P. Jesús García
Asesor de la CEPS
Introducción
Los pueblos indígenas de Mesoamérica han sido permanentemente caminantes: desde sus orígenes en el extremo norte asiático y por su paso por la América septentrional, haciendo pausas en el mítico AZTLAN , que algunos estudiosos México-Americanos sitúan en suroeste de Estados Unidos – TEXAS, ARIZONA y otros mexicanistas lo sitúan en la isla de MEXCALTITAN, Nayarit, en paso y búsqueda de su lugar ideal y definitivo para la realización de su utopía, cualquiera de estas y otras versiones presentan a los pueblos indígenas en continuo camino no solo geográfico sino UTÓPICO para encontrar lugar con condiciones de vida mejores, siempre en espíritu comunitario-colectivo.
Con el advenimiento de la conquista y consecuente colonización y sometimiento “al otro” extranjero, ese caminar utópico se ve frenado y obstaculizado, por el sector dominante del extraño, el invasor, pero también encuentra comprensión, defensa y acompañamiento en los primero misioneros y evangelizadores.
Trataré de rescatar algunos elementos de la presencia y acción de la Iglesia en relación a los pueblos indígenas, recordando básicamente que ambas marchas y caminos, el de los pueblos indígenas y el de la Iglesia en Mesoamérica y México en particular tuvieron sus encuentros y desencuentros.
I.- Antecedentes históricos del tema.
Trataré de ser lo más sintético y quizá simplificador, suponiendo en el auditorio y lectores conocimientos más amplios en el tema de la relación de la Iglesia con los pueblos indígenas en este medio milenio, 1520-2010.
Tomando en cuenta al sector pastoral-misionero más sensible a la dura situación de los indígenas debido a la conquista y colonización, señalaré tres tipos o modelos misioneros-pastorales distintos utilizando una clasificación quizá muy personal y convencional pero cuyas características son lo importante; tomando en cuenta el lugar y papel de los indígenas en el actuar de la Iglesia, que va desde ser un sujeto destinatario de la preocupación y acción de Iglesia, resulta una acción misionera y pastoral PARA LOS INDÍGENAS; pasando a ser un sujeto colaborador en los programas y proyectos de mejoramiento de los pueblos indígenas, acción de la Iglesia CON LOS INDÍGENAS, hasta llegar a ser el sujeto definitorio y decisorio de sus luchas, aspiraciones, proyectos y programas, con el apoyo y acompañamiento de los actores pastorales = actuar de la Iglesia.
DESDE LOS INDÍGENAS
Estas diversas formas de relación de la Iglesia con los indígenas originaron modelos pastorales y misioneros distintos, sobre su relación al contexto de violencia, injusticia y agravios resultado de la conquista y colonización:
A.- MODELO PROTECTOR-PATERNALISTA
Ante la violencia, despojo e injusticias de que eran víctimas los indígenas de parte de los conquistadores, encomenderos, buscadores de fortuna y autoridades burócratas, una primera reacción fue de sensibilidad al sufrimiento de los indígenas, buscando su protección, defensa y denuncia ante la corona de esa situación de violencia e injusticia. Así surgió la figura e institución de la PROTECTORÍA , que jurídicamente le daba gran autoridad moral y gestoría ante la corona, al titular- obispo o misionero - para proteger a los indígenas y denunciar abusos.
Este modelo o modo de actuar no resolvía el problema inherente al despojo de tierras y bienes, ni a la pérdida de identidad, cultura y organización propias. La mayor parte de los obispos y misioneros del siglo XVI se situaron en este modelo pastoral-misionero, algunas de cuyas figuras más conocidas eran MOTOLINIA, PEDRO DE GANTE, ZUMÁRRAGA, entre otros.
B.- MODELO DE PROMOCIÓN COMNUNITARIA Y AUTOGESTIARIA
Este modelo, originado sobre todo en la obra de D. Vasco de Quiroga, va más allá de la mera defensa y protección de los indígenas y de la debida denuncia de abusos ante la corte. Pretendía dar a los pueblos indígenas instrumentos eficaz y reconocerles y hacerles conscientes de su calidad de sujeto colectivo organizado, que les permitiera recuperar y defender su identidad, cultura y organización comunitaria; además, obtener autonomía y eficiencia productiva y autogestiaria.
