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martes, 25 de febrero de 2020

Biblias para los últimos indígenas no contactados de Brasil.

Jair Bolsonaro coloca a un misionero evangélico al frente del área del Gobierno dedicada a los pueblos originarios que aún no han tenido contacto con el hombre blancoTres nativos de una tribu no contactada, en el estado de Acre (Brasil). REUTERS


El Valle del río Javari, que traza la frontera entre Brasil y Perú, alberga el mayor número de indígenas no contactados del mundo, es un enorme pedazo de selva amazónica con casi 7.000 nativos que, en su gran mayoría, nunca tuvieron contacto con el hombre blanco. Cuando lo hicieron fue para dejar claro que querían seguir solos.

La forma en que Brasil ha lidiado con estas comunidades ha ido cambiando con el tiempo, pero a finales de los 80, con el regreso de la democracia, se acordó que se respetaría su voluntad, poniendo fin a décadas de políticas de integración y asimilación. Ahora, los pueblos del Javari viven en una inmensa área protegida. A pesar de que sufren continuas invasiones de madereros ilegales, sobre el papel, nadie puede entrar en su territorio.

Pero las cosas están cambiando. Hace unos días, el Gobierno de Jair Bolsonaro colocó al misionero Ricardo Lopes Dias al frente del departamento para los Indígenas Aislados de la Fundación Nacional del Indio (Funai), el órgano estatal que cuida de la cuestión indígena. Para poderle nombrar, la presidencia de la Funai alteró el reglamento interno, retirando la exigencia de que el coordinador del área de indígenas aislados fuera un funcionario de carrera.

Los indígenas no tardaron en manifestarse en contra de una posible evangelización: "La actuación de misioneros en las aldeas ha sido tan nociva como las enfermedades, pues causa desorganización étnica, social y cultural de los pueblos indígenas. En el Valle del Javari los misioneros nos dividieron entre quienes eran de Dios y quienes eran del Diablo, y eso, para los asilados, significa la completa extinción". Quienes hablan son representantes de la Univaja, una entidad que agrupa a los indígenas del Javari que sí fueron contactados en el pasado: los Matsés, Marubo, Matis, Kanamary, Kulina, Korubo y Tsohom-Djapá.


Estos pueblos ya conocen el trabajo de las misiones evangelizadoras, que llegaron a la región en los años 60, sobre todo de la mano de ONG de EEUU. En una de ellas, de hecho, trabajó el nuevo fichaje estrella del Gobierno.

Lopes Dias formó parte durante 10 años de la Misión Nuevas Tribus de Brasil (MNTB) como parte de un trabajo de disertación sobre los indígenas Matsés. Se propuso "identificar las necesidad y oportunidades entre aquellos que nada o poco escucharon a Cristo". Lopes Dias estudió la lengua local para generar material didáctico que pudieran entender y les incentivó a que construyeran sus propias iglesias. Tal como ocurre hoy día en cientos de aldeas en otros territorios.
EXPLOTACIÓN DE LA AMAZONÍA

"Esto no es de ahora, es de siempre. Lo innovador es que ahora la Funai forme parte de este proceso", dice a EL MUNDO una portavoz de Indigenistas Asociados, una asociación de trabajadores de este organismo estatal que no quiso identificarse por miedo a represalias. "Donde el Estado falla estos grupos proselitistas tienen el espacio abierto. Imponen su religión pero al mismo tiempo llevan alimentación, ropa, agua... y con el tiempo pasan a condicionar esos beneficios a la participación en esa nueva fe", añade.

La presencia de misioneros es común en muchas comunidades. Los Terena, en el estado de Mato Grosso y los Baniwa, en el de Amazonas, por ejemplo, ya son predominantemente evangélicos. En otras zonas la presencia católica es más fuerte, por las misiones instaladas durante siglos, pero éstos perdieron terreno en las últimas décadas, tras las nuevas directrices de la Iglesia Católica a favor de la no imposición.

La ley brasileña tan sólo prohíbe expresamente la entrada de evangelizadores (y de todo tipo de personas) en aldeas de pueblos no contactados, precisamente el departamento que ahora gestionará Lopes Dias.

La Fiscalía presentó esta semana un recurso para frenar el nombramiento, alegando un evidente conflicto de intereses. Además, los procuradores resaltaron que los datos que este nuevo coordinador puede tener tras su paso por el Valle del Javari son extremadamente sensibles: "El acceso de misioneros a ellos puede colocar a los pueblos en riesgo de genocidio y etnocidio", advirtieron.

Los indígenas suelen argumentar que la entrada de estos grupos religiosos forma parte de una estrategia para asimilar a las poblaciones nativas a los núcleos urbanos, para así despejar sus tierras en favor de los intereses del sector agrícola y ganadero. Los mismos días en que resonaba la polémica por el nombramiento del misionero, Bolsonaro presentó a bombo y platillo una ley que abre la puerta a todo tipo de actividades económicas dentro de las tierras indígenas, desde minas y pozo de gas y de petróleo hasta presas hidroeléctricas.

Fuente:elmundo.es

lunes, 17 de junio de 2019

Curas casados y mujeres sacerdotes, tareas evangelizadoras.


"A multitud de pilas bautismales, templos e iglesias se les echa el cierre 'por falta de mano de obra'"


"Las mujeres, dentro y fuera de la Iglesia, poseen idéntica dignidad de ser imagen de Dios como el hombre-varón"


No sé hasta qué punto les conmoverán a los obispos, y a los celadores y responsables de la “perpetuidad” de la Iglesia, tantas informaciones documentadas como hoy se difunden acerca de que “los curas se acaban”. Es tristemente desolador, y está al alcance de cualquiera, comprobar cómo las vocaciones sacerdotales decrecen, que la edad avanza implacablemente en todos los sectores y, por tanto, también en el estamento eclesiástico, cuyos miembros han de atender pastoral y ministerialmente, por lo que a multitud de pilas bautismales, templos e iglesias se les echa el cierre, “por falta de mano de obra”.

Pueblos-pueblos, entidades religiosas, colegios, monasterios y conventos se quedan sin la eucaristía, entre razones tan elementales como la de que los sacerdotes no pueden dar más de sí, pese a sus buenas disposiciones y convencimientos dogmáticos, dado que sin eucaristía, no hay Iglesia, tal y como estudiaran y estudian.




De vez en vez surgen voces, también jerárquicas, que proclaman con realismo y estadísticas, la crudeza del problema, pero este sigue su curso y desarrollo implacable, fiados algunos de sus responsables en que “Dios proveerá” y en que también se registraron en la historia eclesiástica etapas y episodios similares…

Pero muy recientemente el contradictorio Cardenal Walter Kasper, presidente emérito del “Pontificio Consejo de la Promoción de la Unidad entre los Cristianos”, acaba de expresar con humildad, sensatez y evangelio, su criterio, con estas denunciadoras palabras: “Si los obispos pidieran al papa Francisco curas casados, este aceptaría tal petición”. El Cardenal se cuidó también de tranquilizar al personal adoctrinándolo de que “el celibato no es un dogma de fe, ni una práctica inalterable”, sino decisión simplemente disciplinar. (Algunos expertos en teología se afianzan en la idea de que, así las cosas, aunque se considerara “dogma”, sería pastoralmente legítimo su revisión y reforma).


Celibato clerical

Y el pueblo fiel, que padece anomalías religiosas tan graves y tan preocupantes, se formula, entre otras, estas preguntas:

¿Es que todavía no se le ocurrió a ningún obispo formularle al papa tal petición?¿No lo hizo por temor, por no comprometerse y comprometerlo, o por no sentirse responsable de tal situación y haber vivido, y querer seguir viviendo “en el mejor de los mundos”? ¿No lo hicieron porque “les da lo mismo, o casi lo mismo”, porque no les dio tiempo a pensarlo, porque sus estudios universitarios o simplemente catequísticos, no les descubrieron otros panoramas, sin convencimiento de que la Eucaristía es el principio y fundamento -fuente y eje- de Nuestra Santa Madre la Iglesia? ¿En qué mundo eclesiástico vivimos?

El ángulo de las preguntas lo alzan algunos a la misma sede pontificia y, con devoción y respeto, se expresan de esta manera: ¿Pero es que el papa, y si además se llama Francisco, puede no estar al corriente de este problema? ¿Acaso cuenta con alguna razón desconocida por el resto de la cristiandad - y no de carácter bíblico ni dogmático-, para preferir que las cosas sigan como están? ¿Acaso sea el “santo temor a la Curia Romana” lo que le impida dar los pasos decisivos que él quisiera? ¿Es posible que temores como este podrían ser considerados “santos”?

