lunes, 25 de julio de 2011

Declinación de la iglesia-institución.



Por Domingo Riorda.

Una reciente declaración del sociólogo Fortunato Mallimaci, publicada en Telam, afirma que “el fenómeno religioso sigue ocupando un lugar destacado en la vida social y cultural de la sociedad argentina”, al revelar que "9 de cada 10 personas cree en Dios", aunque la mayoría se relaciona "por su cuenta" y no a través de las instituciones religiosas.

Tal afirmación la hizo al exponer sobre “Las creencias y religiones en la Argentina”, en la megamuestra Tecnópolis, en Villa Martelli, provincia de Buenos Aires, donde detalló que, según una encuesta realizada en 2008, "el 93,6 por ciento de las mujeres y el 88,3 por ciento de los hombres" dijo creer en dios, entres los cuales el 96,7% son mayores de 65 años y el 85,1% los jóvenes de 18 y 29 años.

Mallimaci aclaró que “El 61,1% dijo hacerlo por su propia cuenta, el 23,1% a través de alguna iglesia, el 4%, a través de una grupo o comunidad, el 11% restante dijo no tener relación con dios y el 0,5% no contestó (NS/NC) opinando que “estamos frente a complejos procesos de desinstitucionalización religiosa y de individuación de creencias”.

En un reciente despacho de PE/Ecupres (PreNot 9623 del 110719) bajo el título Iglesia-Institución, poco creíble en Uruguay, presenta un panorama similar en el país hermano. Se refiere a un estudio, originalmente comentado por Cristianet, sobre Religión y religiosidad en Uruguay, presentado en el Congreso Nacional de Sociología, en el que se concluye “la poca credibilidad que tienen los uruguayos en la Iglesia como institución en términos generales”.

Datos similares se pueden recogerse en todo el continente latinoamericano con la diferencia contextual de que, mientras en ellos la raigambre católico romano es muy fuerte, en Uruguay se trata de una país laico. Si en diferentes situaciones la gran mayoría cree en Dios al mismo tiempo que no utiliza la Iglesia-Institución para la práctica de su creencia, cabe la pregunta del por qué ocurre tal fenómeno marcando la declinación de la Iglesia-Institución.

La oferta que viene desde la Iglesia Católica Romana se trasforma en una práctica preferentemente ritual, inclinada hacia la derecha política, excepto las agrupaciones cuestionadora de las directivas emanadas desde el Vaticano. Esta centralidad desde el exterior, Roma, permite que se tomen medidas diversas para que los y las cuestionadoras queden al margen o fuera de la institución. Es la prédica de un evangelio que no se introduce en la vida contemporánea y por lo tanto en las necesidades del ser humano que no reniega de su creencia en Dios, pero no puede practicarla en su iglesia de presunto origen.

La propuesta de las iglesias evangélicas tuvo su auge hasta la mitad del siglo pasado para luego pasar a ser una más entre otras, excepto alguna de ellas que recuperó su calor y se introdujo en la temática local recuperando cierto sesgo de izquierda, que en su inicio era referida como socialista, o de izquierda, y que mantiene a medias hasta el presente.

Una parte de esas iglesias se asociaron a las denominadas protestantes fortaleciendo sus estructuras de origen europeo. Aún las que no son producto de la inmigración poco a poco se fueron transformando como si las fueran. Algunas de sus marcas son su celo por mantener su membresía con poco avance en la incorporación de gente nueva, distinta, y una progresiva desatención de la problemática social al mismo tiempo que crece la tendencia por la unidad institucional que, lograda, fortalece las estructuras heredadas.

En esa reestructuración aparece como necesidad suprema el interés por la buena convivencia. Ella se hizo evidente unos meses atrás con la bienvenida al documento emitido por organizaciones eclesiásticas europeas, con maquillaje internacional, denominado “Testimonio cristiano en un mundo de pluralismo religioso. Recomendaciones sobre la práctica del testimonio” Fue emitido en la “Tercera Consulta (entre cristianos)” que se reunió en Bangkok, Tailandia, del 25 al 28 de enero de 2011. En ese evento se deliberó sobre los análisis efectuados por “el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (PCDI), el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y, a invitación del CMI, la Alianza Evangélica Mundial (AEM)” que “se reunieron varias veces durante un período de cinco años”

El pomposo título se diluye como la cebolla que a medida que se extraen sus capas se encuentra la nada, sin corazón, como se ilustra en la novela La Piel de Zapa de Balzac. Se repite la importancia del testimonio, pero no existe ninguna referencia a las situaciones vivenciales del ser humano, ni individuales ni sociales. La problemáticas nacionales e internacionales, ausentes. El producto final es un manual de buenas costumbres que necesitó tres Consultas para ser confeccionado, sin saberse cuantas reuniones extras, de las que se llaman preparatorias. El vigor y el entusiasmo del evangelio en un mundo de pluralismo religioso es la nada.

En el panorama religioso continental se encuentran las iglesias evangelistas, carismáticas, y otras similares, con un estilo al que algunas iglesias evangélicas se sienten atraídas porque juntan mucha gente. Su estructura de trabajo proviene de las “evangelicales” de Estados Unidos. Ellas son los motores de ese gran movimiento. Obvio, también son las formas y contenidos de sus mensajes y prácticas, generalmente inclinadas hacia la derecha política y a la ética católico romana. Su raíz y modelo provienen desde el exterior continental.

