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miércoles, 10 de febrero de 2016

La misericordia.



Voces. Rodolfo Cardenal. [Noticias UCA]

Hay quienes invocan la misericordia como subterfugio para justificar la impunidad. Pero esos tales tienen un concepto equivocado de la misericordia. La misericordia no es permisiva. Eso sería banalizarla. Y eso es, precisamente, lo que hacen los oficiales militares salvadoreños señalados por crímenes de lesa humanidad al reclamar el perdón cristiano. Quizás porque sospechan que la ley de amnistía que los protege puede desaparecer por una sentencia judicial. El perdón que reclaman es un perdón sin la verdad que aporta la justicia. Pero el perdón sin verdad no sana. Tampoco la amnistía reconcilia. Por eso, El Salvador aún tiene abiertas aquellas antiguas heridas que, en la actualidad, sangran literalmente.

La misericordia acerca el corazón a la miseria del otro, en este caso, a las decenas de miles de víctimas humilladas por incontables violaciones a su dignidad humana y derechos. Por lo tanto, no desconoce esta realidad, sino que se acerca a ella respetuoso y asombrado ante el horror causado por la maldad humana. Misericordia es poner el corazón en la miseria. Por eso, el misericordioso lo pone ahí donde esa miseria se ha materializado en extremos inenarrables. Así, los señalados por violaciones a los derechos humanos encontrarán misericordia cuando de manera avergonzada y arrepentida pongan su corazón en esa realidad execrable que ellos mismos han producido.

La misericordia es intrínsecamente dolorosa. El corazón sufre cuando se acerca a la miseria del otro y también cuando se acerca a la ruindad moral, porque el amor intenta triunfar sobre la indignación. Cuando el corazón se acerca a las víctimas se aflige y también lo hace cuando se aproxima a la perversidad del victimario. En ambos casos, se esfuerza para que el amor triunfe y así pueda abrirse el horizonte para la reconciliación de víctimas y victimarios. La reconciliación auténtica pasa por la verdad sobre las víctimas y por la superación de la vileza del victimario. El misericordioso sabe que la víctima vale más que esa miseria, que la mantiene encadenada en la humillación, el olvido y la injusticia. Asimismo, sabe que el victimario vale más que la miseria que lo mantiene en la oscuridad. Pero la misericordia es imposible cuando se niega empecinadamente la maldad causada por acciones intrínsecamente perversas. Más allá de eso, el misericordioso sabe que en este mundo histórica y socialmente pervertido, casi todo pecador es además una víctima. Y conoce suficientemente su propia miseria para comprender la del otro.

Ahora bien, los seres humanos no podemos ser auténticamente misericordiosos, porque no somos capaces de vivir simultáneamente el amor y la ira que provoca la indignación ante la víctima y la ruindad del victimario. Solo Dios es misericordioso. En Él, el amor triunfa sobre su ira. En eso consiste su dolor. Nosotros en cambio nos quedamos con que Dios es amor y eliminamos su ira, con lo cual nos hacemos un dios a la medida, una simple proyección de nuestros deseos infantiles. O bien nos quedamos solo con la ira y nos hacemos un dios del miedo, que desfigura toda religiosidad humana y que está presente en la actualidad en muchos de los que se consideran muy cristianos y muy católicos.

La misericordia es intrínseca y dinámicamente igualitaria. La carta de Pablo a los romanos concreta ese igualitarismo al declarar que todos somos pecadores y necesitados de la bondad de Dios, y que todos hemos sido agraciados y, por lo tanto, podemos acceder a esa bondad. La misericordia solo se da desde el reconocimiento de la propia maldad y perversión, y desde la aceptación de la bondad divina. Por eso, la misericordia no puede regalarse. Tampoco se puede ejercer de manera complaciente para sentirnos superiores a los demás. Excepto la crítica que brota de la indignación por el dolor causado a los demás, la otra, la más general, nace del orgullo de quien busca sentirse superior y ocultar su propia debilidad.

Todos los seres humanos estamos llamados a poner el corazón en la miseria humana, para lo cual hemos de aproximarnos a ella. Luego, hemos de dejar que nos impacte e indignarnos por lo que tiene de vileza e injusticia, y, movidos por la indignación, hacer realidad la justicia. Pero en un segundo momento, el amor debe imponerse sobre la indignación misma, el resentimiento y todo deseo de venganza. Entonces, la misericordia nos volverá un poco más humanos al desarrollar aquello que tenemos de divinos.

martes, 20 de mayo de 2014

El que se enoja (con Dios) ¿pierde?


JOSÉ PABLO CHACÓN

“Gusano soy y no hombre” (Salmo 22:6) afirma el escritor del salterio con voz desgarrada y herida. Y no es el único, lo acompañan millones de voces humanas en una añeja sinfonía cuyo leit motiv, recurrente y oscuro, toma a Job por el cuello y lo obliga a proferir con rudeza:

“¿Cómo puede el hombre
declararse inocente ante Dios? 
¿Cómo puede alegar pureza
 quien ha nacido de mujer?

Si a sus ojos no tiene brillo la luna,
ni son puras las estrellas,

mucho menos el hombre, simple gusano; ¡mucho menos el hombre, miserable lombriz!”(Job 25:4-6).

Y, frente al mismo Dios, el Dios del hombre-gusano, el Dios del hombre-lombriz, está el mismo ser humano que, también, se siente “poco menos que un dios”,coronado de gloria y honra” (Salmo 8:5), un ser extraordinario que tiene “el mundo a sus pies” (Salmo 8:6).

Ante el mismo Dios de siempre, el hombre puede ser hoy un hombre-lombriz y mañana un hombre-casi-dios. Un vaivén emocional que viaja constantemente del agradecimiento al reclamo . Un día el hombre-Jesús entra a la ciudad lleno de aceptación y respeto, en medio de palabras de alegría y esperanzas de triunfo (Juan 12:13), y un instante después cuelga de una cruz y articula nuestro leit motiv, solitario y desahuciado: “¿Por qué me has abandonado? “ (Marcos 15:34). ¿Hay enojo en la expresión del crucificado? ¡Lo hay sin duda!.

Goethe no se queda atrás al retratar este vaivén emocional. Fausto se comparaba con los ángeles, “Yo, imagen de la divinidad” pero a renglón seguido cae al precipicio insondable del hombre-gusano:

“Me asemejo al gusano que escarba en el polvo

Y mientras busca allí el sustento de su vida

Le aniquila y sepulta el pie del caminante. “

Encontramos un bordado de reclamos del hombre hacia Dios en las Escrituras, un bajorrelieve de preguntas recurrentes. Los ¿Por qué? y ¿Hasta cuándo? se estrellan contra Yahvé sin disimulo y con un evidente aire acusatorio.

“¿Por qué, Señor, te mantienes distante? ¿Por qué te escondes en momentos de angustia?” (Salmo 10:1)

“¿Por qué me rechazas, Señor? ¿Por qué escondes de mí tu rostro?” (Salmo 88:14)

Solo en el salterio podemos encontrar el duro cuestionamiento לָ֭מָּה (lam-ma = ¿por qué?) una veintena de ocasiones.

“Angustiada está mi alma; ¿hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?” (Salmo 6:3)

“¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?” (Salmo 13:1)

La acusación por la dilación de la ayuda, por el tiempo que transita sin respuesta, por la sensación de abandono, discurre sinuosamente por los entresijos de la fe. Solo en el salterio encontramos unas 9 veces la angustiosa pregunta עַד־אָ֣נָהיְ֭הוָה (ad anah YHVH = ¿hasta cuándo Yahvé?).

