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lunes, 4 de marzo de 2019

¿Qué tanto sabes de la Desigualdad en el Perú?


Aproximadamente 400 mil peruanos y peruanas cayeron en situación de pobreza en 2017. El ingreso laboral promedio de una mujer es un tercio menos que el de un hombre, y esa brecha se ha incrementado entre 2016 y 2018. La lucha contra la desigualdad en el Perú se ha estancado en los dos últimos años, y en muchos rubros críticos, ha retrocedido.

Oxfam, 3 de febrero, 2019.- ¿Quiénes pagan más impuestos en el país? ¿Cuánto ha mejorado el salario y la calidad del empleo para hombres y mujeres? ¿Cuántos recursos destina el Estado a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos?

Estas son algunas de las preguntas que podrás responder en #HaciaArribaLaIgualdad, la nueva web que se lanzó el 27 de febrero, en un evento público de la plataforma de activismo y comunicación Actúa.pe.


#HaciaArribaLaIgualdad presenta de manera innovadora las cifras más impactantes del índice de avance contra la desigualdad 2017- 2018, elaborado por Oxfam en Perú.

Asimismo, permite, a través de un quiz lúdico, probar conocimientos sobre las desigualdades en el país. Luego, llega a enseñar sobre problemáticas complejas gracias a una didáctica visualización de datos.

Esta #HaciaArribaLaIgualdad busca ser una nueva herramienta digital para democratizar el conocimiento, sirviendo tanto para activistas, estudiantes y docentes como para un público no especializado.

La plataforma ayuda a entender si la desigualdad avanza o retrocede basándose en cinco ejes: justicia tributaria, inversión en las personas, empleo digno, derechos económicos de las mujeres y gobernanza ambiental y de los recursos naturales.

De esta manera, con unos clics, se observará cuánto hizo el Estado para revertir esta situación y dará pistas para exigir acciones e inversiones que acerquen a todos los peruanos para vivir en una sociedad más justa.

#HaciaArribaLaIgualdad es una iniciativa de la plataforma de activismo y comunicación Actúa.pe y Oxfam en Perú.

Fuente: servindi.org

domingo, 3 de febrero de 2019

En la lengua mapuche no existe la palabra muerte.

Imagen: Masdemx.com

El borramiento de la identidad mapuche en la muerte y en el nacimiento es uno de los pilares que el cristianismo instaló en nuestro territorio. Cruces al morir, y dolor al parir

Por Verónica Azpiroz Cleñan*

1 de febrero, 2019.- Esta mañana mi abuela, Manuela Díaz de Cleñan, inició su viaje final al wenu mapu, al espacio azul. Dicen los antiguos que subió en su sulky, lleno de zapallos, camotes y sandias. En los bolsillos llevó muchas semillas. Entre ellas maíz y trigo para no pasar hambre. Dicen que la esperan los Antiguos. Habrá gran asado de lechón y cordero estos cuatro días allá, porque eso le gustaba comer y seguramente algún pavito también.

Su transformación en puro espíritu inició hoy, 26 de enero y se completará en cuatro días. Espero escuchar el tue tue, para avisarme que ya llegó bien. Que hubo encuentro con su linaje ancestral.

Evidentemente su descanso no será alrededor de la Laguna La Azotea, cementerio histórico mapuche aún sin habilitar en Los Toldos. Todos sabemos que ese conflicto no está resuelto y es una deuda pendiente de la gestión actual y de la que vendrá: reconocer los espacios sagrados y los rituales mortuorios de la nación mapuche como un derecho. Derecho a Buen Vivir y derecho a Buen Morir.

El Estado prohibió al pueblo mapuche enterrar a su gente en La Azotea, desde 1901 y el responsable de perpetuar este impedimento hoy, es el Municipio de General Viamonte.

Mi abuela será despojada aún en su entierro de su cultura – su territorio. Su espíritu volverá en amaneceres y atardeceres luminosos, rodeado de cantos de grillos, ranas, calandrias, chajás, de teros y de zorros.

En los amaneceres – de niña – siempre vi a mi abuela hacer su jejipun, su oración de la mañana en una ventana de su cocina que daba al pwel al este, en su hermosa casa de adobe, llena de flores. Nunca la vi pobre a la casa de mi abuela. La sentí hermosa. Un patio de tierra barrido por las mañana por ella, lleno de gallinas que también alimentaba con su maíz. Nunca me explicó por qué hacía su jejipun con yerba. Pero, sí. La ví hacerlo.

Manuela fue madre de ocho hijos y abuela de treinta y cinco nietos, bisabuela de más de diez bisnietos. Soy la primera de todas sus nietas. Manuela fue una mujer elegante. Sus pómulos sobresalientes mostraron siempre su cara de kulxug, aunque ella no asumía su ser mujer mapuche públicamente. Su rostro lo anunciaba y su tez morena también. Su cotidianeidad la hablaba: mujer mapuche que organiza y ordena su entorno.

Vivió una relación de género difícil con mi abuelo. Como todas las mujeres mapuche, aprendió a callar sus miedos en los silencios del atardecer. Eran más peligrosos los wigka que vinieran a sacarle el campo, que el viejo que aveces volvía borracho a la noche a casa. Entendió perfectamente cuál era el verdadero peligro. Aprendió a defender su territorio con su agricultura: carneaba, pelaba gallinas, hacía con su grasa unto sin sal para el cuidado de su familia. En las noches de tormenta sabía qué hacer para dialogar con los pu newen para que no afectara su casa, sus animales.
Manuela no supo leer y escribir en castellano. Pero supo el lenguaje de su tierra: cuidó la semilla antigua, la atesoró y resembró siempre. Aún hoy, después de cinco años de regresar al territorio yo no sé cultivar la huerta como ella. Desde las cuatro de la mañana carpía su quinta para alimentar sus hijos. ¿Cuántas mujeres mapuche actualmente cuidan las semillas, las cultivan y alimentan sus hijos?

Un entierro digno, para mí es un entierro con los rituales de la cultura a la cual perteneció. No lo entendieron así sus hijos. Les ganó la colonización. El borramiento de la identidad mapuche en la muerte y en el nacimiento es uno de los pilares que el cristianismo instaló en nuestro territorio. Cruces al morir, y dolor al parir. Símbolos y creencias que se reproducen y se reproducen. El otro gran rasgo de la evangelización es: el autoritarismo. La catolicidad es eso: la pretensión de universalizar una creencia y sus rituales por encima de las otras religiones y creencias.

¿Qué se dispara en las familias mapuche para llevar a su familiar muerto en un cajón con una cruz y ver quizás un cura con alguna cara de circunstancia, haciendo rituales inentendibles y leyendo frases inertes para la cultura mapuche? ¿Cuál será el salvajismo que la cristiandad condenó para que el Estado se hiciera eco de universalizar ese modo de morir y ser enterrado? ¿Quiénes son los salvajes, hoy?

Nosotros en estos cuatro días de viaje de mi abuela al encuentro con sus ancestros, comeremos lo que a ella le gustaba. Tomaremos vino blanco en su memoria, su preferido: vino blanco. Haremos nuestros rituales porque a pesar del intento del borramiento de la identidad, algunxs de sus nietxs y bisnietos amamos la forma mapuche de entendimiento de la vida y de la muerte. Sin lágrimas, sin vacíos, sino con una profunda reflexión sobre los ciclos de la vida, los ciclos naturales que acompasamos con nuestra existencia y el ciclo que Manuela terminó e inició.

No existe la palabra muerte en la lengua mapuche para describir ese estado en las personas. Cuando alguien muere, se dice “mapulugün”. Mapulugün es volverse territorio. Manuela, ya es territorio – vida. Por eso, con Kajfükura seguiremos afirmando que no hay muerte: “En los hijos, de mis hijos me levantaré”. Küme rupu ñi chuchu Manuela! Pewmagen ñi püjü remapuchegeiñ

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*Verónica Azpiroz Cleñan es de la Comunidad Mapuche Epu Lafken – Los Toldos.
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Fuente: Publicado el 31 de enero 2019 por Cosecha Roja: http://cosecharoja.org/no-existe-la-palabra-muerte-en-la-lengua-mapuche/?

domingo, 13 de agosto de 2017

Laicidad: Libertad, Igualdad, Fraternidad.


