jueves, 9 de febrero de 2012

Los indignados en apreciaciones de Nicolás Panotto.



Nicolás Panotto es teólogo y actualmente Director General del Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública (GEMRIP)). Fue entrevistado por Michael Martin Nachtrab para la Befreiungstheologische Netzwerk (Red de Teología de la Liberación – Alemania). El extenso trabajo de Nachtrab lo presentamos en tres partes en las que se resalta el tópico eje que desarrolla Panotto. Ofrecemos la tercera de esas tres secciones. (*)

MMN. El diario Time eligió al “manifestante” como personaje del año 2011, reconociendo así la fuerte presencia tanto de los manifestantes de la Primavera Árabe como de “los indignados” en Europa y EEUU en el espacio público. ¿Surge con “el indignado” un nuevo sujeto teológico? ¿Ves hoy en día movimientos teológicos que se indignan?

NP. Este fenómeno es muy complejo y demasiado nuevo como para sacar conclusiones objetivas aún. De todas formas, refleja un panorama enriquecedor.

En primer lugar, creo que es necesario plantear una realidad: es interesante notar cómo estos movimientos de resistencia cobraron notoriedad internacional en tan poco tiempo, cuando por estas latitudes movimientos sociales y diversos grupos vienen hace mucho tiempo (décadas) desarrollando protestas, resistencias y cuestionamientos de distinto tipo, con una gran organización, historia y tradición.

No creo que sea una casualidad que este movimiento cobre tanto lugar público tras nacer en el corazón de los centros de poder contemporáneos. Más aún, su dinámica de “exportación” es más que particular: europeos –mayormente españoles- viajando a Estados Unidos y a otros países para participar de marchas y compartir sus experiencias; algo que no sucede (y tal vez sería impensable) desde nuestro continente.

Ha sido interesante ver cómo han surgido diversas reflexiones teológicas –aunque nada sistemáticas o elaboradas- sobre este fenómeno, hablando de Jesús como un indignado o de la necesidad de que las iglesias se comprometan con estos acontecimientos. Por otro lado, también vienen a mi mente distintos trabajos de Jung Mo Sung o Franz Hinkelammert –teólogos latinoamericanos pertenecientes la escuela del DEI (Departamento Ecuménico de Investigaciones)-, quienes hace ya décadas hablan de la necesidad de una “indignación ética” con respecto a los sacrificios que el capitalismo demanda para su supervivencia.

En este sentido, sí, veo muchos movimientos teológicos que se indignan, sean organizaciones, instituciones, movimientos y comunidades eclesiales, que desde su praxis, su discurso, inclusive su liturgia y organización institucional, se indignan frente a ideologías, prácticas y cosmovisiones que pretenden absolutizarse.

Pero si hablamos de un nuevo sujeto teológico –cosa que aún me parece apresurado, pero no por ello irrelevante-, creo hay que hacerse algunas preguntas: ¿de qué se están indignando? ¿Qué es lo que pretende alcanzar esta indignación? En relación a esto, hace un tiempo atrás escribí lo siguiente en un breve artículo sobre este tema:

Lo que está sucediendo en estos días es una nueva oportunidad que la historia nos da para cambiar el rumbo de las dinámicas políticas. “Los indignados” son la plasmación de que los modelos políticos y las comprensiones ideológicas vigentes continúan en crisis y no responden a las demandas del global, heterogéneo y posmoderno contexto en que vivimos.

Debemos cuidarnos de no blanquear superficialmente aquello que nos ha llevado a la crisis actual. Asumir la heterogeneidad de lo político implica un cambio en nuestros discursos absolutistas y deterministas, a ver la complejidad de los procesos sociales, a comprender que nuestros posicionamientos requieren ser relativos y pasajeros, para así facilitar la inclusión y permitir el flujo constante del poder y el necesario cuestionamiento de todo aquello que se presenta como respuesta. Que la indignación se proyecte de una coyuntura histórica determinada a una actitud de revisión constante de nuestros ejercicios políticos.

De todo lo que podríamos inferir a partir de este párrafo, creo que es importante resaltar el hecho de que “los indignados” son un movimiento que representa una heterogeneidad de sujetos, experiencias, ideologías y expresiones. Dicha pluralidad imprime en sí misma un cuestionamiento a los intentos –fallidos- de homogenización y absolutización identitarios e ideológicos típicos del entorno moderno y occidental (sea en sus expresiones conservadoras y fundamentalistas como liberales y progresistas), a los cuales la teología también ha respondido de diversas maneras, a través de un discurso igualmente homogeneizante.

¿Cómo atendemos, entonces, a dicha realidad? ¿Puede la teología ofrecer un marco –discursivo y epistemológico- que promueva la construcción y el mantenimiento de dicha heterogeneidad de voces, en contraposición al asentamiento de dogmatismos y hermetismos políticos, sociales, religiosos e ideológicos? En este sentido, hay mucho por hacer. Y creo que en esa apertura hacia y promoción de lo heterogéneo, la teología cobra una relevancia política y pública centrales.

¿Que frase/dicho quisieras dedicarle a la Befreiungstheologisches Netzwerk (Red de Teología de Liberación)?

Me gustaría dejarles una pregunta que hizo uno de los teólogos de la liberación que más admiro, a quien he tenido posibilidad de estudiar en profundidad, Juan Luis Segundo: “¿cómo pretenden ellas [las teologías de la liberación] ser liberadoras sino se liberan a sí mismas de su ´concepción de información exacta dada una vez para siempre´?“ Segundo afirma que uno de los errores de la teología de la liberación –enmarcada en una concepción marxista mesiánica y cerrada-, fue construir un discurso cerrado, a través de una visión finita y teleológica de la historia, al igual que una definición estrecha de los sujetos.

En otras palabras, estas teologías, que han hecho un aporte central y poseen un discurso aún vigente, han caído en ciertos hermetismos que impidieron su relevancia con respecto a las problemáticas contemporáneas. Como hace poco trabajamos con un grupo de estudiantes, la clave para un cambio se encuentra en la radicalización de las propuestas hechas por esta corriente: la pluralización de la noción de sujeto teológico, la complejización de la definición de historia como escenario de la acción divina, la ampliación de los marcos teóricos subyacentes, entre otros aspectos.

Liberación no significa solamente asumir un tipo concreto de praxis o discurso específico sino, por el contrario -o más allá de eso-, la liberación de cualquier tipo de cerradura discursiva, ideológica o militante en la praxis cotidiana y socio-política. Liberar es abrir un espacio de apertura frente a todo aquello que, como dice Segundo, limita la creatividad y dinámica humanas en cualquiera de sus facetas: lo corporal, económico, institucional, político, social, sexual.

Esto es, también en palabras de Segundo, abogar por una liberación de la teología -comenzando por su ejercicio y siguiendo por la misma noción de Dios- que permita promover, prioritariamente, una liberación de lo histórico frente a cualquier absoluto particular que pretenda cooptar su dinámica, encarcelar los cuerpos, limitar los discursos y diluir las posibilidades de creación política.+ (PE)

(*) Ver El imperfecto creyente…en PreNot 9821del 120207.
Secularización-Desacralización…en PreNot 9825 del 120208.

PreNot 9828
120210

Fuente: ECUPRES

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