A través de técnicas que trajo de España en diversa artesanías y enseres domésticos, y aprovechando los que ya fabricaban los tarascos, especializó a las diversas poblaciones en un producto para evitar la competencia y en Pátzcuaro se hacía el intercambio de productos.
Dando por conocida la experiencia de Don Vasco de Quiroga, que además de lo anterior, generó una MICROREGIÓN ECONÓMICA y se adelantó varios siglos a esta “modernidad económica” de complementariedad económica y no de rivalidad y competencia (como en el actual modelo neo-liberal).
Su limitación a una cultura, la PUREPECHA-TARASCA- y reducido espacio geográfico hizo que quedara como un islote de sobrevivencia de la identidad, cultura y autonomía indígenas, en un inmenso continente de sometimiento y servidumbre.
La trascendencia de este modelo de organización social fue reconocida y rescatada en parte por la UNESCO, a través del CREFAL- Centro Regional de Educación Fundamental para América Latina creada en los años 50’ para la formación de cuadros expertos en la educación fundamental y organización comunitaria. El creador de esta obra de la UNESCO en Pátzcuaro fue su primer director, el mexicano Jaime TORRES BODET.
Algo similar a la experiencia de Don Vasco realizaron los jesuitas en el Paraguay y Bolivia con las famosa reducciones jesuíticas de Paraguay (parte de las cuales pertenecen ahora a BOLIVIA).
A propósito del término reducciones, que tiende actualmente a tener un sentido peyorativo, poco adecuado a comprender y valorar esta experiencia, el término portugués es más clarificador: ALDEAMENTO- propiciar asentamientos comunitarios de la nómada y dispersa población guaraní.
C.- MODELO CRÍTICO-PROFÉTICO
Si el anterior modelo misionero de promoción comunitaria aparecía un islote en el continente junto con las reducciones jesuíticas del Paraguay, este modelo profético ejemplificado sobre todo en Bartolomé de Las Casas, aparecía no sólo aislada, sino como peligrosa y subversiva al sistema colonial, pues se preocupaba de analizar y denunciar como anti-natural, anti-humano y anti-evangélico ese sistema fundado en la invasión, despojo y servidumbre de los pueblos indígenas.
La referencia que en su escrito hace del célebre sermón de Fray Anton de Montecinos en el adviento de 1521- 21 de diciembre en Santo Domingo - Isla La Española, es el más claro análisis y denuncia del sistema colonial y constituye el texto más claro de esa postura crítico-profética iniciada por este fraile y continuada y clarificada en toda la vida de Las Casas:
“La voz, pues, en gran manera, en universal encarecida, declaróles cuál era o que contenía en sí aquella voz: “Esta voz, dijo él, que todos estáis en pecado mortal en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con que justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre, aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos, nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, de que los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir ora cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”. (1)
Los elementos de análisis crítico de este pasaje del sermón de Montesinos son: guerra de agresión, despojo de sus tierras y bienes, servidumbre y esclavitud, genocidio y etnocidio.
Durante todo el sigo XVI y principios del XVII hubo por todo el continente obispos y misioneros que denunciaban los abusos y arbitrariedades de los colonizadores hacia los indígenas, aún si no con la claridad, firmeza y constancia de Bartolomé de las Casas y sus colegas vecinos de Centro América, los Obispos Francisco Marroquín de Guatemala y Antonio de Valdivieso O.P. quién incluso ofrendó su vida en aras de su deber crítico-profético, convirtiéndose así en el primer mártir de la justicia en A. L.