La revolución francesa simboliza el punto de partida del proceso de laicización de la sociedad, tanto como de las instituciones del Estado francés. Es un punto de inflexión en la historia de Occidente, que abrió paso a la más auténtica noción de Modernidad. La laicidad liberó al Estado de su anterior responsabilidad sobre las distintas opciones religiosas, circunscribiendo la religión a la libertad personal de cada individuo para que así pueda adoptar una determinada creencia, cambiar la que profesa, o simplemente no abrazar ninguna.

Por esta razón, la laicidad no consiste en una actitud combativamente antirreligiosa, atea o anticlerical, como interesadamente quieren hacerla ver precisamente quienes perdieron ancestrales privilegios con el proceso revolucionario que estallara en 1789.

El triunfo de las ideas republicanas puso fin al Antiguo Régimen, sustentado en el absolutismo monárquico y en una inicua opresión feudal, cuyas minorías privilegiadas, la nobleza y el clero, usufructuaban de los beneficios económicos producidos por la burguesía y del trabajo de subsistencia de los campesinos, en condición de siervos. Además de las rentas que debían pagar para laborar las tierras, propiedad de aristócratas y del alto clero, se les imponían tributos a favor del rey y la entrega del 10 % de las cosechas a la Iglesia, para “agradecer las bendiciones de Dios”.

Es a partir de la Revolución Francesa que, por primera vez en la historia, transcurrida la etapa del terror, surge en el seno de una nación de tradición y cultura católicas, la voluntad de plasmar en leyes de la República el derechosuperior de los intereses nacionales, independientes de las prerrogativas reclamadas por el Vaticano: la abolición de los diezmos de la Iglesia, la promulgación de la Constitución Civil del Clero, que obligaba a los eclesiásticos a reconocer y jurar la nueva Constitución, el fin de los privilegios en la tenencia de la tierra.

Lo más trascendental, sin embargo, surge en el ámbito de los derechos personales. Con la pretensión de validez universal de sus redactores, la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano proclamaba que todos los individuos nacen libres e iguales, constituyendo un importante antecedente para el reconocimiento de derechos posteriores basados en el valor de la libertad, en que el derecho a la libertad de conciencia llegó a erigirse principal.

En esa temprana mirada, la soberanía del pueblo se aparta de “la voluntad de Dios”, proyectándose en un sentido republicano, abriéndoles a los ciudadanos el derecho a cambiar de gobierno cuando el soberano actúa contra sus intereses; desde el punto de vista del derecho, sólo se considera legítimo aquel derecho democrático que reafirma la libertad individual.

La noción de igualdad es otro principio básico de la laicidad. Al afirmar que existe una serie de derechos inherentes a la persona, se colige un postulado de igualdad que va más allá de las obvias diferencias (físicas, intelectuales, culturales, sociales, de género) que caracteriza a la especie humana, reconociendo la identidad común que constituye el ser sujetos de los mismos derechos básicos.

La igualdad concebida en el contexto intelectual de la Revolución significaba igualdad real y concreta para todos los ciudadanos, en el convencimiento de que no puede haber libertad si la ley no es igual para todos. El gran paso lo constituía el hecho que este principio era independiente de la opción espiritual y de la ideología que pudiera sustentar cada uno.

Política, sociológica y filosóficamente, la fraternidad es el principio tal vez menos desarrollado de la trilogía. Tampoco ha sido recogida con precisión en los sucesivos pactos internacionales posteriores a la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), en los que aparece minimizada o relativizada. Si en los doscientos y más años transcurridos desde la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, las continuas discrepancias surgidas entre libertad e igualdad (haciéndonos creer que deberíamos optar primordialmente por una u otra), han estado motivadas por ásperas diferencias doctrinarias, al parecer no existiría interés de añadir un nuevo conflicto en el derecho internacional, intentando consensuar ética y filosóficamente el concepto de fraternidad.

Pero la fraternidad bien podría constituir un puente entre libertad e igualdad. La introducción primigenia del concepto al parecer se debería a Robespierre, quien lo entendía como la virtud de unir a los hombres, de establecer nexos sociales, de vincularlos afectivamente, ajena por completo a la imagen de caridad del poderoso frente a la sumisión del humilde.

Obviamente la fraternidad no puede considerarse un derecho ni una obligación, ni la democracia puede legislar sobre ella. Y esta limitación podría explicar la infinidad de exclusiones e iniquidades que todavía hoy, pleno siglo XXI, avergüenza las conciencias de hombres y mujeres de bien. Por lo tanto, cabe a una educación laica y democrática la responsabilidad de cultivar la dimensión pública de los futuros ciudadanos con la noción de fraternidad, como parte sustantiva de una nueva ética de convivencia.

Hoy podemos concluir que el laicismo se identifica estrechamente con el proceso histórico que, a partir de la Ilustración y la Revolución francesa, ha abierto nuevos espacios de libertad a los seres humanos, frente a los continuos intentos de sometimiento de la sociedad por parte de religiones, ideologías o creencias, cualquiera que sea su origen o inspiración. Las concepciones tradicionales de libertad, igualdad y fraternidad se entroncan fundamentalmente con las ideas progresistas que, en los últimos cien años, han luchado por la positivación de derechos sociales básicos para la dignidad humana.

De esta manera, la laicidad constituye el ideal moderno de un ordenamiento jurídico identificado preferencialmente con un sistema republicano, que manteniendo su autonomía del ámbito religioso, pueda establecer garantías constitucionales o normativas respecto a la libertad de conciencia y a la protección de los derechos humanos, en un diálogo permanente con todas las concepciones filosóficas o ideológicas que, respetuosas de la democracia y el pluralismo, se encuentren presentes en la sociedad.

Fuente: laicismo. org

viernes, 23 de junio de 2017

Por la igualdad y unidad de los pueblos.


por Benjamín Forcano, teólogo

En los tiempos que vivimos, nos toca vivir, pese a todas las imprevisiones y calamidades, utópicamente: soñar y luchar porque la Tierra sea UNA como lo es, que la humanidad sea UNA como lo es y que en esa Unidad nos encontremos todos: personas y pueblos.

Hace apenas 60 años, concluida la segunda guerra mundial, nos parecía que quedaban atrás vallas y fronteras que nos habían recluido en el ámbito de nuestra patria, alimentando el aislamiento, la desconfianza y la hostilidad.

Siendo para todos el mundo en que nacimos, lo convertimos demasiadas veces en islotes de ininterrumpida guerra. Guerra por una tierra que era de todos, guerra por unos bienes que los queríamos en exclusividad, guerra por una cultura que a todos queríamos imponer, guerra por un poder que no queríamos compartir, guerra por idolatrar una particular semejanza, que nos impedía reconocer la universal identidad.

Después de mucho combate y destrucción parece que terminamos por entender lo absurdo de un vivir en provocación y guerra permanente: el planeta tierra no era de nadie y sí era lo de todos.

Con las entrañas aún rotas y las lágrimas sin secar, una voz resonó en el recinto de las Naciones Unidas:

El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la humanidad. Estas Naciones:

- Proclaman como la aspiración más elevada del hombre el poder disfrutar de la libertad de la palabra y de la libertad de conciencia.

-Reafirman su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, y en la igualdad de hombres y mujeres,

-Reconocen y promueven estos derechos y tratan de asegurar su reconocimiento y aplicación universales.

.Artículo 1: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

.Artículo 2: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades declarados en esta Declaración, sin distinción den raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.

Parecía cerrado un ciclo de la historia. Por una vez la conciencia humana ratificó una verdad universal: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Pueblos, paisajes, culturas, lenguas y religiones confluían bajo una forma de ser común. Brillaban la dignidad y libertad de toda vida humana.

Y nos pusimos a caminar bajo la estrella que alumbraba un destino común. Hasta tal punto que nos encontramos comunicados y organizados globalmente: la Información, la Comunicación, la Tecnología, el Comercio, el Transporte, la Cultura, la Ciencia, la Economía, el Derecho y la Política nos llegaban entrelazados y confirmaban la identidad de un planeta y humanidad unidos

Sentimientos estos y expectativas de hace apenas unas decenas de años. Paradójicamente, casi sin advertirlo, fantasmas de antaño trataban de revivir urdiendo en la red inmensa de la globalización, una nueva hegemonía: minorías financieras y políticos racistas, desde un egoísmo absolutizado, se disponían a sostener imperios de explotación y dominación. Desconectados de los principios de la Carta de las Naciones Unidas pasaban a guiar y gestionar el destino de los pueblos.

Fenómeno que no dejaron de denunciar líderes científicos, sociales y religiosos de todo el mundo. “El predominio de la cultura del capital, escribe Leonardo Boff, con sus propósitos ligados al individualismo, a la acumulación ilimitada de bienes materiales y principalmente a la competición dejando de hecho escaso espacio para la cooperación, contaminó prácticamente a toda la humanidad, habitando una Casa Común”.

