Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas de
la Universitat Pompeu Fabra
Ilustración de Mikel Jaso
A la vez que Benedicto XVI alentaba en
Madrid a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud a que se
dedicaran a servir a los pobres, siguiendo supuestamente las
enseñanzas de la Iglesia católica, se publicó en una revista de
Haití (el país con un porcentaje mayor de su población viviendo en
situación de pobreza), llamada Haïti Liberté, unos datos hasta
entonces confidenciales, dados a conocer por Wikileaks, sobre la
activa intervención del Vaticano en aquel país para impedir el
desarrollo de políticas encaminadas a erradicar la pobreza,
lideradas por el expresidente Jean-Bertrand Aristide, que deseaba
volver desde su exilio para continuar desarrollándolas
En realidad,
lo ocurrido en Haití es muy representativo de lo que ha ocurrido en
países mal llamados “pobres”. Haití no es un país pobre. En
realidad, es rico, siendo su tierra enormemente fértil. Durante
muchos años fue uno de los mayores productores del mundo de café y
azúcar.
A pesar de ello, la gran mayoría de la población es muy
pobre. Y la causa de ello es la enorme concentración de las tierras
y del crédito en manos de una oligarquía que ha regido el país
desde hace muchos años.Conjuntamente con las familias que
constituían la oligarquía, ha existido un entramado internacional
–dirigido por EEUU, Francia y también por el Vaticano– que ha
mantenido a aquel país en la pobreza.
Una de ellas fue la familia
Duvalier, a la que la Madre Teresa –que será beatificada pronto–
definió, por cierto, como “el gran amigo de los pobres” (por
haber donado dinero a un programa caritativo dirigido por tal figura
católica en Haití). Tal familia, enormemente corrupta y cruel,
asesinó a más de 60.000 opositores.
Una rebelión popular forzó su
caída y huida del país. Así fue como surgió el Gobierno Aristide,
que inició las únicas reformas progresistas que aquel país ha
conocido, que incluyeron una reforma agraria, la reforestación de
las tierras, la sindicalización del sector textil y el aumento de
los salarios.
Tales reformas afectaron inevitablemente los intereses
de tal oligarquía (incluyendo los de la Iglesia católica, que había
sido uno de sus pilares ideológicos), lo que creó grandes
resistencias, que culminaron con un golpe militar, apoyado, de nuevo,
por EEUU y Francia, y también por el Vaticano.
Más de 3.000
personas murieron en aquel golpe, muchos de ellos militantes del
partido político del presidente Aristide. Se inició también
entonces una campaña internacional mediática para desprestigiar a
Aristide, acusándole de traficar con drogas (sin que nunca se
aportaran datos que apoyaran tales acusaciones).Las fuerzas militares
de EEUU desplazaron físicamente al presidente Aristide a Sudáfrica,
donde permaneció exiliado, y desde donde intentó en múltiples
ocasiones poder volver a su país, lo cual no fue posible debido a la
oposición activa del Gobierno estadounidense, del Gobierno francés
y también del Vaticano.
El diario Haïti Liberté ha publicado las
comunicaciones, hasta ahora secretas, entre oficiales de la
diplomacia estadounidense, francesa y del Vaticano que muestran la
campaña internacional orquestada por tales estados a fin de
desacreditar a Aristide eimpedir su vuelta a Haití. El intento queda
claramente indicado en una escucha secreta a la embajadora de EEUU en
Haití, Janet Sanderson, en la que explícitamente indica que: “Es
importante impedir el resurgimiento populista y antieconomía de
mercado que se originaría con la vuelta de
Aristide”.Desafortunadamente, las tropas de Naciones Unidas están
contribuyendo a esta labor.
Escuchas hechas públicas ahora muestran
también cómo el oficial guatemalteco, representante de las Naciones
Unidas en Haití, trabajóestrechamente con el Gobierno de EEUU con
el objetivo de evitar la vuelta de Aristide e imposibilitar el
resurgir del movimiento Lavalle pro Aristide, que continuó prohibido
en Haití, no permitiéndosele que participara en las elecciones
fraudulentas que se han estado realizando en aquel país.
El anterior
secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, presionó al
Gobierno de Thabo Mbeki de Suráfrica para que retuviera a Aristide y
no le permitiera volver a Haití, ya que supuestamente originaría lo
que el Vaticano, en otra escucha, definió como una “catástrofe”.
El subsecretario de la diplomacia vaticana, monseñor Ettore
Balestrero, en una comunicación con el arzobispo de Haití,
Bernardito Auza, subrayó lo catastrófico que sería para Haití la
vuelta de Aristide. Bernardito Auza insistió en la necesidad de que
el Vaticano se pusiera en contacto con las autoridades eclesiásticas
católicas en Sudáfrica para que presionaran a fin de que Aristide
no volviera a Haití.
El Vaticano actuó con plena coordinación con
el Departamento de Estado de EEUU.El problema de esta movilización
internacional es que la población de Haití tiene memoria. Según
los datos del propioembajador de EEUU, Aristide continuaba siendo (en
2005) “la única figura en Haití que tenía un apoyo favorable por
encima del 50% de la población”. De ahí la constante oposición a
que Duvalier volviera a Haití.
Mientras, las medidas a favor de
expandir la “economía de mercado”, que tales autoridades han
favorecido para Haití, con la eliminación de medidas
proteccionistas, han significado la invasión en el mercado de
productos alimenticios procedentes de EEUU, destruyendo la economía
nativa de Haití.
Políticamente, las últimas elecciones
fraudulentas (en las que participó sólo el 24% del electorado)
mostraron que el sistema político carecía de legitimidad. El
permiso del Gobierno de Haití al dictador Duvalier de volver a Haití
creó una movilización nacional e internacional de oposición tal
que el Gobierno la intentó paliar permitiendo la vuelta de Aristide,
aunque el establishment de Haití (incluyendo la Iglesia católica)
obstaculiza el desarrollo auténticamente democrático que permitiría
a Aristide y a su partido volver al poder.
Fuente: Dominio público
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