Para comprender mejor no sólo el aislamiento sino la incomprensión y descalificación de este modelo profético, basta recordar la carta de Motolinía al Emperador Carlos V, acusando a Bartolomé de Las Casas de loco, desquiciado y subversivo:
“No tiene razón el de Las Casas de decir lo que dice y escribe y emprime y adelanta, porque será menester, yo diré sus celos y sus obras hasta dónde allegan y en qué paran, si acá ayudó a los indios o los fatigó…
Yo me maravillo cómo Vuestra Majestad y los de vuestros Consejos han podido sufrir tanto tiempo a un hombre tan pesado, inquieto e importuno, y bullicioso y pleitista en hábito de religión, tan desasosegado, tan mal criado, tan injuriador y perjudicial y tan sin reposo. Yo ha que conozco al de las Casas quince años primero que a esta tierra viniese, y no pudiendo allá parar, estuvo en Nicaragua, y no sosegó allí mucho tiempo, y de allí vino a Guatemala y menos paró allí, y después estuvo la nación de Oaxaca y en las otras partes. Y después que aportó a México, estuvo en el monasterio de Santo Domingo y en él luego se hartó y tornó a vaguear y andar en sus bullicios y desasosiegos, siempre escribiendo procesos y vidas ajenas, buscando los males y los delitos que por toda esta tierra habían cometido los españoles, para agraviar y encarecer los males y pecados que han acontecido y en esto me parece que tomaba el oficio de nuestro adversario, aunque él pensaba ser más celoso y más justo que los otros cristianos, y más que los religiosos. Y él acá apenas tuvo cosa de religión”. (2)
Pero no fue sólo en el nivel jerárquico y misionero que se manifestó este espíritu crítico-profético; también entre los indígenas hubo voces y alegatos bien fundados en lo que ahora se llaman Derechos Humanos, como en el caso de Don Francisco de Tenamaxtle, Señor de Nochixtlan, que se reveló en el occidente (Zacatecas, Jalisco) contra los atropellos y abusos de los conquistadores y con una claridad argumental defendió tanto los derechos a recuperar sus tierras, identidad, cultura y organización propia, como la legítima defensa (a través de la rebelión) de esos derechos, tanto en su carta a los señores del Consejo de Indias del 1º de julio de 1955 como en sus alegatos ante la corte en Valladolid.
El Dr. Miguel León Portilla resume así el pensamiento e ideas expresados por Don Francisco de Tenamaxtle en su carta y alegatos ante la corte así:
“Primeramente, el reconocimiento de que todos los humanos nacen y son libres y que todos tienen derecho a la vida, la libertad y la seguridad como personas. Como obvio corolario está la prohibición de ser sometido a la esclavitud, a forzada servidumbre, tratos crueles, mutilaciones y muerte, así como ser arbitrariamente detenido, preso o desterrado. Igualmente el derecho que todos tienen de ser respetados en sus propiedades, costumbres y modos de pensar, así como a ser oídos por la autoridad y a defenderse haciendo resistencia a la opresión.
Y continúa:
Describiendo los atropellos y crímenes de que él y su pueblo habían sido víctimas, exige se le restituyan su libertad, su señorío y tierras, y se reconozca que, cuando se hizo fuerte y se pertrechó en los montes, realizó defensión natural que Dios y la naturaleza a todos conceden. Justificó así su lucha. “esa que llaman y han llamado siempre los españoles contra el rey rebelarse”. La guerra, que tanto alarmó a los prominentes personajes de la ciudad de México, la presenta sin ambages como justa defensión. Lo fue y así lo reitera, porque se dirigió a la salvaguarda de su libertad y a impedir más muertes y expoliaciones de los suyos, como las muchas que enumera”.(3)
Bartolomé de Las Casas y D. Francisco de Tenamaxtle no sólo se conocieron y trabajaron juntos en Valladolid, a donde había sido llevado prisionero D. Francisco desde Nochixtlán, sino que se apoyaron y complementaron mutuamente como lo subraya el Dr. León Portilla:
“En su duro y frígido exilio como cautivo en Valladolid, se encontró con Fray Bartolomé de Las Casas.
Tenamaztle y fray Bartolomé de unieron entonces sus fuerzas. El caxcán, señor de Nochiztlán, refirió al fraile los agravios sufridos por su pueblo, los motivos que tuvo para rebelarse y lo que pensaba debía hacerse para el bien de su gente. Es probable que Tenamaztle, a encontrarse en Valladolid en 1554 o 1555 con el padre Las Casas que ya llevaba allí algún tiempo, pudiera comunicarse con él en castellano o en una mezcla de náhuatl y esa lengua. Cabe también pensar que fray Bartolomé, que estuvo no sólo en Chiapas sino también varias veces en la región central de México, conociera algo de la lingua franca de Mesoamérica. La lectura de su Apologética Historia, en la que aduce multitud de palabras en náhuatl, vuelve esto verosímil.