Nada hacen los salmodiados reduccionismos al estilo “No le preguntes ¿por qué? a Dios, pregúntale ¿para qué?” porque muchas veces el ser humano no hallará respuesta a ninguna de las dos cuestiones.

Ahí encontramos a Moisés, al final de sus días, habiendo entregado su vida al proyecto de liberación de su pueblo, 40 años de trabajo arduo en el desierto, expresando su amargura por la incomprensible determinación de Dios. Como una sentencia de muerte, su deber era morir sin entrar a la Tierra Prometida (Deuteronomio 4:21-22). De pie frente a la Tierra de su deseo, frente al sueño de todo su esfuerzo es cuando Moisés eleva su reclamo a Dios: “¿Quién puede comprender el furor de tu enojo?” (Salmo 90:11). Porque el hombre encuentra incomprensible su vida, sus circunstancias carecen de sentido una y otra vez. Y, entonces, se sitúa frente a su Dios, lo encara y lo cuestiona.

¿Es entonces posible que un creyente sienta enojo contra Dios? ¿Tolera Dios el reclamo del ser humano? ¿Hay pecado en el enojo contra Dios?

Es notorio que el creyente de la Escritura encuentra espacio para el enojo contra su Dios. Es también evidente que lo sabe expresar libre y directamente y, también no queda duda, que para Dios no hay malicia o pecaminosidad en estos reclamos sinceros.

Porque enojo con Dios no significa separación de Dios; tampoco significa ruptura con Dios, ni cese de la fe en Dios o renuncia de la esperanza en Dios. Porque nuestros cuestionamientos no denotan negación de su existencia ni en ellos subyace la abjuración de la deidad. Porque, justamente, en ellas podemos encontrar la continuación de la relación del hombre con su creador, porque sin relación no hay preguntas, ni reclamo ni enojo.

A las preguntas ¿por qué? y ¿hasta cuándo? del Antiguo Testamento se les une la expresión del Nuevo Testamento: “Si hubieras”. Es el caso de las hermanas que pierden a su hermano. Marta y María encuentran su propio espacio para el enojo contra Jesús. Saben encararlo en medio de su angustia y saben, también, abrir su corazón con sus propias palabras cuando comunican su enfado por partida doble:“si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.” (Juan 11:21,32).

Y no hubo mal en ese reclamo, su enojo se encuentra muy lejos de la maldad y del pecado y, paradójicamente, muy cerca de Jesús y de su poder para resucitar a Lázaro.

Dios sabe que la corta plomada de nuestra inteligencia no siempre logra comprender. Sabe que aun al hombre creyente lo asalta la angustia y lo acosa la ansiedad. Para el hombre de fe el enojo es una expresión más de su confianza en Dios. Es la expresión de la esperanza que desespera porque sabe que de Dios puede recibir auxilio y consuelo. Y porque sabe que la fuente de su paz está en Dios, lo busca y lo invoca para que acuda cuanto antes en su ayuda.

Dios permite el enojo (Efesios 4:26) pero la perpetuación del enfado es comparada con el homicidio (Mateo 5:22 ss) porque el enojo puede ser un mecanismo sano o un instrumento de destrucción.

De una forma u otra nos han enseñado a no efadarnos en vez de enseñarnos cómo lidiar con los sentimientos de enojo. Nos enseñaron a satanizar el enojo, a sentirnos culpables y a pensar que no es natural enojarse. Enojarse corresponde a seres humanos malos, débiles y poco espirituales según la construcción social.

Un aspecto teológico que no debemos ignorar es que Dios equipó al ser humano con emociones, el enojo es una de ellas. También lo creó con libertad de expresión. Lo dotó con una extraordinaria capacidad de comunicación. Dios espera que expresemos nuestros sentimientos con libertad. La psicología enseña que el enojo reprimido es una de las principales causas de la depresión. El antidoto contra el enojo es la honestidad y no la represión. Por el contrario, el enojo reprimido atenta contra la autoestima.

Se considera intrínsecamente que el enojo es contrario al amor. Pero esto también está muy alejado de la verdad. Esa concepción empuja a muchas personas a relaciones de codependencia y autoanulación temiendo expresar su enojo o desacuerdo con la pareja por miedo a ser abandonado.

Lo mismo sucede referido a Dios. Una espiritualidad enferma anula los sentimientos de frustración, reclamo y enojo contra Dios. Una espiritualidad que cree que no tiene derecho a sentir y a disentir por temor al abandono divino. Una fe represiva que cohíbe al hombre y a la mujer en su dimensión más humana, lo deshumaniza.

La evidencia bíblica nos da permiso para enojarnos con Dios. Un Dios que muchas veces resulta incomprensible. Y esa misma evidencia escrituraria nos muestra a un Dios que sigue mostrando misericordia y gracia, un Dios condescendiente que convive con el hombre, un Dios con/en nosotros, emmanuel.

jueves, 3 de octubre de 2013

Las enseñanzas de Jesús de Nazaret: Base del mensaje cristiano.


Leopoldo Cervantes-Ortiz

1. Venida y presencia del Reino de Dios en el mundo

Después que Juan fue encarcelado, Jesús se dirigió a Galilea, a predicar la buena noticia de Dios. Decía: —El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en la buena noticia. (Marcos 1.14-15)

Jesús denuncia en la predicación la injusticia social del orden establecido. Exige una conversión individual radical de corazón, la cual cambiará desde ahora las relaciones con Dios y con el prójimo. La cuestión está toda ella planteada a la luz del reino de Dios, cuyas normas son del todo distintas de las del mundo y de los hombres. Oscar Cullmann, Jesús y los revolucionarios de su tiempo (Madrid, Studium, 1973, 2ª. ed., p. 42)

Al acercarse a los evangelios para buscar cuáles son las enseñanzas principales de Jesús de Nazaret que puedan considerarse como básicas para la conformación del mensaje cristiano, destacan tres de ellas: a) la venida y presencia del Reino de Dios en el mundo, b) el perdón incondicional otorgado por Dios a la humanidad, y c) el anuncio de una palabra divina fresca y transformadora. Cada una de ellas incluye una serie de antecedentes y matices que remiten a la tradición espiritual y religiosa del antiguo Israel, aunque muchos aspectos de la enseñanza de Jesús plantean una fuerte controversia con las creencias antiguas de ese pueblo. Por ejemplo, la manera necesariamente conflictiva con que se situó ante la ley mosaica al colocar su propia persona como principio de superación de su vigencia o la intensidad con que reivindicó a los grupos humanos más vulnerables (niños, mujeres, pobres, enfermos, poseídos, extranjeros) que eran proscritos y discriminados por las instituciones religiosas que controlaban la fe popular. Cada enseñanza mencionada formó parte, en primer lugar, de su fe y de la fuerte convicción que alcanzó cuando en un momento crucial de su vida decidió abandonar la cotidianidad y la expectativa de una existencia “normal” para consagrarse al anuncio y proclamación, en palabras y acciones simultáneamente, de la venida inminente y la presencia efectiva y transformadora del Reino de Dios en el mundo.

