domingo, 30 de diciembre de 2012

Nuestro lugar en el conjunto de los seres.



por Leo Boff

NotaVoy a publicar con cierta frecuencia pequeñas reflexiones que, bajo el nombre de MÍNIMA THEOLOGICA ET OECOLOGICA, pretenden animar a tantos que como yo están en búsqueda de mejores caminos para los seres humanos, en este tramo difícil de la historia de la Tierra y de la Humanidad.
La ética de la sociedad dominante en el mundo es utilitarista y antropocéntrica. Quiero decir: considera falsamente que el conjunto de los seres de la naturaliza tiene razón de existir sólo en la medida en que sirve al ser humano y éste puede disponer de ellos a su gusto.
Continúa creyendo que el ser humano, hombre y mujer, son el centro del Universo y el rey y la reina de la creación.
No se da cuenta de que nosotros, los humanos, hemos sido uno de los últimos seres en entrar al teatro de la creación. Cuando llegó a estar listo el 99'98% del conjunto de la realidad, surgimos nosotros. El Universo, la Tierra y los ecosistemas no necesitan de nosotros para organizarse ni para ordenar su majestuosa elegancia y belleza.
Cada ser tiene valor intrínseco, independiente del uso que nosotros hagamos de él. Representa una emergencia de aquella Energía de fondo, como dicen los cosmólogos, o de aquel Abismo generador de todos los seres. Tiene algo que revelar, algo que sólo él puede mostrar. Y nosotros tenemos ahí algo que escuchar, y tenemos que celebrar lo que nos revele.
Nosotros hemos entrado en el proceso de evolución cuando ésta alcanzó un nivel altísimo de complejidad. Entonces, irrumpió la vida, y como subcapítulo de la vida, la vida humana, consciente y libre. Por nosotros el Universo llegó a la conciencia de sí mismo. Y eso ha ocurrido en un minúscula parte del Universo que es la Tierra. Por eso, nosotros somos esa parte de la Tierra que siente, que ama, que piensa, cuida y venera. Somos Tierra que anda, como dice el poeta y cantautor indígena Atahualpa Yupaqui.
Nuestra misión específica, nuestro lugar en el conjunto de los seres es el de ser aquellos que pueden ver la grandeza del Universo, escuchar los mensajes que cada ser proclama, y celebrar la diversidad de los seres y de la vida.
Y porque somos portadores de sensibilidad y de inteligencia, tenemos una misión ética: la de cuidar de la creación y ser sus guardianes para que continúe con vitalidad e integridad y con las condiciones de seguir evolucionando, ya que está haciéndolo desde hace 4.400 millones de años.
Cabe pues reconocer y respetar la historia de cada ser de la creación, vivo o inerte. Existieron antes de nosotros, y durante millones y millones de años atrás, sin nosotros. Por esta razón, deben ser respetados como respetamos a las personas más ancianas y las tratamos con respeto y con amor. Todos estos seres tienen también derecho al presente y al futuro, junto con nosotros.

Fuente: Koinonia

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