El hecho es que el fraile y el señor de habla náhuatl se entendieron. Muchas conversaciones debieron tener. En ellas confrontaron aconteceres e ideas, crímenes y justicia. Tenamaztle que, como veremos, se había expresado con gran lucidez en varias ocasiones a lo largo de la guerra, llegó a hacer suyos los argumentos que le expuso fray Bartolomé. Más aún, pudo enriquecerlos vaciando en ellos, como contenido vital, las experiencias y sufrimientos suyos y de su pueblo.
Añadiré que puede tenerse como muy probable que el alegato en derecho que realizó fray Bartolomé junto con Tenamaztle debió acuciar su espíritu en los años que le quedaban hasta el de su muerte en 1556. Difícil cosa, por no decir imposible, es que olvidara a Tenamaztle y su natural defensa, al disponer otros escritos suyos como el Memorial que envío en 1556 a Felipe II solicitando la supresión de las encomiendas de indios a perpetuidad o al concluir su Apologética Historia Sumaria en la que, como en un tratado de antropología cultural, describe los atributos y virtudes de diversos indígenas. Y asimismo cuando dio fin en 1561 a su Historia de las indias, en la que, narrando hechos de enorme interés, condenó violencia y volvió a hacer natural defensión de los nativos, sobre todo de los arahuaco-tahínos de las islas, que estaban a punto de extinguirse”. (4)
Este pasaje tan importante en la historia no sólo de una evangelización profética que incorpora la justicia y la defensa de los derechos humanos como parte constitutiva de ella (como lo dice Juan XXIII en Mater et Magistra) sino de la historia humana en general, constituyó uno de los mejores ejemplos del caminar juntos la Iglesia y sus pastores con los pobres y los indígenas y otros sectores en semejante situación de opresión e injusticia.
Esta posición critico-profética le valió a Bartolomé de Las Casas, así como a muchos otros casos parecidos en la historia y en la actualidad, no sólo el aislamiento sino la incomprensión y descalificación aún de parte de colegas en la común misión evangelizadora, como ya vimos en la carta de Motolinía a Carlos V.
Cualquier semejanza con actitudes y situaciones actuales… ¿Será mera coincidencia?
Finaliza este primer acercamiento histórico recordando que las primeras Diócesis en México fueron creadas y pensadas en función misionera y pro indígenas en zona y sedes indígenas, como Tlaxcala (1524) Tenochtitlán-México (1528) Michoacán en Tzintzuntzan-Pátzcuaro (1536) en que sus primeros obispos residían en esas sedes y sus sucesores trasladarían la sedes a ciudades de españoles, como Tlaxcala a Puebla, de Tlatelolco al centro de México, ya como ciudades españolas y de Pátzcuaro a Morelia, mientras que Antequera (Oaxaca 1534), Chiapas (Ciudad Real 1538) y Yucatán (Merida 1560), aunque sus sedes episcopales estaban en ciudades de españoles, sus jurisdicciones eran mayoritariamente indígenas; en el caso de Guadalajara hay una carta de D. Vasco de Quiroga pidiendo al obispo Pedro Gómez Maraver que regrese a su sede original de Compostela (actualmente Nayarit) zona de indígenas coras y nahuatls.
El Dr. Miguel León Portilla así lo señala:
“Escribió el primer obispo de Guadalajara Pedro Gómez de Maraver, con fecha 7 de marzo de 1551, al Emperador, querellándose, por una parte, del obispo de Michoacán, nada menos que Vasco de Quiroga. Éste, por considerar que convenía a su diócesis, estaba empeñado en lograr que no se mudara de Compostela a Guadalajara la sede episcopal de la Nueva Galicia. Por otra, daba cuenta al Emperador de los logros alcanzados en su propia jurisdicción eclesiástica. Con particular énfasis señalaba que:
Hemos reducido al servicio de Vuestra Majestad y a nuestra religión cristiana a don Francisco Tenamaztle con otros caciques e principales.