Esta primera afirmación de Jesús dio continuidad directa a la labor profética de Juan, el llamado “bautista”, quien le precedió en el llamado al arrepentimiento y la conversión ante la esperanza y la urgencia escatológica del advenimiento del Reino de Dios (Mr 1.2-8), creencia que se había incubado durante mucho tiempo en la conciencia y en la fe del judaísmo. Aunque la predicación de Jesús no difiere sustancialmente de la suya, pues Marcos afirma la necesaria aparición de un mensajero en el desierto que “preparara el camino del Señor” (1.2-3), basándose en la profecía de Isaías (40.3), en muchos sentidos, como se vería más adelante, el carpintero de Galilea modificó el estilo de presentación del anuncio del Reino de Dios, tan sobrio y ascético (1.6), pues entraría en espacios que Juan jamás hubiera considerado adecuados: la plaza, los caminos, las casas de los considerados pecadores, y actuaría como una “persona mundana” y más cercana a la gente (Mt 11.15-19; Lc 15.2). Su mensaje era sencillo y provocador: era preciso arrepentirse para obtener el perdón y demostrar esto con el bautismo (1.4-5), en un acto de purificación que no necesariamente debían realizar los judíos de nacimiento. Se trataba, pues de una práctica religiosa alternativa a los postulados oficiales impuestos por el Sanedrín y de una muestra de religión popular “tolerada” por aquella institución que respetaba hasta donde era posible el surgimiento de profetas o iluminados. Juan anunciaba la venida de “alguien mayor” (1.7a) y que él que vendría a “bautizar con el Espíritu Santo” (1.8).

Jesús mismo fue desde Nazaret a bautizarse (1.9), con lo que legitimó la obra de Juan, y fue objeto de una manifestación divina visible en la que “se abrieron los cielos y el Espíritu descendió sobre él” (1.10), en un claro episodio de unción para el trabajo profético. La voz que se escuchó afirmó la filiación divina de Jesús y la complacencia de Dios para él (1.11). En ese mismo esquema tradicional, el Espíritu lo llevó al desierto (formación espiritual mística, contemplativa y de revelación especial) y “Satanás lo probó durante 40 días” (1.12-13). Marcos abrevia al máximo la historia y, sin ofrecer los detalles, narra el inicio de la labor de Jesús en Galilea, su lugar de origen, “después de que Juan fue entregado” (1.14), resumiéndola en la frase “para proclamar la buena noticia de Dios”, con una frase paradigmática: “El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en la buena noticia” (1.15), es decir, que había que prepararse espiritualmente para la inminente intervención directa de Dios en la historia presente y futura. Con miras a desarrollar este tema más tarde, en palabra y hechos, el relato enfoca a quienes seguirían a Jesús en su aventura, los cuatro primeros discípulos (1.16-20), pescadores que se convertirían en “pescadores de personas”. Los cuatro (Simón, Andrés, Santiago y Juan) dejaron todo para ir tras él. Vendrían entonces los gestos de servicio y sanidad, así como la enseñanza que encarnarían el anuncio inicial de su programa basado en la fe profunda que lo poseía: la certeza y confianza de que Dios estaba introduciendo efectivamente su reino en el mundo para beneficio de la humanidad necesitada y sufriente.

2. El perdón incondicional 

¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados”, o decirle: “Levántate, recoge tu camilla y anda”? Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados en este mundo. Se volvió al paralítico y le dijo: —A ti te hablo: Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa. (Marcos 2.9b-11).

Nos ha dejado espléndidas metáforas

y una doctrina del perdón que puede

anular el pasado. (Esa sentencia

la escribió un irlandés en una cárcel.)

J.L. Borges, “Cristo en la cruz”

Los evangelios, al narrar la vida y obra de Jesús, asumieron una postura misionera y proclamadora del mensaje promovido por él, con lo que cada aspecto del mismo se relacionó directamente con el tema central de su enseñanza: la presencia viva y actuante del Reino de Dios en el mundo. De esa manera, el asunto del perdón (de los pecados y entre las personas) aparece como muy relevante en la propuesta de construcción de una nueva humanidad, propósito central del anuncio de Jesús. Siendo un asunto de tanta profundidad porque toca las fibras más sensibles de la relación de los seres humanos con Dios y entre ellos mismos, reclama una lectura minuciosa de los textos evangélicos, a fin de articular la enseñanza de la manera más adecuada y consecuente. Una primera posibilidad es estudiar el tema por separado en cada evangelio para observar su desarrollo. La otra, complementaria y obligada, consiste en revisarlo en sus aspectos esenciales y tomar de cada uno los diversos aspectos para elaborar “la doctrina de Jesús”.

En Marcos (2.1-12), primer evangelio escrito, la mención inicial se encuentra en un contexto muy complejo, que anuncia la evolución y profundización de la enseñanza propia del maestro galileo al confrontar la necesidad del perdón con las necesidades humanas urgentes: un hombre enfermo condenado a la inmovilidad recibió de sus labios el anuncio doble de perdón y sanidad total. Partiendo de la experiencia de fe y de las afirmaciones antiguas acumuladas en relación con la manera en que Dios mismo lo realizó en su trato con el pueblo de Israel en el marco de la alianza, Jesús encarnó en su persona la realidad del perdón y se atrevió a afirmar, con base en la vida de fe que trasmitía, que era Dios quien directamente absolvía a las personas. Eso fue lo que hizo con el hombre a quien llevaron sus amigos o familiares ante él para que lo sanase. El perdón de los pecados era lo que menos esperaban que se ofrecería al enfermo, pero en vista de las ideas que relacionaban el pecado con la enfermedad, Jesús tuvo que romper esta relación de un solo golpe, produciendo en la conciencia de los testigos un shock porque lo aparentemente más urgente era resolver el problema de la enfermedad, no el del pecado. La fe de quienes lo llevaban (v. 5a) impresionó de tal manera a Jesús, quien se vio obligado a proferir las palabras sobre la certeza del perdón de Dios. Parecería que el hombre inmovilizado seguiría en esa condición, pero ya con el alivio de no interpretar su enfermedad como un castigo moral. No obstante, quienes presenciaron la afirmación no podían quedar conformes con lo que pareció una blasfemia, pues únicamente Dios podía garantizar el perdón de pecados (v. 7b,afiénai jamartías) y Jesús como hombre se tomó tal atribución. La necesidad de la salud había pasado a un segundo término, pero Jesús la coloca en el centro y completa la obra de redención integral en el enfermo al ordenarle que se levantara, es decir, que ejerció una autoridad (exousía) doble: espiritual o moral, y física también.

Luego de la serie de acciones (reclutamiento de los primeros discípulos, enseñanza con autoridad, exorcismos, sanidades) con que Jesús comenzó su labor en el cap. 1, el pasaje en cuestión “formaría una perfecta unidad literaria en que Jesús afirma la eficacia de su palabra de perdón no mediante una declaración verbal, sino con un milagro cuyo alcance sólo es conocido por quienes lo consideran desde el punto de vista de la fe”.[1] “La curación operada por Jesús apoya su pretensión de perdonar los pecados y simboliza al mismo tiempo la salud espiritual comunicada al pecador perdonado” (Ibid., p. 74). El asombro del pueblo (v. 12) se debe a que no alcanza a comprender que el milagro es un signo de los poderes que tiene Jesús para perdonar los pecados” (Idem).