Es obvio que, casados los sacerdotes, y consagradas las mujeres también como tales, a los obispos se les multiplicarían infinitamente los problemas administrativos, laborales y, por supuesto, económicos, de manera inenarrable, dejando a un lado los rituales o los ceremoniales…

De momento dejo sin subrayar otras preguntas relacionadas con las delatoras del citado Cardenal Kasper y me limito a animar al papa Francisco a que, creyendo como cree, en las misas, y en que las mujeres, dentro y fuera de la Iglesia, poseen idéntica dignidad de ser imagen de Dios como el hombre-varón, prescinda del Código de Derecho Canónico y de sus intérpretes, dedicándose estos de una santa vez a tareas evangelizadoras y se corrijan anomalías tan graves como las enunciadas en estas leves reflexiones…

lunes, 29 de abril de 2019

Es demasiado el miedo que le tenemos a la libertad.


"Cuando la libertad reside en un valor supremo, que relativiza todo lo demás, los dictadores de pacotilla y discurso pierden toda su autoridad"


Una de las cosas que se ven con más claridad, cuando hay elecciones, es “el miedo a la libertad”. Todos decimos que queremos ser libres. Y por eso pedimos y exigimos que se nos respete la libertad. Pero no nos damos cuenta que pensamos y decimos esas cosas tan maravillosas, sobre la libertad, precisamente cuando, en lo más profundo de nuestro ser y de nuestra vida, más miedo nos da – y hasta más pánico nos causa – que nos propongan como proyecto y programa, para nuestra existencia entera, precisamente la libertad sin limitación alguna.

Hay demasiada gente en la vida a la que un buen dictador le quita de encima la carga insoportable de la libertad. Un buen dictador, que manda, impone y se impone, por eso mismo, es el gobernante que mucha gente anhela. Y si no, ¿por qué ahora en Europa hay tantos países en los que está creciendo la derecha más totalitaria? ¿No tuvimos bastante con Hitler, Mussolini, Stalin y sus compinches del siglo XX, para quedar satisfechos del “autoritarismo totalitario” que sembraron de muerte y exterminio hasta el último rincón de la Europa que, desde la Ilustración, venía soñando en la libertad?


Pero, ¡por favor!, que nadie se imagine que, al decir estas cosas, estoy haciendo una apología de la democracia, sea del color que sea. Quien se quede en eso, no ha tocado fondo. Ni se ha enterado de lo que quiero decir. Porque el problema de la libertad es mucho más profundo. 

Por eso ahora hablo, no como “político”, ni como “religioso”, y menos aún como “clérigo” o como “hombre de Iglesia”. No. Nada de eso. Hablo desde el Evangelio, con sus páginas ardientes en mis manos y su ideal inalcanzable en lo más profundo de mis convicciones. Cuando el Evangelio relata el llamamiento que Jesús les hizo a sus primeros discípulos, lo que se pone en cuestión y se plantea, para que aquellos hombres lo afronten y lo resuelvan, es sólo una palabra: “Sígueme”. Jesús no les propone un programa de vida, ni un objetivo, ni un ideal, ni crescribió genialmente Dietrich Bonhoeffer: “en realidad, se trata de la absoluta seguridad y la firmleeza en la vida, siguiendo el proyecto de vida que vivió Jesús”.

La libertad no reside en las ideas y los discursos. La libertad está en los hechos. Cuando la libertad reside en un valor supremo, que relativiza todo lo demás, los dictadores de pacotilla y discurso pierden toda su autoridad, su poder y el valor de sus promesas. De forma que quienes les siguen son los ejemplares más perfectos del miedo a la libertad.

Tocamos así el centro de la política. Pero, sobre todo, el centro mismo, no de la Religión, sino del Evangelio. Es el centro que nunca tocamos. Porque es demasiado el miedo que le tenemos a la libertad. Tenía razón Eric Fromm. Y mucho antes que él, el “proyecto de vida” que es el Evangelio.

domingo, 20 de enero de 2019

Francisco pidió caminar "con paso firme" hacia la unidad de los cristianos.


"Los que son fuertes deben ocuparse de los débiles. No es cristiano buscar la satisfacción propia"
Advierte del riesgo de que "buscando acumular riquezas, nos olvidemos de los débiles"

Osservatore Romano



Es un grave pecado empequeñecer o despreciar los dones que el Señor ha dado a otros hermanos, creyendo que no son de alguna manera privilegiados de Dios


(Hernán Reyes Alcaide, corresponsal de RD en el Vaticano).- El papa Francisco pidió hoy a los cristianos caminar "con paso firme y confiado por el camino que conduce a la unidad", al tiempo que renovó sus críticas a la "pobreza extrema" que convive junto a "símbolos de inmensa riqueza".


La homilía de Francisco al celebrar las vísperas en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos hizo hincapié en la necesidad de un camino común entre los cristianos. El papa argentino ha hecho del ecumenismo una de la banderas de su pontificado aún a costa de fuertes críticas internas, como cuando celebró en Suecia los 500 años de la reforma a fines de 2016.


"Incluso entre los cristianos existe el riesgo de que prevalezca la lógica conocida por los israelitas en la antigüedad y por el pueblo indonesio en la actualidad, es decir, que buscando acumular riquezas, nos olvidemos de los débiles y necesitados", reclamó en esa dirección.




"Es fácil olvidarse de la igualdad fundamental que existe entre nosotros: que en el principio todos éramos esclavos del pecado y el Señor nos salvó en el bautismo, llamándonos hijos suyos. Es fácil pensar que la gracia espiritual que se nos ha dado es una propiedad nuestra, algo que nos corresponde y nos pertenece", propuso.


"También es posible que los dones recibidos de Dios nos vuelvan ciegos para ver los dones dados a otros cristianos. Es un grave pecado empequeñecer o despreciar los dones que el Señor ha dado a otros hermanos, creyendo que no son de alguna manera privilegiados de Dios", reveló.


"Si compartimos pensamientos similares, dejamos que la misma gracia recibida se convierta en una fuente de orgullo, injusticia y división. ¿Y cómo podremos entrar así en el Reino prometido? El culto que corresponde a ese Reino, el culto que reclama la justicia, es una fiesta que incluye a todos, una fiesta en la que los dones recibidos se ponen a disposición y se comparten", reclamó.


"Para dar los primeros pasos hacia esa tierra prometida que es la de nuestra unidad, ante todo debemos reconocer con humildad que las bendiciones recibidas no son nuestras por derecho, sino por un don, y que nos han sido dadas para que las compartamos con los demás", enumeró.




"En segundo lugar, tenemos que reconocer el valor de la gracia concedida a otras comunidades cristianas. Como consecuencia, nuestro deseo será el de participar en los dones de los demás. Un pueblo cristiano renovado y enriquecido por este intercambio de dones será un pueblo capaz de caminar con paso firme y confiado por el camino que conduce a la unidad", convocó.


El mensaje papal tuvo también un espacio de crítica para la desigualdad que aqueja al mundo de la actualidad. "Los cristianos de Indonesia,reflexionando sobre la elección del tema para esta Semana de Oración, decidieron inspirarse en estas palabras del Deuteronomio: 'Persigue solo la justicia'", planteó el pontífice este viernes en su homilía.


"A ellos les preocupa mucho que el crecimiento económico de su país, movido por la lógica de la competición, deje a muchos en la pobreza, permitiendo que solo unos pocos se enriquezcan enormemente", aseguró Jorge Bergoglio.


"Está en riesgo la armonía de una sociedad, en la que conviven personas de diferentes grupos étnicos, idiomas y religiones, compartiendo un sentido de responsabilidad recíproca", advirtió el papa desde la Basílica de San Pablo Extramuros.




Pero Bergoglio aprovechó la lectura de los cristianos asiáticos y volvió a trazar uno de sus diagnósticos duros con el modelo económico actual. "Esto no vale solo para Indonesia: esta situación se repite en el resto del mundo. Cuando la sociedad ya no tiene como fundamento el principio de la solidaridad y el bien común, se produce el escándalo de ver a personas que viven en la pobreza extrema junto a rascacielos, hoteles imponentes y lujosos centros comerciales, símbolos de inmensa riqueza", denunció Francisco.


"Hemos olvidado la sabiduría de la ley mosaica, según la cual, si la riqueza no se comparte, la sociedad se divide. San Pablo, escribiendo a los romanos, aplica la misma lógica a la comunidad cristiana: los que son fuertes deben ocuparse de los débiles. No es cristiano 'buscar la satisfacción propia", reclamó el obispo de Roma.


En ese marco, Franciso pidió "esforzarnos por edificar a los que son débiles" ya que "la solidaridad y la responsabilidad común deben ser las leyes que gobiernan a la familia cristiana".


"Como pueblo santo de Dios, también nosotros estamos siempre próximos a entrar en el Reino que el Señor nos ha prometido. Pero, al estar divididos, tenemos que recordar la llamada a la justicia que Dios nos dirige", planteó.

lunes, 14 de enero de 2019

Amenazado el estado de derecho en Guatemala.