Continúa:
Se atribuía de esta forma a sí mismo el señor Gómez de Maraver, adornándose con ello, “haber reducido a Francisco Tenamaztle”, cuando, según ya vimos, fue éste quien voluntariamente acudió a los franciscanos, a quienes debe atribuirse el haberlo llevado luego ante el Obispo”. (5)
II. Antecedentes más cercanos de la preocupación de la iglesia por los Indígenas
A partir de 1620 la corte española cambió el sistema misionero confiado a las órdenes misioneras con las funciones de protectores y privilegios además de exención tributos y retiró a las meritorias órdenes evangelizadoras a los conventos, sustituyéndolas por clero diocesano sin espíritu y métodos misioneros imponiendo métodos de evangelización y organización pastoral más cercanos a la tradición hispana.
Con la excepción de los misioneros surgidos de los colegios de Propaganda Fide sobre todo de Querétaro y Guadalupe-Zacatecas como Fray Junípero Serra misionando al norte de Querétaro y en la Alta California y Texas (los franciscanos) y los jesuitas en Baja California, Sonora y Arizona (los padres KINO y Salvatierra, los más recordados); desde 1620 y hasta fines del siglo XIX no cambió el panorama pastoral dominante, copiado al modelo hispano estandarizado para todo el territorio novohispano.
A principios del siglo XX aparecen signos de mayor preocupación por la atención a los indígenas con la creación de la Diócesis de las Mixtecas con sede en Huajuapan de León (1903) con territorios en Oaxaca y Puebla, seguida por las Diócesis de Papantla y Huejutla en 1922, que en el nombre no se indicaba lo indígena como en el caso de las Mixtecas, la intención era responder a los grandes grupos étnicos de los Totonacas y Huastecos, ésta última, Huejutla, abarcaba las zonas Huastecas de Hidalgo, San Luis Potosí y Veracruz; pero en 1963 fue reducida a una pequeña parte del estado de Hidalgo, mientras que la Diócesis de Papantla cambió su sede episcopal a Teziutlán, Puebla, en territorio cedido por la Arquidiócesis de Puebla, debido a la hostilidad de los gobiernos de Veracruz.
La Tarahumara se originó en 1902 como una misión confiada a los jesuitas dependiente de la Diócesis de Chihuahua para hacerla autónoma como “MISSIO SUI JURIS” en 1950 y Vicariato Apostólico en 1958 y aunque manteniendo el nombre de TARAHUMARA, fue eregida en Diócesis en 1993, cambiando su sede original indígena de SISOGUICHI a un poblado mestizo, GUACHOCHI, desdibujando su carácter indígena, aunque manteniendo a los jesuitas que quedaron bajo un Obispo del clero diocesano y que han mantenido su compromiso y pastoral adaptada a los indígenas como lo hicieran los 2 primeros obispos jesuitas, Monseñore Aguirre y Llaguno.
Fueron precisamente 2 obispos que trabajaban con indígenas, Monseñor Yerena de Huejutla y Aguirre de la Tarahumara, los únicos del episcopado mexicano que propusieron como un tema importante para el Concilio Vaticano II el de los pobres, en respuesta a la carta que el Cardenal Tardini, Secretario de Estado de Juan XXIII, envío a todos los obispos del mundo en enero de 1959, solicitando temas a estudiar en ese Concilio.
Quien esto escribe analizó las respuestas de 35 Obispos mexicanos a esa carta, en una ponencia presentada en un congreso internacional realizado en Houston Texas, en enero de 1991, convocado por el Instituto de Estudios de la Religión de BOLOGNA, Italia y muy especialmente por su Director el Prof. ALBERIGO.
Fue el Delegado Apostólico Luigi Raymondi (en México de 1957 a 1967) quien fundó el CENAMI, Centro Nacional de Misiones Indígenas, cuyo 50 aniversario nos convoca en este encuentro, e inició el proceso de creación de Prelaturas Apostólicas, sobre todo en zonas indígenas para la atención de grupos étnicos específicos y confiadas a congregaciones religiosas que pudieran ofrecer recursos humanos y materiales con mayor cobertura institucional.
