lunes, 17 de diciembre de 2012

Solalinde confiesa que rompió el celibato y califica de “milagro” la experiencia.


“El día que los malos me quieran quebrar lo harán sin reparos”
“No tardará en llegar el tiempo en que la Iglesia vea el celibato como algo opcional”

El padre Alejandro Solalinde Guerra (Texcoco, Edomex, 1965), quien esta semana recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos 2012 en Los Pinos, se define como un sacerdote rebelde. Fundador del albergue para migrantes Hermanos en el Camino, en el estado de Oaxaca, Solalinde habla en entrevista con Playboy, edición de diciembre, en la que confiesa: “no soy célibe”. Reconoce que alguna vez estuvo con una mujer, experiencia que califica como “un milagro” que lo ayudó a “humanizarse”.

Solalinde afirma que “habla con Dios de todos los asuntos, hasta los de índole sexual”, y cuenta que cuando tenía cuatro años de haber sido ordenado le platicó “¿cómo voy a entender a un matrimonio o a las mujeres si no conozco nada de eso? …¡Y sucedió un milagro, sin buscarlo! Entre las jóvenes con las que yo trabajaba sucedió… eso. Lo descubrí y fue maravilloso, descubrí una dimensión increíble que me hizo sentir más humano, más hombre”.
Asegura que no sintió culpa, y le dio gracias a Dios, “andaba como niño con juguete nuevo, porque descubrí a la mujer como es y me descubrí a mí como hombre”.
Solalinde dijo en la entrevista que en ese momento no sabía si continuar con su sacerdocio o casarse, sin embargo su vocación fue más fuerte, “decidí estar con la gente, con los pobres y ser sacerdote. Ahora soy célibe. Ahora (risas)”, refiere la publicación.
El sacerdote define que “el celibato es una medida disciplinaria nada más, eso empezó a imponerlo la Iglesia católica cuando los hijos de los sacerdotes, los papas y los obispos empezaron a exigir derechos de herencia. ¡Les dolió en la administración! Por lo demás, no tarda el tiempo en que la iglesia vea el celibato como algo opcional”.
Los migrantes y la delincuencia organizada
Alejandro Solalinde explica que su labor de acoger a viajeros centroamericanos en su albergue de Oaxaca empezó el 26 de febrero de 2007, cuando se dio cuenta de que los migrantes necesitaban de seguridad, “necesitaba un lugar donde estuvieran, para que no anduvieran como ovejitas sin pastor. Me siento honrado de servirlos”, en el afirma.
Confiesa que mientras realiza su labor ha recibido amenazas de muerte por parte del crimen organizado, a lo que afirma “el día que los malos me quieran quebrar lo harán sin reparos. Entiendo que mis agentes de seguridad personal portan armas largas y se sometieron a un entrenamiento especial, pero el día que quieran de verdad quieran matarme no servirán ni 20 agentes”.
El pasado 10 de diciembre, Alejandro Solalinde recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos 2012 de manos del presidente Enrique Peña Nieto, por su trayectoria en la defensa de los migrantes en tránsito por México.
Parte del texto de la entrevista
¿De dónde viene esa inquietud por hacer de la fe un trabajo más de campo que de escritorio?
Toda mi vida sacerdotal he sido un rebelde. Hasta la fecha, no sigo lo convencional. He hecho mi propio camino. Fui al Seminario, luego fui al noviciado con los Carmelitas, pero por ser como era, por concebir la libertad como la concibo, ¡me corrieron! No encajaba. Los Carmelitas son excelentes, pero yo no cabía en un sistema hecho. Ingresé entonces a un sistema más abierto, un Instituto secular, pero tampoco me gustó. Así que opté con otros Seminaristas por hacer una experiencia aparte: me fui a vivir a una vecindad en la colonia Portales y comencé a tener un acercamiento real con la gente que trabaja, con la clase media baja. Ahí aprendí a ser un seminarista diferente y después un sacerdote distinto. El problema vino cuando me ordenaron. Académicamente, yo asistía a clases al Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos del Cardenal Miguel Darío Miranda, pero cuando los demás se iban a sus comunidades, a su vida segura, yo me metía al riesgo de la vida de la calle, con los laicos, la gente común (risas). Pero me pregunté: “¿y cómo me ordenarán, qué Obispo me va a recomendar?”. Y sucedió un milagro. Vino un Prepósito general que promovió mi ordenación desde Roma.
Ese día hubo rocanrol, mariachi, bailé hasta que me cansé y me dolieron las quijadas de tanta alegría. Dios avaló mi camino de búsqueda y no me pongo como el paradigma al que todos deben seguir, para nada, porque si no me hago dogma y la vida no es dogma. La vida es fresca y se va construyendo, no hay por qué ajustarse a los cartabones de otros. Contra eso me rebelé. Yo no quería una vida acomodada porque de niño siempre tuve una vida pobre con mi familia. Una vez ordenado, de pilón me llevaron a vivir a La Herradura, ¡no friegues!, cómo iba a soportar la vida con puro riquillo.