Diversos sectores sociales, políticos y religiosos han expresado su preocupación por las decisiones tomadas por el Presidente Jimmy Morales para poner fin al convenio con la CICIG y las Naciones Unidas. Consideran que es una amenaza al estado de derecho

Ciudad del Vaticano

Entrevista con Carlos Arrazola, Editor del periódico digital Plaza Pública de Guatemala.
Motivos de preocupación

Tanto la Iglesia Católica como otras instituciones han mostrado su preocupación sobre la decisión del gobierno guatemalteco de poner fin, de manera unilateral, al convenio con la CICIG y las Naciones Unidas. Las voces que se alzan, coinciden en que no se trata de estar a favor o en contra de la CICIG, se trata de preservar la legalidad con ética política y de recuperar el sentido profundo de lo político como forma de construir una sociedad más justa, pacífica e incluyente.


Corrupción e impunidad

Carlos Arrazola, en este análisis sobre la crisis política que afronta Guatemala, plantea que deshacerse de la CICIG no es el objetivo único del presidente Jimmy Morales y sus aliados, pero es un paso indispensable, sí, para avanzar en lo verdaderamente importante: detener la persecución penal por casos de corrupción y restaurar el sistema de impunidad que reinaba hasta antes de abril de 2015.

Para Carlos Arrazola, esta decisión es ilegal y busca perpetuar la impunidad. “Esta lucha tiene que ver con las élites de este país, el sector empresarial, militares, grupos muy conservadores y mafias criminales a los que ha llegado la CICIG, para beneficiarse, enriquecerse y generar impunidad”.

La Corte Constitucional ordenó al Presidente dar marcha atrás en su decisión mediante “el amparo provisional, dejando en suspenso la decisión de las autoridades del Estado de Guatemala”.
CICIG fracturada

A pesar de esta decisión, afirma Arrazola, la realidad es que “la comisión ha sido fracturada”. “Al presidente de la Comisión no se le permite el ingreso al país, y por medidas de seguridad, Naciones Unidas decidió sacar del país a más de una docena de sus principales investigadores, incluso guatemaltecos”.

Arrazola subrayó que con una Comisión fracturada será “muy difícil que vuelva a retomar el ritmo que traía y seguir con las investigaciones. La lucha contra la corrupción queda en manos de la Fiscal Consuelo Porras”. El editor de Plaza Pública manifestó que la fiscal cuenta con muy pocas posibilidades de éxito en su gestión, pues el sistema de justicia también padece la corrupción.

Para él es muy llamativo, que en la actual coyuntura, los partidos políticos, escasamente han expresado sus posiciones sobre la crisis. Expresa los temores sobre una posible represión a la ciudadanía si esta expresa su parecer y apoyo a la CICIG y a las decisiones de la Corte Constitucional.

domingo, 25 de noviembre de 2018

El derecho a morir con dignidad.Perspectiva ético-religiosa en una sociedad democrática.



Benjamín Forcano, teólogo

EL DERECHO A MORIR CON DIGNIDAD
1.Universalidad de la etica racional
2.Conexion-colaboración de Etica y Religión
3.El vivir ético de la muerte
-La muerte es impensable sin referencia a la vida
-Actitudes diversas ante la muerte
-La muerte en su relación con el “más allá” y “el más acá”
-¿Acaba todo con la muerte?
-Postura cristiana la más común ante la muerte
4.El derecho a morir con dignidad
-Eutanasia, Distanasia, 0rtotanasia


EL DERECHO A MORIR CON DIGNIDAD
Perspectiva ético-religiosa en una sociedad democrática

Benjamín Forcano
1.Universalidad de la etica racional
2.Conexion-colaboración de Etica y Religión
3.El vivir ético de la muerte
-La muerte es impensable sin referencia a la vida
-Actitudes diversas ante la muerte
-La muerte en su relación con el “más allá” y “el más acá”
-¿Acaba todo con la muerte?
-Postura cristiana la más común ante la muerte
4.El derecho a morir con dignidad
-Eutanasia, Distanasia, 0rtotanasia

1.Universalidad de la ética racional
Considero importante situar el tema dentro de la sociedad en que vivimos. Una sociedad que se propone legislar sobre este tema desde una visión global, con inclusión de diversas opiniones y que, tras someterlas a debate, aprueba lo que es norma vinculante para todos, y deja fuera lo que no aparece como deber y derecho de todos.

Hemos vivido tiempos en que la uniformidad de pensamiento quedaba recogida en leyes sin lugar apenas para la pluralidad y disidencia. La modernidad rompió esa uniformidad desde una mayor conciencia de la dignidad, la libertad y los derechos de la persona. Y descubrimos que, por encima de credos excluyentes, – religiosos o ateos- nos unía un credo ético de validez universal, para regular nuestra convivencia
En nuestra sociedad vivimos ciudadanos : católicos , creyentes de otras religiones, ateos, agnósticos… La discrepancia entre unos y otros ha sido tal en nuestra historia que en ocasiones nos llevó incluso a enfrentamientos de exterminio mutuo.

Al abordar el tema del derecho a morir con dignidad, habremos de tener en cuenta este fondo cultural y sociopolítico, muy presente en el hoy de nuestra convivencia.
Pese a todo, hemos entrado en una perspectiva distinta que puede fecundar una convivencia plural, tejida de respeto y aceptación del otro. Es la perspectiva de una ética racional , que fundamenta nuestra convivencia en valores comunes. Una ética, que nos podrá hacer coincidir en determinados puntos a la hora de juzgar el derecho a morir con dignidad.

Nadie, pues, por ser católico o por ser no creyente, queda exento de esta ética: “Trata a los demás, como deseas que los demás te traten a ti” ; “Ama al prójimo como a ti mismo” es la regla de oro, de valor universal. O, según escribe el reconocido teólogo Hans Küng: “Esta ética mundial supone una serie de valores vinculantes, criterios inamovibles y actitudes básicas personales, extraidos de lo que es la dignidad inviolable e inalienable de toda persona humana. Todos, individuos y Estado, han de considerar siempre al ser humano sujeto de derecho , fin y no medio u objeto de comercialización. Nada ni nadie puede “estár más allá del bien y del mal”. Y todo ser humano, dotado de razón y de conciencia, está obligado a actuar de forma realmente humana y no inhumana, a hacer el bien y evitar el mal”.
De esta dignidad brotan naturales estos preceptos:
Respeta la vida
Practica la justicia
Sé honrado y veraz
Ama y respeta a los otros.

2.Conexión y colaboración de Etica y Religión

Quedan atrás los tiempos en que la ética no contaba frente a la posición hegemónica de la religión o en que la religión quedaba descartada por sobrante y reemplazada por la ética.
Todo cristiano tene como artículo primero de su fe el respeto de la dignidad de la persona y todo ateo parte también de este presupuesto. Los que seguimos a Jesús de Nazaret no sólo reivindicamos esta ética como parte sustancial de su mensaje, sino que, desde una perspectiva transcendente, aportamos mayor incondicionalidad y luz a los valores e imperativos de esta ética.

Damos entonces como superada esa contraposición entre Etica y Religión, entre la autonomía de lo humano y la heteronomía de lo religioso, establecida en la modernidad: “No tenemos necesidad de Dios, podemos prescindir de la religión pero no de la ética, ya que sin unos mínimos éticos universales es imposible la convivencia”.
Reprobada la negatividad histórica en que ha incidido muchas veces la Religión, no cabe prescindir de ella, porque sin ella no hay forma de responder a ciertas preguntas de la existencia humana, ni hacer justicia a los que fueron muertos injustamente ni dar soporte último a los imperativos éticos.

3.El vivir ético de la muerte
1.La muerte es impensable sin referencia a la vida
Si la muerte no tiene sentido en ella misma, habremos de buscarlo en la interpretación que hacemos de la vida. Como algo que pertenece a la vida y desde ella misma, la muerte se la puede entender como final, transformación, plenitud. Considerada en su totalidad, la muerte puede ser interpretada
. Como derecho de toda persona a morir con dignidad. . Como derecho inviolable a la vida de todo moribundo. . Como conflicto entre el derecho a una muerte digna y la prolongación artificial de la vida misma.

Nuestra sociedad no quiere saber nada con la muerte, la rehuye y la teme. Aún así, no tiene más remedio que contar con ella, pues por sí misma acaece de vez en cuando y actúa inapelable en el círculo más próximo de seres queridos.
Reactivamente, la cultura dominante empuja a darla como inexistente o encubrirla discreta o azarosamente.