Las prelaturas creadas en este periodo bajo Mons. Raymondi fueron: JESÚS MARÍA en 1962 para la atención de los grupos étnicos huicholes, coras y tepehuanos de los estados de Nayarit (ahí esta la sede) Jalisco y Durango. Fue confiada a los franciscanos, O.F.M. y los 3 sucesivos Obispos Prelados son de esta orden franciscana; los MIXES, creada en 1964, para la atención de este grupo étnico situado en el noreste de OAXACA fue confiada a los Salesianos. Sus tres sucesivos Obispos Prelados han sido salesianos.
La siguientes Prelaturas, El Salto 1968 y Chetumal 1970, aunque eregidas después bajo otro Delegado Apostólico, estaban ya preparadas por Monseñor Raymondi.
El Salto se creó para la atención de la zona serrana de Durango de población no indígena y confiada inicialmente a los padres Carmelitas, con su primer Obispo de esta orden religiosa y Chetumal creada como prelatura en 1970 para la atención del entonces territorio de Quintana Roo (constituido en Estado Federal en 1972) en esa época tenía población predominantemente indígena maya y hasta la creación de la Prelatura en 1970, la zona norte de Quintana Roo, perteneciente a la Arquidiócesis de Yucatán y la parte Sur, perteneciente a la Diócesis de CAMPECHE, ambas zonas eran atendidas por los misioneros de MARYKNOLL con ejemplar dedicación y cercanía con los indígenas mayas.
A partir de la creación de la Prelatura de Chetumal en 1970 y con el posterior desarrollo turístico de la llamada Riviera Maya, con CANCÚN como polo detonador, la Prelatura, confiada a los Legionarios de Cristo, con Obispo Prelado de esa congregación, se avocó mayoritariamente a la atención de las nuevas zonas turísticas y en 1996 la sede se traslado a CANCUN, bajo el nombre oficial de Prelatura de CANCÚN-CHETUMAL.
Vino después la creación de la Prelatura de HUAUTLA, OAXACA, en 1972 para la atención de la zona Mazateca con otros 2 grupos étnicos; fue confiada a los misioneros Josefinos y su primer Obispo Prelado, Don Hermenegildo Ramírez estuvo al frente durante 32 años y en estrecha relación con la línea pastoral de opción por los pobres y especialmente los indígenas, formó parte del ejemplar grupo episcopal de la zona pastoral Oaxaca-Chiapas con Don Bartolomé Carrasco, D. Samuel Ruiz, D. Arturo Lona y otros, formando una zona pastoral muy homogénea y colegiada en su línea pastoral misionera y profética al servicio preferencial de los más pobres entre los pobres, los indígenas; durante los 70 y 80 publicaron colegiadamente ejemplares y proféticos documentos pastorales. Con anterioridad a la creación de las Prelaturas, especialmente las situadas en zonas indígenas, fueron creadas 2 instituciones claves para este caminar de la Iglesia con los pueblos indígenas: en 1959 fue creada a iniciativa del Episcopado Mexicano la Comisión Episcopal Para Indígenas y en 1960, a iniciativa del Delegado Apostólico Mons. Luigi Raymondi, CENAMI, Centro Nacional de Misiones Indígenas; ambas Instituciones tuvieron una positiva evolución, desde sus orígenes paternalistas y asistencialistas de preocupación y programas para los indígenas, avanzando a proyectos con los indígenas, para concluir en proyectos y programas desde las perspectivas y luchas indígenas.
Ya desde 1963 Mons. Raymondi solicitó la colaboración y asesoría del Secretariado Social Mexicano con CENAMI, y este servidor participó en dicha colaboración, esforzándonos en ayudar a superar la mera dimensión asistencialista de sus inicios, avanzando en una firme evolución hacia la comprensión de la identidad, cultura, valores y luchas indígenas. Dejo al P. Eleazar López la mejor explicación y clarificación de este proceso evolutivo de CENAMI.
III. Acontecimientos y encuentros de reflexión indígenas más recientes
Señalaré algunos acontecimientos y congresos los encuentros de estudio y reflexión sobre la realidad de los pueblos indígenas que acompañaron y estimularon los avances de la Pastoral Indígena en México y América Latina.