Lo mismo comenta en una entrevista, Ken Loach, el más importante de los cineastas británicos: “Después de 1945 en casi toda Europa, se extendió un sentir de deber social y solidaridad. Mi país, en concreto había sido devastado por las bombas y la gente entendía que la unidad era vital para combatir el fascismo. Pero, en 1980, llegó Margarita Thatcher y dijo que hay que cuidar de uno mismo e ignorar al vecino; que la competencia es más importante que la colaboración. Y destruyó el Estado del Bienestar, forzando con ello a millones de ciudadanos a vivir en la pobreza. Y desde entonces, la idea del bien común se ha ido destruyendo gradualmente.

La gente tiene un sentido del deber moral. Los políticos no. Gran Bretaña es el país que aplica los preceptos del neoliberalismo de forma más agresiva, desde que Thatcher puso en marcha la privatización de la industria y de los servicios públicos. Pero, hoy en día es la Unión Europea en su conjunto la que está impulsando soluciones que favorecen a las grandes corporaciones”.

Pepe Mujica, expresidente de Uruguay dijo en Roma hace unas semanas en el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares: “El capitalismo inventó una civilización que está invadiendo toda la tierra, pero que no tiene gobierno, tiene un mecanismo impuesto por el mercado. Esta civilización sólo tiene un sello, el mercado. Es el que impone el grueso de las decisiones”.

Y el Papa Francisco en ese mismo encuentro dijo:

“Los descartados del sistema, Hombres y mujeres, ratificamos que la causa común y estructural de la crisis socioambiental, es la tiranía del dinero, es decir, el sistema capitalista imperante y una ideología que no respeta la dignidad humana. Una economía centrada en el dios dinero y no en la persona es el terrorismo fundamental contra la humanidad”.

Completando este cuadro, el sociólogo Zygmunnt Bauman, lo aclara desde su metáfora de la modernidad líquida. Según él, nuestra sociedad globalizada, posmoderna, proviene de una anterior sólida y consistente, encarnada en una serie de lealtades tradicionales, en unos derechos y obligaciones que ataban de pies y manos, que obstaculizaban el movimiento e impedían la iniciativa. “La situación actual, escribe, emergió de la disolución radical de aquellas amarras - acusadas justa o injustamente- de limitar la libertad individual, de elegir y de actuar”. Pero, esta disolución, es decir, esta exclusión de toda pauta y freno, de toda regulación, se dirigía hacia un nuevo blanco: la modernidad fluida, bajo cuyo influjo desintegrador, caían la familia, clase y el vecindario. Las pautas anteriores, eran reemplazadas con no menor rigidez por las pautas de la economía y del mercado. De modo que el individuo, desguarnecido de los marcos y pautas tradicionales, se encontraba solo, sin que le fuera dada de antemano la construcción de su labor y de su futuro. Dentro de esta descripción, ya en nuestro mismo tiempo, asistimos al derrumbe de la hospitalidad y de los derechos humanos. Como dice Kant, “Todos los humanos están sobre la tierra y todos, sin excepción, tiene derecho a estar en ella y visitar sus lugares y pueblos; la Tierra pertenece comunitariamente a todos”.

La hospitalidad es un derecho y un deber de todos

Y sobre los derechos humanos, que para Kant son “la niña de los ojos de Dios”, “Respetarlos hace nacer una comunidad de paz y seguridad que pone un fin definitivo a la infame beligerancia”.

Renegando de su tradición, hoy surge en Estados Unidos un presidente, Donald Trump, que no respeta las diferencias religiosas, que rechaza a la población musulmana y niega la hospitalidad a todo tipo de gente que acudía a ese país. La ola de odio que está creciendo en el mundo y las discriminaciones contra los refugiados e inmigrantes rechazados en Europa y Estados Unidos están destrozando el tejido social de la convivencia humana a nivel nacional e internacional.

La hospitalidad es un test para ver cuánto de humanismo, compasión y solidaridad existen en una sociedad. Detrás de cada refugiado para Europa y de cada inmigrante para USA hay un océano de sufrimiento y de angustia y también de esperanza de días mejores. El rechazo es particularmente humillante, pues les da la impresión de que no valen nada, de que ni siquiera son considerados humanos.

¿Por qué van los refugiados a Europa?

Porque los europeos estuvieron antes durante dos siglos en sus países, asumiendo el poder, imponiéndoles costumbres diferentes y explotando sus riquezas. Ahora, que están tan necesitados, son simplemente rechazados.

Ciertamente, compartimos la convivencia como dato esencial de nuestra naturaleza: nosotros no vivimos, convivimos; somos comunitarios, todos aprendemos unos de otros, todos hablamos y decidimos. Nadie puede sobreponerse a nadie, si abriga el principio de que toda vida humana es igual en dignidad, derechos y responsabilidades. Y quien pretenda considerarse superior por tener más, pervierte su natural modo de ser.

Convivir es ser capaz de acoger las diferencias, dejarlas ser y vivir con ellas. ¿Será verdad lo que decía Einstein que “es más fácil desintegrar un átomo que sacar un prejuicio de la cabeza de alguien? Lo será, pero se puede.

Todo ser humano, más que un extraño es un compañero, al que hay que ayudar a sentirse incluido y no excluido, ayudarlo haciendo que se sienta acogido por el trabajo y la convivencia.

Así las cosas, no es extraño que Leonardo Boff, coautor de la Carta de la Tierra, se vea obligado a constatar: “En la raíz de este sistema de violencia e es decir, una forma de organizar la sociedad y la relación con la naturaleza basada en la fuerza, la violencia y el sometimiento. Este paradigma privilegia la competencia a costa de la solidaridad. En vez de hacer de los ciudadanos socios, los hace rivales”.

Un hecho éste incontrovertible: a diario nos sentimos asaltados por la gravedad de conflictos, enemistades, guerras. Aquella luz de la posguerra, aurora de un futuro de justicia, de solidaridad y de paz, se apagó. Y hemos vuelto a revivir tragedias y sufrimientos inimaginables.

Ciertamente, hemos producido mucha más riqueza, mucho más conocimiento, mucha más tecnología, mucha más información y comunicación, muchos más adelantos para el transporte, la salud, la educación, el trabajo, nos mezclamos más y compartimos juntos idénticos problemas y, sin embargo, en medio de esa nube de mayor bienestar, las relaciones de unos pueblos con otros se han vuelto más hostiles, más predispuestas al rechazo y exclusión. ¿Qué nos ha pasado?

Como epílogo a mi respuesta, ofrezco un dato singular, que alumbra la entraña de la crisis.

El dato

Justo al poco tiempo de acabar la guerra, los vencedores como si nada grave hubiera ocurrido, y tuvieran el derecho de erigirse en dueños del mundo, venían a proclamar: “Poseemos cerca de la mitad de la riqueza mundial. Nuestra tarea principal consiste en el próximo período en diseñar sistemas de relaciones que nos permitan mantener esta posición de disparidad sin ningún detrimento para nuestros intereses” (George Kennan, jefe del grupo del Departamento de Estado de los Estados Unidos en 1945).

Y Albert J. Beverige, uno de los máximos exponentes de la ideología del “Destino manifiesto”, añadía:

“El destino nos ha trazado nuestra política; el comercio mundial debe ser y será nuestro. Lo adquiriremos como nuestra madre (Gran Bretaña) nos enseñó. Estableceremos despachos Comerciales en toda la superficie del mundo como centro de distribución de los productos norteamericanos. Cubriremos los océanos con nuestros barcos mercantes. Construiremos una flota a la medida de nuestra grandeza. De nuestros establecimientos comerciales saldrán grandes colonias que desplegarán nuestra bandera y traficarán con nosotros. Nuestras instituciones seguirán a nuestra bandera en alas del comercio. Y el orden americano, la civilización americana, la bandera americana se levantarán en lugares hasta ahora sepultados en la violencia y el oscurantismo”.

Y el senador Brown dejó escrito: “Manifiesto la necesidad en que estamos de tomar América Central pero si tenemos necesidad de ello, lo mejor que podemos hacer es obrar como amos, ir a esa tierra como señores”.

Y, como sello que denuncia la maldad de esta, recuerdo las palabras del superconocido y admirado estadounidense Noam Chomsky: “Cuando en nuestras posesiones, se cuestiona la quinta libertad

(la libertad de saquear y explotar) los Estados Unidos suelen recurrir a la subversión, al terror o a la agresión directa para restaurarla”.