Si realmente a nadie se le escapa que el ciclo de la vida nos depara nacer, vivir y morir, a nadie le debiera resultar extraño admitir el hecho mismo de la muerte y el preguntar por su sentido . Que tengamos que morir de una u otra manera , viene después.
De modo que el hecho mismo de la muerte, apunta conclusiones transparentes:
1ª) El vivir humano tiene una duración ineludiblemente limitada, y se debiera atender en lo que es para no concebirla ni organizarla como algo absoluto.
2ª)Esta conciencia no va desligada del último proceso de la muerte, que inquiere cómo vivir para alcanzar el sentido auténtico de la vida.

3ª) Interesa saber si, después de todo, el morir es total, con un pasar a la nada; o un resucitar, con un pasar a la plenitud de vida y dicha eternas.
Nuestra manera de ser, racional y libre, en identidad universal de especie y de solidaridad, dificultaría entonces las alienaciones de quienes se sumergen en mundos de vida y felicidad ilusorios, que malogran su existencia y derivan en ruina y desgracia para los demás.
La muerte, nos pertenece, la llevamos dentro desde que nacemos y, sin obsesión ni temor, debiéramos integrarla como parte de nuestra vida.

2. Actitudes diversas ante la muerte
En la muerte palpamos lo finito y perecedero de nuestra vida terrena y, a la par, su enaltecimiento y plenitud cuando alcanza el encuentro definitivo con Dios. Y aquí las actitudes, variables, configuran anticipadamente la decisión última:
-Una será la del que estoicamente se irá apropiando la muerte como de una dimensión intrínseca a la vida.
-Otra la del que, con una u otra forma de espiritualidad, tratará de preparase y aprender el ”ars moriendi”.

-Otra la del que pretende hacer de ella un ejemplo de lo buena o mala que ha sido su vida, así don Quijote: para morir se reconcilia consigo mismo, es decir, se vuelve cuerdo y torna a ser Alonso Quijano. “Yo me siento, sobrina, a punto de muerte”, “Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda priesa”, “y querría hacerlo de tal modo que diera a entender que no habría sido mi vida tan mala”.
-Otra la de los que , como se ha hecho en la tradición cristiana, viven ascéticamente, apercibiendo al alma para tener la vida muerta al placer o adelantar al momento presente lo que en el momento de la muerte se hubiera querido hacer.
Para quien entiende la muerte como propiedad de nuestra naturaleza, le resulta lógico aceptarla como meta de un proyecto de vida propio del ser humano que vale la pena vivir y que en perspectiva cristiana se nos corona con lo imperecedero de ese proyecto en la plenitud del Dios Amor, que nos creó, sustenta y plenifica.

3. La muerte en su relación con el “más allá” y “el más acá”.

a) Influencia de la muerte en la configuración ética de la persona.
Es difícil no apuntar al “más allá” cuando de la muerte tratamos. Si yo tengo que morir individualmente, es casi seguro que en un momento o en otro me preguntaré por la consistencia de los imperativos éticos intramundanos, por la importancia de las otras decisiones que no tienen la importancia de la última, por la fisura irrestañable que me deja la muerte del otro, por la motivación que la apropiación de mi muerte genera en mi vida moral y por la actitud que, en conformidad con lo que sigo pensando, debo adoptar ante ella.

El batacazo de la muerte es tal que si no rompe toda entereza, hace difícil reponerse ante ella. Somos libres y, sin embargo, no nos es dado evadirnos ante lo absurdo y escandaloso de su límite.
Puede surgir el filosófico pensar de que estamos hechos para la muerte o el contrario de que la “mortalidad no es muerte”. Pero, en el fondo, nos encontramos con el muro lacerante de nuestra limitación: cómo seguir afirmando los imperativos absolutos de la dignidad, de la justicia y de la libertad desde nuestra irremediable fragilidad. ¿Cómo se le hace justicia a un hombre muerto injustamente? ¿Cómo se devuelve la dignidad y la libertad a los tratados como esclavos si la muerte ha acabado definitivamente con ellos?

Estos interrogantes no tienen respuesta, si no hay pervivencia individual más allá de la historia. Sin este presupuesto –para un cristiano, el de la resurrección- no hay posibilidad de una opción revolucionaria honesta y coherente.
Sólo si Dios es el dueño de la historia -y para el cristiano lo es- la vida alcanza una trascendencia que garantiza el carácter incondicional de los valores éticos. Jesús con su resurrección es el prototipo de la incondicionalidad de la ética.

Si la ética me resulta incondicional lo es porque va unida a la pervivencia y a la Trascendencia. Mi ética no es posible sin la incondicionalidad y ésta sin la Trascendencia; sólo en la Trascendencia cobra base mi pervivencia y la incondicionalidad.
La muerte efectúa de esta manera una función de iluminación e inspiración en el “más acá” moral. La muerte -¡vaya paradoja! – nos hace trascender la misma historia, apoyada en la incondicionalidad de la ética. La ética no agota la totalidad de lo humano, existe un más allá de la ética, sobrepasada por las religiones, que nos muestra estar atravesados por la dialéctica misma de lo absoluto y lo relativo.

b)¿Acaba todo con la muerte?
Cuando alguien se nos va, nos conformamos con rendirle homenaje ponderando su modo de vivir y guardándolo agradecido en nuestro corazón como memoria y estímulo de nuestro vivir.
Pero hay algo más hondo sin resolver y que alimenta nuestro temor: ¿con el morir, tenemos motivos para seguir amando y promoviendo la vida, o para renunciar y abdicar de ella?
Ahí, la cuestión: si todo acaba con la muerte o alcanza en ella la plenitud. ¿Vale la pena vivir si no cabe esperar nada después de la muerte?

Toda vida tiene un comienzo, un desarrollo y un final. Pero no toda vida alberga capacidad consciente sobre ese comienzo, desarrollo y final. El ser humano, sí.
Nosotros somos conscientes de que nuestra vida corporal no es para siempre, tiene término y se corrompe. Sólo que, cuando disfrutamos del esplendor y vigor de la vida, todo se nos va a un mayor crecimiento y superación, como si nunca se nos fuera a acabar. Pero, se acaba.
Y la consideración de ese momento, vuelve de nuevo: ¿por qué y para qué vivimos? ¿Qué valores e intereses absorben nuestra vida? ¿Recibimos marcada la dirección en que debemos avanzar en nuestra vida?

A todo esto, precede otra pregunta: ¿El avanzar en una u otra dirección va unido a la convicción de que la vida humana prosigue transformada y enaltecida después de la muerte o queda por completo fenecida en el instante de la muerte?
Se admita lo uno o lo otro, ¿encontramos en el ser humano fundamento para que nuestro caminar lo hagamos comunitariamente desde la igualdad, la justicia, la solidaridad , la verdad y el amor? ¿Es tarea y objetivo nuestro la prosecución de la dignidad, del bien, de los derechos y de la felicidad de todos como si fueran la nuestra?

Pienso que es aquí donde aparece la línea divisoria entre aceptar o rechazar la muerte, considerada como castigo o premio, amenaza o promesa, pérdida o ganancia, derrota o victoria.
Optar por lo uno o por lo otro, configurará de un modo diferente la vida de unos y de otros. Todo depende del significado que se da a la muerte: ¿Caida en la nada? ¿Llegada a la vida plena?
Desde la opción de caida en la nada, se explica la postura de quienes, ansiosos de vivir la vida presente, se aferran a ella , acumulando poder, riqueza, éxito, placer,… aunque sea con desprecio, marginación y opresión de los demás.

El imperativo ético de la igualdad y de la justicia, de la solidaridad y del amor, es natural e intrínseco al ser humano y opera en muchos leal y coherente. Y el imperativo religioso transcendente asume y refortalece ese imperativo, dándole mayor incondicionalidad.

Creo, por tanto, que, para ocuparnos serenamente del tema de la eutanasia, ayuda mucho el verla en todo el proceso de la vida, que se la ama profundamente también en el último de la muerte.

El morir humano es necesidad y es libertad. Entramos en la vida sin que se contara con nosotros e hicimos una biografía personal, merced a nuestro yo libre y responsable.
En este sentido, el morir , como el vivir, es de cada uno y debiéramos llegar a él dispuestos a darle cumplimiento personal.

A la muerte no se llega de improviso, como una fatalidad inesperada, sino que calladamente nos ronda , pues en el día a día se nos va gastando algo de la vida. Y en el día a día vamos forjando un estilo de vida, una personalidad, que será determinante a la hora de dar cumplimiento al acto último del morir. Hacemos nuestro lo que nos pertenece , libremente, como bellamente lo expresa el maestre Don Rodrigo:
“Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura “ (Jorge Manrique, Coplas)

c) La postura cristiana tradicional o más común ante la muerte
Frente el tema de la muerte, la mayoría de los cristianos tienen bien arraigada esta idea: pase lo que pase y sea cual fuere la situación a la que podamos llegar, la vida la hemos recibido del Creador y no nos es dado disponer de ella por iniciativa propia para terminarla o acortarla.

