viernes, 15 de octubre de 2010

Sacerdotes casados.


Jean Meyer, Profesor e investigador del CIDE">

El Acabose

La dirigencia de la Iglesia Católica se niega, hasta la fecha, a ordenar hombres casados, pero curiosamente acepta y fomenta la presencia de sacerdotes casados. Acepta desde hace muchos siglos, como lo cuento en mi historia de El celibato sacerdotal en la Iglesia Latina, la existencia en su seno de sacerdotes católicos orientales casados; aceptó siempre la entrada de pastores protestantes y anglicanos que pedían a título individual ejercer su ministerio como católicos; y recientemente, hace un año, la Santa Sede publicó el texto Anglicanorum coetibus que permite admitir como sacerdotes a presbíteros anglicanos casados.

Esa última medida puede calificarse de oportunista puesto que está ligada a la crisis provocada en la Iglesia anglicana por la ordenación sacerdotal de homosexuales. ¿Roma espera atraer así a unos miles de sacerdotes anglicanos?

Pero estas tres excepciones a la regla imperativa del celibato sacerdotal en la Iglesia católica “latina” no significan que Roma esté dispuesta a abandonar una disciplina vieja de ocho siglos. “Latina” es la mayor parte de la Iglesia católica, la “occidental” que impera en Europa, América, África; “latina” es la Iglesia católica en México. A su lado hay varias Iglesias “orientales”, emparentadas en muchos aspectos con las Iglesias ortodoxas, pero que, en algún momento de su historia, reconocieron la autoridad del Papa “latino” de Roma. Cuando negociaban su unión con Roma, lograron conservar sus usos y costumbres, las más importantes siendo su liturgia, la comunión bajo las dos especies del pan y del vino, la existencia de un clero casado y la posible ordenación de hombres casados.

Roma aceptó, pero de mala gana, como lo prueba el hecho de que no permite que estos sacerdotes católicos orientales casados ejercen fuera de sus Iglesias orientales. Hasta mediados del siglo XIX el problema no se presentó, pero con las grandes migraciones que llevaron a Estados Unidos millones de católicos orientales, desde Ucrania, Europa Central y el Medio Oriente, todo cambió. De repente, los católicos “latinos” irlandeses vieron llegar sacerdotes casados y el susto fue mayúsculo.

Los obispos americanos reaccionaron violentamente: “La presencia de sacerdotes casados de rito griego es una amenaza constante a la castidad de nuestro clero célibe, una fuente de escándalo para los laicos”; pidieron a Roma la liquidación de “estos males” cuanto antes porque “la pérdida posible de algunos feligreses de rito griego no es nada en comparación con las bendiciones de una disciplina uniforme”.

En 1890 Roma ordenó a todos los sacerdotes orientales casados de volver inmediatamente a sus países de origen; sólo los célibes pudieron quedarse. El delegado apostólico en Canadá comentó: “Sería peligroso ver llegar sacerdotes casados, un escándalo para los católicos, un triunfo para los protestantes, un tema de burla para los impíos. La Iglesia católica sufriría terriblemente en un país en el cual el celibato sacerdotal es la gloria y la fuerza del clero y el secreto de sus grandes hazañas”. Hay poca caridad cristiana en su manera de hablar de “esos tristes sacerdotes que cargan con toda una familia”.

A lo largo del siglo XX, Roma ha repetido la consigna: nada de sacerdotes orientales casados fuera de su Oriente. La llegada de millones de católicos orientales huyendo de revoluciones, guerras mundiales y, hoy en día, las guerras del Medio Oriente, no convenció a las autoridades romanas, tampoco el hecho de que muchas parroquias greco-católicas en EU hayan dejado la Iglesia católica.

Siempre hubo excepciones individuales, pero de poca monta y hubo que esperar al Concilio Vaticano II para un principio de cambio. Uno de los textos conciliares afirma que “el celibato no es exigido por la naturaleza del sacerdocio, como lo muestra la práctica de la Iglesia primitiva y la tradición de las Iglesias orientales (…)hay sacerdotes casados cuyo mérito es grande”. ¡Menos mal que lo hayan dicho!




Parece que a la Iglesia católica le gusta acumular las contradicciones. Reconoce la existencia de un clero casado oriental, hasta le concede méritos, pero no le permite ejercer fuera de su terruño histórico. Al mismo tiempo, autoriza a ex pastores protestantes y sacerdotes anglicanos casados ejercer en territorio latino… ¡algo que prohíbe a los orientales! Cuesta trabajo entenderlo. Pío XII lo hizo en 1951 y Juan Pablo II multiplicó las “excepciones”, todo lo cual confirma el hecho de que en la Iglesia “latina” puede haber sacerdotes casados.

Juan Pablo II dijo: “El celibato no es esencial al sacerdocio; no es una ley promulgada por Jesús”. ¿Entonces? Tarde o temprano veremos la Iglesia “latina” volver a la antigua práctica de la primitiva Iglesia, la que conservaron los orientales, la que restablecieron los protestantes.

Fuente: REDES CRISTIANAS

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