Hoy, autores de la más diversa índole y valía confirman la verdad de los textos anteriores.

Cualquiera entiende que, subyacente a estas palabras, aparece la ideología del “destino manifiesto” de la excepcionalidad de Estados Unidos, siempre presente en los presidentes anteriores, inclusive en Obama. Es decir, Estados Unidos posee una misión única y divina en el mundo, la de llevar sus valores de derechos, de propiedad privada y de la democracia liberal al resto de la humanidad. Para él, el mundo no existe. Y si existe, es visto de forma negativa.

Misión singular, patrocinadora de toda arbitrariedad, que ha hecho suya el recién nombrado presidente Donald Trump en su discurso inaugural: “De hoy en adelante una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este momento Estados Unidos será lo primero. Juntos haremos que Estados Unidos vuelva a ser fuerte. Haremos que Estados Unidos sea próspero. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser orgulloso. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser seguro de nuevo. Y juntos haremos que Estados Unidos sea grande de nuevo”.

Ciertamente, hay y habrá otros imperialismos que el de EE.UU. Pero, los textos transcritos, manifiestan como el primero, y o más poderoso, determinante y peligroso para nuestros días, el de Estados Unidos.

Me ahorro tener que destacarlo yo, aun cuando a ello me lleve mi experiencia e itinerario por diversos países y revoluciones de Latinoamérica.

Dejo la palabra a Robert Bowman, piloto de cazas militares y que realizó 101 misiones de combate durante la guerra de Vietnam. Con ocasión de los bombardeos de Nairobi y de Dar es Salam, donde las embajadas norteamericanas fueron atacadas por el terrorismo, este piloto escribió una carta al presidente Clinton. Después se hizo sacerdote y ahora obispo de Melborne Beach- Florida. Dice:

''Ud. ha dicho que somos blanco de ataques porque defendemos la democracia, la libertad, los derechos humanos. ¡Qué broma!

Somos blanco de terroristas porque en gran parte del mundo nuestro gobierno defiende la dictadura, la esclavitud, la explotación humana. Somos blanco de los terroristas porque nos odian. Y nos odian porque nuestro gobierno hace cosas odiosas.

¡En cuántos países agentes de nuestro gobierno destituyeron líderes escogidos por el pueblo, cambiándolos por dictaduras militares fantoches, deseosas de vender su pueblo a las sociedades multinacionales norteamericanas!

Hicimos eso en Irán cuando los artilleros navales norteamericanos y la CIA destituyeron a Mossadegh porque quería nacionalizar la industria del petróleo. Nosotros lo cambiamos por el Sha y armamos, formamos y pagamos su odiada guarda nacional Savak, que arrasó y cometió brutalidades contra el pueblo de Irán. Todo eso para proteger los intereses financieros de nuestras compañías petrolíferas. ¿Nos parecerá extraño que en Irán nos odien?

Lo mismo hicimos en Chile y en Vietnam. Más recientemente hemos intentado hacerlo en Irak. ¿Cuántas veces no lo hicimos en Nicaragua y en el resto de las “repúblicas bananas'' de América Latina? Muchas veces expulsamos líderes populares que querían repartir las riquezas de la tierra entre las personas que la trabajaban. Los sustituimos por tiranos criminales, para que vendiesen a su pueblo y para que la riqueza de la tierra fuese a la Domino Sugar, United Fruit Company, Folgers y Chiquita Banana.

País por país, nuestro gobierno se opuso a la democracia, sofocó la libertad y violó los derechos del ser humano. Ésta es la causa por la cual nos odian en todo el mundo. Ésta es la razón por la que somos blanco de los terroristas.

En vez de enviar a nuestros hijos e hijas por todo el mundo a matar árabes y obtener así el petróleo que hay bajo su tierra, deberíamos enviarlos a reconstruir su infraestructura, a beneficiarlos con agua potable y alimentar a los niños que están en peligro de morir de hambre.

En vez de entrenar terroristas y escuadrones de la muerte, deberíamos cerrar la Escuela de las Américas. En vez de patrocinar la rebelión, la desestabilización, el asesinato y el terror en el mundo entero, deberíamos abolir el actual formato de la CIA y dar dinero a las agencias de ayuda”.

La coyuntura que vivimos, con ser pervertida, ha estallado en la conciencia ciudadana, que ha experimentado crudamente la actuación del monstruo neoliberal, artífice de la prostitución del ser humano, de la mentira de su economía, del poderío que le confiere, de la retórica encubridora de su propaganda, orientado todo a sostener imperios racistas de explotación y dominación.

La convulsión social es tan fuerte que remueve las raíces del pasado, activa recónditos sentimientos de conciencia y reclama simplemente un modo humano de obrar: La prepotencia, el egoísmo y la avaricia son detestables y caen ante el deber de asegurar la dignidad y derechos de todos. Nadie, que sea humano, puede aspirar a realizarse a costa de los demás. Quien no respeta la dignidad de sí mismo, no puede respetar la dignidad de los demás, respeto que nos dicta la regla de oro universal: “Ama al prójimo como a ti mismo”, “Trata a los demás como tú deseas que los otros te traten a ti”.

Este alineamiento del yo con la ética racional y comunitaria es por donde comienza la construcción de una nueva sociedad, tal como establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los Pueblos y Naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las Instituciones, inspirándose en este ideal común, promuevan mediante la enseñanza y educación, el respeto a estos derechos y libertades” (Preámbulo de la Declaración).

Todo sistema, teoría o doctrina que pretenda establecer desigualdad éticojurídica entre los humanos es falsa. No hay sistema que justifique la división entre amos y esclavos, ricos y pobres, superiores e inferiores, primeros y últimos. La creación idolátrica del dios dinero nos lleva a construir una sociedad cada vez más cruel y escandalosa por su desigualdad.

A nivel internacional, el desafío es mucho más grave. Porque, aplicando la misma lógica que a nivel interindividual, ninguna nación puede prosperar a base de otra, haciendo praxis normal suya la política de invadir, explotar y dominar: “La Organización de las Naciones Unidas está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus miembros” (Cap. I, art. 2).

Las Naciones unidad deben tomar medidas para prevenir y asegurar la paz, evitar actos de agresión y lograr por medios pacíficos y de conformidad con la Justicia y el Derecho internacional la solución de las controversias (Cfr. Idem.)

La historia real nos muestra cómo se comportan las naciones con mayor poder en Europa, en Latinoamérica, África y en nuestro propio país. Todo cambiaría si cada Nación se limitara a ser lo que es, un país más, con autonomía y singularidad propia, regido por la Justicia y el Derecho internacional.

No lo han hecho, ni lo van a hacer. Por sí mismos, está más que demostrado, que no cumplen con sus obligaciones internacionales, no respetan muchos de los Tratados y Convenciones Internacionales, apoyan la invención constante de armas, son proveedores de ellas, entrenan a militares de otros Estados, provocan el terrorismo en lugar de combatirlo en sus causas, apoyan dictaduras o derrocan democracias cuando les conviene, aumentan y fortalecen sus numerosas bases en todo el mundo, tienen establecido el derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, etc.

Todo cambiaría con que las Naciones Unidas lograran simplemente que, en este caso, Estados Unidos asumiera la obligación de respetar la soberanía, independencia y dignidad y libertad de todas las Naciones del mundo. Y no que sigan profesando que el Destino Manifiesto les ha predeterminado a extenderse e implantar su ley y civilización en todos los rincones del planeta Tierra, a las buenas o a las malas, a las malas casi siempre, poniendo en marcha la maquinaria de su ingente poder, como si fueran los dueños y señores de nuestra planeta.

Tenemos muchas tareas, muchos conflictos y problemas que resolver, pero ninguno de ellos alcanzará solución sin ética. Sin ética, la calidad de nuestras relaciones con la naturaleza y con nuestra casa común seguirá siendo destructivas. La ética nos libera y nos limita, y libera y limita el poder de Estados Unidos y de cualquier otro imperio.

Necesitamos una ética regeneradora de la Tierra, una ética del cuidado, como dice el teólogo Leonardo Boff, que respete sus ritmos y nos responsabilice colectivamente.

“Nunca, clama el papa Francisco en su encíclica Laudato Si, hemos maltratado y lastimado nuestra Casa Común, como en los dos últimos siglos…Estas situaciones provocan el gemido de la hermana Tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que requiere otro rumbo”.

