jueves, 28 de octubre de 2010

La muerte del Néstor.


Por Domingo Riorda.

La muerte de una persona deja un vacío imposible de cubrir. Es la característica humana. Somos únicos. Insustituibles. También produce el vacio del tiempo. Ya no está en el ser que dejó de ser.

Néstor Kirchner murió a las 9.30 del miércoles 29. La sensación del espacio vacío del liderazgo se anidó en los sentimientos de la población Rápidamente, algunos columnistas martillaron sobre el concepto de que ahora el poder con mayúscula había desaparecido. La Presidenta se quedaba sola, sin saber cómo operar. Quienes sabían que ello era mentira no pudieron evitar la sensación del vacío.

Poco a poco las horas mostraron que, en esta ocasión, el tiempo mantenía la calidad de existencia propia. Por alguna razón el tiempo del reciente muerto no estaba vacío.

El viento sureño avanzó hacia las poblaciones y ciudades modificando el clima monótono y pesado del silencio censal. Se percibía que el cuerpo inerte de Calafate estaba respirando junto a los cuerpos andantes del ciudadano y la ciudadana de todo el país.

La voz latinoamericana proveniente del norte del Continente exclamando ¡Viva Kirchner! hirió el orgullo de las voces argentinas. Los vocablos se encadenaron unos tras otros presionando sobre el temor hasta salir a campo descubierto.

Los seres andantes abrieron sus ojos. Miraron sus manos. La extendieron. Recordaron que desde el pulgar al índice, 21 centímetros, era una medida de longitud El palmo. En ocasiones les había servido para medir una distancia determinada reemplazando el centímetro

Se decidieron. Palmo a palmo podían conquistar el espacio presuntamente vacío. Los vocablos encadenados produjeron pensamientos. Recuperaron la memoria. Vencieron la impronta de la Dictadura de que de eso no se habla.

Conversaron entre ellos sobre los muros derrumbados por el que yacía en la extensión patagónica. El cuadro del Dictador sacado de un lugar donde jamás debió estar. La toma de la ESMA. El parate a los medios. La ley de comunicaciones. El matrimonio del mismo sexo. El recupero de la política sobre la economía. El subsidio universal. Los aumentos a los jubilados en medio de la hecatombe económica internacional. El adiós al FMI y el BM. La UNASUR.

Como ocurre cada vez que se juntan el pensamiento y la conversación se recobra la movilidad del cuerpo. La inerme verticalidad se transforma en el caminar. La Plaza de Mayo, que siempre fue popular compitiendo con la Plaza Libertad, al lado del Colón, que era la de los de buena posición económica, recibió los pasos de los primeros visitantes.

Algunos porteños despistados sobre la noción de la distancia querían ir en autos hasta Calafate. Desalentados por un conocedor de los kilómetros aceptaron la sugerencia de que los vientos sureños les traía la respiración del patagónico y se plegaron a la multitud que se concentró en la Plaza luego del horario censal.

La onda lumínica se fue debilitando. La noche alcanzó el país. La ciudadanía descubrió que el vacío no era tal y que el tiempo no estaba vacío. El espacio vivido continuaba, pegadito, al espacio para vivir. El tiempo conservaba su calidad de tal. Ahora el adiós se lo veía como la ventana a los sueños.

El pueblo le ganó la batalla a la muerte. El mañana era suyo. Con sus luces y sombras. También con la advertencia de Dios a Josué al llegar a la Tierra Prometida. Allí, donde le prometió que le daría toda tierra que pisaran sus pies. Porque de eso se trata. La responsable lucha de las mujeres y de los hombres por una sociedad más justa y digna.+ (PE)





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Fuente: ECUPRES

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