Por Mariana Carbajal. (*)
–Esas son aportaciones de las teóricas feministas. La doctrina católica dice basarse en la “Ley Natural” para hablar de la complementariedad entre los sexos, o de la sexualidad sólo para la reproducción, negando el placer sexual. Pero luego nadie explica por qué tenemos clítoris, que no tiene ninguna otra función más que el placer. Si Dios nos creó a su imagen y semejanza, con capacidad de decisión, con voluntad, con raciocinio y con clítoris, dónde está la razón para negar el placer sexual: está en la necesidad de controlar la vida de las mujeres. Para una institución que está basada en el dominio absoluto de los hombres sobre las mujeres, la autonomía de las mujeres es inaceptable. Hay un movimiento interesante al interior de las órdenes religiosas, las religiosas cada vez menos tienen disposición de acatar de manera silenciosa este tipo de planteamiento y tratamiento.
–En América latina y el Caribe estamos viviendo momentos de cambios muy importantes. En medio de la profundización de las brechas de desigualdad, de los coletazos de la crisis financiera internacional, la mayoría de los gobiernos cambió cualitativamente en la última década, confiriendo un carácter más progresista, más democrático a la región. Con algunas excepciones. Esto no quiere decir necesariamente que los derechos humanos de las mujeres y los derechos sexuales y reproductivos hayan ganado espacios más propicios para su desarrollo. En contados casos así fue, pero la cruzada fundamentalista impulsada por la jerarquía conservadora de la Iglesia Católica, en alianza con los gobiernos mal llamados “de izquierda”, en contra de los derechos de las mujeres y los derechos sexuales y reproductivos, avanza con renovado ímpetu proveniente de la falsa creencia por parte de políticos y gobernantes, de que la jerarquía eclesiástica representa a quien dice representar. Nada más lejos de la realidad. Estamos viviendo en estos momentos un retorno del integrismo fundamentalista en todo el mundo por parte de las religiones, pero de un integrismo que utiliza el lenguaje de la democracia, de las libertades y de los derechos humanos y civiles. Desde que el Vaticano fracasó en sus intentos de imponer su agenda moral conservadora en los Programas de Acción de las Conferencias Internacionales de Cairo y Beijing y por ende en las políticas y programas relacionados con estos temas, emprendió una cruzada convocando a los obispos y cardenales, especialmente a los de América latina y el Caribe a ser proactivos en la defensa de los modelos culturales tradicionales que emergen de la ideología judeocristiana: el modelo de familia heterosexual, nuclear, la sexualidad restringida a la reproducción, el cumplimiento del deber ser basado en estereotipos de género estáticos, sacralizados por la ideología conservadora de la Iglesia Católica y la obstaculización de los derechos individuales, específicamente de los derecho sexuales y reproductivos. Tenemos la obligación de detener esta cruzada oscurantista que nos quiere llevar a la época medieval, cuando se daban instrucciones a las parejas casadas acerca de cuándo era lícito tener relaciones sexuales.
–Hace poco el doctor Julio Frenk, quien fue ministro de salud de México durante la presidencia de Vicente Fox, decía que la ciencia es el antídoto contra el oscurantismo. Nosotras decimos que los gobiernos deben basarse en la evidencia científica, tienen que respetar la pluralidad de opiniones que hay en cada país y evitar que la religión se meta en las políticas públicas, mucho más cuando tiene que ver con temas de salud. Te imaginas si un gobierno se guía por planteamientos como el que mencionaba el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, presidente desde 1990 hasta su fallecimiento en 2008 del Pontificio Consejo para la Familia en el Vaticano, de que los condones tienen unos hoyitos por los cuales pasa el virus del sida y por lo tanto no puede promoverse su uso, porque así se está promoviendo la expansión del VIH. Es necesario establecer que hay ámbitos de competencia que no se pueden mezclar. En México se dio una discusión sobre la incorporación de anticoncepción de emergencia en el programa de salud entre el ministro de Gobierno, que era del Opus Dei, y Frenk, ministro de Salud. En cualquier democracia tiene que aceptar lo que dice el ministro de Salud y no el de gobierno, que pone sus creencias religiosas por encima de su función pública y que quiere meterse en un tema que no es de su especialidad. Para quienes nos hemos atrevido a cuestionar supuestos dogmas anclados en visiones atávicas que constriñen la autonomía de las mujeres, que hablan de que la dignidad de las mujeres está basada en el hecho de ser madres, o que las mujeres no podemos ocupar las mismas posiciones que los hombres en la Iglesia y en la sociedad, las condiciones de posibilidad que provee la laicidad del Estado son imprescindibles para la reafirmación de nuestra autoridad moral y para la garantía y el respeto a nuestros derechos humanos y específicamente a nuestros derechos sexuales y reproductivos.
–Acabamos de tener los resultados de una encuesta nacional que incluyó 3000 entrevistas cara a cara entre la población católica de todas las regiones del país. Seis de cada diez católicas y católicos considera que una persona puede seguir siendo buen o buena católica si apoya a una mujer que aborta. Un poco más de la mitad de la feligresía reconoce que una mujer que aborta puede continuar siendo una buena católica. Una de las principales conclusiones que emergen de los resultados de la esta encuesta es el crecimiento de una corriente de formación de nuevas identidades católicas, de nuevas formas de ser católica o católico. Nuevas identidades representadas por feligreses que no piensan dejar su iglesia, pero que viven un catolicismo más cercano a sus necesidades y deseos, más flexible en el marco de constantes cambios culturales y políticos. Para un 33 por ciento de los entrevistados la característica más sobresaliente de una persona católica es estar bautizada, mientras que sólo para el 24 por ciento el rasgo más importante es creer en Dios, y para el 22 por ciento, cumplir con los Diez Mandamientos. Y apenas un 13 por ciento considera que ir a misa es una característica de identidad católica.+ (PE/Página 12)
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