Benjamín Forcano es teólogo

Fuente:alainet.org

martes, 20 de junio de 2017

El papel de la mujer en la sociedad.


Laila Sant


Es difícil subrayar tanto como merece la importancia que tiene la incorporación de la mujer a todas las esferas sociales para avanzar hacia una sociedad donde las relaciones humanas estén caracterizadas por la cooperación, la reciprocidad y el apoyo mutuo. La esfera de la gobernanza es quizá uno de los ámbitos más importantes donde este fenómeno habría de darse para lograr un progreso significativo.


La incorporación de la mujer


Es un hecho consabido que la mujer ha estado históricamente excluida de la vida pública y, a pesar de que durante las últimas décadas su incorporación se ha promovido desde muchos frentes y de que se han creado mecanismos para acelerarla, esta incorporación aún es insuficiente.


A modo de ejemplo, en el ámbito laboral, según la OIT, a escala mundial, la participación de las mujeres en el mercado laboral es de 27 puntos porcentuales menor que la de los hombres. También la OCDE informa que la media, a nivel mundial, de las mujeres que realizan trabajos no remunerados es de 4,5 horas diarias; más del doble que los hombres. Cuando el tiempo de trabajo no remunerado de la mujer se reduce a alrededor de 3 horas diarias, su participación en el mundo laboral aumenta un 20 por ciento. En el ámbito político, a fecha de junio de 2016, sólo un 22,8 por ciento de los parlamentarios nacionales eran mujeres, según ONU Mujeres.


Existen dos aspectos de la incorporación de la mujer que merecen ser destacados relacionados con la gobernanza: el propósito y repercusiones de la incorporación de la mujer a las estructuras y mecanismos de la gobernanza, y su presencia en los espacios de toma de decisiones.


Algunas corrientes feministas destacan la diferencia entre la incorporación de la mujer a espacios otrora dominados por los hombres y la adopción de ciertos comportamientos masculinos para estar en esos espacios. Sírvannos de ejemplo la política y la economía. En ambas esferas sociales el domino masculino ha hecho que la competición, la fuerza, el individualismo, la agresividad del carácter e incluso la insensibilidad caractericen el desempeño de funciones políticas y económicas.


En cierto sentido, acceder a esos espacios pasa por adoptar esas mismas cualidades y comportamientos. Las mujeres, por tanto, para poder acceder, también han tenido que desarrollarlas. Pero ¿qué ocurre cuando esas mismas cualidades y principios rectores del comportamiento se tornan insuficientes para afrontar los desafíos de gobernanza de una sociedad compleja, global e interconectada? Es aquí donde los análisis del comportamiento histórico de las mujeres cobran mayor sentido.


Cualidades y principios característicos de las mujeres


Ya sea por diferencias biológicas o por un larguísimo proceso de socialización desde los primeros grupos humanos hasta nuestros días, parece que las mujeres han desarrollado más la empatía, la capacidad de llegar a consensos, de trabajar en equipo y de utilizar el poder de maneras cooperativas. También han logrado desarrollar otras formas de racionalidad y de inteligencia que van más allá de la simple búsqueda instrumental de beneficios y de minimización de pérdidas, teniendo en cuenta otros aspectos más sutiles pero fundamentales y percatándose de otras sensibilidades, aspectos sumamente necesarios para lograr el bien común.


Estudios realizados avalan la correlación entre la igualdad de género y el avance económico, social y político. El acceso de mujeres a la fase de producción agrícola parece estar vinculado al aumento la productividad de hasta un treinta por ciento, así como la reducción de la pobreza en la zona. Según ONU Mujeres, el liderazgo de las mujeres en los procesos políticos y de toma de decisiones mejora dichos procesos, ya que procuran trabajar de forma inclusiva en las propias filas de los partidos políticos y tienden a la defensa de cuestiones de relevancia social, como son la igualdad de género, la eliminación de la violencia de género o la cobertura del cuidado infantil.


Esas cualidades y principios, parecen corresponderse con los cambios en los principios organizativos que la política debía experimentar para adaptarse a un mundo entrelazado y global. La línea que se desprende de todo esto entonces es doble: el acceso de la mujer a todos los espacios sociales y la difusión de ciertas cualidades vitales históricamente relacionadas con el comportamiento femenino.


El papel de la mujer en el mantenimiento de la paz


Hasta la fecha, los espacios donde se tomaban las decisiones acerca de la pertinencia de hacer la guerra eran exclusivos de hombres. La tendencia parece haber cambiado un poco, aunque todavía el porcentaje de mujeres en ellos es minúsculo.


Si los planteamientos anteriores son ciertos, y si se tiene en cuenta que la mujer históricamente ha desempeñado un papel más destacado en la educación de las nuevas generaciones que los hombres, la utilización de medios diplomáticos y pacíficos en los conflictos sociales se incrementaría sustancialmente con la incorporación de las mujeres a esos procesos. Tanto por sus capacidades de llegar a consensos, de cooperar, de trabajar en equipo, de mirar la realidad holísticamente, como por la mayor sensibilidad que ha podido suscitar el hecho de ser madre, la mujer puede tener un papel singular en el establecimiento de la paz.


Un claro ejemplo del papel destacado que tiene la mujer en los procesos de paz es la Resolución 1325/2000 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde se establece el mandato de participación de las mujeres en la construcción de la paz. Según ONU Mujeres, la participación de mujeres en los procesos de paz está íntimamente relacionado con la resolución de los conflictos, así como la duración en el tiempo de los acuerdos alcanzados, aumentando hasta un 20% la probabilidad de la continuidad de la misma en los primeros dos años.


Incorporación de la mujer en espacios de poder


Un último comentario sobre la incorporación de la mujer a todas las esferas de la vida social y, en particular, a los espacios que tradicionalmente se asocian con el poder. La sociedad en que vivimos enfrenta muchos desafíos, uno de los cuales y de los más sobresalientes, sin duda, es su gobernanza. Por ello, la incorporación en plenitud de la mujer a la vida social, política y económica, vendría bien que se viera desde la óptica de estar en igualdad de condiciones con el hombre para trabajar en colaboración en pos de un mundo mejor para todos.


Los planteamientos divisorios a veces relacionados con los movimientos de emancipación de las mujeres o con los programas de empoderamiento femeninos no tienen cabida. Crear una sociedad global, unida, pacífica, justa y próspera exige que todos los segmentos de la sociedad –el 50% de la cual somos mujeres– puedan trabajar por ese fin.

jueves, 23 de marzo de 2017

Agua, un derecho del que aún se ven privados 663 millones de personas.



EUROPA PRESS 

El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de la ONU reconoció de forma explícita el derecho humano al agua y al saneamiento y admitió que ambos son esenciales para el cumplimiento de todos los Derechos Humanos. Sin embargo, aún hay en el mundo 663 millones de personas sin acceso a agua potable mejorada.

Aunque en las últimas décadas se han hecho avances y se logró reducir por debajo de 700 millones esta cifra, lo cierto es que el reto fijado por los Objetivos de Desarrollo Sostenibles aprobados en 2015 de reducir a la mitad para 2030 la población sin acceso sostenible a agua potable y saneamiento básico aún no se ha alcanzado.

Desde 1993, la ONU celebra el 22 de marzo el Día Mundial del Agua. El lema de este año es "¿Por qué malgastar agua?". En su mensaje, el presidente de ONU Agua y director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Guy Ryder, ha hecho un llamamiento a reducir el derroche de este bien tan preciado, teniendo en cuenta que la población mundial va en aumento y con ello la necesidad de agua potable.

"El agua es finita. Tiene que cubrir la necesidad de cada vez más personas"

"El agua es finita. Tiene que cubrir la necesidad de cada vez más personas y solo tenemos un ecosistema del que extraer nuestro agua", ha recordado, apelando a reciclar y reutilizar las aguas residuales, ya que pueden tener todavía muchos usos, pero también a reducir el consumo y su contaminación. Actualmente, más del 80 por ciento de las aguas residuales generadas por la sociedad regresa al ecosistema sin haber sido tratadas o reutilizadas, de acuerdo con la ONU.





Agua, un derecho del que aún se ven privados 663 millones de personas. / REUTERS
Aumento de la demanda de agua


Además, para 2030, se prevé que la demanda mundial de agua haya aumentado un 50 por ciento, procediendo la mayoría de dicha demanda de las ciudades. Para 2050, cerca del 70 por ciento de la población mundial vivirá en ciudades, frente al 50 por ciento actual, por lo que una mejor gestión de las aguas residuales se antoja fundamental.

