Por Enric Sopena, director de El Plural
En el huerto de los olivos, cuando los soldados romanos se dispusieron a prender a Jesús de Nazaret para luego crucificarlo, Simón Pedro trató de defenderlo blandiendo una espada. Hirió a un siervo del pontífice llamado Malco y le cortó la oreja derecha. Puede leerse en el evangelio de San Lucas: “Tomando Jesús la palabra, le dijo: ‘Basta ya. Dejad’; y tocando la oreja le curó”.
No parece en absoluto –a tenor de lo sucedido la noche en que fue vilmente apresado- que Jesús fuera un belicista. Más bien, todo lo contrario. En su doctrina no cabe ni un resquicio para avalar la guerra. Ni caben tampoco los batallones armados. “Amarás al prójimo como a ti mismo”, predicaba, según narraron sus discípulos. Y aún fue mucho más lejos: “Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla ofrécele la otra”.
Desde la lógica del cristianismo ¿Cómo justificar, por consiguiente -desde la lógica del cristianismo- las cruzadas o las guerras denominadas santas, los Papas con sus ejércitos prestos a entrar en combate, la bendición de las armas destinadas a matar a los enemigos, la veneración por parte de los jerarcas católicos de regímenes ominosos, como el del general Franco o el general Pinochet, y tantísimos más a lo largo de la historia? Y, en definitiva, un suma y sigue inacabable de actuaciones guerreras hechas en nombre de Dios, lo que no deja de ser una blasfemia.
Ningún sentidoTampoco tiene ningún sentido –por mucho que algunos apelen a las tradiciones- que los militares estén presentes como tales, exhibiendo su condición de militares y participando tanto en procesiones como en otros acontecimientos públicos de carácter religioso. Y menos todavía que rindan honores al Santísimo –conforme al vocabulario utilizado en la catequesis- con las armas en las manos. La ministra de Defensa, Carme Chacón, avanza con cautela pero con firmeza, por el sendero del laicismo, también aplicable, claro, a los militares.
El laicismo y el evangelio El laicismo no sólo está apoyado por agnósticos o ateos. En realidad, el laicismo se encuentra asimismo en el evangelio. Fue Jesús el que subrayó –acallando a los fariseos que intentaban hacerle caer en una trampa- que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En resumen de lo que se trata es de la separación de la Iglesia y el Estado, a pesar de que no pocos meapilas siguen soñando con la restauración de la teocracia o el nacionalcatolicismo.
Corpus Christi en Toledo La prensa conservadora ha arremetido contra Chacón a cuenta del Corpus Christi en Toledo. El Mundo ha vuelto a quitarse la careta de modernidad que tanto gusta lucir a su director, Pedro J. Ramírez. Hasta coincide ahora con Mariano Rajoy que, junto a María Dolores de Cospedal, convirtió la procesión toledana en un mitin de campaña electoral. Chacón, sin aspavientos inútiles y a la chita callando, continúa haciendo muy bien los deberes. El laicismo no está reñido con las creencias de nadie. Pero una cosa es el César y otra cosa es Dios.
No parece en absoluto –a tenor de lo sucedido la noche en que fue vilmente apresado- que Jesús fuera un belicista. Más bien, todo lo contrario. En su doctrina no cabe ni un resquicio para avalar la guerra. Ni caben tampoco los batallones armados. “Amarás al prójimo como a ti mismo”, predicaba, según narraron sus discípulos. Y aún fue mucho más lejos: “Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla ofrécele la otra”.
Desde la lógica del cristianismo ¿Cómo justificar, por consiguiente -desde la lógica del cristianismo- las cruzadas o las guerras denominadas santas, los Papas con sus ejércitos prestos a entrar en combate, la bendición de las armas destinadas a matar a los enemigos, la veneración por parte de los jerarcas católicos de regímenes ominosos, como el del general Franco o el general Pinochet, y tantísimos más a lo largo de la historia? Y, en definitiva, un suma y sigue inacabable de actuaciones guerreras hechas en nombre de Dios, lo que no deja de ser una blasfemia.
Ningún sentidoTampoco tiene ningún sentido –por mucho que algunos apelen a las tradiciones- que los militares estén presentes como tales, exhibiendo su condición de militares y participando tanto en procesiones como en otros acontecimientos públicos de carácter religioso. Y menos todavía que rindan honores al Santísimo –conforme al vocabulario utilizado en la catequesis- con las armas en las manos. La ministra de Defensa, Carme Chacón, avanza con cautela pero con firmeza, por el sendero del laicismo, también aplicable, claro, a los militares.
El laicismo y el evangelio El laicismo no sólo está apoyado por agnósticos o ateos. En realidad, el laicismo se encuentra asimismo en el evangelio. Fue Jesús el que subrayó –acallando a los fariseos que intentaban hacerle caer en una trampa- que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En resumen de lo que se trata es de la separación de la Iglesia y el Estado, a pesar de que no pocos meapilas siguen soñando con la restauración de la teocracia o el nacionalcatolicismo.
Corpus Christi en Toledo La prensa conservadora ha arremetido contra Chacón a cuenta del Corpus Christi en Toledo. El Mundo ha vuelto a quitarse la careta de modernidad que tanto gusta lucir a su director, Pedro J. Ramírez. Hasta coincide ahora con Mariano Rajoy que, junto a María Dolores de Cospedal, convirtió la procesión toledana en un mitin de campaña electoral. Chacón, sin aspavientos inútiles y a la chita callando, continúa haciendo muy bien los deberes. El laicismo no está reñido con las creencias de nadie. Pero una cosa es el César y otra cosa es Dios.
Fuente: REDES CRISTIANAS
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