martes, 18 de diciembre de 2012

De amor y revoluciones.



Alberto Híjar Serrano

Dos pueblos a los que amar, un mundo por el que luchar, es el título decidido para el libro colectivo de Genaro, Javier y Gato, así nomás sin apellido en la mejor tradición clandestina.

La obra de 125 páginas recoge testimonios sobre 46 combatientes internacionalistas muertos en El Salvador en cumplimiento de tareas revolucionarias no sólo en las líneas de fuego, sino en los hospitales de campaña, las casas de seguridad, los enlaces y las tareas técnicas especializadas.

De tiempo atrás, Gato se ha propuesto la construcción de esta memoria desde el País Vasco para lo cual mantiene relación constante con los compañeros de su paisito y los de otros lugares. De aquí han nacido y crecido libros como La sombra del tío de Nicolás Doljanin sobre las FPL y el Comandante Salvador Cayetano Carpio, el legendario Marcial. 

También circulan en las redes sociales, Fénix, Cenizas de una operación estadounidense que no renació de Miguel Hernández Arias, el de Fernando González Gómez, “Emilio médico”, ¿y después de la fiesta rosa qué? En la introducción, el homónimo del poeta revolucionario español, enumera el recuerdo de “los españoles Lima y Lucas, los mexicanos Nayo, Joaquín, Alejandro (después Augusto), Aarón, Lilian, los ticos David y Lucas, los ecuatorianos Enrique y Eduardo… el hondureño Pancho con su gran estatura física como humano, con su FAL y su infaltable café y a Sandra nuestra jefe del puesto médico en el Batallón Sergio Hernández, menudita, con su mochilota”. 

De la mayoría quedan fotos, de algunos hay un poema de su autoría o sobre ellos, testimonios de compañeros y familiares, pero hay quien sólo es recordado por su apodo como El Soldadito de quien dice Juan José Dalton: “nunca le supe su verdadero nombre, ni siquiera usaba pseudónimo. Simplemente era El Soldadito y era además hondureño, moreno, pequeño de estatura. Lo recuerdo como el único que tenía uniforme militar, casco y fusil (pues) desertó de las tropas hondureñas”. Cayó en un ataque de hostigamiento en La Cañada y el hijo de Roque Dalton tuvo que tragar sus lágrimas ante la reconvención de un oficial. De unos pocos como Roberto Santana Rojas, “Ricardo” de Republica Dominicana sólo queda una foto. Igual ocurre con Lissan Eddine Boukhoubza “Fernando” de Marruecos. 

En lugar de enlistar a todos como debiera para vencer su olvido, mejor será acentuar países de origen sin esperanza de que a sus paisanos les importe: Ecuador, Euskal Herria, México, Estados Unidos, Chile, Argentina, Cataluña, Guatemala, Venezuela, Marruecos, Francia, Nicaragua, Cuba, Bélgica, Republica Dominicana, Suiza, Costa Rica, Honduras. Hay registros completos como el de Santiago cuyo nombre oficial fue Jorge Quezada del Rio, con biografía desde su origen tamaulipeco y con foto de su aspecto mulato con aire intelectual por los lentes y la seriedad. Hay fotos de convivencia en el trabajo como la del gringo de 39 años Joseph David Sanderson, y en fin, hay quien sólo alcanza cuatro renglones al lado de una foto de pasaporte como la de Cristian Bascuñán Donoso, “Fernando” de Chile donde militó en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. 