Sin embargo, en la actualidad, la mayoría de las ciudades de los países en desarrollo no disponen de la infraestructura o recursos adecuados para gestionar las aguas residuales de forma eficiente y sostenible.

A continuación repasamos algunos datos sobre el acceso al agua, el impacto para quienes no lo tienen y las consecuencias que el consumo de agua en mal estado acarrean para la salud, entre otros, de acuerdo a información de Naciones Unidas y sus agencias:

En el mundo hay 663 millones de personas sin acceso a agua potable

- En el mundo hay 663 millones de personas sin acceso a agua potable, lo que representa en torno a uno de cada diez habitantes. La mitad de ellos, 319 millones, se encuentran en África Subsahariana.

- Unos 2.400 millones de personas, es decir, una de cada tres, no tienen acceso a una letrina. En el caso de las mujeres y las niñas, este problema les obliga a pasar 266 millones de horas al día buscando un lugar donde ir al baño, además de exponerles a posibles ataques y abusos sexuales en su camino. A la pérdida de tiempo, se suma la pérdida económica, 24.000 millones al año en beneficios económicos.

- Mujeres y niños suelen ser los encargados generalmente de ir a coger agua. En total, gastan 125 millones de horas al día recogiendo agua, un tiempo que en el caso de los niños, y sobre todo las niñas, suelen restar de acudir a clase. En algunos casos, mujeres y niñas llegan a pasar hasta seis horas al día en la tarea de recoger agua.



Agua, un derecho del que aún se ven privados 663 millones de personas. / REUTERS


- Cada 90 segundos muere un niño por enfermedades relacionadas con el agua. Las enfermedades diarreicas son la tercera causa de muerte entre los menores de cinco años y provocan unas 340.000 muertes al año. Además, según datos de UNICEF y la OMS, unos 161 millones de niños sufren retraso del crecimiento o malnutrición crónica vinculada a la falta de agua, saneamiento e higiene.

- Una mejora del agua y su acceso, así como del saneamiento y la higiene podría evitar 842.000 muertes al año. Actualmente, 1.800 millones de personas utilizan una fuente de agua potable contaminada con heces, por lo que corren el riesgo de contraer cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis.

- Unos 946 millones de personas siguen defecando al aire libre en todo el mundo, con las consecuencias que esto tiene para la salud. Según el informe de la OMS y UNICEF publicado en 2015, en África Subsahariana la cifra ha aumentado desde 1990, en lugar de disminuir. De continuar el ritmo actual, esta práctica no se eliminará en las zonas más pobres para 2030.

- Cada año se pierden 260.000 millones de dólares debido a la falta de agua potable y saneamiento, y ello pese a que cada dólar invertido en este terreno genera 4 dólares de vuelta.

- El acceso universal a agua y saneamiento generaría unos beneficios económicos de 32.000 millones de dólares al año por la reducción en los costes sanitarios y el aumento de la productividad que supondría que no hubiera bajas por enfermedad relacionadas con ello, de acuerdo con la OMS.

Fuente: publico.es

viernes, 15 de abril de 2016

Declaración de religiosos y sacerdotes que trabajan en Territorio Mapuche.


Urgen caminos de paz como fruto de la justicia

Como hombres y mujeres de Iglesia que colaboramos en territorio mapuche deseamos expresar nuestro sentir ante una nueva escalada de violencia en el territorio. Nuestra fe en Jesús liberador y en el Reino de justicia y de paz nos mueve a decir nuestra palabra:

1. Nos sentimos profundamente afectados frente a lo que denominamos una presión creciente sobre el territorio mapuche que está produciendo violencia, falta de comunicación, desconfianza y polarización.
En muchos territorios donde prestamos nuestro servicio, vemos que esta presión proviene de un modo de vida basado en el consumo que tiene como paradigma acaparamiento de tierras y el extractivismo.
Lo vemos en los actuales conflictos territoriales por el agua (centrales hidroeléctricas), por la tierra (forestales), por el mar (pesca industrial) y gravemente por los basurales y tendidos eléctricos. Los actuales escenarios de conflictos están todos relacionados con estas actividades industriales que responden a ese modelo de intervención que amenaza la vida de las comunidades mapuche.

2. Nos duelen y rechazamos los hechos de violencia que esta presión sobre el territorio ancestral mapuche está produciendo: militarización del territorio, persecución política judicial a muchos hombres y mujeres de comunidades, incendios a viviendas, personas heridas por “enfrentamientos”, niños y niñas afectados por este clima de conflicto, amedrentamientos y amenazas, así como lo que hemos visto últimamente la quema de templos cristianos, que lo único que hace es polarizar más a la sociedad local y tensar más las relaciones. Este tipo de hechos lo único que hace es producir más desconfianza en la convivencia local y regional, lo cual no beneficia a nadie.

3. Nos duele este quiebre profundo que en la convivencia. La sociedad nacional y local está cada vez más polarizada. Las miradas entre gobierno y comunidades está siendo cada vez más antagónicas. Las vías de comunicación son demasiado débiles, están agotadas o incluso cortadas. Esta desconfianza se ha instalado también entre personas, grupos y en muchos casos entre comunidades. Pareciera que para muchos la solución pasa por hacer imponer a cualquier costo los propios intereses, excluyendo al otro diferente, descartando la construcción de sociedad plural en la que vivimos.

4. Esta mirada antagónica, en una lógica de enemigos, no construirá la paz, ni menos el derecho. No es una lógica cristiana ni tampoco democrática. Desde una mirada verdaderamente cristiana necesitamos rescatar la confianza y la apertura al otro. Necesitamos buscar sinceramente la gracia de la reconciliación y el reconocimiento por sobre una mirada de la venganza y de exclusión.

5. Reconocemos la violencia de los innumerables atropellos a la nación mapuche. Pero estamos claros que la respuesta y la solución no es con más violencia, más incendios, más agresiones policiales. Ello solo atrae más represión y víctimas, donde todos pierden. Nos preocupa que el conflicto se continúe polarizando hacia extremos cada vez más violentos mediante incendios intencionales, disparos de armas de fuego, represión policial a comunidades, detenciones arbitrarias, daños físicos a comuneros y efectivos de carabineros, vulneración de derechos de los niños y una larga lista de eventos que destruyen la convivencia. El camino de la judicialización del conflicto por las reivindicaciones de las comunidades mapuche ha sido claramente descalificado como vía de solución, por los mismos jueces y especialistas en el tema. Criminalizar las demandas de un pueblo que busca recuperar sus derechos reconocidos por tratados internacionales no lleva a ninguna solución real. El país debe asumir el carácter político de las reivindicaciones del pueblo nación mapuche, reconociéndolo constitucionalmente y generando espacios reales que garanticen su participación en la toma de decisiones en los asuntos que le afectan y competen.

6. Lamentamos que como Iglesia Católica, tantos años comprometida con la causa de los derechos del pueblo mapuche, hoy estemos cada vez más callados y distantes, incapaces de mediar o interpelar en busca del diálogo para la construcción de la justicia que trae la verdadera paz. Parece que hemos perdido la fuerza profética del Evangelio frente a los desafíos de una sociedad plural e intercultural en la que los pueblos indígenas reclaman su lugar. Es claro que los actores de la violencia en la Araucanía son diversos, pero las responsabilidades y las consecuencias las cargamos todos y cada uno según su lugar en la sociedad. La Iglesia, por vocación propia y por su responsabilidad histórica con el pueblo mapuche, no puede omitirse del papel que le corresponde en esta tarea de contribuir al entendimiento y la búsqueda del bien común en el territorio mapuche. Basta recoger las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia para reconocer la violencia permanente sobre las comunidades mapuche en la Araucanía. Desde el despojo de sus tierras y de su autonomía política, la pobreza y la segregación social han herido gravemente a la nación mapuche. En las últimas décadas el daño creciente a la naturaleza y sus criaturas en el territorio ancestral, promovida por una elite empresarial que no se detiene en su afán de lucro, se han convertido en el campo de batalla contra un modelo económico que busca conquistar y colonizar los últimos espacios ancestrales del pueblo mapuche. El Papa francisco nos lo ha dejado claro en su Encíclica Laudato Si’.