Un avance más será el “perdón horizontalizado”, la “revolución del perdón”, entre personas cuya fe en Jesucristo será capaz, como escribió Borges, de “anular el pasado”, como ejercicio espiritual, ontológico y psicológico que constituye una de las más profundas enseñanzas del Señor. Marcos da fe de ello en 11.25-26, donde esta práctica humana se relaciona con el eventual perdón divino anunciado antes: “Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenselo, para que también el Padre que está en los cielos les perdone el mal que ustedes hacen. Pero, si ustedes no perdonan, tampoco el Padre les perdonará el mal que ustedes hacen”. (La otra mención del perdón en 3.29, Se refiere a la blasfemia contra el Espíritu Santo.) El resumen de Alain Patin esboza las grandes líneas de la obra y enseñanza de Jesús sobre el perdón:

Perdonar es romper el encadenamiento de causas: un mal llama a una venganza; esta venganza desencadenará a su vez una reacción, y así sucesivamente. El perdón introduce la novedad en ese encadenamiento: el perdón saca su energía no del odio que provoca el mal sufrido, que sería lo ordinario, sino de otra fuente; es una creación porque la amistad reemplaza al odio. Es un comportamiento libre y creador; vengarse es dejarse dictar la propia conducta por el adversario (ojo por ojo, diente por diente), perdonar es engendrar relaciones nuevas libremente elegidas. […]

El perdón es un proceso revolucionario porque rompe el círculo infernal del mal. Inventa él solo un mundo en el que nadie está definitivamente, clasificado, perdido, ni encerrado en su odio, su pecado o su desesperación. El perdón no consiste en dejar cobardemente que el agresor continúe ejerciendo su dominación, ni en predicar al explotado la sumisión; el perdón libera para poder buscar las verdaderas causas que hacen de uno un opresor, un verdugo, hace lúcida a la persona para que pueda luchar los verdaderos combates, mientras que el odio, el desprecio, el resentimiento, ciegan. El perdón inyecta en nuestras luchas la única energía que puede construir un mundo verdaderamente nuevo: el amor y no el odio.[2]

Aunque con esto entramos a los umbrales de la psicología y, quien lo diría, del derecho, y deberemos hurgar más ampliamente en el sentido completo de las enseñanzas de Jesús en los cuatro evangelios. Sobre aquellas implicaciones, María Martina Casullo apunta muy bien:

…el concepto psicológico perdonar no debe confundirse con el legal de indulto, con condonar (que implica una justificación de un hecho) o excusar (que supone que existen razones para obrar de una manera determinada). Ciertos autores señalan la diferencia entre perdón y reconciliación (restablecimiento de un vínculo); el perdón supone una voluntad subjetiva de abandonar el resentimiento, los juicios negativos y la indiferencia hacia quien nos ha injuriado o lastimado y poder desarrollar sentimientos de compasión y generosidad. Para McCullough et al. (2000) la esencia del perdonar implica cambios de tipo prosocial en las motivaciones personales hacia la persona, grupo o situación que ha lastimado o injuriado. Desde su experiencia en el trabajo con parejas, Hargrave y Sells (1997) definen al perdón en términos de: 1) permitir al victimario reconstruir un vínculo quebrado, y 2) favorecer una discusión abierta sobre la violación relacional de manera tal que víctima y victimario puedan trabajar en la reconstrucción de tal vínculo.[3]

3. Palabra de Dios fresca para el mundo

De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del mar [thálassan]. Y se le reunió tanta gente que decidió subir a una barca que estaba en el lago y sentarse en ella, mientras la gente permanecía junto al lago en —tierra firme. Entonces Jesús se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas. (Marcos 4.1-2a).

No cabe duda de que Dios ha hablado y, obviamente siempre, ha hablado bien. Pero aquí también nos referimos al interés divino por hacerse entender de la mejor manera, con un “estilo literario”, propio de las diferentes épocas en que los hombres y mujeres inspirados por Él redactaron los textos de las Escrituras. En el caso de Jesús de Nazaret, está reconocido de manera unánime el este sencillo pero poético de su enseñanza, particularmente en el caso de las parábolas. Existen libros enteros dedicados a “la poesía de Jesús”, pues el maestro galileo no renunció a la calidad expresiva para transmitir la voluntad de Dios para los seres humanos. El mensaje debía trasmitirse siempre en las mejores condiciones lingüísticas y literarias para lograr enamorar a los oyentes con esa palabra divina, siempre fresca, que brotó de los labios y de los hechos del Hijo de Dios en el mundo. Cada palabra suya propiciaba cambios, controversias y sugería transformaciones revolucionarias de lo que se había creído hasta entonces. Especialmente cuando incluía la advertencia: “Oísteis que fue dicho… mas yo os digo” había que ponerse a temblar, pues Dios a través de él estaba corrigiendo las falsas enseñanzas e interpretaciones de la ley antigua.

Por ello, en el momento en que Jesús se decidió a tomar las calles, las plazas y los caminos para compartir lo que sabía sobre Dios, tuvo que elegir el género literario más adecuado para llegar a los oídos, el corazón y la mente de las personas. Y la elección recayó en las parábolas, siguiendo el modelo del salmo 78.1-2: “Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca./ Abriré mi boca en proverbios…”. Esta opción la registra Marcos con especial énfasis: “Y sin parábolas no les hablaba” (4.34a). La parábola es un género que podría definirse como “una comparación continuada, o el desarrollo de una comparación, a través de una narración —real o ficticia— con un fin didáctico”.[4] En la comparación “hay tres elementos: aquello que se compara, aquello con lo que se compara y el punto concreto en que se quiere establecer la comparación. En este punto radica el núcleo significativo. Lo demás puede ser puramente ornamental y no hay que buscar en ello una significación peculiar” (Idem).

En el primer registro de las acciones y dichos de Jesús, el evangelio de Marcos, la expresividad narrativa está puesta al servicio de las enseñanzas mediante las historias concentradas cuyo único mensaje apunta siempre hacia la venida y consecución del Reino de Dios en el mundo. La famosísima parábola “del sembrador” o “de los tipos de terreno” es una gran ilustración del esfuerzo divino por conseguir seguidores-oidores-hacedores de su Palabra en el mundo, en el camino hacia la plenitud del Reino de Dios en el mundo. El acto cotidiano y agrícola de sembrar es la gran metáfora de la inserción de los proyectos divinos en un mundo que se resiste a incubarlo, pero que inevitablemente lo verá crecer. De ahí que muchas otras parábolas, como la de la semilla de mostaza, aludan al “crecimiento invisible” y casi imperceptible en medio de las contradicciones históricas.

Los destinatarios específicos de la parábola son los ya seguidores de Jesús (v. 10-12) y cuando, luego de contarla al resto del pueblo, decide explicarles el significado de los detalles de la misma, estamos ante un giro literario, epistemológico y espiritual, pues la parábola se convierte, como resultado de esa explicación detallada, en una alegoría, es decir, en una serie de metáforas continuadas en la que cada situación contiene un significado propio. La razón de ser de este cambio es profundamente paradójica: el misterio del Reino es colocado ante los ojos de los discípulos, pero es escondido a los demás (vv. 11-12). La “clandestinidad” del mensaje de Jesús lo hace presentarlo abiertamente, pero en clave, a todo el pueblo y únicamente, por los ojos de la fe renovada a los seguidores/as nuevos que estaba reclutando para “el asalto final”. La receptividad ante esta palabra fresca de Dios es, finalmente, el gran tema de la parábola-alegoría y va a producir una cadena de tres imágenes más, relacionadas con la presencia soterrada de ese Reino en el mundo: el candil (vv. 21-25), la semilla que crece (vv. 26-29) y el grano de mostaza (30-32). Jesús refresca, así, la revelación de Dios y la actualiza para una nueva generación de seres humanos, cuya esperanza provenía de múltiples situaciones en medio de las cuales era preciso contar con una orientación divina confiable y pertinente. Igual que hoy.



[1] E.J. Mally, “Evangelio según san Marcos”, en R. Brown, J. Fitzmyer y R. Murphy, dirs.,Comentario bíblico san Jerónimo. Tomo III. N.T. I. Madrid, Cristiandad, 1972, p. 73.


[2] A. Patin, La aventura de Jesús de Nazaret. Santander, Sal Terrae, 1997 (Alcance, 7), pp. 100-101.


[3] M.M. Casullo, “La capacidad para perdonar desde una perspectiva psicológica”, en Revista de Psicología de la PUCP, vol. XXIII, 1, 2005, p. 42.