Jóvenes o viejos, sanos o enfermos, con enfermedad curable o incurable, en condiciones apacibles o de dolor intolerable, pudiéndonos valer o en dependencia grave o extrema para todo, en todos los casos nuestro deber es respetar y continuar la vida hasta que se acabe, sin ahorrar medio alguno que se sepa puede ayudarle y nosotros podamos conseguir.

Esta es la postura más generalizada y se entiende que a la base de ella existan diversas razones para mantenerla.
Analizaré más adelante, las razones que avalan esta postura y discerniremos si todas valen y en qué medida.
De momento, conviene advertir el absolutismo de este principio, que pugnará por salir a cada paso en el tratamiento que vamos a desarrollar.

Cierto que se muere una sola vez y para siempre. Y acaso por eso, o también porque el don recibido gratuitamente no lo puede uno en ningún momento dar por concluido, se la respeta hasta el último momento. Lo contrario sería un gran desacato y la más indigna de todas las decisiones humanas.

4. La vida no es un valor absoluto
Sin embargo, la vida humana en su más amplia y azarada historia, nunca ha renunciado a prescindir de ella, cuando se interponían otros valores.
Se afrontaba como digna :
.La decisión de perder la vida cuando traicionar un secreto podía suponer la muerte para muchos.

.Cuando le asistía el derecho a defenderla frente a un ataque injusto, aún a sabiendas de que podía perderla o perderla el injusto atacante.
.Cuando por generosidad y amor inmenso se ofrecía para rescatar y hacer sobrevivir a otro.
. Cuando se afrontaba el martirio antes que renegar de la propia fe.
.Cuando por defender a la patria, se rechazaba al enemigo antes que dejarse invadir y dominar calificando a los que tal hicieron como superhéroes, etc..

Es decir, la vida es el primero y el más grande de los valores, pero no un valor absoluto. Hay situaciones en que , por especiales motivos, se considera digna y éticamente válida la decisión de renunciar a ella.
¿En el proceso del tránsito hacia la muerte, pueden darse situaciones y existir razones que hagan éticamente valida la decisión de acabar con ella acortándola?
Es lo que vamos a ver.

4.El derecho a morir con dignidad

1.Acordar el significado de los términos: Eutanasia, distanasia, ortotanasia.

. EUTANASIA

Es conveniente analizar el uso de la palabra eutanasia, por la ambigüedad que ha adquirido en el lenguaje moderno. Nuestro hablar sobre el tema resultará oscuro y polémico si no aclaramos previamente el significado del que partimos.
A lo largo de la historia, la palabra fue utilizada:
1. Como simple deseo o petición de tener un morir bueno, felíz, sin preocuparse de la ayuda al morir.
2. Como un buen morir, en el que no falten a la persona los cuidados aconsejados por la medicina y la moral .
Es lo que, ya en 1516, en Utopía, narra con singular sabiduría Tomás Moro:
“A los enfermos incurables se les atiende y trata esmeradamente , prestándoles toda clase de cuidados. Pero si a los males incurables se añaden sufrimientos atroces, entonces al paciente se le hace ver que se halla privado de sus funciones vitales , que está sobreviendo a su muerte y que es una carga para sí mismo y para los demás y le resulta inútil obstinarse por más tiempo en dejarse devorar por el mal y las infecciones. Y, en esa situación, armado de esperanza, debe aceptar la muerte, abandonar esta vida cruel como quien huye de una prisión o del suplicio y no dudar de liberarse o permitir que lo liberen los otros. Los consejos en este sentido de los magistrados y sacerdotes son sabios y desempeñan una obra piadosa y santa.

Los que se dejan convencer ponen fin a sus días, dejando de comer. O se les da un soporífero, muriendo sin darse cuenta de ello. Pero, no eliminan a nadie contra su voluntad, ni por ello le privan de los cuidados que le venían dispensando. Este tipo de muerte se considera algo honorable. Pero el que se quita la vida -por motivos no aprobados por los sacerdotes y el senado- no es digno de ser inhumado o incinerado. Se lo arroja ignominiosamente a una ciénaga” ( Felipe Aguado, Utopía y Educación, Nueva Utopia, Madrid 2016, pp. 233-234).

3. En el momento actual, la eutanasia se la suele entender: -Médicamente, como terapia que, en un proceso de oscurecimiento u ocaso de la vida, pretende adelantar la muerte.
-Moralmente, tal adelantamiento se lo aprueba o reprueba, si el valor de la muerte se lo considera una alternativa mejor al valor de seguir viviendo.
En esta perspectiva, si el enfermo no se encuentra en fase terminal, no se considera aceptable el suicido asistido.Hay , sin embargo, países que lo admiten.
Para esta situación, son varias las razones aducidas para rechazar la eutanasia:
-La evidencia de que la vida humana es y aparece por sí como valor inviolable.
-La vida humana implica una evolución que avanza hacia el envejecimiento, la improductividad social, etc., sin que por ello pierda valor.

-Toda lucha emprendida por la emancipación y conquista de los valores éticos, tiene apoyo y justificación en la vida misma de la persona.
-La vida humana nunca, de cara a otros valores comerciales, industriales, …o instancias de arbitraria voluntad humana ,
puede ser utilizada como instrumento: es fin y no medio.
Estas razones , propias de una ética racional, hacen que quienes llegan a una situación en que su vida no tienen futuro y está expuesta a la amenaza de fuertes dolores y aceptan sin más la finitud del ser humano y no creen en un Dios Trascendente ni en el más allá , puedan recurrir a la eutanasia directa.

. ORTOTANASIA
La ortotanasia aboga por vivir una muerte digna, lo cual no se da si no se hace responsablemente.
Y ese vivir responsablemente la muerte supone el ser consciente y dueño de ese vivir, el poder hacerlo siendo plenamente humano, no subhumanamente como sería si me sorprendiera sumergiéndome en un proceso puramente vegetal, privado de lo más propiamente humano: ser consciente y poder decidir libremente, decidir que no se me implique y prolongue artificialmente en una suerte de vida vegetal, que se me deje morir, sin aplicar medios que no suprimen ese estado vegetal y me obligan a seguir en un proceso que ya no es humano.

Por lo menos, eso: que me sea dado decidir racional y libremente, como me corresponde, sin sentirme obligado a seguir y prolongar mi vida, que se me deje morir, que no es lo mismo que hacerme morir.
Defendemos la necesidad de regular el derecho a morir con dignidad. Yo creo que esa reflexión está en la sociedad, aunque haya grupos a los que les gustaría llegar mucho más lejos.
Pero nuestro debate desea poder argumentar e iluminar y ayudar a que los Gobiernos puedan legislar con acierto y para bien de todos.

Analizamos la situación concreta de este caso, mediante el concepto de la ORTOTANASIA, que integra el respeto al valor de la vida y al valor de una muerte digna:
. tratando de evitar el mantenimiento artificial de dolores y sufrimientos indebidos ,
. en una situación de enfermedad incurable,
. con consentimiento del paciente.

Resulta éticamente correcto, y es una alternativa válida, la de anticipar el final de un proceso doloroso inncurable, no sólo no aportando medidas biomédicas extraordinarias, sino suspendiendo las ordinarias, dejando que el proceso acabe por sí mismo, o incluso con la ayuda de algún medio adecuado.
Esta posición, válida desde una ética racional y civil, puede que no sea admitida por la legislación de unos u otros países y, en tal caso, conviene averiguar si está sometida o no a penalización. Pero, tal circunstancia es relativa, puede cambiar y no afecta al contenido éticamente válido de la decisión tomada.

Posición ésta sostenida incluso por pensadores y teólogos católicos. De haber aplicado el sentido común y las exigencias de una ética elemental, no se hubiera llevado a la sociedad la absurda controversia suscitada por casos socialmente controvertidos y famosos.
Es casi unánime el sentir y el tratamiento de que, en casos como el descrito, no se trata de aplicar sin más la eutanasia, con intento de abreviar indiscriminada e inmotivadamente la vida. Ni tampoco de prolongarla artificialmente –distanasia- sean cuales sean las circunstancias.

La cuestión se resuelve desde una aplicación de la ortotanasia, es decir, desde un conjugar e integrar con equilibrio los dos valores en conflicto : el de derecho a la vida y el del derecho a morir dignamente.
La argumentación desarrolla los siguientes aspectos: . Con ser importante, la vida no es un valor absoluto sino relativo y finito, hay un momento en que a todos se nos acaba.

