La rápida difusión de la noticia de la muerte de un joven abaleado por la policía en el suroeste de Brasil demuestra cómo los indígenas confían cada vez más en las redes sociales para difundir sus mensajes.
Cuando el indígena terena Gabriel Oziel recibió un disparo mortal la semana pasada en un enfrentamiento con la policía en Sidrolandia, en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul, sólo tardaron unos minutos en aparecer fotografías y videos que señalaban como responsables de su muerte a los agentes de la Policía Federal.
Fueron otros miembros de la comunidad terena que presenciaron su muerte y que subieron las imágenes a internet quienes las divulgaron y las hicieron llegar a su amplia red de seguidores.
En sólo unas horas, el caso ya estaba en los titulares de la prensa internacional. Y, en una inusualmente rápida reacción, el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, prometió una investigación a fondo.
La repercusión de la muerte de Oziel se produce en medio de una escalada de conflictos que involucran a indígenas brasileños y expone cómo muchos de esos pueblos usan cada vez más las redes sociales e internet para articularse y divulgar su visión del mundo.
Luiz Henrique Eloy, un abogado terena, asegura que los periódicos y televisoras del estado de Mato Grosso do Sul generalmente toman partido en las disputas agrarias y se ponen del lado de los agricultores locales frente a los grupos indígenas.
MISIÓN DE EDUCAR
Eloy sostiene que los medios tradicionales propagan la teoría comúnmente extendida en la región de que los grupos indígenas son incitados por organizaciones no gubernamentales y por la Fundación Nacional del Indígena (Funai) para invadir las tierras de los agricultores.
Los indígenas munduruku ocuparon recientemente la hidroeléctrica de Belo Monte. Informaron de lo que sucedía por Facebook.
Pero según Tonico Benites, un estudiante de antropología de la tribu guarani-kaiowá, la realidad es muy diferente ya que, explica, generalmente las ONGs y la Funai son expulsados de las reuniones indígenas "para tratar de evitar acciones y que les disuadan de invadir tierras".
"La iniciativa siempre viene de la gente y de los líderes. Al fin y al cabo son ellos los que van a pelear, los que van a recibir el balazo", le dijo a BBC Brasil.
Tanto Benites como Eloy forman parte de un creciente grupo de líderes indígenas con altos niveles de educación que se han propuesto hacer oír las demandas de su pueblo.
Según Eloy, hay 800 indígenas estudiando carreras y másters en Mato Grosso do Sul, en el suroeste de Brasil, un estado fronterizo con Paraguay y Bolivia.
En la universidad, la mayoría de estudiantes tienen acceso a internet y comienzan a usar las redes sociales para esparcir su mensaje.
Cuando regresan a sus aldeas o a las áreas de conflicto, usan sus teléfonos celulares para publicar información en tiempo real.
"ABANDONADOS"
Benites, que gestiona la página de Facebook de la comunidad guarani-kaiowá, asegura que el activismo virtual ha convencido a muchos brasileños que antes no conocían su situación y ahora les apoyan.
Muchos jóvenes indígenas van a la universidad y se acostumbran a usar las nuevas tecnologías.
Según Benites, su grupo lucha para que reconozcan sus tierras ancestrales en el sur y centro del país como territorios indígenas pero el proceso se ha extendido durante décadas por trabas burocráticas y desafíos legales que impulsan los cabildos agrícolas.
La presidenta de la Confederación Nacional de Agricultura (CNA), la senadora Katia Abreu, asegura que los grupos indígenas "no sufren de escasez de tierras". Y argumenta que se les ha dado el 12% del territorio brasileño cuando sólo representan el 1% de la población.
La CNA dio la bienvenida al anuncio del gobierno del pasado mes de que cambiaría el modo de distribución de territorios indígenas, de forma que el ministerio de Agricultura tendrá un mayor poder de decisión en el proceso.
El cambio prendió el descontento de los grupos indígenas que se movilizaron en todo el país, ya que temen que con la reforma les pongan más trabas para reclamar sus tierras ancestrales.
Se sienten abandonados por el gobierno y recuerdan que, desde su llegada al poder en 2011, la presidenta Dilma Rousseff no se ha reunido ni una sola vez con los líderes indígenas.
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