Golpes, gases, tiros y picanas en alta mar
Eduardo Febbro
Antes de que el primer ministro israelí decidiera deportar a todos los extranjeros detenidos durante el asalto a la flotilla humanitaria internacional que se dirigía hacia Gaza con ayuda humanitaria, el Estado israelí había cerrado una situación orwelliana.
Israel obligó a los detenidos a firmar un documento de deportación y las personas que se negaron a hacerlo fueron encarceladas bajo el cargo de ingreso ilegal en el territorio. Ahora bien, nadie entró ilegalmente al territorio israelí, sino que fueron conducidos por la fuerza y, según se desprende de los primeros testimonios de franceses, griegos y alemanes que llegaron hoy a sus respectivos países, los prisioneros fueron tratados como auténticos criminales por los militares israelíes. Los relatos del abordaje evocan disparos a la cabeza, malos tratos, golpes y hasta utilización de pulsiones eléctricas.
La cineasta brasileña Iara Lee, que formaba parte de la flota, contó a medios de su país que los soldados, una vez en el barco, comenzaron a atacar de manera indiscriminada. “Esperábamos que dispararan a las piernas o al aire, pero fueron directo a la cabeza de los pasajeros.” La activista turca Nilufer Cetin ofreció su testimonio sobre el desenlace de los hechos cuando llegó ayer a Estambul con su hijo en brazos. “Primero usaron bombas de humo y gas lacrimógeno. Luego comenzaron a descender desde helicópteros. Entonces el choque fue brutal. El barco Mavi Marmara se volvió un baño de sangre. Me oculté con mi bebé de un año en el baño del camarote.”
Entre la decena de detenidos franceses en esta operación, uno de ellos llegó ayer a París y dio un testimonio. Su relato se suma al de las dos mujeres, los militantes alemanes, griegos y al de Hanin Zoabi, la única diputada israelí que participó en la expedición humanitaria. Yussef Benderbal, miembro del Comité de Beneficencia y Socorro a los Palestinos (CBSP), contó que a bordo del barco “no había ningún tipo de armas”. Según este activista, el argumento esgrimido por Israel y según el cual en los barcos había armas tiene un solo objetivo, que consiste “en desacreditar el convoy humanitario”. Yussef Benderbal aclaró que desde el principio se dieron instrucciones precisas para que no hubiese “ninguna provocación, incluso si los israelíes subían a abordo. Nosotros no buscamos la agresión, fuimos agredidos”.
El activista francés explicó en París que los organizadores de la flotilla habían decidido agruparse y que los israelíes les habían pedido que “dieran media vuelta”, lo que “era inaceptable para nosotros”. Cuando los soldados abordaron el barco desde los helicópteros les pidieron a gritos que se sentaran. “Teníamos la consigna de dialogar con los israelíes y proteger la cabina del capitán con nuestros cuerpos. Un soldado le dio un golpe en la mandíbula a un pasajero y le puso su arma en la garganta.”
Norman Paech, un ex diputado de 72 años del partido alemán Die Linke, que se encontraba a bordo del Mavi Marmara, dijo en el curso de una conferencia de prensa que “nunca vimos un cuchillo utilizado como arma. Nos defendimos con palos”. Paech negó también que la actitud violenta de los soldados que abordaron el Marmara se explique por su necesidad de defenderse de la violencia de los pasajeros. “Fue un ataque contra una misión pacífica en aguas internacionales. Los israelíes pueden defender su zona de defensa militar, pero nosotros estábamos fuera de esos límites. Teníamos derecho a defendernos.” Otros dos diputados del partido Die Linke, Inge Hoeger (59 años) y Anette Groth (56 años), completaron el relato de Paech: “Nadie estaba armado” dijo Hoeger. Matthias Jochheim, un médico miembro de la asociación contra las armas nucleares Ippwn, aseguró que “los soldados dispararon con balas reales, no con balas de caucho”.
A su vez Nadel el Sakka, una representante de la comunidad palestina en Alemania, admitió que “nos esperábamos muchas cosas, pero no la brutalidad a la que nos enfrentamos. Esperábamos que hubiese presiones, obstáculos, pero no este estado de guerra”. Norman Paech reveló que desde el vamos los pasajeros de los barcos habían descartado la violencia y la resistencia porque “sabíamos que, frente a esos soldados, no teníamos ninguna posibilidad”. Otros cuatro griegos que formaban parte de la flotilla denunciaron en Atenas sus condiciones de arresto y detención, que calificaron de “miserables”.
Mijalis Grigorópulos, un integrante de la tripulación del barco Eleftheri Mésogeio, contó que los comandos israelíes que saltaron al barco “dispararon gases lacrimógenos y balas de caucho” y que, luego, los comandos “aplicaron electroshock a algunos militantes”. Este militante narró también las primeras horas del arresto: “Las condiciones de detención en el puerto de Ashdod, donde fueron agrupadas 500 personas, eran miserables. Los policías filmaban videos, nosotros estábamos sentados en el suelo y los policías nos amenazaban con sus armas. Nos hicieron firmar papeles sin que yo supiera qué decían esos papeles, porque no tenía derecho a contar con un traductor, a tener un abogado o comunicarme con mi familia”. Aris Papadokostopulos, otro integrante de la tripulación del mismo barco, afirmó que “dos griegos detenidos fueron golpeados porque se negaron a que se les tomaran sus huellas digitales”. Aunados unos a otros, los relatos que empiezan a emerger permiten hacerse una idea algo más clara. Los enfrentamientos más duros, por ejemplo, tuvieron lugar a bordo del barco turco Mavi Marmara. Es allí donde se contabilizaron los nueve muertos. Liberada gracias a la inmunidad que le confiere su estatuto, la diputada israelí Hanin Zoabi –estaba a bordo del Marmara– dijo en una conferencia de prensa que resultaba evidente que el propósito del comando que abordó el barco “no era detenerlo, sino causar el mayor número de bajas para impedir futuras iniciativas similares. Nuestro objetivo era romper el bloqueo. No teníamos planes para un enfrentamiento. Israel efectuó una operación militar provocadora”.
Fuente: APIA VIRTUAL
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