. Deber de todos es atender al enfermo, acompañarle y asistirle con todos los medios para que puedan ser aliviados sus dolores, recuperar su salud y prolongar la vida.
. Pero, hay situaciones extremas de enfermedad y de enfermedad incurable, en que los dolores pueden ser persistentes y agudos y, además, no hay esperanza razonable de recuperación.
Es entonces, cuando el enfermo demanda el derecho a morir con dignidad, que se le respete y se le permita un mínimo de calidad de vida y, en consecuencia, no se le apliquen medios extraordinarios o desproporcionados que le prolonguen artificialmente la vida manteniéndola en un nivel vegetativo, al que suelen acompañar dolores físicos o psicológicos, más o menos fuertes. Sería inútil y reprobable este “uso encarnizado terapéutico” .

No es, por lo tanto, ilícito para el mismo enfermo, familiares y médicos dejar de aplicar esas técnicas o medios, aunque con ello se abrevie la duración de la vida. Hay que respetar el derecho de la persona a morir en paz, que no es lo mismo que hacerle morir.
Este modo de pensar, aunque muchos puedan no creerlo, fue expresado con claridad por la Comisión Episcopal Pastoral de la Conferencia Episcopal Española en 1989 que, a propósito del testamento vital, dice: “Si por enfermedad llegara a una situación irrecuperable, no se me mantenga en vida por medios desproporcionados, no se me prolongue la vida abusiva e irracionalmente, y ayúdeseme a vivir ese momento como cristiano, en paz y en compañía de mis seres queridos”.

Igualmente, el Catecismo Romano en el Nª 2278 dice: “La interrupción de tratamientos médicos, onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el “encarnizamiento terapéutico”.
Con esto no se pretende provocar la muerte, se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad; si no por los que tienen derechos legales respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

domingo, 4 de noviembre de 2018

El peligro de las iglesias evangélicas en la política latinoamericana.


por Miguel Torres

Los grupos evangélicos son un nuevo actor en la vida política latinoamericana y se han propagado sagazmente en cada país logrando una inédita influencia, ganando terreno al monopolio que había ostentado el catolicismo desde hace siglos. Su poder crece día a día como contracara al avance de los movimientos feministas, de las minorías sexuales e identidad de género, con un discurso conservador, autoritario y totalizador.

La crisis de representatividad de los partidos ha ayudado al incremento de las instituciones religiosas neopentecostales y a que estas puedan entrar fácilmente en el tejido social y actuar desde ahí como “salvadores” de la fe, la vida y la política.

En una investigación del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), titulada “Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica”, se establece que el evangelismo explota políticamente su gran despliegue mediático, gracias a sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales, que deja en desventaja a los demás candidatos del sistema político, ayudadas de una “gran capacidad económica ligada al aporte-convicción de sus feligreses” y son fervientes “defensores del neoliberalismo y la sociedad de consumo”.

Por ello que la participación de las iglesias evangélicas en la política latinoamericana crece y alimenta las facciones políticas de la ultraderecha para impulsar su agenda conservadora, a través de candidatos propios o entregando el apoyo a quienes promuevan sus principios, definiendo algunas veces el resultado de elecciones y presionando en la toma de decisiones.

En América Latina han crecido de manera peligrosa y este peligro no es abstracto. En Colombia los evangélicos contribuyeron a la victoria del No a los acuerdos de paz en el plebiscito sobre la paz en el 2016. La mención a los derechos LGBT en las negociaciones de paz puso en alerta y movilización a las iglesias y los pastores. En Costa Rica tras un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor del matrimonio igualitario, Fabricio Alvarado, periodista y cantante de música cristiana pasó en primer lugar a la segunda vuelta como candidato del partido evangélico Restauración Nacional. Y si bien fue derrotado, pudo aglutinar el 40% de los votos, principalmente de sectores conservadores, contra la ‘ideología de género’.

Clifford Geertz, antropólogo estadounidense, postula que la religión “es un sistema de símbolos que genera ánimos y motivaciones poderosas, persuasivas y persistentes en los seres humanos”. Así, su potencial para formular concepciones no científicas que superan el contexto puramente religioso, dándole sentido a las realidades sociales, neutralizan la lógica de cómo se debería tomar decisiones políticas: la razón científica, el sentido común y la consideración incluyente.

De esto se aprovechan los evangélicos y sus líderes, que tienen a su libre disposición una gran cantidad de creyentes-electores, con quienes fundan un vínculo muy rígido basado en un sistema de símbolos, principios y valores, creando una relación de poder asimétrica y autoritaria.

El éxito que el mundo evangélico está teniendo en la vida política se debe a que es un grupo muy heterogéneo en términos de tipos de iglesias, adscripciones teológicas y posicionamientos políticos, estableciendo una relación directa entre la comunión con Dios y el bienestar material, teniendo como terreno fértil la mayor individualización e identificación por la vía del consumo de los sectores populares, ayudado por el neoliberalismo que, por su parte, propaga los mismos principios.

En América Latina han crecido de manera peligrosa y este peligro no es abstracto. En Colombia los evangélicos contribuyeron a la victoria del No a los acuerdos de paz en el plebiscito sobre la paz en el 2016. La mención a los derechos LGBT en las negociaciones de paz puso en alerta y movilización a las iglesias y los pastores. En Costa Rica tras un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor del matrimonio igualitario, Fabricio Alvarado, periodista y cantante de música cristiana pasó en primer lugar a la segunda vuelta como candidato del partido evangélico Restauración Nacional. Y si bien fue derrotado, pudo aglutinar el 40% de los votos, principalmente de sectores conservadores, contra la ‘ideología de género’.

En República Dominicana, Perú y México los evangélicos han organizado marchas en contra del movimiento LGBT. En Guatemala, la religión evangélica prácticamente ha alcanzado al catolicismo, cuyo gobierno es presidido por Jimmy Morales, un humorista y teólogo evangélico, que en sus discursos exhibe aires de predicador.

En Brasil el poder evangélico reside en el Congreso y ha tomado la forma de un frente evangélico que reúne a los parlamentarios que profesan esa religión, quienes todos los miércoles por la mañana se reúnen en una sala plenaria para rezar juntos, entonando cantos y plegarias. Son los mismos que influyeron decisivamente en la caída de Dilma Rousseff mediante un golpe parlamentario y han posicionado a Jair Bolsonaro como un candidato presidencial fuerte, utilizando sus medios para crear una campaña de terror y mentiras contra Fernando Haddad.

En Chile están creciendo de a poco y la débil “bancada evangélica” no ha logrado influir en la toma de decisiones y en las políticas públicas. Sin embargo, hay que mirarlos con recelo y desconfianza, porque al igual que en otros países intentarán penetrar las esferas políticas con el fin de imponer su agenda ultraconservadora, utilizando a sus pastores con un discurso de populismo religioso, más radical y de mayor alcance.

En política es necesaria la diferencia ideológica, sin embargo, cualquier religión con aspiraciones y ambiciones políticas se opone a los ideales y fundamentos de la democracia. Y en este sentido, los evangélicos suponen un riesgo para el desarrollo de una sociedad moderna y pluralista, porque forman parte de una avanzada contra los nuevos tiempos y procesos que se viven en la región, en que se debate sobre el feminismo, el matrimonio igualitario, el aborto, la identidad de género y derechos de minorías LGTBI, coartando libertades e imponiendo su visión conservadora.

lunes, 7 de mayo de 2018

El silencio cómplice.


José M. Castillo, teólogo

Uno de los factores más determinantes del malestar, que se palpa (en España y fuera de España) en tantos ambientes, es el silencio de miles de cosas, que habría que saber y no se saben. Porque nadie se atreve a tirar de la manta. Y que, de una vez, nos enteremos de lo que realmente está pasando en este país.
Hay un hecho que es incuestionable: la corrupción está cimentada en el silencio; y el silencio es lo que la ha hecho posible. Cada año que pasa, España es más rica. Y cada año que pasa, el 90 % de la población se ve más apurado para salir adelante o simplemente para llegar a fin de mes. ¿Dónde se meten la cantidad de millones de euros que entran continuamente en este país? Esta pregunta no tiene respuesta porque hay demasiada gente, que sabe cosas que habría que decir, pero se las calla.


Yo no soy político, ni economista, ni jurista, ni sociólogo. Yo he dedicado toda mi vida a la teología. O sea, a las cosas de la religión. Por eso me pregunto muchas veces: ¿no es responsable también en esto la religión? Claro que lo es. Y mucho. La Iglesia tiene que mantener y proteger los privilegios que el Estado le concede. Pero eso tiene un precio. Que se paga con dinero o con silencio. ¿Por qué las mujeres se han tirado a la calle cuando se ha sabido el escándalo de “La Manada”? ¿Han hecho algo parecido los obispos y los curas? Unas monjas carmelitas de clausura han dicho lo que tenían que decir. Y los que nos hemos quedado tan tranquilos en nuestras casas, ¿por qué nos quedamos calladitos? ¿para no complicarnos la vida? ¿Por qué nos tranquilizamos la conciencia pensando que “esto a mí, ni me va ni me viene

Los cristianos tendríamos que saber – y tenerlo siempre muy presente – que en el Evangelio hay una palabra fuerte y clara, que fue dicha por Jesús cuando lo llevaban al tribunal para condenarlo a muerte. “Yo lo he dicho todo con libertad” (“ego parresía leláleka tó kósmo”) (Jn 18, 20). Aquí el término clave es “parresía”, que designa propiamente la libertad para decirlo todo (H. Balz).