En este punto son ilustrativas las notas y comentarios que arroja la agencia Pulso Cristiano. En su reciente edición, número 189 del 21 de julio de 2011, David Kohler se refiere a Guatemala, con una guerra civil que duro “más de 30 años y que se llevó la vida de 200 mil personas, le siguió otra de bandas ligadas al crimen organizado que se perpetúa en un clima de inseguridad y violencia para los guatemaltecos” con “7 mil muertes promedio anual ocurridas en la última década”

Kohler comenta que “Paradójicamente, es también uno de los países con mayor número de evangélicos: más del 25 por ciento. Pero la fe en Cristo no parece haber servido para traer la paz a sus doloridos habitantes, muchos de ellos indígenas. Si bien es gravísimo, lo que ocurre en Guatemala no es una excepción. El crecimiento explosivo de las iglesias evangélicas de las últimas décadas no ha servido para transformar las estructuras de violencia, de miseria y de corrupción en América latina”

El articulista se pregunta “¿Por qué los evangélicos no influimos en nuestras sociedades? Algunos dicen que cuando las personas cambian las sociedades también. No parece ser éste el caso. ¿O será que los cambios no han sido profundos en las vidas de las personas y por eso los males subsisten, incluso dentro de las iglesias? Otros piensan que las iglesias se han hecho las distraídas ante los grandes temas de las sociedades y educaron a sus miembros para un evangelio individualista. ¿Somos iglesias integradoras o "pasatistas", como planteó Pulso Cristiano a sus lectores en la edición 188?”

En la misma edición de Pulso Cristiano, César Dergarabedian desarrolla el tema Cultura de paz en las iglesias señalando que existe un “escenario (es) conocido y sufrido por muchos cristianos” con “Iglesias divididas, amistades de años hechas añicos y aun familias distanciadas. Contamos los que ingresan por la puerta de adelante pero no los que salen por la de atrás. La puerta giratoria, las iglesias que crecen a costa de los éxodos de otras, las divisiones de iglesias `ordenadas por Dios´ y el agradecimiento al Señor porque está haciendo `limpieza´ cuando se van los hermanos problemáticos, son todas lamentables y frecuentes situaciones que van cercenando el cuerpo de la Iglesia de Jesucristo” refiriéndose mayoritariamente a las comunidades evangelistas.

Comenta que para algunos la solución es simplemente "tener más amor" o "poner en práctica el amor que decimos tener", pero se pregunta si “¿alcanza con intentar amar más o mejor? ¿Qué hacemos con los conflictos inevitables que surgen en cualquier grupo humano, incluyendo la iglesia? ¿Los ignoramos, los escondemos, los potenciamos o los solucionamos? Si no podemos solucionarlos, ¿pedimos ayuda de personas con los dones y aptitudes adecuados?”

Ambos comentarios apoyan otros análisis que describen a las iglesias evangelistas, que concentran mucha gente y funcionan con grandes eventos, como que no tienen una vida práctica que sea acorde a sus propias proclamaciones sino que se debaten en cuestiones de competencias empresariales, o cercanas a ellas, pero sin el impacto que ellos mismos dicen tener sobre la vida ciudadana.

Como ocurre con toda generalización, esta presentación de tres grandes tendencias de las iglesias cristianas puede ser injusta para grupos eclesiásticos que, en cada una de ellas, tienen comportamientos distintos, pero es esclarecedora para ver que las tres responden a estructuras provenientes del exterior continental y que provienen de centros de poder económicos y colonizadores como son Estados Unidos y Europa, incluida Roma.

El armado de tales estructuras no pueden menos que responder a la impronta de los países donde se formularon acompañados de los rictus de la lucha por el poder, la ideología sobre las cuales se conformaron y la concreción de propuestas que, tal vez, sirvan a esos centros de poder pero no al continente latinoamericano.

Hay que repensar el cristianismo desde la óptica latinoamericana teniendo en cuenta sus diferencias regionales y/o nacionales. Dada la mención del panorama en Argentina y Uruguay es necesario ese repensamiento teniendo en cuenta la historia rioplatense, incluidas las tendencias sociales que acompañaron a las iglesias evangélicas y el abordar tópicos escondidos, como el proyecto artiguista de la República Oriental, abortado por la discusión de los puertos Montevideo/Buenos Aires en el que triunfó el poder económico asentado en el segundo.

Es fundamental examinar la organización de las iglesias y producir nuevas estructuras que respondan a las necesidades de ambos países de forma que aflore la pertinencia del evangelio para la vida contemporánea mediante instituciones eclesiásticas que sirvan al pueblo y dejen de servirse a sí mismas. Algo similar a lo que hizo el apóstol Pablo que, sin faltarle el respeto a su historia, dejó atrás las tradiciones que encerraban al nuevo movimiento que surgía en ese tiempo y se abrió a la inconmensurable tarea de predicar y practicar el evangelio al mundo que lo rodeaba.

Las iglesias rioplatenses tienen personas capaces, idóneas, lúcidas, para realizar esa tarea. Deben agregar la disposición para desalojar de sus mentes y corazones los dogmas institucionales y tener coraje para realizar el desafío que se les presente. Coraje que en el lenguaje del evangelio es depender sola y exclusivamente del Señor Crucificado y Resucitado para el beneficio de todos y todas.+ (PE)

PreNot 9632

110725

Notas de referencia PreNot 9633 y PreNot 9634 del 110725.

Fuente:


ECUPRES

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