[4] Gabriel Pérez, “Parábola”, en http://mercaba.org/DJN/P/parabola.htm.
Leopoldo Cervantes-Ortiz


Oaxaca, México, 1962. Licenciado (STPM) y maestro en teología (UBL). Pasante de la maestría en Letras Latinoamericanas (UNAM). Médico (IPN), editor en la Secretaría de Educación Pública y coordinador del Centro Basilea de Investigación y Apoyo (desde 1999) y de la revista virtual elpoemaseminal (desde 2003).

miércoles, 14 de agosto de 2013

El perdón es liberación.


Sergio Dalbessio

El amor triunfa, al menos en esta vida, no porque se elimine el mal de una vez por todas, sino porque se le resiste y se le vence de nuevo cada día. No nos aseguramos el bien para siempre con algún acto heroico, se le reconquista cada vez de nuevo, de manera repetida. San Pedro preveía un límite para el perdón. Siete veces y luego el pecado se volvía irreversible. Pero Cristo le dice que el perdón se repite hasta el infinito(Merton, Thomas. Escrito en 1964. )

Quiero compartir con ustedes dos noticias –de culturas diferentes- y algunas frases que nos permitan reflexionar el tema del perdón y la reconciliación, La primera noticia nos cuenta que: “Durante siete años, la joven iraní Ameneh Bahrami estuvo consumida por el deseo de venganza. El pretendiente rechazado que arruinó su vida cuando tenía 26 años lanzándole ácido en la cara y dejándola casi ciega estaba condenado a sufrir un destino similar. Pero a último minuto, la víctima dio ayer marcha atrás.


“¿Qué quieres hacer ahora?”, preguntó el médico a esta mujer iraní, que ahora tiene 32 años. “Lo perdoné”, respondió ella, parada junto a su atacante en una sala de operaciones, en una dramática escena que fue transmitida ayer por la televisión estatal de Irán. Así, bajo fuertes presiones internacionales, Bahrami renunció a la ley del Talión, con la que una víctima puede aplicarle a su atacante el mismo sufrimiento. El brutal episodio sucedió en 2004, cuando la mujer y Mayid Mowahedi eran estudiantes en la Universidad de Teherán. Ella rechazó la propuesta de matrimonio de Mowahedi, quien, ante la negativa, respondió enfurecido, lanzándole ácido en la cara. La ley islámica permite el “ojo por ojo”, por lo que Bahrami obtuvo el derecho en una sentencia de 2008 de cegar a su atacante con dos gotas de ácido. Pero a último momento, se echó atrás. “Lo hice por varias razones: por Dios, por mi país y por mí misma”, dijo ayer a la prensa local, y añadió que su propia familia estaba en contra del castigo. Además, aseguró que la decisión la ha liberado.“Le doy gracias por su generosidad y me arrepiento en lo más profundo de mi horrible acto”, fueron las palabras del atacante, entre lágrimas. La familia de Bahrami también se mostró aliviada. “Esto traerá más paz a mi hija que la venganza“, dijo su padre.

Bahrami reside en España, donde está bajo tratamiento médico. Pese a varias operaciones, perdió la visión de uno de sus ojos y casi la totalidad del otro. Los cirujanos que la atienden creen que necesitará por lo menos cinco operaciones para cambiar su aspecto. Además, necesitará otra cirugía más compleja para devolverle la vista en un ojo.” (Agencias AP, ANSA y EFE)


Nos regalas el perdón. No nos pides negociarlo contigo a base de castigos y contratos. “Tu pecado está perdonado. No peques más. Vete y vive sin temor. Y no cargues el cadáver de ayer sobre tu espalda libre”.
No nos pides sanear la deuda impagable de habernos vuelto contra ti. Nos ofreces una vida nueva sin tener que trabajar abrumados por la angustia, pagando los intereses de una cuenta infinita. Nos perdonas con todo el corazón (Oración de Theilard de Chardin cuyo título esAdora y Confía).

Aquí algunos párrafos de la carta de un sobreviviente al autor de los atentados en Noruega: “No vamos a responder al mal con mal“, le dice un adolescente de 16 años a Anders Beivik.

“No vamos a responder al mal con mal, como hubieras querido. Estamos luchando contra el mal con el bien. Y vamos a ganar”. El inicio es el tradicional “Querido Anders Behring Breivik”. “Tal vez creés que has ganado. Mataste a mis amigos y pensás que destruiste al Partido Laborista y a quienes creen en una sociedad multicultural”.Quien escribe es Benjamin Oesteboe, de 16 años, que perdió a cinco amigos en la matanza.“Que sepas que fracasaste”, destaca el chico en el texto publicado en Facebook y difundido por el periódico noruego Dagbladet. «Te describís como un héroe, un caballero. No lo sos. Pero una cosa es cierta: creaste héroes. En ese caluroso día de julio creaste algunos de los héroes más grandes que el mundo haya visto jamás», escribe Benjamin. El pasado 22 de julio Benjamin Oesteboe se escondió junto a algunos amigos en la ribera del río al escuchar los disparos de Anders Breivik, que irrumpió en la isla de Utoya vestido con uniforme de policía. Benjamin consiguió salvar su vida cuando alrededor de las 18.25, unos ochenta minutos después del comienzo del tiroteo llegó la policía. “Debés saber cómo funcionó tu plan. Sos el hombre más odiado de Noruega. Muchos están enfadados, pero yo no estoy enfadado. No tengo miedo. No podrás alcanzarnos, somos más grandes que vos», escribe Benjamin al final del texto. (publicado por el diario La Nación, el 1 de agosto de 2011).

No eres un Dios de tantos por ciento en el amor. “A éste setenta y cinco y al otro sólo veintitrés”. Hagamos lo que hagamos somos hijos cien por cien. Tu perdón es para todos. No sólo cargas sobre el hombro a la oveja perdida, sino también al lobo manchado con la sangre de la oveja.
Perdonas siempre. Setenta veces siete saltas al camino para acoger nuestro regreso, sin cerrarnos el rostro ni racionarnos la palabra, por nuestras fugas repetidas.
Con el perdón nos das el gozo. No quieres que rumiemos en un rincón de la casa nuestro pasado roto, como un animal herido, sino que celebremos la fiesta de todos los hermanos, vestidos de gala y de perfume, entrando en tu alegría.
Te pedimos en el Padrenuestro: “Perdónanos como perdonamos”. Hoy te pedimos más todavía: enséñanos a perdonar a los demás y a nosotros mismos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te deprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en e nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía (Oración de Theilard de Chardin cuyo título es Adora y Confía).

“Quién decide perdonar elige romper las cadenas de la memoria pasada y opta por un futuro completamente nuevo. Perdonar es construir una historia nueva. Es un ejercicio de autonomía y libertad. Pero hay una clara diferencia de contenido psicológico entre la palabra opción y el término decisión. En cuanto opción, el perdón es una propuesta para el libre arbitrio, mientras que como decisión tiene un carácter imperativo. La decisión pertenece a las mismas víctimas, que comprenden la imposibilidad de vivir toda la vida condenadas a sufrir las consecuencias producidos por las ofensas. Quien perdona se cura, y al curarse, aumenta la potencia y la calidad de sus relaciones cotidianas. La decisión de perdonar implica también la determinación de no buscar hacer justicia por sí mismo. La decisión de perdonar exige, sin duda, un fuerte componente de sacrificio por parte de la víctima. Pero trae salud, liberación, paz profunda, porque vuelve sagrado lo que era profano” (La Revolución del Perdón, de Leonel Narváez Gómez y Alessandro Armato, San Pablo, 2010. Leonel Narváez Gómez es uno de los fundadores de las ESPERE (Escuelas del Perdón y la Reconciliación) que funciona en Colombia. Se puede conocer y consultar en: http://www.fundacionparalareconciliacion.org ).