En misas y sermones, los hombres de la religión predican contra los peligros del sexo, la falta de fe y de piedad, las amenazas del pecado, la muerte y el infierno. Y no cabe duda que todo eso, si se hace como Dios manda, es importante. ¿Pero han escuchado Vds muchas predicaciones que nos expliquen con claridad los peligros que entraña el silencio de tantas cosas que habría que decir y no las decimos?

El Papa Francisco ha sacado a la luz tantos y tantos escándalos de la Iglesia y sus clérigos por abusos que nos dan vergüenza ¿No es esto el mejor servicio que se nos puede hacer a todos para sanearnos desde lo más hondo de nosotros mismos?

lunes, 16 de abril de 2018

Espiritualidad y religiones.


Iosu Perales

De vez en cuando algún obispo hace públicas reflexiones muy críticas rayanas en la intolerancia acerca de prácticas como el yoga, el reiki y otras meditaciones orientales. Dicen de ellas que no son compatibles con la fe cristiana, lo cual suscita perplejidad en buena parte de la ciudadanía. 

Para muchas personas espiritualidad y religión son lo mismo. Más todavía, hay quienes creen que sólo puede ser espiritual quien forma parte de una Iglesia. Es una idea equivocada. Mucho antes que el cristianismo –por poner un ejemplo tan cercano a nosotros– ya había hombres y mujeres que practicaban el cultivo del espíritu, que meditaban, que ayunaban, que vivían una intensa vida interior. Ahora bien, es también verdad que hay muchas personas con una religiosidad practicante y una gran espiritualidad. La realidad de esta relación es por consiguiente muy diversa y desde luego que todas las formas deben ser respetadas.

Creo que hay que diferenciar también entre quienes se sienten partícipes de una religión y no son miembros de una Iglesia y quienes lo son y observan sus normas. Lo religioso excede lo institucional, y puede encontrar en este último un ambiente favorable u hostil, como lo hizo notar hace muchos años el teólogo brasileño Leonardo Boff en su libro Iglesia: carisma y poder.


Un amiga, teóloga, me tiene dicho que precisamente por ser seguidora del Evangelio no es parte de ninguna Iglesia. “Los dogmas ya no me dicen nada. Las tradiciones del cristianismo, tal como las aprendí, me son cada vez más ajenas”. Mi amiga busca una espiritualidad que alimente de verdad el sentido de su vida. Por eso toma distancia, revisa y critica la religión aprendida. Como en su caso, pienso que mucha gente percibe que el sistema religioso que nos han enseñado habla de un concepto anticuado del mundo. Es necesario caminar con otros zapatos.


Mi amiga, como millones de personas en el mundo, practica el yoga. Encuentra en ello una calma mental y un equilibrio emocional que le ayudan a ser mejor persona. En la relajación encuentra una buena vía para viajar a su interior, conocerse y reconciliarse consigo misma. De alguna manera hace meditación, aunque es verdad que hay otras prácticas de raíz oriental más especializadas. En realidad no hay meditación mala. Precisamente, en las sociedades ruidosas del presente, qué falta hacen el silencio, la meditación, la prudencia y el diálogo crítico, que son virtudes esenciales en estos tiempos en los que la felicidad, tejida de solidaridad, sentido de justicia y buen trato, es un bien escaso.


Mi amiga cita a Einstein cuando dice: “A mí me basta con el misterio de la eternidad de la Vida, con el presentimiento y la conciencia de la construcción prodigiosa de lo existente”. Y añade: “La religión, el sistema religioso en el que me educaron me llenó de respuestas fijas, preestablecidas, muchas de ellas amenazantes, angustiantes, generadoras de miedo, de culpa y de infelicidad”. Lo que quiere decir es que es tiempo de humanizarnos superando los ritos rígidos y rutinarios. Su referente es Jesús de Nazaret en quien ve a un hombre espiritual y un maestro ético que no es responsable de los dogmas construidos desde el poder y justificados con monoteísmos rígidos y agresivos.


La meditación no es contraria en todo caso a la práctica de una religión. A través de ella se fortalece una cualidad humana que consiste en preguntarse sobre el sentido de la vida y en buscar respuestas. Se puede estar en los dos lugares al mismo tiempo. La posición escogida por mi amiga es un ejemplo de lo que está ocurriendo con mucha gente que deja de sentirse vinculada a la Iglesia católica y a las religiones organizadas en poderosas estructuras en general. Ahora bien, otros muchos millones de personas también practican yoga y meditación sin ser seguidoras de los evangelios. O bien son agnósticas o directamente ateas.


Como he afirmado toda meditación es buena. Hay autores que datan su presencia en hace cinco mil años. Budismo, hinduismo, paganismo, islamismo, judaísmo, cristianismo… han ido configurando formas de meditación que no deben ser jerarquizadas. Cada quien busca y procura encontrar aquella que encaja mejor en su personalidad, en sus creencias. No sería bueno que del mismo modo que las religiones discuten sobre cuál es la verdadera y se ufanan de que sus divinidades son más poderosas, las meditaciones discutieran sobre cuál es superior a las demás.


La espiritualidad no se cobija bajo un paraguas que representa una fe segura, lo que es muy legítimo, sino que se hace preguntas, es permanente búsqueda, es cuestionadora, es crítica, un camino propio. Es como un viaje al interior de la persona que medita a su modo e interpela a la conciencia para actuar de una determinada manera. Pero como digo creo que es perfectamente compatible con ser miembro de una Iglesia. Es desde la libertad que cada cual debe elegir, no debe haber imperativos externos que marquen las fronteras de lo prohibido y de lo permitido.


Por todo esto, no alcanzo a entender las descalificaciones de quienes erigiéndose en jueces consideran que entre el yoga y cualquier modalidad de meditación, bien sea laica u oriental, hay un muro infranqueable con la fe cristiana. Sinceramente creo que además de ser una afirmación errática, de autoaislamiento, es sectaria. Me suena a que quienes lo afirman están molestos por una cierta pérdida de control, una frustración derivada de ver que mucha gente medita de una u otra manera fuera de su ámbito. Al contrario, la empatía entre los seres humanos debería llevarnos, primero al respeto, segundo a la humildad de no creer que nuestra propuesta es la única válida. Lamentablemente, el integrismo sigue arraigado en algunos sectores católicos. Son incapaces de estar a la altura de los tiempos y ven lo nuevo como una amenaza.


Antes de llegar a un posicionamiento de choque y anulación del otro, los afirmantes deberían preguntarse porque las iglesias se vacían. Tal vez la idea de Dios más generalizada en las jerarquías no se asocia a la fiesta, a la alegría, al placer, a la belleza, y por ahí hay una respuesta. Tal vez durante siglos ha predominado la difusión de un Dios-control, de premios y castigos, y por ahí hay otra respuesta. En particular las jerarquías de la Iglesia Católica han perdido el paso de los nuevos tiempos y su discurso no convence, no es atractivo.


El clero se está haciendo mayor y su prestigio cultural y hasta religioso va en descenso. Es un fenómeno que abarca asimismo a protestantes y judíos. Este paulatino abandono de creencias antes indiscutidas afecta también a las ideologías. Con todo, hoy vivimos en sociedades dinámicas donde los postulados han ido cambiando: hoy por ejemplo los Derechos Humanos son el cemento en torno a los que se construye un nuevo consenso. Las iglesias deberían comprometerse de verdad, con hechos, con esta narrativa. En este contexto se extiende una espiritualidad laica que no tiene una única forma de vida, sino que se expresa de manera diversa y acoge experiencias de meditación que al parecer resultan exitosas. Abrir un frente contra el yoga o el reiki, no es sino dar un paso más en la dirección equivocada.


Termino. Un dicho ruso dice “la teoría es gris y verde el árbol de la vida”. Respetemos la pluralidad de opciones que buscan acercarse al menos a la felicidad. La vida se nos presenta como un abanico de posibilidades. No hay una única alternativa, una única creencia. Lo que hay son oportunidades a las que podemos optar libremente siempre desde el principio de que no hay meditación negativa y de que todas sus formas pueden ser compatibles. Lo que cuenta es la experiencia personal en la búsqueda del sentido de la vida.

lunes, 2 de octubre de 2017

Religión fuera de la escuela.


POR: ENRIQUE DÍEZ · 

Necesitamos una escuela laica que eduque sin dogmas, en valores humanistas y universales, en la pluralidad y en el respeto a los derechos humanos, en la asunción de la diferencia y de la diversidad y en los valores éticos, no sexistas y democráticos.