7. Sabemos que la inmensa mayoría de la nación mapuche, cada vez más consciente de sus derechos, no está por una solución violenta, pero tampoco acepta la dilación por décadas de sus derechos a la tierra, cultura y autodeterminación. ¿Cómo abordarlo? Los gobiernos han venido fallando sucesivamente. El documento “nuevo Trato” y sus propuestas quedaron en nada. Una vergüenza considerando que era un documento del gobierno chileno y tenía propuestas concretas. Ni hablar de las sucesivas “mesas de diálogo” que los gobiernos de turno han instalado fallidamente.

8. El camino no es fácil, pero debemos intentar reconstruir las confianzas. Es cierto que cuando uno ha sido herido se hace más difícil hablar de cercanía, confianza, reconciliación, paz. Sí, es muy difícil, pero ciertamente si caminamos desde los pasos de la reparación justa podremos hacerlo. Esto es difícil, pero no imposible. Lento, pero no imposible.

9. Creemos que debe haber gestos fundamentales para cimentar esta confianza. Dos gestos fundamentales que desde el Estado pueden allanar los caminos para que “la palabra” venza a la violencia y sea camino de paz:

a) Restitución: Urge concentrar el esfuerzo político del Estado en la restitución de las tierras despojadas y en devolverles su productividad sustentable para las comunidades que desde siempre han vivido de ellas y en ellas reivindican su identidad. Se gasta tanta energía y recursos en buscar culpables de acciones violentas, en vez de invertirlas en una vía factible y dialogada de restitución.

Habrá que presionar políticamente a las empresas a “entregar” o vender esas tierras. Esto implica mucha audacia, pues estas empresas tienen mucho poder, no solo económico, sino también político, pero no parecen ver el efecto de su codicia. Quizás volver a pensar en la expropiación, como último recurso, como se propone en “lnforme de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas”(pag-577) encomendado por el presidente Lagos (2003). Esto serían pasos reales para un nuevo trato. Esta restitución debe ser expresión del perdón que pedimos a los pueblos indígenas y a todos los que han sufrido las consecuencias de la ocupación del territorio mapuche. Necesitamos entender y decirnos a nosotros mismo que nos hemos equivocado; todos, Estado, empresas, sociedad civil, iglesias. Necesitamos pedir perdón por lo mal que lo hemos hecho al construir una sociedad que atropelló y continúa atropellando los derechos de los pueblos

b) Reparación: Esto significa redefinir las políticas de fomento productivo en vista a un territorio con otro paradigma, diferente al meramente económico extractivista. Necesitamos recuperar una mirada sobre “nuestra casa Común” como nos invita el Papa Francisco en su enciclica Laudato Si’, y que los pueblos originarios han estado luchando tanto tiempo por sostener. No basta con tener tierras si las condiciones de desigualdad se mantienen y hacen imposible vivir de la tierra. Para que las familias y comunidades puedan elegir verdaderamente qué tipo de economía quieren tener es necesario hacer un esfuerzo de envergadura para ofrecer alternativas productivas sustentables. La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a producir sus alimentos culturalmente adecuados de forma sostenible, es decir, su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto consiste por lo menos en destinar los mismos recursos que se han entregado al modelo forestal en un modelo agrícola sustentable. Reparar el daño en lo que sea posible genera nuevas posibilidades de convivencia, es un acto de justicia que trae la paz.

10. Estos pasos gigantes pueden hacer que podamos acercarnos y mirarnos con confianza. Pero implica una fortaleza interior gigante. Confiar es arriesgar. Se trata de confiar y esperar que el resultado sea satisfactorio para todos y no solo para unos pocos. Es creer que sin el otro, por muy distinto que sea, no se puede construir una sociedad fraterna.

Pedro Pablo Achondo SSCC, Rio Bueno
Javier Cardenas SSCC, La Unión
Juan Fuenzalida SJ, Tirua
Carlos Bresciani SJ, Tirua
David Soto SJ, Tirua
Oscar Gutierrez, Alto Biobio
Jaime Riquelme, Alto Biobio
Fernando Díaz svd, JUPIC Araucanía
Hernan Llancaleo, Coordinador Pastoral Mapuche Concepción
Palmira Alcamán, CC de Vedruna, Padre Las Casas.

www.reflexionyliberacion.cl

viernes, 18 de marzo de 2016

En defensa de la persona humana.



Juan de Dios Regordán Domínguez

Parece que en los momentos actuales se recrudece aquello de “el hombre es un lobo para el hombre”. A veces da la impresión de que la vida humana vale poco. Se mata con crueldad y se pasa página como si nada hubiera pasado. Con el nombre de “refugiados” se dejan sufrir a miles de personas, abandonadas ante el precipicio de la muerte. ¿Dónde están los organismos defensores de la persona humana? ¿Para qué sirven los presupuestos que se libran para sus actuaciones? Impresiona ver reportajes en los que tigres, leones y otras fieras tienen gestos de caricias hacia niños o personas
desvalidas. ¿Por qué el hombre, muchas veces, mata sin piedad? A pesar de todo, sigue siendo prioritaria la defensa de la persona humana como tal, de su libertad, de su dignidad y de su derecho a la justicia.

Pero hay que reconocer que la libertad constituye una conquista que hay que ganar día a día. No basta con proclamarla a los cuatro vientos. Es preciso hacerla concreta y real para todos y cada uno. No obstante, esta libertad sólo alcanza su plenitud cuando se basa en los principios de igualdad y solidaridad. Las libertades y los derechos individuales tienen que ser ejercidos por todos los ciudadanos, sin que su situación económica o su pertenencia a una determinada clase social pueda ser un impedimento.

Hemos de aspirar a vivir en esta sociedad pluralista de una manera participativa en la que se garanticen todos los derechos y las libertades defendidos en la Declaración de los Derechos del Hombre. Sin embargo, nadie, en nombre de la libertad o de una pretendida eficacia, puede defender “la injusticia de privilegios”.

Un buen Gobierno debe corregir las desigualdades de partida y convertir las normales diferencias de la sociedad en factores que incrementen el bienestar de todos y, principalmente, el de los más desfavorecidos. Conviene recordar que la libertad, la igualdad de oportunidades, unidas a los objetivos de calidad de vida y eficacia económica, constituyen los principios esenciales de un proyecto político económico que conlleve una más justa redistribución de la riqueza. No basta con aspirar a un crecimiento económico general, es necesario arbitrar mecanismos correctores en la política económica para conseguir la justa redistribución de la riqueza generada.

jueves, 25 de febrero de 2016

Igualdad y propiedad.


por José María García Mauriño

El capitalismo, hace imposible la igualdad entre todos los Seres Humanos (en adelante SH). El sistema capitalista no es solo un sistema económico, es a la vez un sistema político, financiero, de valores, jurídico y militar. Es todo un entramado muy difícil de penetrar y de combatir. Un sistema de constante acumulación de beneficios para unos pocos y de dominación para el mundo entero. Es todo lo contrario a un sistema de igualdad. Existen varios argumentos que lo prueban.

1º) Los derechos humanos: Art. 1 de DH: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. La libertad y la igualdad son dos características inalienables de todo SH. Todo SH es capaz de decidir libremente sobre su destino, personal o comunitario. La libertad y la igualdad son los dos pilares sobre los que se asienta la Democracia. Si no hay Libertad ni Igualdad no hay democracia posible.

2º) Existe una estrecha relación entre igualdad y propiedad. Para empezar, constatamos que todos los SH somos iguales. . Todo SH es igual a otro SH, No hay distinción entre hombre y mujer, el rico y el pobre, el listo y el menos listo, el rubio y el moreno. Todos somos SH y pertenecemos a la misma especie humana. Lo contrario a la igualdad no es la desigualdad, es el privilegio. Para hacer efectiva la igualdad necesitamos gozar de una serie de bienes básicos que nos igualan. Una cosa es nacer todos iguales, y otra muy distinto, vivir todos con una propiedad fundamental, que nos hace ser iguales, Debemos tener. ser propietarios, de una serie de bienes básicos (trabajo, vivienda, alimentación sanidad -acceso a médicos y medicinas- , cultura –que todo el mundo sepa leer y escribir-) que hacen posible una vida digna.

3º) Lo que nos iguala es tener todos y todas los bienes necesarios para vivir una vida humana, una vida digna. Lo que nos hace desiguales es que unos pocos se apoderen de casi todos los bienes, y una inmensa mayoría carezca de lo imprescindible para vivir. La gran desigualdad es el tema de la propiedad: En la actualidad hay en el mundo 62 personas que poseen igual riqueza que la suma de 3.500 millones de personas, la mitad de la humanidad. El año pasado eran 80, hace seis años eran 388. Sólo hace ocho años eran 600. La crisis ha servido para concentrar la riqueza progresivamente en menos manos. En los últimos cinco años, en pleno empobrecimiento de las mayorías, los ingresos de los más ricos se han incrementado en un 44% y los ingresos de los 3.500 millones se han reducido en un 41%. Se lo han apropiado y han despojado a más de media humanidad de unos bienes básicos que les pertenecían, con los que podrían haber cubierto esas 5 necesidades básicas. Y ese despojo se lo tienen que devolver. La desigualdad es un producto de la propiedad privada, base del capitalismo liberal.