Fuente: Atrio

jueves, 20 de diciembre de 2012

Hasta setenta veces siete.



El perdón de los hombres nunca puede ser total porque, entre otras razones, resultaría perfecto, una aspiración al absoluto que es un atributo exclusivo de Dios. Los hombres, por otro lado, arrastran biografías y circunstancias vitales que hacen que a menudo hablen de perdonar sin olvidar, dejando inadvertidamente expedito el camino a un tipo de justicia que se puede parecer mucho a la venganza, con la puerta abierta a la reiteración de los conflictos.

En este sentido, muchos deben de recordar haber visto el film In my Country, del director John Boorman, que en España se estrenó en 2005 con el título de “En mi tierra”. Basada en hechos reales, la película trata el proceso de diálogo y reconciliación que se llevó a cabo en Sudáfrica, a mediados de los años noventa, poco después de que Nelson Mandela llegara al poder para poner punto y final al sistema de segregación racial que imperaba legalmente en el país desde 1948. Este proceso de entendimiento se realizó en el seno de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, que fue presidida por el obispo anglicano Desmond Tutu, premio Nobel de la Paz 1984, quién estableció para aquélla el siguiente lema: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón.”

A lo largo de las diversas sesiones que la Comisión celebró, se encontraron, frente a frente, los verdugos y las víctimas de la época del apartheid. Incluso, en un gesto sin precedentes, el ya presidente Mandela fue a visitar Betsie Verwoerd, viuda de Hendrik Verwoerd, quien había sido uno de los organizadores del régimen segregacionista, primer ministro del país, y responsable de la masacre de negros en Shaperville en 1960. Hay quién opina que todo este proceso permitió que las víctimas recibieran consuelo, admiración, reconocimiento, y, algunas de ellas, indemnizaciones por sus sufrimientos. También hay quien piensa que todo se redujo a conceder una simple amnistía, que beneficiaría sobre todo a los líderes del apartheid, los cuales, a cambio de admitir la verdad, saldrían indemnes sin tener que hacer frente a sus responsabilidades. Pero las heridas no se han cerrado, como lo demuestra que la policía sudafricana (ahora, con mayoría de guardias negros en sus filas) haya venido reprimiendo desde el mes de agosto varias huelgas y manifestaciones de trabajadores de las minas, también negros, que protestan para mejorar sus infrahumanas condiciones de trabajo, disparando y habiendo causado más de cuarenta muertos, decenas de heridos y centenares de detenciones.

Así pues, resulta que tras dieciocho años de gobierno de la mayoría negra, Sudáfrica, un país con un índice de desarrollo medio, y con enormes riquezas naturales, es, según estadísticas de la ONU, el lugar donde se da una mayor diferencia entre pobres y ricos, habiéndose creado una próspera pero reducida clase media de raza negra que comparte intereses y un enorme grado de corrupción con la minoría blanca, porque ha querido olvidar, o quizás no había entendido nunca, que el conflicto, más que entre blancos y negros, lo era sobre todo entre ricos y pobres. O, para precisar más, el conflicto identitario enmascaraba o se añadía a la lucha entre clases sociales.

Por eso, quienes acusaron Mandela de “blando” cuando visitó a la Sra. Verwoerd, no dejaban de tener una cierta razón, porque como se atribuye a Gandhi: “Aquello que es válido para los individuos es válido para las naciones. No se puede olvidar demasiado. El débil nunca puede perdonar. Perdonar es atributo de los fuertes” ¿Qué quería decir el Mahatma con esta reflexión? ¿Quizás que la capacidad de perdonar es un signo de fortaleza moral? ¿O más bien que las víctimas han sufrido tanto que ya no pueden olvidar y perdonar?

Sea cual sea el significado de las palabras de Gandhi, pienso que en la sociedad de los humanos no puede haber perdón sin una verdadera justicia reparadora para el ofendido, ni clemencia para el ofensor si este no acepta de todo corazón someterse al correctivo y demuestra voluntad de rehabilitación: aquello que en términos cristianos se conoce como penitencia y propósito de enmienda. Por otro lado, creo que sólo es perfecto el perdón que proviene de Dios, de su misericordia que anuncia paz y justicia en la eternidad del Reino para los que en la Tierra han sido oprimidos y explotados durante generaciones.

Por lo tanto, resulta totalmente comprensible que Jesús, hijo de Dios, le respondiera a Pedro: “No te digo (que perdones) hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,22), que es una manera de decir que el perdón no ha de tener límites, y que a continuación ilustrara su mandato con la tan comentada parábola del hombre que debía mucho dinero, también conocida como la del sirviente sin compasión, a quien tras serle perdonadas las deudas por su amo, fue enviado a los calabozos por no proceder igualmente con un compañero. ”Así también mi Padre Celestial hará con vosotros -dice Jesús- si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mt 18,35)

Para acabar, querría dejar constancia de que, en relación con el tema que nos ocupa, estoy totalmente de acuerdo con la siguiente afirmación de Hans Küng: “No hay reconciliación con Dios sin reconciliación en el terreno interpersonal. El perdón de Dios está vinculado al perdón recíproco de los hombres.” (1) Y si estoy de acuerdo es porque pienso que estas palabras de Küng se compadecen mucho con los mandamientos de Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.” (*Mt 22,37-40). Pero ciertamente Jesús, siendo hombre, también era perfectamente Dios. Y los hombres normales hemos nacido en el mundo, por eso sólo podemos aspirar a imitar, y sólo a imitar, a Jesucristo nuestro Señor.

(1) Hans Küng, Credo, Editorial Trotta, Madrid, 2007. p. 150.

Autor/a: Antoni Ibañez-Olivares


Em dic Antoni Ibáñez-Olivares, i vaig néixer a Sabadell l’any 1954. Sóc casat i tinc una filla. L’any 1981 vaig obtenir la llicenciatura en Filosofia i Lletres, amb grau, per la Universitat Autònoma de Barcelona, havent cursat estudis de tercer cicle a la mateixa UAB i a la Universitat de Barcelona. Recentment he realitat estudis de Teologia a al SEUT. Formo part del grup de culte de l’Església de Crist de Sabadell (IERE-Comunió Anglicana), on col·laboro, periòdicament, com a predicador i director d’oficis dominicals. També sóc membre del Moviment Ecumènic i del Grup de Diàleg Interreligiós de Sabadell, havent assistit a diverses trobades i seminaris arreu de Catalunya. Tinc publicat un llibre i articles en diversos mitjans escrits i electrònics. El meu blog, que acabo d’estrenar, es diu Fruits Saborosos, i espero que en produeixi, potser no molts, però si ben assaonats.

viernes, 23 de noviembre de 2012

La tortura como escisión de cuerpo y mente.



Con el funcionamiento de la Comisión Memoria y Verdad sale a la luz con toda su barbarie la tortura como método sistemático del Estado dictatorial militar para combatir a sus opositores. Ya se han estudiado detalladamente estos procesos de deshumanización del torturado y también del torturador. Éste precisa reprimir su propia humanidad para practicar su acto inhumano. No sin razón muchos torturadores acabaron suicidándose por no aguantar tanta perversidad.

Quiero, sin embargo, destacar un punto no siempre presente en la discusión, que ha sido muy bien analizado por los psicoanalistas, especialmente en la Alemania posnazi, y entre nosotros por Hélio Peregrino, ya fallecido.

Lo más terrible de la tortura política es que obliga al torturado a luchar contra sí mismo. La tortura escinde a la persona por la mitad. Coloca la mente contra el cuerpo.
La mente quiere ser fiel a la causa de los compañeros, no quiere de ninguna manera entregarlos. El cuerpo, sometido a extrema intimidación y humillación, para verse libre de la tortura, tiende a hablar y a hacer así la voluntad del torturador. Esta es la escisión.