A nivel Latino-Americano fue decisivo para la positiva evolución de la Pastoral Indígena en la línea de una mejor compresión de la identidad cultural y derechos y luchas de los pueblos indígenas el primer encuentro de pastoral de misiones convocado por el respectivo Departamento del CELAM, que así llamaba el organismo que atendía el trabajo pastoral entre indígenas.
Este encuentro se realizó en abril de 1968, en Melgar-Colombia en el entorno final de preparación a la II Conferencia General de Episcopado Latino Americano a realizarse en Medellín en agosto de 1968.
En este encuentro participaron por México D. Samuel Ruiz, en su calidad de Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Indígena, el Dr. Luis González antropólogo, profesor de la Universidad Iberoamericana y asesor del CENAMI y su servidor Jesús García, del Secretariado Social Mexicano y asesor del CENAMI en esa época. Baste decir, para no abundar demasiado en los contenidos de este encuentro, que al final del encuentro surgió la nueva denominación de Pastoral Indígena y no más de misiones entre indígenas, con el correspondiente Departamento de Pastoral Indígena del CELAM y que presidiría D. Samuel Ruiz a partir de 1970.
Un resultado más serio y profundo fue el hecho de que varios obispos y misioneros que trabajaban entre indígenas, después de los análisis de los antropólogos sobre el trabajo Pastoral y Social que se hacía con los indígenas, llorando reconocieron haber colonizado y desindigenizado (pérdida de identidad indígena) más que evangelizado a los pueblos indígenas.
En 1972 se realizó en la isla de BARBADOS un congreso de carácter científico con amplia participación ecuménica de líderes religiosos católicos y evangélicos que significó el reconocimiento más serio y científico a la identidad, cultura y derechos de los pueblos indígenas, cuyas conclusiones son conocidas como la declaración de Barbados y que serviría como punto de partida para ulteriores profundizaciones por científicos sociales, líderes religiosos y organismos de la ONU dedicados a los derechos de los pueblos indígenas.
En 1974 se realizó, a iniciativa de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, un congreso indígena que convocó a los diversos grupos étnicos de Chiapas y que significó, no sólo para CHIAPAS, sino para todo el país, lo que la declaración de Barbados significo para el continente Americano. Ya D. Samuel Ruiz podrá ofrecer mejores acercamientos y explicaciones de este congreso.
En 1978 se realizó en XICOTEPEC de Juárez, Estado de Puebla, Diócesis de Tulancingo, un Encuentro Nacional de Pastoral Indígena que ratificó y profundizó estas nuevas líneas de mejor compresión, valorización y respeto de las culturas indígenas que alguien de CENAMI, presente en ese encuentro podrá presentar mejor. A nivel Latino Americano se multiplicaron los encuentros continentales y regionales en el ámbito de las culturas y pueblos indígenas (regiones como la andina, amazónica, mesoamericana, etc.); varios de estos encuentros fueron convocados o auspiciados por el Departamento de Pastoral Indígena del CELAM y las correspondientes Comisiones nacionales de Pastoral Indígena. Hago mención especial del trabajo pionero, ejemplar y profético en todo este caminar de la Iglesia Latinoamericana con los indígenas de Monseñor Leonidas Proaño, de Riobamba, Ecuador.
De gran trascendencia han sido los acontecimientos relativos a la insurgencia zapatista en Chiapas en los que la mediación de la Iglesia logró llevar a la mesa de diálogo los reclamos indígenas. Los diálogos de la Catedral (Catedral de la Paz) y los acuerdos de S. Andrés que, aunque fallidos a corto plazo, desencadenaron un movimiento nacional para lograr un país incluyente y pluri étnico que se constituya con las múltiples expresiones culturales y sus demandas y aspiraciones.
La participación de figuras relevantes de la Iglesia como D. Samuel Ruiz, D. Bartolomé Carrasco, el Padre Robles, Jesuita de la Tarahumara, entre otros hicieron grandes aportes en las diversas mesas temáticas de S. Andrés y son un ejemplo del caminar de la Iglesia con los pueblos indígenas y ya no sólo el caminar de los pueblos indígenas en y con la Iglesia.
