domingos. (Si alimento se le puede llamar, que para algunos no pasaría de “bazofia”).

Dejando al margen algunas propuestas de homilía de una inspiración francamente “tridentina” hemos seleccionado un bloque de 27 cuyos autores son, entre otros, un Josef Ratzinger de los años 1980, el donostiarra Pagola o un Urs von Baltasar de la misma época y también sacerdotes catalanes, italianos o sudamericanos, de un talante más bien moderno a tono con el Concilio Vaticano II.

Ahora bien, uno se atrevería a aventurar que en todos ellos se echa de menos una atención suficiente a la condición humana de Jesús, que tanto empeño ponía en ser considerado “hijo del hombre”, y una interpretación de los hechos de tejas abajo, ocurridos en nuestro suelo y en nuestro planeta, tal como la haría un ser humano si fuese testigo de un hecho así en este siglo.

Concretamente nos hemos fijado en el evangelio del domingo VII del Tiempo Ordinario, en el que Marcos (2, 1-12)narra la curación de un paralítico que fue descolgado por un agujero hecho en el tejado de la casa. Jesús, curador que conocía del hombre, por intuición compasiva, lo que hoy puede conocer un médico o un siquiatra, se supone (no se dice) que hizo su pronóstico de la enfermedad de aquel paralítico y de la incidencia que en su parálisis tenía el complejo de culpabilidad que le torturaba. Por eso, su primer diagnóstico o receta fue: “Tus pecados están perdonados”. Los guionistas de las 27 homilías se apresuran a teorizar sobre el poder de Jesús de perdonar los pecados, que conlleva automáticamente su condición divina.

Tal vez podría aventurarse que en ese momento Jesús no se arroga su condición divina, sino simplemente tranquiliza al paralítico y le garantiza que su pecado no existe, está perdonado. Ante todo intenta liberarlo del complejo de culpabilidad que para Jesús carece absolutamente de fundamento y de sentido.

Pero no solo se recurre inmediatamente a la tesis de la divinidad de Jesús, también se abre una cascada de discursos sobre el pecado que está presente en el mundo y en todas las personas, sobre Dios que perdona, sobre las especies de pecado más en curso en nuestro mundo de hoy, sobre cómo le hemos vuelto las espaldas a Dios… tema éste muy socorrido para Josef Ratzinger.
Ni qué decir tiene que ya puestos en el tema del pecado se enlaza con ese tema inmediatamente al sacrificio de la Cruz como gesto redentor y liberador del pecado, a todos los discursos de todos los profetas sobre el pecado de Israel… Un tema que da mucho de sí…

Inmediatamente se suscita la polémica con los fariseos que le acechan: “¿Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios?”

Y se vuelve a la carga, parece que hay prisa por dejar a un lado al “hijo del hombre”, el médico y siquiatra que se interesa por las enfermedades de sus semejantes, que no entiende tanto de esa dicotomía un tanto artificial entre cuerpo y alma del ser humano, sino que lo considera como una unidad a la que afectan enfermedades físicas y síquicas, y busca su curación integral.

Jesús acepta el reto de los fariseos: “¿Qué es más fácil: decirle a este paralítico: Perdonados están tus pecados, o curarle? Pues para que sepáis que el “hijo del hombre” (!otra vez el hijo del hombre!) tiene poder para lo uno y lo otro…
La escena termina con la curación de la parálisis, el paralítico, ante el triple mandato de Jesús: “levántate” “coge tu camilla” y “vete” coge su camilla al hombro y sale de la casa alabando a Dios.

¿Hasta qué punto se impone dictaminar una intervención extranatural y milagrosa de Jesús para interpretar este relato evangélico? ¿De qué pecado habla Jesús? ¿O bien simplemente se adapta a la filosofía-teología del pueblo que le rodea sobre el pecado y la culpabilidad del hombre frente a Dios, y se limita a decir que ese “constructo” mítico de la mentalidad judía quedaba superado por la primacía del ser humano y el pacto que Dios estableció con él por el mero hecho de crearlo? ¿Que un ser humano puede declarar extinguidos los pecados sencillamente porque para Dios el pecado no existe, porque el único requisito de la salvación del ser humano es su voluntad de superarse, de renunciar a un pasado de malas obras?

¿Cómo y en qué condiciones se puede trascender el relato “a lo humano” de este episodio y situarlo en una clave teológica, explicar a los fieles que acuden a la misa del domingo la lectura “a lo divino” que se puede hacer de él.

Seguramente habría que llegar a un tratamiento del texto evangélico en cuestión desde una perspectiva teológica y mística. Pero me temo que, al no haber valorado la dimensión humana de los hechos, los autores de estas homilías se incapacitan para trascender un tratamiento previo que ni siquiera han olido de lejos. No se puede hablar de Jesús hijo de Dios si se desconoce a Jesús hijo del hombre, diría uno…

La verdad es que el que acuda regularmente a la misa de los domingos en una iglesia cualquiera tiene que soportar homilías y explicaciones del evangelio en las que el “hijo del hombre” que se nos muestra en los textos de los cuatro evangelistas pierde su fisonomía humana completamente. Explicaciones del evangelio donde el Hijo de Dios habla un lenguaje solo apto para iniciados, y vive en la luna o más arriba.
Hace mucho tiempo que se impone una lectura del evangelio “en equipo” unas homilías dialogadas en las que cada uno exteriorice y comparta con toda la comunidad cómo entiende el texto de que se trata. Muy bien que al final el presidente de la asamblea cristiana haga el resumen o síntesis de lo que cada uno ha aportado, pero soportar discursos hueros y repetitivos sin emoción y sin contenido, faltos de actualidad y de humanismo, como los que se soportan muchas veces, es francamente desalentador.

NOTA. Las homilías mencionadas pueden localizarse haciendo clic en “Homilia. Domingo VII del Tiempo Ordinario. Ciclo B”. Aparece una primera homilía suelta y al final se vuelve a hacer clic en “26 Homilías más para el Domingo VII del Ciclo B”

Fuente: Atrio

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