¿Y cómo lo tomaron los riquillos?

Ahí empezaron los problemas, porque todos los domingos iba a Misa doña Chole Ávila Camacho (viuda del ex presidente) y como el Evangelio se tiene que aplicar, yo lo apliqué a su caso. Se trataba de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Yo dije: “Doña Chole es como el rico Epulón y el pobre Lázaro es Palosolo”, una colonia muy pobre que quedaba del otro lado. Me corrieron también de la iglesia y me mandaron a San Isidro, una zona muy pobre. O sea, que Dios sabe cumplir. Mi mayor rebeldía fue dejar el riel y buscar mi propio camino, ser iglesia a mi manera. Y soy muy feliz, me saqué la lotería estando entre la gente. Más allá de juzgar a nadie, porque Jesús no vino a juzgar a nadie, se trata de aceptar a la gente como es. Después estuve en la Diócesis de Toluca, me negué a vivir en una iglesia y puse un departamentito donde recibía a la gente.

¿Un sacerdote que se negaba a vivir en una iglesia?

Sí, por las estructuras y los estereotipos. Eso no servía para llegarle a las nuevas generaciones.

Padre, muchas de las cosas que dicen me saltan, ¿un sacerdote que dice que la vida no es dogma?
No, la vida surge. Te voy a contar algo maravilloso. Creo mucho en nuestra condición humana, me encanta ser humano y falible, defectuoso, me encanta tener errores, estar limitado, equivocarme. En esos años aprendí algo, yo tenía 32. A ver, yo platico con Dios como platico contigo. Trato todos los asuntos, hasta los de índole sexual, con Dios. No me inhibo de nada. Yo le decía: “ya tengo 4 años de ordenado y nunca he tenido relación con una mujer. No sé lo que es eso. Soy célibe por obligación, porque si no lo era, no me ordenaba, pero… ¿cómo voy a entender a un matrimonio o las mujeres, si no conozco nada de eso?” ¡Y sucedió el milagro, sin buscarlo! Entre las jóvenes con las que yo trabajaba, sucedió… eso.
Lo descubrí y fue maravilloso, descubrí una dimensión increíble que me hizo sentir más humano, más hombre. Y lejos de sentir culpa, ¡para nada!, ni me confesé. Le di gracias a Dios y andaba como niño con juguete nuevo, porque descubrí a la mujer como es y me descubrí a mí como hombre. Estuve en la disyuntiva de continuar mi camino o dejar el sacerdocio y casarme. Ella estaba muy enamorada, pero yo solamente la quería. Así que mi vocación fue más fuerte. Decidí estar con la gente, con los pobres y ser sacerdote. Ahora soy célibe. Ahora (risas).

¿No le causa problemas contarme que estuvo con una mujer?

No, porque cuando me ordenaron era célibe. Hice todo lo que me pedían ellos, aunque me reprimiera. Le fui fiel a Dios, pero después pude humanizarme. No puede ser que uno como sacerdote intente orientar a los jóvenes, que hablan tanto de sexo, estando en la inopia. Tampoco estoy diciendo que todos los seminaristas deberían pasar por ahí, como yo, pero a mí me dio resultado. Ya soy una persona normal. Cuando veo a una mujer que me llama la atención, lo comento con Dios y esa experiencia me enseñó a valorar a la mujer, a no verla como un objeto sexual. La admiro muchísimo, la mujer es la expresión más bella del rostro de Dios.