Pero hay que resaltar un punto: la persona torturada cuando es presa del pánico y el pavor puede ser víctima de mecanismos inconscientes de identificación con el agresor. Al identificarse con él, consigue psicológicamente exorcizar por un momento el pánico y así sobrevivir.

El torturado que sucumbió a esta desesperada contingencia de autodefensa, incorpora siniestramente la figura del torturador. Éste consigue abrir una brecha en el alma del torturado, alcanza a penetrar en aquella última intimidad, allí donde residen los secretos más sagrados y donde la persona alimenta su misterio. Sobrepasa por tanto los umbrales últimos de la profundidad humana para poseer a la víctima y hacerla otra persona, alguien que acaba reconociendo ser de hecho subversivo, enemigo de la patria y de la humanidad, un traidor de la religión, un maldecido por Dios, un excomulgado de la Iglesia, alguien que está de parte del demonio. Los torturadores Albernaz y Fleury eran expertos en esta perversidad. Fleury dijo directamente a fray Tito, como aparece en el terrorífico film de Ratton “Bautismo de Sangre”, basado en el libro de fray Betto con el mismo nombre, que dejaría en él marcas que jamás olvidaría. Efectivamente, consiguió escindirle la mente y el cuerpo y penetrar en su más profunda intimidad hasta el punto de que, en el exilio en Francia, él sentía en todo momento la presencia de su verdugo. Dejó una nota antes de quitarse la vida: «prefiero quitarme la vida a morir».

Este tipo de tortura es especialmente malvada porque hace de la deshumanización el eje de una práctica sistemática de ciertos agentes del Estado. Si la categoría anti-Cristo aún significa alguna cosa, debe ser configurada dentro de este cuadro infernal. Se trata de la completa subversión de lo humano y de sus referencias sagradas. Es con seguridad uno de los mayores crímenes de inhumanidad que puedan existir.

Tales perversiones no pueden entrar dentro de ninguna amnistía. Los torturadores cargan en su alma y en su mente el estigma de Caín. Por dondequiera que vayan la vida los acusará porque violaron su sacralidad suprema.

Y todavía está la tortura de los desaparecidos, que crucifica a sus seres queridos. Por ejemplo, hubo una guerrilla en la región del río Araguaia hasta hoy no reconocida totalmente por los militares. Allí se cometieron todos los excesos: cortaban la cabeza y los dedos a los guerrilleros muertos y los enviaban a Brasilia para identificarlos. Hicieron desaparecer sus cadáveres. Hicieron desaparecer las vidas y pretenden ahora borrar las muertes. Y las familias viven una pesadilla que no tiene fin. Cada timbre que suena en casa funciona como un viento que sopla las cenizas y reaviva la brasa de la esperanza, seguida de amarga decepción: ¿Será él que vuelve? Otros dicen: “no nos mudemos de casa porque todavía puede volver... y qué sería de él si no estuviéramos aquí para el abrazo, el beso y las lágrimas?”

Los torturadores y sus jefes están ahí, ahora amenazados por el movimiento "Levante Popular de la Juventud" que no les deja en paz la conciencia. A ellos quisiera yo, como teólogo perseguido aunque no torturado, gritarles al oído el clamor de Jesucristo: “A vuestra generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas, de los perseguidos y de los torturados, de su sangre derramada desde el principio del mundo. Sí, os aseguro que se os pedirá cuenta de esta sangre” (Lc 11,50-51).

Podrá haber una amnistía pactada por los hombres. Pero no habrá amnistía ante la conciencia y ante Aquel que se presentó bajo la figura de un preso, torturado y ejecutado en la cruz, Jesús, el Nazareno, cuando como Juez Supremo juzgará especialmente a aquellos que violaron la humanidad mínima. Llegará el día, supremo día, en que todos los desparecidos aparecerán. Vendrán, como dice el Apocalipsis, de la gran tribulación de la historia. Sí, ellos volverán con el Viviente. Y entonces no habrá más espera ni agitación en los corazones. El Viviente, también torturado un día, anulará todas las distancias, enjugará todas las lágrimas e inaugurará el Reino de los sacrificados y desaparecidos, ahora vivos, liberados y encontrados. Entonces será definitivamente verdad: «Nunca más una dictadura. Nunca más desaparecidos. La tortura nunca más».


Fuente: Koinonia

domingo, 10 de junio de 2012

Argentina: Provincia Río Negro pide perdón a mapuches por exhibición de restos humanos.


Entrega de restos a la comunidad mapuche de Río Negro.
En el acto de restitución de restos humanos a la comunidad mapuche Monguel Mamue, el gobernador de Viedma, Alberto Weretilneck, pidió perdón en nombre del Estado “por todo este tiempo en que se agravió a los pueblos originarios”.
Durante casi 30 años fueron exhibidos en el Museo Tello como si fueran “objetos” los restos de más de 50 indígenas mapuches desenterrados de diversas zonas.
La presión de sus descendientes logró que en el 2003 se los retire de la exposición y su posterior entrega a sus verdaderos deudos, los representantes de los pueblos originarios.
Una de las oradoras en la ceremonia de restitución, la abuela María Torres, dijo con firmeza: “Antes nos mataban con las armas, como a estos hermanos que estamos recuperando hoy. Ahora nos matan con la minería. Nuestro señor creó la naturaleza, los cerros, y con estos proyectos se vuelan. Espero que cuando el gobernador se acueste a descansar recuerde estas palabras”.
María Tello lamentó que se haya derogado la ley anticianuro y que el Estado promueva los megaproyectos mineros, no obstante, reconoció la voluntad de la autoridad provincial en el reconocimiento del pueblo mapuche.
En su turno, se informó oficialmente que la entrega se enmarca en las políticas de recuperación y reconocimiento históricos de los pueblos originarios.
Weretilneck pidió perdón en nombre del Estado Provincial y de todos los rionegrinos y patagónicos.
“Estos son los resabios de un país que estamos luchando para que no vuelva nunca más, en la cual la fuerza, la violencia y el agravio se impusieron sobre el razonamiento, el consenso y el diálogo. Que durante tantos años, restos de los pueblos originarios hayan estado expuestos como objetos, hacen ver lo peor de la Argentina”, sostuvo.
Los restos serán enterrados en territorio mapuche.

Otras noticias:


Fuente: Servindi

jueves, 8 de marzo de 2012

Uruguay: Acto del perdón se realizará "por obligación".



El primer mandatario de la República, José Mujica, dijo que el "Acto del Perdón" ante la familia Gelman por los delitos cometidos durante la dictadura se realizará porque "es una obligación jurídica" que tiene Uruguay, "ante la decisión" de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en torno al caso de la desaparición y muerte de María Claudia García de Gelman.

"No es otra cosa que cumplir a cabalidad y de buena fe con una decisión, que tenemos que acatar", señaló el presidente hoy en su audición radial y agregó que el acto "lo vamos a hacer en el estricto orden de requerimiento jurídico que nos plantea el fallo, ni un milímetro más ni uno menos; totalmente ajustado a esa decisión".

Por su parte, el líder nacionalista y ex presidente de la República, Luis Alberto Lacalle, manifestó su desacuerdo con que el Estado asuma la culpa de los delitos cometidos en la dictadura y puso como ejemplo la situación de Alemania: "Yo no veo al estado alemán asumiendo la responsabilidad del régimen nazi después de la guerra", comentó.