Toda esta movilización indígena y los consecuentes conflictos a que se enfrentaron dieron origen a un nuevo y profético ministerio eclesial: la mediación que pretende encauzar las luchas por la justicia por los caminos del dialogo y la paz. Casos emblemáticos son D. Samuel Ruiz, ahora en ámbitos nacionales e internacionales a través de SERAPAZ (Servicios y asesoría para la Paz) y en Oaxaca con D. Arturo Lona y el Padre Wilfrido Mayrán presentes en medio los conflictos con instrumentos de dialogo y conciliación.
He elegido sólo algunos acontecimientos y encuentros significativos que ayudaron al caminar de los pueblos indígenas con la Iglesia, sin pretender ser exhaustivo.
CONCLUSIONES
De este amplio, rico y variado historial del caminar de los indígenas en y con la Iglesia y viceversa, ofrezco algunas conclusiones:
1ª. La necesidad de una Pastoral Indígena (lo mismo que para la Pastoral Social en general) que orgánicamente entrelace los 3 modelos misioneros (que presenté al principio) y que eviten confrontaciones entre estos 3 modelos o proyectos, que ha llevado en algunos casos a la descalificación al modelo critico-profético. Sea que se lleven sucesivamente o simultáneamente hay que vincularlos, pues la sola dimensión asistencialista y promocional, sin la dimensión profética resultarían soporte de sistemas sociales establecidos; aún programas y proyectos asistenciales como en situaciones de emergencia, dejaran de ser asistencialistas “si aseguran la dimensión promocional y la crítica profética.
2ª. En la medida en que los diversos agentes pastorales, obispos, misioneros, voluntarios, etc., se adentran en la vida, costumbres, culturas, luchas y sufrimientos de los pueblos indígenas es como la iglesia ha podido ir clarificando y encarnando su misión y actuar ya no sólo hacia o con los pueblos indígenas, sino desde los pueblos indígenas como sujetos pensantes y decisorios de su caminar.
3º. El ejemplo más depurado de mutuo enriquecimiento entre pastores e indígenas fue la estrecha colaboración que se dio entre Bartolomé de las Casas y el noble Señor de NOCHISTLAN, D. Francisco de TENAMAXTLE, como ya se vio en el testimonio del propio Las Casas respecto a lo que le significó la visón y comprensión de la realidad indígena y del sistema agresor de parte de D. Francisco de TENAMAXTLE.
En los últimos años tenemos otros, 2 ejemplos parecidos de reconocimiento al papel que los pobres y los indígenas (los más pobres entre los pobres) han significado para la clarificación y definición de su misión pastoral: el caso de Mons. Romero de El Salvador que reconocía el aporte de los pobres a como ser Obispo y Pastor, al igual que D. Samuel Ruiz, quién ha reconocido a los indígenas como instrumento privilegiado de su conversión social y su consecuente ejercicio pastoral profético.
4º. Recordar la necesidad y urgencia del recurso a los instrumentos de Las Ciencias Sociales (sociología, antropología, historia, etc.) armonizándolos con el diálogo y experiencias de las victimas de la dominación social y cultural y la consecuente reflexión de fe de esas situaciones que conduzcan a una constante revisión y actualización del actuar pastoral.
Agradezco la oportunidad de compartir estas reflexiones y enriquecerme al conmemorar los 50 años del CENAMI, con quien he caminado en diversos tramos de su itinerario.
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Notas:
(1) Libro III de la Historia de los Indios de Bartolomé de Las Casas. Cita en “La larga marcha de Las Casas” de JUAN BAUTISTA LASSEGUE. O.P. Ed. CEP-LIMA. Pág. 78.
(2) Francisco de Tenamaxtle - Primer guerrillero de América, defensor de los derechos humanos – de Miguel León Portilla – Ed. DIANA-2005 Págs. 34-35.
(3) Ibidem, págs. 15 y 17.
(4) Ibidem, págs. 13,14 y18-19.
(5) Ibidem, págs. 119-120.
Fuente: Análisis a fondo
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