¿No le da miedo que sus superiores se enteren de esto?
Hay que entender que el celibato no es un dogma de fe, sino una medida disciplinaria nada más. El sexo no es malo, ni tampoco casarse o tener una relación con una mujer. Jesús fue célibe, libre, pero fue un ser sexuado. Nunca rechazó tener una relación con una mujer desde su ser de hombre. Él veía todo con mayor naturalidad. En cambio, en cuestión de sexo la iglesia sigue muy cerrada. Jesús escogió de entre sus discípulos a un casado para irse a vivir a su casa. Y para acabarla de amolar, eligió como primer jefe de la iglesia católica, a un casado, a Pedro, y conoció a su esposa. Él nunca dijo que para seguirlo había que ser célibe. Eso empezó a imponerlo la iglesia católica cuando los hijos de los sacerdotes, los papas y los obispos empezaron a exigir derechos de herencia. ¡Les dolió en la administración! Por lo demás, no tarda el tiempo en que la iglesia vea el celibato como algo opcional.
Dicen que a todo se acostumbra uno, menos a no comer. ¿Usted se acostumbró a las amenazas de muerte?
Sí, ya me acostumbré. Son secundarias, no tengo miedo porque confío en Jesús. Dice él, creo que en Juan 8:29: “El que me envió, está conmigo”. Conste que yo no soy “El enviado”, pero soy un enviado y el que me envía está conmigo. Ayer estuve en la Secretaría de Gobernación y me dijeron, manos en jarra: “como usted no cambiará ni dejará de dar declaraciones, nosotros tendremos que implementar las medidas de seguridad de la magnitud de su actitud” (risas). Así. Y no, no cambiaré. Me siento muy feliz de servir a la verdad. A mí no me importa el pinche dinero, ni creo en el poder ni en la fama.
¿También se acostumbró a traer escoltas como ángeles de la guarda?

Es como traer los lentes. Siendo sinceros, el día que los malos me quieran quebrar lo harán sin reparos. Y si no lo han hecho, es porque no han querido. Entiendo que mis agentes de seguridad personal portan armas largas y se sometieron a un entrenamiento especial, pero el día que quieran de verdad quieran matarme no servirán ni 20 agentes. Por eso los tomo como una medida de respeto y obediencia a la comunidad internacional que me dice: “no eres el Mesías, pero cuídate porque nos haces falta”. Pero no temo a que me despachen. No creo en la muerte, es sólo un paso de una dimensión a otra. Esta vida es hermosa y la disfruto, pero la que viene es mejor. Aunque tampoco quiero ser mártir, ¡si está re bueno este bailongo!

¿Cuál es su primer recuerdo asociado a un migrante?

Cuando estuve en la Parroquia de la Santísima Trinidad en Juchitán (Guerrero). Llegaron cuatro migrantes muy jóvenes y me dijeron: “fíjese, padre, que nos acaban de asaltar”. Los llevé en mi carrito adónde los habían asaltado. Descubrí que habían sido judiciales y los enfrenté. Ahí empezó esta vida. “Lo que les robaron, se los tienen que regresar”, les reclamé. Obvio, no lo hicieron pero yo los acusé con los superiores.

?Como crítico de la iglesia, ¿qué opinión le merece Marcial Maciel

Fue un pobre hombre adicto, enfermo, un criminal, pero también víctima de un sistema que no se ha preocupado de formar personas, otra vez. Fue víctima de un sistema coludido con el dinero. ¿Cómo es posible que no vieran la vida oculta de Maciel? Claro que lo sabían, pero no lo decían porque aportaba mucho dinero. Había que salvar el pinche capital en vez de salvar a las personas. Qué terrible. Si yo fuera un alto jerarca de la iglesia no tendría alma administrativa, así que salvaría a las personas. A veces Dios escribe derecho sobre renglones torcidos. Les diría a quienes quedaron a cargo de su instituto: “¿cómo se sienten?” ¡Pues de la fregada!, dirían, nuestro fundador no era un santo, ¿ahora cómo nos libramos del estigma? Les propondría formar un nuevo instituto, del que ellos fueron los iniciadores. Pero ah no, ¿qué hicieron? mandaron dos cardenales de Roma para tapar el sol con un dedo y salvar la razón social para salvar la lana. En México pasa eso, el ser humano no ocupe el primer lugar de las inversiones. Ahí está el campo muriéndose, los indígenas relegados, los rechazados de las Universidades, los ninis.

¡Pero tendremos un nuevo avión presidencial!

Sí, esas son las grandes contradicciones. No entendemos nuestro drama. Nos damos lujos como si fuéramos de primer mundo.

¿Está de acuerdo en la separación Iglesia-Estado?
Me encanta, así debe ser. En la Edad Media, la iglesia usurpó dinero para convertirse en poder. Pero gracias a Dios, la Revolución francesa, al Renacimiento y el licenciado Benito Juárez, ahora la iglesia está en su lugar. La iglesia no tiene porqué ser una instancia de poder. Ojalá el Vaticano dejara de ser Estado para convertirse únicamente en la Santa Sede.

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