4º) Todo sistema económico realza determinados elementos que tienen traducción en otros campos como el social, el laboral y el familiar. En otras palabras, podríamos decir que todo sistema económico crea una cultura. Y uno de los elementos importantes de toda cultura es el sistema ético, entendido como una escala o una jerarquía de valores que se pone en juego sobre todo a la hora de tomar decisiones, y que acaba por impregnar toda nuestra vida (familia, relaciones sociales, etc.). Por esto es importante tomar conciencia de cuáles son los valores en los que se fundamenta nuestro sistema económico, y qué valores transmite en cuestiones tan significativas como persona «feliz», triunfo personal, etc.

5º) Sabemos que en el mundo capitalista, que ha colonizado el mundo, el desarrollo, como bien analizó Marx, siempre ha significado mayor acumulación de riquezas en manos privadas. Nunca se ha emprendido en función de las necesidades reales de la mayoría de la población. Se abren calles asfaltadas e iluminadas en lotes de terrenos vacíos destinados a urbanizaciones de lujo, mientras que las calles populosas de las periferias de las ciudades no merecen ningún tipo de pavimentación y pasan por ellas canales infectados de desechos humanos. Este sistema es el que ha destrozado a buena parte de la Madre Tierra, que ha colonizado culturas indígenas, se ha apropiado de proyectos de desarrollo que crean dependencia y desarticulación de los procesos locales de organización, y que apuntalan una sociedad de consumo bajo un pensamiento patriarcal y perverso. Se ha negado la sabiduría comunitaria de hombres y mujeres indígenas.

6º) Respecto a los Derechos Humanos (en adelante DH), se puede tomar como una forma velada de defender lo ya adquirido por el más fuerte o lo que se puede adquirir en el futuro por los más fuertes. es decir, por la burguesía instalada en el sistema neoliberal. Muchas veces detrás de esa formulación de los DH, absoluta y abstracta, se encubre la ideología de unos intereses que defienden lo ya adquirido sin discutir el modo de esa adquisición, y sin discutir cómo el derecho de todos se convierte en privilegio de unos pocos; porque son pocos los que cuentan con condiciones reales para hacer efectivos esos derechos. Cuando el derecho se convierte en privilegio, niega su esencia misma de derecho, y cuando deja de ser universal, deja por lo mismo de ser humano, deja de ser derecho de todo ser humano, para pasar a ser privilegio de clase o de grupo de individuos. La lucha de clases es la lucha por la igualdad.

7º) No hay cristiano que pueda negar la verdad básica de la igualdad. Creo que no es preciso recordar que la igualdad de todos los seres humanos es un principio esencial e irrenunciable para los cristianos que se saben y quieren ser hijos y hermanos del mismo Dios Padre-Madre. Creer en el principio de la Encarnación realizada en Jesús es creer que todo ser humano, particularmente si es pobre o víctima del sistema, está llamado a experimentar en su vida lo que son unas relaciones humanas libres e igualitarias. No hay cristiano que pueda negar esta verdad básica si es que quiere seguir siéndolo. Sin embargo, hay que reconocer que la confesión de este principio se ha mantenido en contra de toda evidencia empírica que nos muestra cómo el cristianismo ha sido desde sus orígenes hasta nuestros días cómplice de las formas de desigualdad más injustas y escandalosas. Tampoco han faltado entre los cristianos quienes no sólo han defendido con fervor dicha realidad de desigualdad, sino que han llegado a legitimar la desigualdad en nombre de innumerables razones e incluso a sacralizarla en nombre de un pretendida voluntad divina. Es todo lo contrario a esa exigencia ética y cristiana de compartir los bienes con toda la humanidad.

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miércoles, 10 de febrero de 2016

La misericordia.



Voces. Rodolfo Cardenal. [Noticias UCA]

Hay quienes invocan la misericordia como subterfugio para justificar la impunidad. Pero esos tales tienen un concepto equivocado de la misericordia. La misericordia no es permisiva. Eso sería banalizarla. Y eso es, precisamente, lo que hacen los oficiales militares salvadoreños señalados por crímenes de lesa humanidad al reclamar el perdón cristiano. Quizás porque sospechan que la ley de amnistía que los protege puede desaparecer por una sentencia judicial. El perdón que reclaman es un perdón sin la verdad que aporta la justicia. Pero el perdón sin verdad no sana. Tampoco la amnistía reconcilia. Por eso, El Salvador aún tiene abiertas aquellas antiguas heridas que, en la actualidad, sangran literalmente.

La misericordia acerca el corazón a la miseria del otro, en este caso, a las decenas de miles de víctimas humilladas por incontables violaciones a su dignidad humana y derechos. Por lo tanto, no desconoce esta realidad, sino que se acerca a ella respetuoso y asombrado ante el horror causado por la maldad humana. Misericordia es poner el corazón en la miseria. Por eso, el misericordioso lo pone ahí donde esa miseria se ha materializado en extremos inenarrables. Así, los señalados por violaciones a los derechos humanos encontrarán misericordia cuando de manera avergonzada y arrepentida pongan su corazón en esa realidad execrable que ellos mismos han producido.

La misericordia es intrínsecamente dolorosa. El corazón sufre cuando se acerca a la miseria del otro y también cuando se acerca a la ruindad moral, porque el amor intenta triunfar sobre la indignación. Cuando el corazón se acerca a las víctimas se aflige y también lo hace cuando se aproxima a la perversidad del victimario. En ambos casos, se esfuerza para que el amor triunfe y así pueda abrirse el horizonte para la reconciliación de víctimas y victimarios. La reconciliación auténtica pasa por la verdad sobre las víctimas y por la superación de la vileza del victimario. El misericordioso sabe que la víctima vale más que esa miseria, que la mantiene encadenada en la humillación, el olvido y la injusticia. Asimismo, sabe que el victimario vale más que la miseria que lo mantiene en la oscuridad. Pero la misericordia es imposible cuando se niega empecinadamente la maldad causada por acciones intrínsecamente perversas. Más allá de eso, el misericordioso sabe que en este mundo histórica y socialmente pervertido, casi todo pecador es además una víctima. Y conoce suficientemente su propia miseria para comprender la del otro.

Ahora bien, los seres humanos no podemos ser auténticamente misericordiosos, porque no somos capaces de vivir simultáneamente el amor y la ira que provoca la indignación ante la víctima y la ruindad del victimario. Solo Dios es misericordioso. En Él, el amor triunfa sobre su ira. En eso consiste su dolor. Nosotros en cambio nos quedamos con que Dios es amor y eliminamos su ira, con lo cual nos hacemos un dios a la medida, una simple proyección de nuestros deseos infantiles. O bien nos quedamos solo con la ira y nos hacemos un dios del miedo, que desfigura toda religiosidad humana y que está presente en la actualidad en muchos de los que se consideran muy cristianos y muy católicos.

La misericordia es intrínseca y dinámicamente igualitaria. La carta de Pablo a los romanos concreta ese igualitarismo al declarar que todos somos pecadores y necesitados de la bondad de Dios, y que todos hemos sido agraciados y, por lo tanto, podemos acceder a esa bondad. La misericordia solo se da desde el reconocimiento de la propia maldad y perversión, y desde la aceptación de la bondad divina. Por eso, la misericordia no puede regalarse. Tampoco se puede ejercer de manera complaciente para sentirnos superiores a los demás. Excepto la crítica que brota de la indignación por el dolor causado a los demás, la otra, la más general, nace del orgullo de quien busca sentirse superior y ocultar su propia debilidad.

Todos los seres humanos estamos llamados a poner el corazón en la miseria humana, para lo cual hemos de aproximarnos a ella. Luego, hemos de dejar que nos impacte e indignarnos por lo que tiene de vileza e injusticia, y, movidos por la indignación, hacer realidad la justicia. Pero en un segundo momento, el amor debe imponerse sobre la indignación misma, el resentimiento y todo deseo de venganza. Entonces, la misericordia nos volverá un poco más humanos al desarrollar aquello que tenemos de divinos.