"No veo por qué tiene que asumir un Estado democrático legal, actos que fueron contra la ley, fuera de la ley y la Constitución", dijo el ex presidente, aunque destacó que "hay interpretaciones de la Corte Interamericana que piensan distinto".


Mujica, en tanto, reafirmó que la responsabilidad la asumirá "el Estado como tal, que no es lo mismo que el gobierno".

El acto será el 21 de marzo "probablemente en la sala de la Asamblea General", dijo el mandatario.

Fuente: elpais.com.uy

lunes, 27 de febrero de 2012

Ecuador: triunfo de la libertad de expresión.


Correa anunció que perdonó al diario El Universo y a un periodista.

El presidente de Ecuador les había iniciado una demanda por injurias. La Justicia los condenó a tres años de prisión y a pagar US$40 millones. También desistirá del juicio contra otros dos reporteros.Primero había dicho que era un "disparate". Pero al final cambió de idea. El presidente Rafael Correa perdonó hoy a un periodista y tres directivos del diario El Universo a quienes acusó de difamarlo y publicar injurias en su contra, así como a los autores de un libro que denuncia presuntos actos de corrupción del hermano del mandatario a los que demandó por los delitos similares.
El periodista Emilio Palacio y los hermanos Carlos, César y Nicolás Pérez, directivos y propietarios del diario El Universo, habían sido condenados por la justicia ecuatoriana a indemnizar al mandatario por una suma de 40 millones de dólares.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos intercedió en su nombre y le pidió a Correa que anulara la sentencia, tal como le permiten las leyes de su país. Pero Correa respondió diciendo que ese pedido era un "disparate total".
En cambio, hoy, en el Palacio de Gobierno frente a legisladores y funcionarios, dijo: "He decidido ratificar lo que hace tiempo estaba decidido en mi corazón, que decidí también con familiares y amigos y compañeros cercanos: perdonar a los acusados concediéndoles la remisión de las condenas que merecidamente recibieron, incluyendo a la compañía El Universo'', dijo el mandatario en el palacio del gobierno ecuatoriano.
"También he decidido que desistiré de la demanda que propuse en contra del libro 'El Gran Hermano', donde de la forma más infame se afirmó que conocía los contratos de Fabricio Correa (su hermano) y que la terminación de los mismos era una simulación para beneficiarlo de los juicios millonarios'', agregó.
La disputa entre Correa y El Universo comenzó luego de que en febrero de 2011 el diario publicara un artículo del periodista Emilio Palacio, entonces editor de Opinión, en el que acusaba a Correa de "haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente''.
El artículo hacía referencia a un operativo militar por medio del cual Correa fue rescatado tras permanecer retenido nueve horas por policías sublevados dentro de un centro médico de esa institución. Correa afirmó que se trató de un intento de golpe de Estado.
Uno de los abogados de El Universo, Mauricio Guim, señaló a radio Sonorama que "la decisión de los hermanos (Carlos, César y Nicolás) Pérez (propietarios de El Universo) y de los abogados ha sido no emitir comentarios ni opinión alguna sobre el perdón hasta que no esté oficialmente presentado en el juicio y sea aprobado por los jueces, tanto la renuncia de la indemnización como la remisión de la pena''.
La sentencia adoptada por la Corte Nacional de Justicia el 16 de febrero aún no ha sido notificada por escrito y formalmente a las partes.
Al consultarlo sobre la decisión del gobernante, Palacio expresó en entrevista telefónica que se trata de "un triunfo espectacular, no de Emilio Palacio sino de la libertad de expresión''.
"Se ha salvado El Universo, se ha salvado Juan Carlos Calderón y Cristian Zurita, se han salvado pilares fundamentales de lo que es el periodismo ecuatoriano'', dijo el periodista, quien está radicado en Miami, en donde ha solicitado al gobierno de Estados Unidos que le conceda asilo.
Palacio dijo que por ahora permanecerá en Estados Unidos ya que desconoce en lo inmediato el alcance del perdón de Correa. Y esperará para ver el escrito que presenten los abogados del presidente con los detalles del perdón.
Palacio explicó que tiene otras dos causas judiciales pendientes. Una con Ecuador TV y otra iniciada por el fiscal general y no sabe si el indulto también se extenderá a ellas, pues de los contrario podría ser detenido en Ecuador por estas otras causas, indicó.
Los periodistas Juan Carlos Calderón y Christian Zurita publicaron en junio de 2010 el libro "El Gran Hermano'' en el que revelaron presuntos contratos por 600 millones de dólares entre el Estado y empresas vinculadas a Fabricio Correa, hermano mayor del presidente. Los familiares del presidente de la Nación tienen prohibido actuar como contratistas del Estado, según la ley ecuatoriana.
Poco después el presidente dispuso unilateralmente la terminación de esos negocios, de los cuales dijo no estar enterado, y desde entonces la relación con su hermano se rompió. Y ahora anunció que desistirá de esa demanda. Pero advirtió: "Hay perdón, pero no olvido".
Correa asumió el gobierno en enero de 2007 para un periodo de cuatro años, pero en 2009 llamó a elecciones adelantadas que ganó y su mandato se extendió hasta 2013.
La multa de 40 millones de dólares para el diario El Universo significaba entrar en la ruina.

Fuente: clarin.com

viernes, 21 de octubre de 2011

¿Qué hace en misa uno que no perdona?



por José María Castillo

El comunicado de ETA anunciando el fin de la violencia armada está poniendo en evidencia lo que cada cual lleva en su corazón. Es verdad que el comunicado no es claro en algunas cuestiones fundamentales. Es explicable, por eso, que haya quien se hace preguntas a las que no encuentra respuesta. Pero lo que no puedo entender es que haya personas que van a misa, quizá con devoción, y al mismo tiempo no son capaces de perdonar hasta el fondo y con todas sus consecuencias. 

Porque las palabras del Evangelio están muy claras: "Si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, ante el altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda" (Mt 5, 23-24). 

Esto es lo que dijo Jesús en el Sermón del Monte. Seguramente, estas palabras se refieren a cristianos que procedían del judaísmo, pero seguían acudiendo al templo de Jerusalén. En cualquier caso, la idea de Jesús es clara: si no te has reconciliado, hasta el fondo de tu ser, con el que te ha ofendido o con el que tú has ofendido, no te acerques a lo sagrado. 

Hoy diríamos, "si no eres capaz de perdonar de verdad y por completo, no vayas a misa". Es una palabra dura. Tan dura como una piedra en la que siempre nos vamos a partir los dientes. Pero es que el Evangelio es exigente. Por la sencilla razón de que llega hasta el fondo de las cosas.

Yo sé muy bien que no debemos confundir los deberes de la religión con las leyes y decisiones que las autoridades políticas y judiciales deben adoptar. Eso, por supuesto. Con todas las consecuencias que de eso se derivan.Pero, si pongo aquí estas palabras del Señor, es porque no me cabe en la cabeza que echemos mano de la religión cuando nos conviene. 

Y demos de lado al Evangelio cuando las palabras de Jesús nos resultan incómodas o duras de cumplir.Perdonar al enemigo es seguramente lo más difícil que hay en la vida. Pero sólo en el perdón, del que supera el "ojo por ojo y diente por diente", sólo en eso, es donde se demuestra hasta qué punto hemos tomado en serio esa fe por la que decimos que estamos dispuestos a luchar, a discutir, quizá a ofender y no sé si (en ocasiones) a matar. 

Una fe por la que casi nunca llegamos a perdonar de verdad. Tenía razón Lutero cuando dijo: "Hay ofrenda sin reconciliación cuando se emprende una guerra, se asesina y se derrama mucha sangre; después damos mil florines para misas por sus almas".

Fuente: TEOLOGÍA SIN CENSURA

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