Del chileno Juan Roberto Diez Diez, “Juan”, solo quedan dos renglones de cuando llegó en 1983 y cuando cayó en 1984. De unos pocos hay largas biografías como la de Feliciano, Tomás García Vargas de Cuba y madre salvadoreña. Alcanzó el grado de Comandante del Estado Mayor de las FAL. Del belga Michael de Witte, “Sebastián” se narra su formación en el movimiento juvenil católico, en las brigadas médicas inspiradas por el maoísmo, los campamentos en Finlandia o Córcega, su noviazgo reflexivo con la compañera Karin, su graduación en Lovaina, todo lo cual lo condujo a El Salvador. El Negro Hugo, Domingo Vargas de Argentina con amplia experiencia político militar, Doljanin narra la importancia de su relación con Juanita de México también caída en la guerra. Algunos como el militante comunista Nicolás Compres Martínez, adoptan nombres históricos como el de Toussaint para tener presente el ejemplo del dirigente L`Overture de la primera revolución de independencia en América. De la misma índole es Pavel salvado del olvido por Héctor Ibarra contribuyendo al homenaje al héroe soviético.

En fin, dicen los compañeros editores de El Salvador-Euskal Herria-México en 2012, arriba del sello de copyleft, lo contrario de copyright: “nosotras y nosotros compartimos alegrías, tristezas, caminatas, hambre, fiestas, frio, solidaridad, guindas, triunfos, derrotas. Fuímos parte de la historia y la construcción de un proyecto de vida con esperanza de un mejor futuro para amplios sectores y población de El Salvador”. De haber triunfado otro gallo nos cantara.

La UNESCO mantiene un proyecto de preservación de las lenguas porque dice que cuando una de ellas se pierde, la humanidad disminuye. Esto vale para la memoria, así sea la personal en el sentido de la construcción para la vida y contra la muerte, esa condena globalizada por tiranos, sicarios, políticos miserables e intelectuales infames.

Cuentos de la cárcel de Alberto Sánchez Marcuñán dedicados a su “pequeña hija Blanquita” son 6 cuadernos caligrafiados a mano, con ilustraciones a color y con un cosido que no pudo reproducirse en la edición facsimilar. Fueron escritos en la prisión de Burgos donde el militante comunista español pasó 16 años con la desazón de haber dejado a su hija recién nacida en México en 1944, cuando regresó a España a integrarse a la resistencia contra la dictadura de Francisco Franco. Había llegado a México en el barco Mexique en 1939. Sentenciado a muerte, la movilización de su esposa mexicana consiguió apoyos de personalidades mexicanas y europeas y logró reducir la pena a 16 años de prisión. La desazón aumentó con el acuerdo de no decirle a la niña la suerte de papá. Hasta que cumplió 15 años lo visitó en la prisión y su impresión fue tal que desaprovechó el día de la Virgen del Carmen cuando la esposa de Franco otorgaba permisos de visita familiar a los presos. Alberto Sánchez Mascuñán regresó a México, fue recibido en la casa familiar y murió luego de trabajar como futbolista en Orizaba. Cumplió tareas editoriales con el compañero Espresate y al fin fundó la editorial Juan Pablos, ahora con su hija al frente quien tramitó una ayuda de CONACULTA para lograr la bella edición con una caja con los seis cuentos y las presentaciones del compañero Marcos Ana, “el preso más antiguo del franquismo y célebre poeta” tres veces condenado a muerte que logró burlar para refugiarse en la casa de Blanca Sánchez hasta que murió. 

Blanca escribe una breve presentación conmovedora y ausente de retórica y Tomás Segovia escribió, poco antes de morir, un excelente ensayo sobre “un chantaje sentimental”. Enriqueta Tuñón declara el gusto de escribir una historia con final feliz por el mismo amor que unió a Blanca Luisa Jiménez Lozano, la maestra normalista que acabó doctorada en la Sorbona mientras su hija gozaba de becas en Inglaterra y Alemania y Alberto el comunista que por amor regresó a ocupar su sitio de combate. Amor burlón el de los editores que anotan no sólo los años de 1949 y 1950 en Burgos sino créditos como: “tipografía artística, 12 brigada” o “editado por papá, 1949. Ilustraciones Bartina, escritura gurumeta, Talleres Gráficos El Comedor, Burgos (España)“.

Fuente:ApiaVirtual

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