Vaya por delante que, como católico practicante y cristiano convencido, defiendo una educación pública, inclusiva y laica, porque considero que la laicidad de las instituciones públicas es la mejor garantía para una convivencia plural en la que todas las personas sean acogidas en igualdad de condiciones, sin privilegios ni discriminaciones. Tanto las católicas como las musulmanas, las ateas, las agnósticas o las protestantes, etc.

La actitud laica tiene dos componentes: libertad de conciencia y neutralidad del Estado en materia religiosa. Cada persona es libre de ser o no religiosa y de abrazar la religión que quiera, mientras que el Estado debe abstenerse y mantenerse al margen de estas creencias y prácticas personales. En este sentido, el laicismo busca separar esferas (el saber de la fe, la política de la religión, el estado de las iglesias), para garantizar la libertad de conciencia y posibilitar la convivencia entre quienes no tienen los mismos credos.

Todas las religiones, incluida la católica, deben ocupar el lugar que les corresponde en democracia: la sociedad civil, no la escuela; que debe quedar libre de cualquier proselitismo religioso. El espacio adecuado para cultivar la fe en una sociedad en la que hay libertad religiosa son los lugares de culto: parroquias, mezquitas, sinagogas u otros.

Pero esta separación iglesia-estado no se resolvió adecuadamente durante la Transición. El paso de la escuela nacional-católica de la dictadura franquista a una escuela laica o aconfesional, como la que propicia la Constitución, se impidió manteniendo unos Acuerdos con el Vaticano, heredados de las postrimerías de esa dictadura franquista, que “obligan” a que se oferte la asignatura de religión en todos los colegios y facultades de formación del profesorado de todo el Estado. El PSOE perdió una oportunidad de oro para derogarlos cuando era posible y deseado por la mayor parte de la sociedad.

No obstante, actualmente, en un Estado aconfesional como el que hemos acordado en la Constitución española, con libertad de culto, se debería impulsar y fortalecer una escuela laica, como instrumento plural, defensor de los derechos humanos y libertades, inclusiva, no sexista.

Por eso, la Escuela Pública ha de ser laica para ser de todos y todas, para que en ella todas las personas nos reconozcamos, al margen de cuáles sean nuestras creencias. Creencias personales que son un asunto privado. Por eso, la religión no debe formar parte del currículo. No por motivos antirreligiosos, sino desde un planteamiento pedagógico y social beneficioso para el desarrollo de la racionalidad del menor de edad, de su independencia y autonomía personal, para la que debe ser educado libremente.

La finalidad de la escuela no puede ser inculcar dogmas, muchos de los cuales además entran en contradicción con la razón, la ciencia y los derechos humanos, como la subordinación de la mujer o el origen mágico de la vida y el universo. Ni la escuela es lugar de exclusión y discriminación en el que niños y niñas sean separados en función de las creencias o convicciones de sus familiares, lo cual es una afrenta a la libertad de conciencia y una grave vulneración de los Derechos de la Infancia, como recoge la Declaración de los Derechos del Niño y de la Niña de 1959 y la Convención de 1989, que rechazan el adoctrinamiento y el proselitismo religioso. Separar al alumnado que comparte toda la jornada escolar, a la hora de las clases de religión, dificulta su convivencia y entendimiento, que es de donde nace el afecto y la solidaridad.

Pero es más grave aún si analizamos la normativa que establece el currículum de la enseñanza de la religión católica en la educación primaria y secundaria actualmente. Ésta convierte la clase de religión en catequesis, pese a que explícitamente afirme que huye de “la finalidad catequética o del adoctrinamiento”. La jerarquía católica, que es quien decide los contenidos de la materia de religión, no acepta la realidad de los nuevos modelos familiares y se empecina en su retrógrada concepción de la sexualidad humana, negando la diversidad sexual reconocida ya por la legislación, el derecho al propio cuerpo, a la libertad sexual y a la anticoncepción. La concepción y la práctica del catolicismo, en donde la mujer es subordinada, que mantiene y justifica un modelo sociedad patriarcal, no es compatible con la educación en igualdad que es un principio pedagógico básico. Hasta el teólogo Juan José Tamayo afirma que “los contenidos son en su totalidad catequéticos con tendencia al fundamentalismo; el pensamiento que se transmite es androcéntrico; el lenguaje, patriarcal; la concepción del cristianismo, mítica; el planteamiento de la fe, dogmático; la exposición, anacrónica”.

La religión católica actualmente tiene una carga horaria superior a la de contenidos tan importantes como la educación física o la educación artística. Es más, las clases de religión restan muchísimas horas lectivas a las demás asignaturas, que sí son importantes y acordadas por toda la comunidad educativa y social. Pero es que la religión católica ya se imparte en la mayor parte de las materias que se estudian a lo largo de la escolaridad. Para analizar el estilo arquitectónico de un templo, para explicar el Camino de Santiago o un cuadro de Velázquez o una partitura de Bach, para adentrarse en la literatura del siglo de oro o el origen de la lengua castellana y, sobre todo, para comprender la mayor parte de la historia de este país, se acude y se explica en clase la religión católica. Es incomprensible, por tanto, este empeño de la jerarquía católica, en exigir, además de los púlpitos los domingos en misa, una asignatura específica en todas las escuelas dedicada a catequesis.

Sumemos a todo ello que, el acuerdo con el Vaticano, heredado del franquismo, impone que en la Escuela Pública haya “profesores y profesoras de religión” pagados por el Estado (es decir, con los impuestos de todos y todas) pero nombrados a dedo por los obispos, que los seleccionan en función de sus creencias, de su fe, sin haber pasado, como todos los demás docentes, por una oposición en igualdad, mérito y capacidad. Más de quince mil de estos verdaderos “delegados diocesanos” figuran como personal laboral (debido a la ley educativa LOE aprobada por el PSOE) en los centros escolares de titularidad pública. Además, los obispos pueden despedirles sin tener que explicar el cese (cosa que suelen hacer en función de avatares de la vida privada de esas personas). De hecho, mientras en las demás asignaturas fomentamos el respeto a todas las personas al margen de su estado civil, la jerarquía católica despide a profesoras de religión porque se divorcian.

En definitiva, la Escuela debe ser lugar para educar en conocimientos científicos universales, en valores cívicos, no para el proselitismo o el adoctrinamiento. La Escuela debe ser neutral en el respeto a la pluralidad de opciones morales e ideológicas. La religión, que es una creencia entre otras muchas, debe difundirse en el ámbito privado de la familia y los lugares de culto.

Por eso debemos negarnos a que con el dinero público se financie ningún tipo de adoctrinamiento religioso. El art. 27.3 de nuestra Constitución recoge el derecho de las familias a que sus hijas e hijos «reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Pero no a que ésta formación sea impartida en los centros educativos, y menos financiada por el Estado. Las familias que quieran que sus hijas e hijos reciban formación de religiosa son muy libres de hacerlo, pero evidentemente al margen del sistema educativo.

La presencia de una religión en la escuela, sea la que sea, de su enseñanza y sus símbolos, constituye un obstáculo para construir solidaridad en la diversidad, el mestizaje y la multiculturalidad. Y no se trata sólo de favorecer las buenas relaciones entre la diversidad ahora existente, sino de garantizar el respeto y la pluralidad también con las personas que no tienen religión, que no creen en ningún dios. Es como si ateos y agnósticos se empeñaran en que hubiera una asignatura evaluable de ateísmo desde infantil, y que como alternativa para quienes no quisieran cursar “ateísmo científico” se impartiera agnosticismo. Por eso, lo que sí pedimos es que las personas creyentes, las ateas y las agnósticas, que optan por vivir en la privacidad sus propias creencias, sean respetadas en la escuela para favorecer la convivencia social.

No podemos seguir anclados en un nacional catolicismo rancio y obsoleto. Ni seguir educando con dogmas y creencias del siglo XIX a una ciudadanía del siglo XXI. Hasta un país como Irlanda, marcado por una secular tradición católica, va a sacar la religión del horario escolar. Necesitamos una escuela laica que eduque sin dogmas, en valores humanistas y universales, en la pluralidad y en el respeto a los derechos humanos, en la asunción de la diferencia y de la diversidad y en los valores éticos, no sexistas y democráticos. Queremos una escuela donde se sientan cómodos tanto las personas no creyentes, como las creyentes. La escuela un lugar para razonar y no para creer. Debemos abandonar ya la época de la superstición y avanzar definitivamente hacia la racionalidad y la ciencia. Por justicia, por convivencia en igualdad y por respeto a los derechos humanos.

Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León, Coordinador del Área Federal de Educación de IU y miembro del Foro de Sevilla.

Fuente: laicismo.org