Jaime Richart
Hay crisis cuando un orden o sistema, sea biológico u orgánico, social o económico, ético o moral quiebra y desaparece en espera de ser reemplazado por otro. En España el orden político y jurídico nuevo reordenó algunas cosas administrativas del régimen anterior, pero luego el statu quo se ha mantenido sin variaciones perceptibles.
En cuanto al orden moral, el que procedía del régimen fue desapareciendo paulatinamente, quedando ahora reductos de la vieja moral sólo entre las generaciones de más edad, pero sin que las nuevas hayan llenado el vacío con otras reglas que no sean fruto de cada capricho individual. Tras el ordine nuovo político y la crisis moral, llega la crisis económica que está haciendo tambalear los fundamentos de la estabilidad social y suscita la necesidad de otro orden que no acaba de establecerse. Sin embargo lo cierto es que con anomia prolongada (ausencia de normas más allá de las impuestas por el poder), una sociedad no puede ir muy lejos sin descomponerse o desplomarse socialmente con estrépito.
En buena medida la explicación, aunque tiene varias causas y admite varios enfoques, puede encontrarse en que España, durante la dictadura y tras una guerra fratricida, en lo moral fue sometida por la Iglesia, y en lo político y social, por unas cuantas familias amparadas por el dictador. El poder de la Iglesia continuó y continúa y al poder de esas familias le sucedió el de sus herederos, a los que se unieron otras familias arribistas que progresan por medios rápidos y sin escrúpulos. Entre todos han ido envileciendo poco a poco a este país… Las últimas noticias deprimentes e indignantes están relacionadas con el indulto de unos policías torturadores. Y tan indignante y deprimente como ésa, ese derecho de gracia, propio de las satrapías (no recogido en la Constitución y por tanto inconstitucional), que se arrogan los gobiernos sucesivos, que desautoriza al poder judicial y quiebra el equilibrio entre los tres poderes del Estado.
Por otro lado, oír a esa chusma que, desde la solemnidad de las instituciones, miente, maquina y se confabula contra todo lo que se mueve en la dirección que no es la suya, saca lo peor de uno. Hasta tal punto eso es sí que no extraña que muchos empiecen a pensar en el cuerpo a cuerpo. Tanta desvergüenza, descaro y cinismo tras años de provocación e hipocresía, no son propios de un país que se precie de avanzado. La crisis económica que causa millones de desempleados a la fuerza, oleadas de desahucios y desalojos, y millones de ciudadanos que subsisten sólo gracias a la filantropía, con los consiguientes dramas familiares e individuales sin interrupción, es el reflejo de una absoluta desmoralización de la sociedad en su conjunto.
Bancos, Cajas y políticos oportunistas, empresarios, directivos y periodistas al acecho de la ocasión para exprimir hasta las heces todo cuanto pueda convertirse en dinero, hacen de este país el último en honestidad y el primero en contracultura y decadencia de Europa. Un país, cuyos dirigentes en todas las esferas, incluida la del periodismo, se contenta con el Código Penal como único fundamento ético, es un país en quiebra política, económica y moral aun antes de declararse las tres oficialmente. Un país donde la investigación y la Ciencia, las bellas artes y los nobles oficios, la educación y la enseñanza sufren una involución desastrosa, no puede esperar nada del presente y menos del futuro. En todo caso la práctica “neoliberal”, de inspiración anglosajona, es una ideología que ha sintonizado de una manera cabal con el espíritu absolutista, dictatorial y caciquil que subyace en las clases sociales de este país acostumbradas a mandar. Por eso los gobiernos de la derecha en España funcionan no como organización política al servicio de la colectividad, sino como lobby; esto es, como colectivo con intereses comunes sólo atento a promover decisiones favorables a los intereses de ese sector concreto de la sociedad. De ahí que su principal objetivo sea privatizarlo todo y obtener el máximo beneficio particular, sin que le importe la exclusión de una gran parte de la ciudadanía.
Las siguientes generaciones valorarán la realidad que vivimos ahora de un país en manos de pícaros, de marrulleros, de tramposos y de ladrones que vienen mangoneando a lo largo de estos últimos 37 años. Unos pertenecientes a una clase política deplorable, otros al periodismo decadente, otros a una familia real no menos lamentable, y otros a la banca, a la empresa o como simples detentadores de dinero improductivo. Todos lo han zarandeado a niveles de rapiña y manipulación incluso superiores a los de la dictadura precedente…
La única solución que tiene España para cerrar una larga etapa canallesca, es la abrogación de la Constitución, la redacción de una nueva y la reconstrucción política, económica y ética del país, situándose intelectualmente los constituyentes en el mismo instante en que se liquidó la dictadura al morir el dictador. Es decir empezando todo desde cero…
Fuente: Apia Virtual
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